sábado, 6 de octubre de 2018

CARTA INÉDITA DE LOUIS CLAUDE DE SAINT-MARTIN


 A continuación comparto con ustedes una traducción del francés de una copia de una carta de Louis Claude de Saint-Martin dirigida al señor Ehrmann, doctor en medicina en Frankfort; publicada en “L’Initiation” Nº 4 (Enero de 1903) del Quincuagésimo octavo (58) Volumen, pp. 56-61

Lamentablemente no tenemos la carta del Sr. Ehrmann, que motivó la respuesta de Saint-Martin, pero creo que esta basta por sí sola para dar luces sobre el pensamiento de Saint-Martin




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París 2 de Julio de 1781

Ya que me permite hablar con franqueza, señor, le mostraré que los principios establecidos en los cinco párrafos de su carta me parecen falsos.

I
No querrá creer que la caída fue la causa de la sentencia de muerte en la posteridad del hombre. Incluso si tomáis esta muerte moral (lo que sería muy cierto) también se realiza en lo físico; y sin el primer crimen, ni la muerte física ni la muerte moral nos serían conocidas, porque uno de los grandes principios que deben servir a todo conocimiento verdadero del hombre es que, por su naturaleza, no se hace tener un cuerpo material y corruptible como el que llevamos. La evidencia es demasiado larga para hacerla patente  aquí.

II

           Hacéis de Dios el autor del mal, como del bien, que repugna la idea natural que llevamos dentro de nosotros de este Ser supremo que no es más que amor y bondad; lo que también repugna el sentimiento de nuestra libertad sin la cual el hombre no es nada, a menos que no sea Dios, o una piedra. Tan difícil como esta libertad es concebirle y demostrarle epistolarmente, no es menos constante, no menos el signo característico de nuestro ser y el que nos hace similares a Dios al poder hacer que realicemos obras similares a los suyas; pero eso no nos hace iguales a Él porque nuestras obras son siempre inferiores a las suyas, y tenemos el poder fatal de desviarnos; poder que nunca hemos conocido y nunca conoceremos.

III

Os concedo que el hombre necesariamente tuvo un cuerpo en su primer origen, pero este cuerpo material del que habla Moisés es sólo el segundo, es sólo el que siguió a la caída. Estas son las pieles de las bestias que Dios cubrió (Génesis III. 22). Hay inversiones en el texto, todos los teólogos están de acuerdo, y los principios proporcionan pruebas. En cuanto a la explicación de la formación del mundo elemental, es muy regular en Moisés. El resto de este párrafo es un error continuo y de la mayor importancia. El mal es conocido solo por oposición al bien, lo admito, pero niego que el bien sea el mismo caso; sin lo cual, aquí está la eternidad de los dos principios, Maniqueísmo, etc. Olvidad, os lo ruego, toda esta doctrina. El pecado del hombre no era necesario, como ningún mal lo será jamás. El mal no fue el primer paso de Dios para nuestra educación por la eternidad. Estábamos en la eternidad; es el mal lo que nos ha alejado de él; es la gracia de Dios y los esfuerzos de nuestra voluntad los que pueden hacer que regresemos a Él.


                                                    IV

No os regocijéis tanto, os lo ruego, cuando veáis que los hombres empeoran cada día. Les costará tanto corregir que el dolor se tornará placer.


                                                      V

Coronáis vuestros párrafos con el arrianismo más formal. Jesucristo fue el hombre-Dios y lo Divino, lo que se puede decir de toda la lógica de los seres humanos. Esta doctrina de la divinidad de Jesucristo se escribiría en vano como un cuerpo de ciencia, sólo puede ser probada por la experiencia de la fe, el ejercicio de las virtudes divinas de las cuales Jesucristo nos ha dado el ejemplo, y Meditación cuidadosa sobre nuestro estado de privación absoluta, así como sobre los medios universalmente poderosos que se emplean para liberarnos de ello. El ojo de la materia nunca verá nada de estas verdades, y este ojo de la materia tiene cien mil colores, todos designados en nuestros libros evangélicos, que indican todos los defectos que impedirán que el hombre entre al reino de Dios. Consultad, por lo tanto, menos a vuestra razón reaccionada por los libros y las reflexiones de sus semejantes, que vuestra razón reaccionada por las dulces influencias que el Espíritu de Dios nos envía mediante la oración, el despojo del anciano, el sentimiento de la grandeza de tu alma, que emanando directamente de la Divinidad, permanecería para siempre en sus ruinas, si no fuera retirada directamente de ella.

