jueves, 17 de abril de 2014

REINTERPRETACIÓN DEL MISTERIO DE LAS PASCUAS




A propósito de que por estas fechas se celebra  “Semana Santa”, para todo el mundo católico, es que publico este escrito de Corinne Heline, el cual forma parte de su libro “Puerta a las Estrellas”.

Corinne Heline (1882-1975) fue una escritora estadounidense, de la Línea Rosacruz, específicamente de la Fraternidad Rosacruz de Max Heindel. No obstante hacia el final de su vida fundó la institución “New Age Bible Interpretation”, enfocando sus enseñanzas hacia la preparación de la Nueva Era bajo el punto de vista cristiano esotérico. Pueden encontrar una página web en la siguiente dirección http://newagebible.tripod.com/, (en inglés)

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Encendiendo esta luz del alma en el Misterio de Pascua descubrimos su derecho a la primacía en la vida de la humanidad, derivándose desde la posibilidad de que las fuerzas que tratan con la muerte las cuales habían asumido el poder en nuestra vida racial, pudiesen ser gradualmente reducidas y al final vencidas por completo. Esta posibilidad emergió como resultado de la liberación de la energía de Cristo en el aura planetaria, que en lo sucesivo llegó a ser accesible a cada criatura viviente. Esta liberación de la Luz de Cristo no se limitaba a una sola efusión, como hemos explicado. Tuvo su principio en cierto momento histórico, y ese momento fue cuando el Cristo rompió las ligaduras de la muerte y se mantuvo vencedor sobre la tumba. Pero desde esa época Su fuerza vital ha continuado derramándose en nuestra esfera planetaria y seguirá haciéndolo hasta que el trabajo evolutivo de la tierra termine.
Para un mejor entendimiento del Misterio de la Resurrección es necesario conocer algo de la naturaleza de Jesucristo, del método de evolución humana, del significado perdido de la muerte y de los procesos en la naturaleza por los cuales las fuerzas de la muerte son transformadas en poderes de vida.
La verdadera importancia de la Resurrección no puede entenderse si no se acepta la naturaleza humano-divina de Jesucristo, la evolución de las formas según la enseñanza de la ciencia académica y la evolución paralela del alma mediante el proceso reencarnante enseñado por la ciencia espiritual. Además de, una comprensión de los medios por los cuales las fuerzas de la muerte entraron a la vida humana y de las medidas establecidas para vencer a estas mismas fuerzas con los poderes de vida. Sólo dentro de tal labor de referencia el misterio del trabajo redentivo de Cristo puede ser inteligiblemente entendido y espiritualmente concebido.

El Misterio de la Resurrección es de una naturaleza cósmica como lo es el Cristo Mismo por cuyos poderes las fuerzas resurreccionales se han activado en la vida de la raza. Al decir esto no le estamos quitando a la Pascua la significación personal que el ortodoxo le atribuye, sino simplemente ampliando su alcance por demostrar que somos parte de la escena cósmica, en la cual los poderes resucitados están en funcionamiento, y que participamos en sus operaciones redentivas.
La muerte que el Cristo venció es la muerte que se menciona en el Génesis cuando el Señor Dios Jehová advirtió a Adán y Eva, o la humanidad en pañales, que no comiesen del fruto del Árbol del Conocimiento, pues el día que así lo hicieran ciertamente morirían. Ellos comieron del fruto y murieron, no en forma física sino espiritual. Esta muerte no fue repentina. Era la muerte para una futura consecución que fue su destino propuesto a realizarse en algún tiempo más. Es la muerte de la que habla la Voz en el Apocalipsis, dirigiéndose a la Iglesia de Sardis: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto”.
El Cristo también empleó el término muerte en este mismo sentido cuando declaró ante los Fariseos que “si un hombre guarda mi palabra jamás verá la muerte”. Pero no obstante Sus seguidores perdieron la verdad espiritual que Él así trató de transmitirles, como lo indica el que cuestionaron Su buen sentido, y se preguntará si acaso no estaba poseído por un demonio. ¿No murió su padre Abraham y también los profetas, preguntaron, y él presumía ser más grande que estos hombres santos?

