martes, 18 de septiembre de 2012

EL CANON - CAPÍTULO 1: INTRODUCCIÓN

A continuación el primer capìtulo, denominado: Introducción, de la obra de William Stirling: "El Canon" (La Cábala como clave de todas las cosas).
Deja bien planteada la premisa que existe un conocimiento oculto, que se expresa en el "Canon" de todas las artes antiguas, amparado principalmente por el conocimiento hacia el interior de los Templos, en las distintas formas y expresiones religiosas. Pero que en la actualidad se ha perdido este conocimiento en los actuales detentores de las formas religiosas masivas. Pero he de agregar, que según creo yo, no sucede igual en las Escuelas o Colegios Iniciáticos Reales, quienes aún se mantienen como fieles depositarios de este profundo saber milenario.

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El fracaso de todos los esfuerzos consagrados en tiempos modernos a descubrir lo que constituía el antiguo canon de las artes, ha convertido este asunto en uno de los enigmas más indescifrables que nos ha dejado la antigüedad. Es tan desalentador, que no se ha tratado el tema en absoluto. La ausencia de cualquier información explícita de los antiguos sumada a la completa ignorancia de las autoridades modernas, es suficiente para que uno se plantee presentar al lector alguna propuesta, que sea verosímil, sobre este obscuro tema. Espero, sin embargo, que la investigación de lo que parece ser una pista sobre el método utilizado por los antiguos arquitectos al construir templos, pueda resultar de alguna ayuda para esclarecer los principios que fueron la base común de las obras sobre las artes y ciencias de la antigüedad; pues parecería que había una ley canónica subyacente a la práctica de la construcción y de las demás artes.
Generalmente, esto ha sido experimentado por todos los estudiantes aplicados de la antigüedad, y se ha reparado ya en muchos signos de esta uniformidad. Pero como la base de todo en el mundo antiguo se centraba primordialmente en la religión, es en la teología antigua donde hay que buscar los fundamentos y la base del antiguo canon.
Los sacerdotes eran prácticamente los amos del mundo antiguo. Todo y todos estaban subordinados a la jurisdicción eclesiástica, y no se podía emprender ninguna obra sin su autoridad. Nadie negará que los sacerdotes estaban legítimamente autorizados a controlar la construcción de templos. Y que ejercieron este control está fuera de dudas. Por esto vemos que siempre han existido francmasones O alguna orden correspondiente a los francmasones medievales, con privilegios exclusivos y secretos necesarios para construir templos bajo la autoridad eclesiástica. Y el conocimiento que poseemos sobre los francmasones medievales es suficiente para demostrarnos que los secretos que poseían eran los de la religión, es decir, de la cristiandad medieval.
Son estos secretos de los antiguos sacerdotes, cuidadosamente protegidos por ellos mismos, y únicamente comunicados a los constructores de los templos, los que nos proponemos tratar en las siguientes páginas. Nos esforzaremos en mostrar que estos secretos, que comprenden la doctrina esotérica de la religión, se han transmitido ininterrumpidamente, al menos desde la construcción de las grandes pirámides hasta la actualidad. Evidentemente, el estudio del recorrido histórico de las pruebas sobre la continuidad de estas ideas, como ya hay libros que tratan esta investigación, está fuera del objetivo de este libro, ya que sería tratado superfluamente. Tan sólo tenemos que aceptar el testimonio de los antiguos historiadores griegos, quienes afirmaron enfáticamente que las doctrinas esenciales de la religión griega habían sido importadas desde Egipto. Sabemos que cualquier civilización Europea es de origen griego. Incluso el Evangelio es indiscutiblemente de origen tanto griego como hebreo; está escrito en griego y fue creado en los pueblos helénicos, y en los sitios donde fue aceptado en las sucesivas generaciones formó una imagen sobre Grecia. Como no hay ninguna razón para poner en duda las afirmaciones de los historiadores griegos por, lo que refiere a la deuda de su nación con los egipcios por la instrucción en las artes y las ciencias, ha habido a través de las gentes de Grecia, una comunicación directa de las ideas de los egipcios hacia las zonas helenizadas del mundo, a las cuales nosotros pertenecemos.