La Escritura le dice a los hombres que son dioses. Pero si sois dioses degradados, ¿qué otro que no sea Dios te dará ese carácter supremo del que carecéis? Señor, esta doctrina del arrianismo se originó cuando el cristianismo suspendió la acción propia, en su institución. Se ha filtrado de nuevo en la iglesia de Jesucristo, en la que mil errores, mil absurdos han sofocado, por así decirlo, el germen mismo.

Retomad la idea de la acción que estaba destinada al hombre y que todas las tradiciones de la tierra, mitológicas, fabulosas, teogónicas, etc., no han dejado de sonar, y sentirá usted mismo que hay mejores verdades para saber que las que están en honor en los libros, en las sectas, en las Escuelas y en las diversas Iglesias de enseñanza pública. Entiendo, señor, que estas respuestas pueden agitarlo un poco. No hay gran daño en esto. Pero lo que me molesta es que en algún momento me será difícil acudir en vuestra ayuda. Probablemente haré un viaje de medio año el primer día, cuyas estaciones son demasiado pequeñas para que yo pueda contarlas. Sin embargo, el amigo Tieman[1] compartirá con usted aquellos en los que me quedaré lo suficiente, para recibir noticias tuyas, porque espero encontrarlo en mis andanzas, espero pasar unos meses con él en Roma. No presumo, sin embargo, abandonar París antes del mes de agosto; y si tuviera algo urgente que escribirme, podría hacerlo nuevamente, siempre que no ocurriera hasta el 24 o el 25 de julio, para que la carta aún se pueda encontrar aquí. Pero lo que os advierto es que las letras me parecen cada vez más insuficientes para rectificar completamente los principios en los que estáis alimentado. Si no os lo suministras con vuestra inteligencia y vuestro coraje, será como si no hubierais hecho nada; ¡Y es muy poco lo que puedo hacer escribiendo! Sólo usted tendrá la gloria de este emprendimiento, así como sus beneficios.

Adiós, señor, termino sin ceremonia pidiéndole vuestra amistad y  oraciones. 

SAINT-MARTIN





[1] Amigo de Saint Martin y su compañero en el viaje a Roma en el que ha decidido escribir esta carta.

sábado, 8 de septiembre de 2018

MÚSICA INMORTAL PARA ÁNGELES Y ARCÁNGELES

El artículo que publico apareció en el diario de mayor prestigio en Chile, me refiero a "El Mercurio", y el autor es Juan Antonio Muñoz y fue publicado el 16 de agosto de 1991. Ya hace varios decenios atrás. 

Considero que puede ser de algún interés entre aquellos que no conocen mucho del tema de las "Llaves Tonales" en la Jerarquía de los "Siete Rayos", al menos en estructura que maneja Conny Méndez y sus seguidores, especialmente detallada en la obra de Rubén Cedeño.

Si o desean sumergirse en una gran cantidad de información existente en línea, este puede ser un buen resumen, y por otra parte si alguien desea comenzar esta línea de estudio, también resultará como una introducción beneficiosa. Al menos eso creo.

Finalmente no me queda más que hacer el ofrecimiento para quien lo requiera de las obras y melodías mencionadas, sólo debe solicitármelo a este blog

Que les resulte de provecho...


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Conectarse con ángeles y hadas; poder ver como se cambia la oscuridad en luz; transformar error en verdad. La metafísica se ha preocupado de todo y hoy, más que nunca, sus adeptos se encuentran en toda la extensión de nuestro planeta. Es como una gran plaga que quiere hacer el bien y transmutar el universo en libertad y pureza.