LA CAÍDA DE ADÁN Y LA RESURRECCIÓN DE CRISTO
Pablo hace la siguiente afirmación “así como en Adán todo muere, así también en Cristo todo resucitará”. De modo que la caída de Adán y la Resurrección de Cristo son eventos ligados. El total de la humanidad está envuelta en ambos. Ninguno de los eventos es de carácter aislado.
Adán o la humanidad en pañales, se apartó del camino perfecto del Señor, o la ley divina, y tomó su propio camino de obstinación sin estar lista ni ser capaz de hacerlo con seguridad y sabiduría. Al hacer tal desviación admitió en su ser las primeras semillas de la desintegración degenerándose y abriéndose a las influencias adversas de dos clases de espíritus intrusos.
Los primeros de éstos son los Espíritus Luciféricos, cuya naturaleza y actividades se hacen conocidas para nosotros en nuestra Biblia Cristiana, y los otros son seres Ahrimánicos (genio) sobre quienes podemos aprender mucho en las Escrituras Zoroastrinas y también en el Fausto de Goethe de su carácter Mefistofeliano.
Su influencia sobre la vida humana, como lo describiera el difunto esoterista Cristiano, Rudolf Steiner, en varios de sus escritos, fue tal que los seres Luciferianos degradaron las pasiones y sentimientos del hombre mientras que los espíritus Ahrimánicos tergiversaron su perspectiva del mundo. Los Luciferes intentan separar al hombre prematuramente de lo que la experiencia terrestre tiene para ofrecerles. Las fuerzas Ahrimánicas dirigen sus energías hacia la obstrucción de la mente del hombre a la existencia del mundo espiritual para atarlo más firmemente a su naturaleza mortal y existencia física. Éstas son contenedoras desde el Período de Saturno.
Estas dos clases de entes; dice el Dr. Steiner, impidieron que el hombre acrecentara la antigua reserva de sabiduría que una vez recibió, y así gradualmente se fue consumiendo. El efecto que se provocó fue una tendencia a la disolución y decadencia terminando en muerte.
Así fue que el germen de la muerte entró en el cuerpo físico, y si su progresivo desarrollo no hubiera sido traído ni contrariado por el germen de vida que el Cristo implantó, el hombre habría quedado completamente bajo el poder de la muerte al finalizar el presente Período Terrestre, con lo cual, la revolución habría terminado en ese punto, en lugar de ir hacia adelante a través de los tres Períodos aeónicos restantes que culminan con el retorno del espíritu individualizado a la casa de su Padre como Hombre-Dios.
Estas afirmaciones no tienen fundamento, y a menos que puedan ser verificadas por datos científicos exactos derivados de un examen sobre la materia desde muchos y variados puntos de vista, no puede esperarse ganar crédito con el hombre que no acepta nada en base a la fe sino que demanda evidencia razonable para justificar sus creencias.
Tales datos no son necesarios. Una hilera ilimitada de evidencia está disponible. El hombre moderno tiene para ofrecer, y hasta que no lo haga no encontrará la paz mental que tanto necesita para mantener su equilibrio, ni que decir de su mucha cordura y felicidad.
No está dentro del alcance de esta discusión entrar a ese vasto conjunto de evidencia disponible sobre el Ministro de Pascua cuando está interpretado a la luz de la Sabiduría del Iniciado.
Pero permite que la luz que arroja toque brevemente un aspecto particular de este tema multilateral sobre el problema de la vida y la muerte, y también como un indicio del carácter en verdad revelatorio de similares estudios relativos a otros aspectos del Ministerio de PASCUA.