Del mismo modo que Pitágoras, Platón, y otros filósofos griegos, visitaron Egipto para estudiar la religión y las ciencias de ese país, hombres muy cultos de una edad posterior estudiaron la religión y la filosofía de Grecia con el mismo objetivo, es decir, para perfeccionarse en ese conocimiento, que se sabía que había sido recibido por los griegos. Para nosotros, los egipcios sólo eran un eslabón más; pero las doctrinas que estamos investigando eran fundamentalmente las mismas en Grecia y en Egipto. Cuánto se mejoró la religión original y la filosofía de los egipcios con el filtro de la refinada influencia griega, deberá decidirse cuando los egiptólogos lleguen a tener un conocimiento más profundo sobre los temas egipcios de lo que tienen ahora. Pero hay que hacer hincapié en que, sean cuales sean los cambios que los griegos y los cristianos hayan añadido a la teología egipcia, los misterios centrales eran aceptados por todos los sacerdotes y filósofos como la única base posible de la religión. Y más que esto (como no siempre debemos contentarnos con una razón lógica para cualquier asunto entre mortales) el conservadurismo absoluto, siempre considerado en asuntos religiosos, tan sólo podría admitir que cualquier doctrina recibida, una vez establecida, debería retirarse.
No se puede olvidar, que sólo las ideas más vagas prevalecen como secretos místicos. Todos sabemos que los egipcios, los griegos, y otras naciones del este protegieron las doctrinas vitales de su teología de lo ignorante y vulgar, y que el sentido de los escritos sagrados y las ceremonias fueron explicados sólo mediante un proceso gradual de iniciación. Y luego, después de esta preparación, los iniciados estaban autorizados a tomar parte en los ritos religiosos. Es una desgracia que todos los ritos de las religiones antiguas fueran destruidos y es particularmente lamentable que ni un fragmento de los escritos sagrados, ni los rituales de los templos de la Grecia pagana sobrevivieran hasta nuestros tiempos. Ni tan solo sabemos si la versión hebraica o cristianizada del rito masónico, tal como lo conocemos ahora, tiene algo más que una ligera semejanza con su forma primitiva.
Aparte de los servicios ordinarios de los templos paganos, es bien sabido que en algunas épocas había ceremonias especialmente misteriosas de la misma naturaleza que los espectáculos dramáticos u obras de teatro, en algunos casos aparentemente intencionados para dar forma al espectáculo final de las iniciaciones. Algunos autores antiguos han mencionado estos espectáculos, pero cuando se reúne todo lo contenido en sus obras, resulta ser muy poco. Plutarco, San Clemente de Alejandría (que fue iniciado en Eleusis antes de convertirse en cristiano), Luciano, Apuleyo, Macrobio y otros escritores nos proporcionan una poca información, directa o indirectamente, sobre estas ceremonias místicas. Además, hay un tratado de Jámblico intentando comentar todo el tema de los misterios, pero este trabajo ha sido compuesto con una obscuridad tan escrupulosa y cuidada, que muy poca gente puede haberse sentido más sabia después de haberlo leído. También existe el Cábala judío, que contiene una explicación sobre los secretos sacerdotales y misterios hebreos, pero en la actualidad nadie puede entenderlo completamente. Existen las obras atribuidas a Hermes Trismegisto conservadas por los neoplatonistas, escritas con la misma jerga filosófica de Jámblico y los demás; y existen referencias sobre las doctrinas de los cristianos heréticos, llamados gnósticos, conservadas en las controvertidas obras de nuestros ancestros. Estas son algunas de las fuentes de información más directas sobre las doctrinas místicas comunes en las religiones egipcia, griega, hebrea y cristiana.