Según los estudiosos de estas ciencias -ya no tan ocultas- cada corriente de vida de la Tierra procede de un rayo en particular y pertenece a él. El individuo no ascendido responde o vibra favorablemente con el color del rayo o esfera a la cual pertenece y puede por observación de sus propios hábitos o tendencias (qué color le viene, cual le gusta más) y por meditación o discernimiento, llegar a saber la posibilidad correcta que tiene en el reino de Dios.
La metafísica asegura que a medida de que los colores se internan en los planos espirituales más profundos, se hace ostensible que son despedidos por Rayos que están cerca de la divinidad.
Conny Méndez, una venerable metafísica venezolana, dice que cada persona es en sí un pequeño sistema solar y una chispa de la divinidad. En el esquema del Yo Superior de cada persona se dibuja un arcoíris en forma de círculo (denominado cuerpo causal) que se ubica en la zona de la cabeza. En cada banda de color de dicho círculo se van depositando todos los actos constructivos que cada persona lleva a cabo y que habría hecho en las pasadas encarnaciones. ·Todo lo noble, todo lo bueno, lo que está de acuerdo con la Voluntad del Padre y con tu Voluntad innata. Eso jamás lo perderás. Es lo que llamamos en metafísica: tuyo por derecho de conciencia. No puede ser robado ni perdido”, escribe Conny Méndez.
En el cuerpo causal, los colores están en el siguiente orden. Primero el azul, inmediato a la cabeza. Le sigue el amarillo dotado. Luego, siempre hacia afuera, el rosa, el blanco, la banda verde, la banda oro-rubí (por razones misteriosas no se le llama anaranjado, ya que la naranja como fruta no existiría en el plano espiritual) y por último la banda violeta.
De la frente salen siete rayos, uno por cada color, por donde Él irradia Sus y Tus virtudes hacia donde sea necesario. Estas virtudes están regidas por un número importante de entidades, a las que se puede invocar para pedirles que rodeen con su luz a cualquiera a quien se quiera hacer el bien. El mundo invisible -dice Conny Méndez- tiene su gobierno con jefes, oficiales, directores y legiones de servidores.
Saint Germain, que hasta hace poco dirigió el raye violeta, explica que las actividades de la Gran Hermandad Blanca son tan diversificadas y amplias que se necesitan centenares de seres ascendidos para dirigir las múltiples líneas de fuerza que aseguran el progreso de la raza humana.
Cada rayo está dirigido por un maestro ascendido (casi todos de raza humana), un arcángel (jerarca de la evolución angélica), un Elohim (jerarca de la evolución elemental) numerosas otras entidades de luz y legiones de servidores a los que en la Tierra se les da el nombre de ángeles.
Todo ser de luz se puede manifestar en la Tierra a través de su rayo, su pensamiento, su nombre (a veces basta mencionarles), su retire etérico (sitios donde las distintas entidades se recogen) o su mantram personal, pero también se pueden manifestar a través de la llamada Llave Tonal que según escribe Rubén Cedeño en su libro “Los Siete Rayos”, es una obra musical que contiene dentro de su estructura melódica, rítmica y armónica, la radiación de un ser ascendido especifico. Los retiros etéricos de estas entidades también tienen su llave tonal.
Cedeño, nacido en l952, es compositor y profesor destacado, a la vez que experto y difusor de las revelaciones de la llamada Nueva Era, señala que cada director o entidad tiene una llave tonal que puede ser utilizada para invocar o pedir alguna manifestación a estos seres.