EL CUERPO ETÉRICO EN RELACIÓN AL FÍSICO
En la primitiva humanidad los cuerpos físicos y etéricos del hombre no eran concéntricos como lo son hoy; y ciertos centros etéricos no estaban alineados ni unidos con los físicos. Esta conexión suelta entre los dos vehículos habilitaba al hombre para mantener un contacto más estrecho con los mundos internos y para dirigirlos más plena y libremente que ahora hacia el camino ascendente. Pero el cuerpo etérico, en forma gradual, fue atrayendo al físico hasta que para el tiempo de Cristo los dos cuerpos fueron como uno. El cuerpo etérico, que había entrado a su evolución terrestre con dos Períodos aeónicos de desarrollo tras sí, llegó altamente cargado de energías espirituales las que impartió a sus cuerpos físicos asociados.
Pero ambos, los espíritus Luciferinos y los Ahrimánicos de los que hemos hablado tenían el poder de separar del muerto etérico un flujo más distante de luz espiritual y vida desde los mundos internos, y esto en procedimiento despojó al cuerpo físico de la vitalidad que hasta entonces había recibido del etérico, con el resultado que en lo sucesivo las fuerzas vitales en el hombre no fueron en aumento sino en descenso. El hombre salió en muerte luego de una vida en la tierra más pobre que cuando llegó a ella. Si este proceso no hubiera sido contrariado, el principio vitalizante del hombre, el cuerpo etérico, finalmente se habría marchitado y con él el cuerpo físico. Ambos vehículos habrían muerto al término de nuestro Período Terrestre en vez de desarrollarse para perfeccionar y transferir sus poderes subliminados a los próximos vehículos superiores para ulterior evolución en futuros Períodos de tiempo, como hemos dicho.

LA MORTALIDAD SE TRANSFORMA EN INMORTALIDAD
De tal destino el hombre fue salvado por el Cristo. El vino a revivir, restaurar y resucitar a una humanidad que había caído bajo las fuerzas de la desintegración, la decadencia y la muerte. Pudo hacer esto porque Él está en su propia Existencia “la resurrección y la vida”, Él es el Espíritu del Sol, el Iniciado más elevado del Período Solar, el primero en dar frutos de la ola de vida arcangelical. Él es el Logo Solar y la Luz del Mundo. Desde este cuerpo de luz irradiaba, y continúa irradiando, al mundo etérico un Rayo redentor que es absorbido por el vehículo etérico del hombre, así reanimándolo con las fuerzas de vida. Este impulso dador de vida es transmitido por turnos al cuerpo físico con igual efecto, y de tal manera la humanidad que murió en Adán es devuelta a la vida de Cristo.
La mortalidad se transforma en inmortalidad y la corruptibilidad en incorruptibilidad. La redención del hombre desde la caída está asegurada y también su habilidad para llevar hacia adelante está evolución terrestre en los sucesivos ciclos de desarrollo. Excepto por este impulso dador-vida de Cristo, la clase de muerte que alcanza el cuerpo al final de una vida en la tierra habría sido la muerte experimentada por la humanidad como un todo al término del Período Terrestre.
Este acto de salvación por el cual la raza humana fue levantada de la muerte a la vida no yace dentro del poder de ningún ser humano. Puesto que fue una tarea de alcance cósmico requería de poderes cósmicos tales como los que poseía Cristo. El Maestro Jesús jugó Su glorioso y necesario papel en esa su condición espiritual que lo capacitó para llegar a ser el instrumento en y a través del cual el Espíritu de Cristo pudiera establecer un punto focal desde donde penetrar e identificarse con la evolución humana, y más tarde servir como Regente Planetario. Pero Jesús por sí mismo no podría haber sido nuestro Salvador, ni tampoco Cristo solo haberse convertido en nuestra vida y resurrección. Pues esta unión físico-espiritual entre lo humano y lo divino, tal como la establecida en el único ser compuesto de Jesús el Cristo, era necesaria. Y por medio de aquella exaltada instrumentalidad el Padre, cuya voluntad es que nadie debería perecer y todos tener vida eterna, contemplaba este divino intento para que la humanidad pudiera acabar prósperamente. De Jesucristo Él podía decir, “Este es mi amado Hijo de quien estoy muy complacido”.