Pero además de estas referencias obscuras y fragmentadas, la ley de las Escrituras Hebreas y los extensos comentarios del Talmud, el Evangelio con los oficios y rituales de la iglesia, son cada uno un compendio en su forma más completa de esos misterios en base a los cuales fueron creados cada uno de ellos; si estas obras fueran entendidas claramente la dificultad habría desaparecido. El desgraciado hecho que debemos lamentar ahora, es que los sacerdotes que deberían ser capaces de explicarnos el significado de las escrituras que se encargan de comentar, ignoran por completo su significado verdadero. Es posible que no haya ningún sacerdote cristiano que sepa lo que es el canon de la iglesia, o por qué algunos oficios o adaptaciones literarias son canónicos o qué los convierte en ello. Negarán que el Antiguo Testamento y el Evangelio son libros alegóricos pero no tienen ninguna explicación para los absurdos que tienen lugar en esas obras si se interpretan literalmente. De hecho, el sacerdote moderno, al cual nos dirigirnos para que nos enseñe los misterios de  la iglesia, es la última persona de la cual podríamos obtener alguna información. Por lo tanto, dejemos a este hombre que parece no saber que su oficio fue creado de modo que recibiese la tradición canónica por boca de un profesor previamente ordenado, y que con su conocimiento debería, impartir el espíritu de la carta de la ley.
Deberíamos asumir que en la construcción de la Gran Pirámide, los principios originales de todas las teologías posteriores ya habían sido establecidos y fijados. Y a pesar de que las creencias modernas indiquen lo contrario, parece que en esa temprana época los egipcios poseían algunos conocimientos sobre astronomía y cosmografía, que conocían las medidas de la tierra y la distancia de los planetas, y habían observado los ciclos recurrentes del sol y la luna en sus respectivas órbitas, y muchos otros fenómenos astronómicos simples, que habían obtenido un esquema que personificaba con dioses hipotéticos una imagen simbólica del universo creado y de los poderes invisibles que lo regulan. En este esquema, la deidad era concebida exactamente según las formas exactas manifestadas en los fenómenos de la naturaleza. Todo el universo físico y material era simbolizado con siete planetas giratorios y la esfera de estrellas fijas, mientras que el agente o móvil que inspiraba todos los cuerpos con vida, era personificado con la figura de un hombre. Así los filósofos construyeron un sistema, que atribuía a un dios un cuerpo compuesto de todas las materias del mundo, y con un alma que se difundía a través de todas sus partes. Sin embargo, el credo de los filósofos, nunca fue declarado abiertamente en la religión popular, pero estaba oculto en las parábolas que componían la antigua teología. Los sacerdotes antiguos nunca dudaron en creer esta historia v filosofía "sólo suficiente para los pocos escogidos", mientras que la plebe era instigada cuidadosamente a practicar la moralidad siendo instruidos en ese tipo de ficción que, en Inglaterra, emanaba de Exeter Hall. Estrabón expresa admirablemente la actitud de un hombre educado en la religión de su época. Él dice, "No es posible, en efecto, conducir a una turbamulta formada por mujeres y por toda una masa de gente vulgar mediante la lógica filosófica, ni tampoco atraerla al respeto, la religiosidad y la fe sino que es preciso hacerlo por medio del temor a los dioses; y esto no es posible sin la creación de mitos y sin relatos extraordinarios. En efecto, el rayo, la égida, el tridente, antorchas, serpientes v lanzas en forma de tirso, atributos de los dioses, son material mítico, al igual que la teología arcaica, y esto fue lo que aceptaron los fundadores de los Estados como espantajos para las gentes de espíritu simple" (Estrabón. Geografía. L. I, c. II, 8). Una vez más la diferencia entre Moisés y Lino, Museo, Orfeo, y Ferícides, está bien definida por Orígenes, quien dice, que los poetas griegos "manifiestan poca preocupación por los lectores que los examinan con detenimiento sin ayuda, pues sólo han compuesto su filosofía (como se dice) para los que no pueden entender su significado alegórico v metafórico". Mientras que Moisés, como orador eminente, reflexiona sobre algunas figuras retóricas y que introduce cuidadosamente en cada parte un lenguaje con doble significado, ha hecho esto en sus cinco libros; ni tan solo proporcionando, en la parte que trata la moral, ningún pretexto a sus cuestiones judías para considerarlo diabólico; ni proporcionando a los pocos individuos dotados de gran SABIDURÍA, y que eran capaces de investigar su significado, un tratado desprovisto de material para la especulación". (Orígenes, Contra Celso, L. I, c. XVIII). En otras palabras, los hebreos esparcieron sus ficciones disfrazadas de preceptos morales, mientras que los griegos paganos no eran tan minuciosos.