Música y ángeles.
El actual director del Rayo Azul es el maestro El Morya. De él se sabe que tenía
su retire cerca de Lasa, en el Tíbet, y que en su casa tenía un piano hecho de palo de rosa, que al parecer aun se conserva y con el cual realizaba sus conciertos junte a un órgano que interpretaba Lord Koot Hoomi. Cedeño escribe que “ambos despliegues musicales conformaban un campo de fuerza que bendecía a la humanidad con la radiación de la voluntad y la sabiduría divina”. La llave tonal de Lord Morya se encuentra en la obra “Pompa y Circunstancias” de Elgar, un connotado compositor inglés. Para muchos, la pieza es algo así como el segundo himno nacional de Inglaaterra, cosa que no es de extrañar, ya que Inglaterra en un país del Rayo Azul, inmensamente amado por El Morya. También son entidades del mismo rayo, Lady Miriam, cuya llave tonal es “Panis Angelicus”' de César Franck, que en la interpretación esotérica, se refiere a la sabiduría divina traída por los ángeles a los hombres.  Elohim, del Rayo Azul es el Amado Hércules, cuya llave tonal es el Primer Movimiento de la Quinta Sinfonía de Beethoven. El Arcángel del Rayo Azul es Miguel, a quien se puede invocar para socorrer a quien lo necesite, para rodear de luz y paz a algún moribundo o para libertar a alguien de sus propios errores. Su llave tonal es la “Marcha de los Soldados” de la opera Fausto de Gounod. La obra trata acerca de la lucha de las fuerzas de luz contra la oscuridad. Y la llave de las huestes angélicas del Arcángel Miguel se halla en “Los Vitrales de la Iglesia" de Ottorino Respighi.
El Rayo Dorado -que sostiene la actividad inteligente y cohesionante- tiene por director al ascendido maestro Confucio, cuya llave tonal es “El vuelo de la alondra”, del inglés Vaughan Williams, místico que realizo obras sinfónico-corales con textos sagrados de la India. Se dice que pertenecen a este rayo la novela “Sidharta”, de Hesse, y la ópera "Satyagraha", de Philipe Glass. Los directores angélicos de este rayo, son Jofiel y Constanza, y a ellos se los puede invocar para rodearse de luz; o para poder dar luz a quien lo necesite. Gracias a este rayo se puede adquirir amor, compasión, altruismo y energía.
Las virtudes del Rayo Rosa son: amor puro, belleza, opulencia y cohesión; y desarrolla amor divino, tolerancia y devoción. Directora del Rayo Rosa es Lady
Rowena, a quien se puede conocer un poco a través de la lectura del “Ivanhoe” de Sir Walter Scott. La llave tonal de su retiro se encuentra en el segundo movimiento del Concierto Nº 1 para piano y orquesta de Chopin. Invocar al rayo rosa sirve para atraer algo o a alguien, siempre y cuando las intenciones sean de amor y pureza. Conny Méndez dice: “Llena de luz rosa (mentalmente, por supuesto) el vacio que separa el objeto de la persona, rodea de Luz Rosa al objeto o la persona, y se atraerán mutuamente en Bien y Amor Puro”.  El Elohim del Rayo Rosa es Orión y a él se lo puede invocar con el Cuarto Movimiento de la Segunda Sinfonía de Jean Sibelius, un reflejo de la influencia dévica y de los más altos espíritus de la naturaleza. La Amada Angélica, Shakti de Orión, tiene su llave tonal en el solo para soprano de Carmina Burana de Carl Orff. El arcángel del tercer rayo es Chamuel (a quien se puede invocar en estrecheces económicas), quien junto a la Amada Caridad tienen su llave en “Regina Coeli” de la ópera Cavalleria Rusticana de Mascagni.
El Rayo Blanco de la ascensión, la pureza y la resurrección, también desarrolla