En lo anterior hemos hablado sobre el más simple fragmento de la clase de conocimiento que debe hallar su camino hacia la mente moderna para restaurar la doctrina de la Resurrección a un lugar en donde pueda revitalizarse la fe de nuestros tiempos. La necesidad nunca ha sido mayor que ahora, cuando las fuerzas de la muerte han originado un terrible ataque a la humanidad en un desesperado esfuerzo final por arrebatarle el control a los ascendentes poderes de vida.
En esta crisis planetaria los pueblos buscan por doquier, expectantes, la aparición de algún poder transformador y redentor, ya sea principio o persona. La esperanza universal está en la resurrección de un mundo arruinado, en la instrucción de una mente en ignorancia, y en la espiritualidad de una civilización sepultada en el materialismo. Para el Cristiano esta esperanza está enfocada en el Cristo y la promesa de su presencia en la línea del deber divino para completar Su misión Terrestre. Es en esa esperanza de gloria que celebramos la Pascua, el luminoso festival de la vida resucitada.
Mucho queda por revelar del Misterio de Cristo para cuando la humanidad alcance la madurez espiritual; pues como Max Heindel, el iluminado vidente místico ha dicho: “El verdadero Cristianismo esotérico todavía no ha sido enseñado públicamente, ni lo será hasta que la humanidad haya pasado el peldaño materialista y se prepare para recibirlo”. (El Concepto de Rosacruz del Cosmos).
Corinne Heline
 