Es sabido por muchos que algunos números tenían un lugar importante en los sistemas filosóficos y teológicos de los antiguos. Los pitagóricos concebían sus doctrinas en un sistema numérico y geométrico que era la única forma de su filosofía que ha llegado al resto del mundo. Los sacerdotes judíos también elaboraban un extenso sistema de numeración en el Cábala, y los rabinos los usaban frecuentemente en los comentarios talmúdicos de las Escrituras. Los fundadores de la iglesia han preservado bastantes exposiciones sobre el sistema en sus libros contradiciendo las opiniones heréticas de varios sectores de los gnósticos cristianos. Pero el significado de todas estas teorías numéricas han dejado de entenderse, junto con la mayor parte de las doctrinas de los antiguos misterios de los cuales la filosofía numérica formaba parte.
El uso más antiguo de los números como símbolos de una doctrina esotérica remonta a Egipto, de donde lo sacaron los griegos y fue transmitido a nuestro mundo. Aunque desgraciadamente no tengamos ninguna prueba de cómo los misteriosos egipcios usaban sus números, parecería que su sistema numérico formaba parte del dogma en esas leyes a las que se refería Platón como las que tenían diez mil años de antigüedad, y se perpetuó como una de las bases de la religión y el arte en todos los pueblos venideros. Las palabras de Platón son: "De antiguo, según parece, fue conocido de ellos este principio que nosotros enunciamos ahora de que conviene que los jóvenes de las ciudades se ejerciten habitualmente en buenos ademanes y buenas melodías. Y prescribiendo cuáles y de qué modo habían de ser éstos, los expusieron en templos, y ni a los pintores, ni a otros algunos de los que producen figuras y cosas semejantes, les era lícito innovar en contra de ellos ni discurrir otros modelos que los patrios; ni ahora les es permitido, ni en estas cosas ni en todo cuanto comprende la música, ni en nada. Y observando hallarás allí que las pinturas o grabados de hace diez mil años (y digo diez mil años no por decir, sino como cifra real) no son ni más hermosas ni más feas que las ejecutadas actualmente, Sino que están trabajadas con el mismo" (Las Leyes, 656. Traducción José Manuel Pabon y Manuel Fernández Galiano, Tomo I.) Aun se desconoce lo que era este canon de arte, pero es posible descubrir indicios sobre él en la religión y en el arte de los griegos y cristianos.
La teología, en sus diversas formas, siempre ha sido un epitoma del arte, y ha constituido la ley que lo guiaba. Desde los tiempos de los antiguos egipcios esta ley ha sido un arcano sagrado sólo transmitido por símbolos y parábolas cuya construcción, en la antigüedad, constituía la más importante forma de arte literario; por eso requería para su exposición una casta sacerdotal instruida en su uso y gremios de artistas iniciados, que había por todo el mundo hasta tiempos relativamente recientes. En la actualidad, todo esto ha cambiado. La teología ha perdido sus secretos; sus símbolos se han convertido en ornamentos sin sentido, y sus parábolas ya no se entienden. El artista al servicio de la iglesia ya no representa sus misterios mediante formas metafóricas, y los sacerdotes tienen muy poca destreza en el antiguo arte de construir mitos, como tienen en interpretar las escrituras.
Poca gente aprecia adecuadamente este principio perdido, el arte que es trabajar con simbología. Para nosotros, que no tenemos ya nada que encubrir, una práctica como esta ha pasado de moda con cierta naturalidad, y el símbolo como un medio para encubrir más de lo que se pretende explicar, ha pasado a ser obsoleto. Nosotros aun escribimos o pintamos simbólicamente, pero sólo por convertir lo obscuro, en más claro. Contrariamente, en manos de sacerdotes antiguos o artistas, el símbolo era un velo para encubrir, bonito o grotesco, según el caso. Un mito o parábola, en sus manos, transmitía sutilmente una verdad escondida mediante una ficción más o menos obvia; pero ha sucedido que la mentira cruda y pueril de su superficie es tomada ignorantemente por la verdad, sin ser reconocida como una simple pista que conduce a su significado profundo. Toda la teología ha sido compuesta de este modo, y sus palabras con doble sentido deben ser leídas con una doble mente. En consecuencia, cuando leemos en las Escrituras de la Iglesia, o en la Historia Sagrada, una ficción que muestra más que una ordinaria exuberancia de fantasía, podemos estar seguros, que está llamando nuestra atención. Cuando los hechos milagrosos se atribuyen los dioses, o cuando son representados por formas maravillosas, el autor nos está dando a entender que nos transmite algo insólito. Cuando nos describen bestias singulares y sobrenaturales, como Behemoth y Leviathan, el unicornio, o el fénix, pretenden que busquemos profundamente en su significado: por eso existen algunos ardides con los que los antiguos ocultaban alguna vez y explicaban sus misterios escondidos.