las artes. Es la síntesis de los tres rayos primarios: azul, dorado y rosa. La llama blanca asiste a todo, quien quiera ser elevado, a todo el que se encuentra deprimido, “bien sea una situación económica o un ánimo entristecido.”  El director es el Maestro Seraphis Bey, cuya llave tonal se encuentra en la obra “Bendición de Dios en la soledad”, de Franz Liszt, compositor que, según escribe Cedeño, “en esta pieza encuentra un estadio de contemplación mística único dentro de la música”. Los Elohims son Claridad y Astrea, quienes trajeron desde el Gran Sol Espiritual al planeta Tierra, los principios de la belleza y las artes, ascensión y pureza. La llave tonal de la Amada Astrea es el Coro de los peregrinos de la ópera “Tannhauser” de Richard Wagner. El arcángel del rayo es Gabriel, el que anunció a la Virgen María, cuyo retiro tiene por llave tonal el preludio de la mística ópera "Parsifal", de Wagner, nombre expresivo de la pureza del cuarto rayo. La llave tonal personal del arcángel es el intermezzo de “Cavalleria Rusticana” de Mascagni.
El Rayo Verde es el rayo de la verdad, la consagración, la concentración y la curación. Se recomienda invocar a los ángeles del rayo verde en toda enfermedad. María, la madre de Jesús, se cree que actúa en el rayo verde dando protección a todas
las parturientas y a todo niño por nacer. Conny Méndez escribe: “Pon a toda futura madre en manos de ella, lo mismo que al niño. Luego entrégalo a las entidades de la llama violeta para que nazca sin karma”. Su llave tonal es el “Ave María” de Franz Schubert. El director es el maestro Hilarión, cuya llave tonal se encuentra en la célebre Toccata y Fuga en Re menor de Bach. La diosa Palas Atenea es también un ser del rayo verde y su llave es la obertura y el Venusberg de la ópera “Tannhauser”· de Wagner. Los amados Sonata y Armonía, tan vinculados al mundo de la música, también son creaturas de este rayo y sus llaves están en la Sonata Claro de Luna de Beethoven. Asclepios, que es el dios de la medicina, también trabaja en este rayo, su llave se encuentra el aria Una furtiva lágrima de Donizetti. El arcángel del quinto rayo es Rafael y su llave tonal se encuentra en “Un susurro de esperanza” de Hawthorne.
El sexto rayo o Rayo Oro-Rubí, hace crecer en las virtudes de paz, gracia y providencia (o suministro). Desarrolla la serenidad, el culto devocional y la paciencia.
Fue el rayo en que actuó Jesús de Nazareth. Como el sexto rayo es el devocional, musicalmente se manifiesta en el canto gregoriano, las laudas medievales, las misas cantadas y los himnos protestantes. Juan el Amado, su chohan o director, tiene su llave tonal en el spiritual “Deep River”. Los arcángeles del sexto rayo son Uriel y Gracia. Gracia otorga su ídem a aquel que la requiera y demande; Uriel es el emisor del suministro de todos los requerimientos materiales, vitales, emocionales y mentales para toda corriente de vida encarnada o desencarnada. También dirige la actividad de los ángeles de la guarda. Su llave tonal es la canción de cuna de Schubert, mientras que la llave de los ángeles del sexto rayo es la oración de la opera “Hansel Gretel”, de Humperdinck. Pertenecen al sexto las “Gimnopedies” de Satié; “Pavana para una infanta difunta”, de Ravel, “Orfeo y Eurídice”, de Gluck; “Laudi alla Vergine” de Verdi; “Laudate Dominum” de la Misa K 339, de Mozart, y el Cuarto Movimiento de la Segunda Sinfonía de Mahler.  Según Rubén Cedeño, la Madre Teresa de Calcuta es uno de máximos exponentes del rayo verde en la actualidad.