domingo, 6 de abril de 2014

LOS "YOES" EN EL SER HUMANO



 A continuación un muy breve artículo realizado para una publicación llamada "Cuaderno de
Educación del Círculo Aleph", Nº 49-50, correspondiente a la fecha enero-febrero de 1986.
Como siempre, les informo que los contenidos de esta publicación son: Expectativas de fin de siglo - Conocimiento, herramienta necesaria en el mundo de hoy - Los "yoes" en el ser humano - Desarrollo y transformación de la personalidad - Para aprender mejor, clasifique sus apuntes y otros temas.
El Círculo Aleph, es una institución que propende al desarrollo integral del ser humano. Su sede principal se encuentra en Santiago de Chile, y pueden contactarse en la siguiente dirección web: www.circuloaleph.com
En otras ocasiones ya he publicado temática muy semejante, pero considero que es un trabajo muy importante descubrirnos, conocernos y trabajar hacia la perfección del ser.
 Espero que sirva de algo.
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El ser humano actual sufre, aun en mayor medida que antaño, y el mayor problema que atenta a su desarrollo y crecimiento es la fragmentación o división personal.
Todos nosotros tenemos una parte superior que la llamaremos Yo Superior o Real, el cual debe tener el control, manejar y unificar a los demás aspectos de nuestro ser. Sin embargo, este Yo Superior se mantiene, en la mayoría de las personas, prácticamente inalcanzable en las alturas del ser o sumergido en un profundo sueño.
La falta de una dirección real hace que cada persona se encuentre en una verdadera anarquía de distintos aspectos del propio ser. Por ejemplo, tenemos “yoes” o aspectos emocionales que en determinados momentos toman el mando y gobiernan nuestro quehacer durante poco o mucho tiempo.
Otros “yoes” de la parte mental o intelectual nos pueden decir que es lo mejor a hacer en determinadas situaciones y muchas veces el cuerpo físico asume el mando de nuestra actitud. De esta manera tenemos, por lo menos, tres “yoes” distintos que gobiernan nuestro ser, según sean las circunstancias.
Si fueran solamente estos tres yoes, el problema no tendría la magnitud, ni el caos que cotidianamente se presenta en la mayoría de las personas.
En cada uno de los niveles físico, emocional y mental existen varios “yoes” que luchan por hacer prevalecer sus puntos de vista y de esta forma arrastrar a todo nuestro ser a sus respectivas inclinaciones. Por consiguiente en cada nivel existen distintas fracciones de nosotros que luchan constantemente por expresarse.
Sin embargo, ninguna de estas entidades es el Yo Real. Todas ellas constituyen, lo que llama Gurdjieff, el yo imaginario y fragmentado. Es decir, en determinados momentos podemos decir yo pienso, yo siento, yo actúo, etc. No obstante, ninguno realmente soy Yo, todos son yoes ficticios.
En el Tíbet se les da el nombre de “agregados psíquicos” o simplemente “valores” a estos yoes ficticios. Estos pueden ser positivos o negativos y desde hace mucho tiempo se enseñaba como una doctrina.
La verdadera esencia no está en ninguna de estas entidades, aunque algunas parezcan superiores a otras. Nosotros no somos un pensamiento, un sentimiento, una emoción, ni mucho menos una acción. A pesar de esto decimos constantemente yo pienso..., yo siento..., yo realizo..., etc.; no considerando que sólo son aspectos de nuestro yo imaginario.
Existen “yoes” más complejos, conformados por algunos más pequeños de los distintos niveles. Estos son los “yoes” profesional, social, familiar, y muchos otros más. Frecuentemente se conocen como “roles” o papeles, los cuales generalmente identifican a las personas que los poseen. Por ejemplo, al decir: yo soy ingeniero, yo soy una mujer de treinta años, yo soy padre de familia, o madre o hijo, etc.
Cada uno estos roles está compuesto por un sinnúmero de pequeños “yoes” que los determinan; en consecuencia un juez debe ser imparcial, con voluntad, con control de la emoción, debe tener una apariencia formal, etc.
Pero el Yo Real es más que todo esto. Si le otorgamos nombre o condiciones lo estamos limitando, cuando él es ilimitado e infinito. Él se identifica con nuestra esencia, Alma, Espíritu, o como quiera llamársele.
El Yo Real es lo único verdadero con que nacemos y es algo que cada ser humano posee. Sin embargo, desde el momento que somos fecundados se van agregando, a través de toda nuestra vida, los yoes imaginarios, los que van opacando o, si se quiere, sumergiendo en un letargo a este Yo superior. Por lo tanto, toda nuestra personalidad es un producto de agregados hechos en nuestra vida.
El Yo Real o Superior es algo inmutable y permanente que existió, existe y existirá más allá del periodo de una vida física. Y lamentablemente, esto nos debería llevar a la conclusión que existirían muy pocas personas que tienen conciencia de su Yo Real, no obstante, todos poseerlo.
Si Uds. se preguntan ¿quién soy?, se pueden identificar en forma ascendente con los distintos aspectos de nuestro ser. Así tenemos que: yo soy mi cuerpo físico, pero hay algo más sobre él; por lo tanto soy mis emociones y afectos,  pero aún hay algo superior; entonces yo soy mi mente, mis ideas y pensamientos; o yo soy mi alma o espíritu. Pero siempre percibimos que debe haber algo superior desde el momento que decimos “mi”; finalmente podemos llegar a la conclusión de que simplemente YO SOY.
Este Yo Superior no lo podemos comprender porque tratamos de llegar a él, que es ilimitado e infinito, desde nuestra mente limitada y finita. La única forma de ascender hasta ese Yo Real y escapar de la ilusión de los distintos “yoes” (imaginarios), es elevando nuestro nivel de consciencia.
¿Cómo elevar nuestra consciencia? La verdad es que esto es un trabajo que demanda un esfuerzo constante durante toda nuestra vida. Todo nuestro quehacer debería estar siempre dirigido a descubrir y alcanzar nuestra esencia, el Yo Real.
Auto-observación 
Una de las primeras cosas a hacer es la observación e identificación de las distintos
yoes que coexisten en cada uno de nosotros. Para este trabajo es necesario observarse continuamente en nuestros pensamientos, sentimientos, emocio- nes, actitudes, acciones, etc.
Es necesario aprender a observar nuestra conducta en forma imparcial, como si fuéramos un espectador externo.
Solamente al desarrollar la capacidad de observación constante sobre nuestro actuar, sentir y pensar, podremos ir dándonos cuenta como estamos conformados y comenzaremos a entender por qué reaccionamos y actuamos como lo hacemos.
Al identificar nuestros distintos yoes, podemos comenzar a reafirmar aquellos con los que estamos conformes y, por otro lado, anular a los que identificamos como un impedimento para nuestro verdadero y efectivo desarrollo.
La técnica de la “Retrospección”, aparece como la más indicada para comenzar con este trabajo de ir desarrollando en nosotros esta capacidad de auto-observación constante. Para que comience a dar frutos, deberíamos aplicar esta técnica todas las noches, antes de ir a dormir, destacando los eventos más importantes del día que termina y nuestros estados internos relacionados con ellos. Se hace importante, a la vez que interesante, añadir observaciones y comentarios y la hora en que se observó el evento.