Cuando todo era místico y metafórico, era natural que los números fueran llevados al servicio del arte. La geometría también proporcionaba un código de símbolos, que algún día serán comprendidos. Estos símbolos geométricos permitían a los matemáticos incorporar los misterios en sus obras, y también proporcionó a los constructores un medio para aplicar el sistema numérico a la construcción de templos, que según Platón, mostraban el modelo de las leyes egipcias. Hay bastantes indicios de que esta geometría simbólica sobrevivió en el arcano de la francmasonería. La mayoría de los secretos prácticos de los antiguos arquitectos medievales que construyeron las catedrales según los misterios de la iglesia, se deterioraron con las antiguas cofradías que precedieron el asentamiento de la logia masónica actual. Sin embargo es posible descubrir en los primeros libros técnicos y de arquitectura, algunos indicios sobre la práctica de la construcción antigua. Todos los escritores sobre arquitectura de la antigüedad, al igual que los francmasones, insisten en que la geometría es la base de su arte, pero las indicaciones que dan sobre su aplicación son tan obscuras que nadie en la actualidad ha podido explicar cómo se usaba.
La filosofía debe haber dependido igualmente de algún sistema geométrico, por eso escribió Platón sobre la puerta de su academia "NO DEJÉIS QUE ENTRE NINGÚN IGNORANTE EN GEOMETRÍA”, y en La República (L. VII, p. 527) dice "En gran manera también hay que ordenar a los de tu bella ciudad que no se aparten en absoluto de geometría —una ciencia con la que, que según él— ocurre todo lo contrario de lo que dicen de ella cuantos la practican". De esto se puede concluir que Platón pretendía informarnos de que, nadie podría entender su filosofía sin conocer sus bases geométricas, ya que la geometría contenía los secretos fundamentales de todas las ciencias antiguas.
Los francmasones y los arquitectos sabían que la mística figura llamada Vesica Piscis, tan popular en la Edad Media, y generalmente colocada como la primera de las proposiciones de Euclides, era un símbolo aplicado por los masones al planificar sus templos. Albert Dürer, Serlio, y otros escritores sobre arquitectura pintan la Vesica en sus obras, pero presumiblemente debido a un misterio incalificable que se le atribuye, estos autores no dan ninguna referencia sobre ella. Thomas Kerrich, un francmasón y director de los libreros de la Universidad de Cambridge, leyó un trabajo sobre esta figura mística ante la Sociedad de Anticuarios el 20 de enero de 1820. Ilustró sus comentarios con muchos diagramas que mostraban su uso por parte de los antiguos masones, y terminó diciendo "Bajo ningún pretexto me permitiré conjeturar sobre las referencias que puedan tener estas figuras para los misterios sagrados de la religión". El Dr. Oliver, (Discrep. pag. 109) hablando de Vesica dice "Esta figura misteriosa Vesica Piscis poseía una influencia infinita en los detalles de la arquitectura sagrada y constituía el perdurable y gran secreto de nuestros antepasados. Este uso determinaba los planos de los edificios antiguos; y las proporciones de longitud y altura dependían únicamente de esto" Clarkson (Ensayo introductor de Temple Church de Billims) consideraba que las cartas elementales del lenguaje primitivo provenían del mismo símbolo místico. Clarkson dice que ya lo conocían Platón y "sus maestros de las universidades egipcias", y que fue para los antiguos constructores "un arquetipo de belleza". La Vesica también es contemplada como un objeto funesto bajo el nombre del "Ojo del Diablo", y el hechizo empleado generalmente para prevenir de los efectos de su encanto era el Fallus (J. Millinger Arqueología, XIX). En heráldica la Vesica se usaba como un escudo femenino. Era intercambiable con el Fusill, o Mascle (Guillim, "Display of Herarldry” 4ª ed. 1660, N c.XIX, p. 354) y también fue representado como un losange o rombo. En el este, la Vesica se usaba como símbolo de la matriz, y junto a la cruz de los egipcios formaba el asa de la Crux ansata (cruz ansada).