El Séptimo Rayo, el Violeta, concede a las corrientes de vida los dones de orden, perdón, misericordia, liberación, magia y ceremonial. La máxima protección que se puede tener contra toda fuerza siniestra y manipuladora es el poder del fuego
violeta. La actual directora del fuego violeta es la Madre Mercedes, que trabaja por la liberación y el perdón. La llave tonal de su retiro es el “Va Pensiero” de la ópera “Nabucco” de Verdi. Esta llave conecta a todo el que la escuche con la radiación de la Madre Mercedes. Antes que ella, dirigió este rayo Saint Germain y basta solo nombrarlo para que todo se llene con la luz del rayo violeta. Su llave tonal actual se encuentra en el segundo movimiento del Concierto de Aranjuez, del compositor español Joaquín Rodrigo. La guitarra es el instrumento del fuego violeta, al igual que el violín. Los arcángeles sustentadores del fuego violeta para la Tierra y comandantes de las legiones de ángeles son Zadkiel y Amatista. Su llave tonal está en la opera “La Walkyria” de Wagner, y se manifiestan con ella. Esta obra es la llama violeta en su más gran aspecto ígneo. Se dice que la Tetralogía de Wagner (“El Oro del Rhin”, “La Walkyria” “Sigfrido” y “El Ocaso de los Dioses") es la Doctrina Secreta hecha ópera. Los ángeles del fuego violeta pueden ser invocados para transmutar una situación indeseable. Lo único que hay que hacer es visualizarlos en grandes círculos concéntricos rodeando lo que se quiera cambiar. Pruebe. Escuchará buena música y en una de esas se le aparece un ángel. En estos tiempos, toda una oportunidad.
JAM