Pero antes de seguir adelante, deberemos aclarar que queremos decir con "evento" y "estado". El primero es lo que acontece, es un hecho que sucede en nuestro entorno, es una situación objetiva. Y el estado corresponde a la expresión interna o subjetiva (emociones o sentimientos, ideas o pensamientos) que tiene la persona en relación con el evento en cuestión
Observemos ahora un ejemplo de formulario de retrospección:

Es importante realizar la práctica en forma retrospectiva, tal cual lo indica su nombre, es decir, comenzar desde el momento en que se hace, les recuerdo antes de irse a dormir,  e ir retrocediendo hasta el comienzo del día en cuestión
En toda escuela de desarrollo lo primero a hacer es aprender a conocernos a través de la auto-observación. En la Escuela del Cuarto Camino, por ejemplo, se pide llevar un libro de vida a los estudiantes, en donde se debe anotar lo que le ha acontecido en el día, tomando en cuenta los eventos y los estados relacionados, en forma similar a la técnica aquí propuesta.
Si comenzamos a auto-observarnos, en cualquier forma, poco a poco comenzaremos a conocernos y podremos apreciar la muchedumbre de entidades que viven en cada uno de nosotros. Solamente entonces podremos comenzar el camino real de desarrollo y elevación de la conciencia.
Reafirmación y eliminación de yoes
Al conocer los distintos yoes que hay en nosotros, estaremos en condiciones de reafirmar aquellos que estén de acuerdo a nuestros objetivos y eliminar los que no.
El reafirmar es fácil. Solamente hay que permitir que se expresen, pero siempre estando consciente que lo permite nuestro Yo Real aunque aún no se exprese plenamente.
Para eliminar o anular nuestros yoes indeseables podemos hacer lo siguiente:



1.      No alimentarlos. Cada vez que los descubramos, usando nuestra la voluntad, no darles importancia.

2.      Acusarlos. Muchas veces estos yoes actúan solapadamente o en cubierto. Si los identificamos y los delatamos con los yoes deseable no podrán ejercer su acción.
3.      Someterlos. Que se ajusten a la disciplina de un yo más elevado.

Despersonalización
Este es un trabajo de elevación da nuestra consciencia a través de la no identificación con los elementos de la personalidad
Por ejemplo, pensar y repetirse:
Yo tengo cuerpo, pero no soy mi cuerpo.
Yo tengo emociones, pero no soy mis emociones.
Yo tengo mente, pro no soy mis pensamientos.
Yo Soy un ser superior, infinito e ilimitado, simplemente YO SOY.
  
Si estando relajados, nos repetimos reflexivamente estas frases, podremos ir elevando poco a poco nuestro estado de consciencia y, consecuentemente, despersonalizándonos.
Otra forma de despersonalizarse es referirnos a los que hacemos en tercera persona, para así no identificarnos con lo realizado. Por ejemplo, en vez de decir, “yo voy de compras”, declarar o pensar, “Álvaro va de compras”. Hablar en tercera persona como si mi verdadero Yo estuviera descubriendo como un yo imaginario o inferior realiza una acción, siente o piensa algo.
Si podemos observarnos, identificar los distintos “yoes” en nosotros, elegir con cuáles quedarnos o desarrollar y cuáles anular, no identificarnos con las cosas, emociones o pensamientos que podamos tener; entonces, y sólo entonces, estaremos elevando nuestro estado de consciencia y pasando de un estado de somnolencia, descontrol y anarquía a uno de despertar, control y orden. Pasando de la multiplicidad a la Unidad. De lo imaginario o irreal, a lo Verdadero o Real.
Sólo resta decir: “Álvaro ha terminado de escribir esto”  
 ALV