 Geométricamente, la Vesica está formada por dos círculos que se cruzan, de modo que parece tener un doble significado. Edward Clarkson dice que "en la actualidad, astronómicamente significa una conjunción estelar; y con una transposición inteligente a ideas clásicas una boda divina", o el doble sentido de la esencia de la vida que los antiguos creían que era macho y hembra. A cualquier cristiano la Vesica le será familiar por su uso constante en el arte antiguo, porque no sólo era un atributo de la Virgen, y del aspecto femenino del Salvador simbolizando el seno, sino que también rodea la figura de Cristo, como su trono cuando está sentado en la Gloria. Como un jeroglífico la combinación de Cristo con la Vesica es análogo a la Cruz ansata de los egipcios.
Además de la Vesica Piscis, los filósofos antiguos y los francmasones estaban habituados a usar como símbolos todas las figuras geométricas planas. El emblema de los pitagóricos, el Pentalfa, o estrella de Cinco puntas, y el Hexalfa, o Sello de Salomón, han sido usados en la iglesia desde tiempos inmemoriales como símbolos de Cristo y de la Trinidad, y tienen variedad de asociaciones emblemáticas. El Hexágono era el símbolo común del Cubo Masónico o Piedra Cúbica, mientras que el Triángulo y el Cuadrado tenían cada uno su uso como símbolo geométrico. La Cruz también ha sido desde tiempos remotos un potente emblema místico entre los pueblos antiguos. Generalmente, las cruces eran de tres tipos, la Cruz Tao, la Cruz Girada o Cruz de Jerusalén, y el Quincunce o Cruz Diagonal, y cada una de ellas tenía su significado peculiar.
Es sabido de todos que las letras de los griegos y hebreos tenían todas un valor numérico, de modo que cada palabra en esos idiomas se podía resolver en un número, sumando el valor de cada letra que la componía. 

De este modo la palabra IESOVS=888, CRISTOS=1.480, LOGOS=373, la palabra hebrea Messiah=358, IHVH(]ehovah)=26, ZEUS=612, MITHRAS=360, y ABRAXAS=365. Evidentemente nadie supone hoy que el valor numérico del nombre CHRISTOS tiene algún significado en particular, o que el número 1.480 sea algo más que un número cualquiera, resultado de sumar las letras que forman la palabra griega que significa "ungido"; Sin embargo, creemos que la palabra CHRISTOS fue cuidadosamente escogida por los griegos, los cuales construyeron la teología Cristiana para ejemplificar el gnosticismo antiguo que forma la base del cristianismo común con cualquier otro sistema religioso. Este número 1.480 como se mostrará más adelante, índica con precisión una medida importante del Cosmos, y fue aparentemente escogido para ser la base del panteísmo científico sobre el cual la teología cristiana se ha construido, y fue una parte de Gnosis derivado antiguamente de esas leyes de los astrónomos-sacerdotes del antiguo Egipto, que inventaron el canon por primera vez, y que se convirtió en un principio fundamental de las leyes griegas, judías y cristianas.
Pero no hay ninguna prueba aparente de que los judíos y los cristianos poseyeran un conocimiento suficientemente exacto sobre el esquema cósmico, para introducir alguna de sus dimensiones como nombre de una deidad. Y parece cierto. Pero ya no se entiende el significado de estas obras que formaron el canon de las Escrituras, y aunque el conocimiento del que hablamos ha sido conservado cuidadosamente en estas Escrituras, es ahora tan inteligible, que nadie en la actualidad parece ser consciente de su existencia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Álvaro
Tiene todo esto algo que ver con la geometría sagrada? o es una geometría sagrada a la inversa?
Guarda relación con el número áureo?

Saludos
Pablo