domingo, 12 de agosto de 2018

LA DOCTRINA SOCIAL DE SAINT-MARTIN

Este artículo fue publicado en la Revista "Lumen de Lumine" Nº 93 de 1942.

Puede ser de especial interés especialmente para los "Martinistas" y quienes siguen las profundas y místicas enseñanzas del Filósofo Desconocido.

Espero que lo disfruten

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El enigmático y célebre personaje de cuyas doctrinas nos hemos propuesto hacer una ligera reseña, debe ante todo, ser previamente presentado. Seguiremos, pues, en esto la costumbre establecida de fundamentar le presentación de autoridades y documentos oficiales. Para ello nada mejor y más corto que transcribir textualmente lo que “El Libro del Aprendiz Masón” por el H. Oswald Wirth, de le Gran Logia de Francia, traducido al español y publicado por la Gran Log.. de Chile en 1929, dice al referirse a Louis Claude de Saint Martin: ( Pág. 56, edición chilena)
“Louis Claude de Saint Martin”. Hacia 1750, Martinez Pasquallis, un kabalista de origen portugués, instituyó el Rito de los Elus Cohens (de los sacerdotes) que tuvo logias en Burdeos, Tolosa, Lyon y Paris. Se dedicaban a las prácticas teúrgicas, Los adeptos pretendían profundizar la ciencia de las almas y adquirir facultades extraordinarias. El más célebre entre ellos fue Louis Claude de Saint Martin, llamado el Filósofo Desconocido, que llegó a ser al fin del siglo último, el Jefe de la escuela mística francesa. Sus obras tuvieron una gran resonancia, sobre todo la primera intitulada “De los errores a la verdad”, o los hombres en relación con el principio universal de la ciencia.
La influencia de este refinado pensador fue considerable. Se le debe la divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad, como lo demuestra Luis Blanc en su Historia de la Revolución, en el capítulo “Revolucionarios Místicos”
Y en “Noticia Histórica sobre el Martinismo” de Jean Bricaud, leemos: “Estando de guarnición un el Regimiento de Foix fue como Saint Martin oyó hablar de Martinez de Pasquallis y de su Rito de los Elegidos Cohens. Retirado del ejército fue iniciado en Burdeos en los grados de los Cohens por el hermano de Balzac y llegó a ser uno de loa adeptos más notables del Iluminismo Martinista. Su libro “De los errores a la verdad” tuvo gran influencia sobre las ideas masónicas a fines del siglo XVIII. Durante la época del Terror los protegieron algunos antiguos discípulos que habían llegado al poder, y así escapó de ser sometido a una acusación. Murió en 1803.”
Creo que los datos transcritos bastan de por si para delinear la figura y la influencia que ejerció en una época de la historia revolucionaria de Francia este refinado pensador y místico, llamado Filósofo Incógnito, hasta hoy desconocido de muchos aún dentro de los centros iniciáticos que conservan su Divisa.
El punto de partida de L. C. de Saint Martin, es siempre la Unidad. La Unidad existiendo en todo; la Unidad en la cadena indefinida, jerárquica y armónica, que constituye el Universo visible e invisible. La Unidad como primero y último fin nuestro en todos los planos: “¡Todo se esclarece, todo resplandece - dice Saint Martin - a la luz de esta magnífica antorcha!”
Considera a la Causa primordial y central como esencia eternamente viva de donde todo emana en onda viva e ininterrumpida; y a cada ser, por más distante que esté del Centro y plano en que evoluciones, siempre ligado a la Causa primordial, no formando con ella más que un Todo, así como el rayo solar, por muy lejos que se pierda en el espacio infinito, está siempre en relación con el astro-rey por la ininterrumpida continuación de las ondas vibratorias que a Él lo unen. Rayos que, por más unidos que estén al astro-rey y aunque con él forman toda la luz no son el mismo centro, conservando siempre el Sol su personalidad independiente y distinta de la luz que produce. “¡Dios está en todo... mas todo no es Dios!”, exclama. Hace del Universo un ser inconmensurable e Infinito, considerando a Dios como el Espíritu de ese Gran Ser, al Hombre como su Alma y al Universo como su Cuerpo. Es por eso me dirigiéndose a sus discípulos, agrega: “poco nos importa la etiqueta que trae el profano que llega a nosotros”. Que ese profano sea idealista, panteísta, materialista o aun ateo, para nosotros siempre es un hijo de Dios, una parte de ese Gran Ser, una célula del Ser Universal, que siguiendo sus tendencias, quiera o no quiera lo adora y sirve en su Cuerpo, en su Alma y en su Espíritu. Una religión para nosotros no es nada, dice.
Nuestra Religión es la del Amor y de la Unidad, aquello de que nos hablaba el Maestro de Maestros, cuando decía: “Sed Uno conmigo así como yo soy uno con el Padre, para que podáis perfeccionaros en la Unidad”. Nuestro fin es y debe ser la búsqueda de le Verdad en la Unidad integral y aplicando estos principios continúa:
“Basados en estos principios podemos sin recelo afirmar que nuestras doctrinas pueden y deben aplicarse a toda la humanidad, y que de su realización depende que el hombre encuentre la felicidad hace tanto tiempo perdida.” No es preciso gran reflexión para comprender que el mal no es más que el resultado de la división; que la unión es la ley del amor, la división, la del odio. Que el amor es el bien y el odio es el mal.
Suprimir la división en el mundo, restablecer en su totalidad la Unidad humana, reconstituir el Gran Adam Kadmon (el hombre universal antes de la caída, el representante de la sabiduría y el poder; el Logos o Verbo manifestado), es el fin que han perseguido sin descanso y a través de todas las edades las Fraternidades Iniciáticas.
La Historia de la Caída del Hombre, comprendida esotéricamente, nos dice que el hombre, separándose de su principio Divino, hizo de sí el principio de todo. Atribuyéndose todo, como principio único osó constituirse en Centro del Universo. No cuidarse si no de sí, sin inquietarse de los otros. Oprimir al débil y doblegarse al poderoso en tal que la personalidad domine y goce. Y todo eso, a costa de cuántas lágrimas, odios y maldades. “¡Insensatos -exclamaba Saint Martín- olvidan que todas las células de un cuerpo unas con otras una y que cuando una  es damnificada hace peligrar la armonía del conjunto¡”. Como ya lo dijeron grandes iniciados: “Todo país dividido en guerra contra el mismo perecerá”. Meditad seriamente en lo que estas palabras quieren decir y veréis que el egoísmo, la separación de las células del Gran Cuerpo, su división, es la causa del mal.
Afortunadamente en nuestros Templos de Luz, así como se nos muestra la causa del mal se nos indica el antídoto; al egoísmo oponer el altruismo, la solidaridad y la fraternidad, cuyo primer intento nos reúne en estas Logias Templos vivos del más sublime ideal humano, y por lo mismo indestructibles como la unidad primordial.
Dice Claude de Saint Martín en alguno de sus escritos lamentándose del fracaso de la Revolución Francesa en su parte esencial: “El error de la sociedad presente consiste en haber descuidado el principal de los principios que le dimos, el de la fraternidad, verdad fundamental de la armonía universal y camino cierto de la reintegración a la unidad. El egoísmo y la insensatez humana prefirieron que nuestra divisa de Libertad, Igualdad, Fraternidad, sólo se grabara exteriormente en los muros del templo y no en el interior, en los corazones de los hombres. Lo que domina actualmente sólo es la idea de igualdad. Todos los hombres iguales, se dicen, fuera de lo cual les parece no haber salud posible.

“Ciertamente que todos los hombres son iguales pero no a la manera cómo se concibe. La igualdad, tal como la sueñan, es una falsedad, una mentira. Si esa igualdad mentida pudiese existir sería el triunfo de la incapacidad y de la mediocridad. La Igualdad de nuestra divisa, que deseamos y consideramos verdadera, es la constante y matemática resultante de la Ley Unitaria Universal, del orden y la armonía, es decir, la única que la malicia humana ha procurado falsear y destruir. Esa Igualdad es la hija de la Fraternidad.
“Se habla de los derechos del hombre, pero se omiten sus deberes, siendo que los unos son reguladores de los otros. Para equilibrar los platos de la balanza, al lado del cuadro de los derechos que se enseñan a los alumnos, debe también existir el otro, el de los deberes del ciudadano por cuanto la igualdad entre los hombres no es más que la relación existente entre el derecho y el deber, principio inviolable al cual no puede dejar de obedecer la igualdad entre los hombres. La relación entre la circunferencia y el radio, expresada en matemáticas por pi, es siempre constante. Que el contorno de un círculo tenga un milímetro de extensión o un millar de leguas, la relación jamás varía, tienen la misma igualdad de relación, dándose con el hombre el mismo caso: su derecho es la circunferencia, porque el derecho es el límite que no puede ultrapasar, su deber es el radio o área descrita por ese radio en su revolución en torno al centro. Y así esa área descrita por la revolución integral del radio puede ser considerada como una multitud de radios yuxtapuestos, de ellos podemos concluir: que la relación entre el círculo y la circunferencia es precisamente la que existe entre la circunferencia y uno de sus radios. Que a medida que la circunferencia aumenta, crece también en círculo y así también si los derechos del hombre aumentan, sus deberes crecen en la misma proporción.
“Todo en el Universo tiene por base el Orden y la Armonía. Para que el Orden y la Armonía existan, es absolutamente necesario que cada cosa y cada ser estén en su lugar, en equilibrio perfecto con todas las otras cosas o seres que constituyen el conjunto del Universo. «Un lugar ara cosa y cada cosa en su lugar». El hombre no estará verdaderamente en su lugar y por consecuencia en armonía, sino que para cuando él exista el equilibrio perfecto entre os derechos y los deberes que le competen. Y solamente en tal equilibrio, el hombre puede encontrar la felicidad.
“Más, ¿qué ocurre hoy? Todo hombre quiere acrecentar sus derechos, reduciendo al mismo tiempo sus deberes, en detrimento de la Ley General Unitaria. ¡Es el deseo de que el círculo disminuya a medida que aumenta la circunferencia! Por eso la Igualdad desparece y se produce la anarquía de más derechos y menos deberes.
“¡Más derechos y menos deberes!, y entretanto que el bueno, el débil, el desheredado de la fortuna anden curvados al peso de sus deberes, sin poder clamara venganza contra sus opresores, los monopolizadores de los derechos.
“Para que nuestra divisa de Igualdad, Libertad, Fraternidad y la Revolución en ella inspirada den sus legítimos frutos, es preciso restablecer el equilibrio; más derechos más deberes, a menos deberes menos derechos. Sólo así será restituida la Igualdad y la felicidad reencontrada en toda la humanidad. Pero fijaos bien, mientras la Fraternidad no halla encarnado y sea un hecho entre los hombres, será imposible restablecer esa Igualdad, y, entre tanto, con el corres de los tiempos, fuertes y débiles, ricos y pobres se odiarán , hostilizándose recíprocamente.” (Amonestación profética que se ha cumplido fatalmente.)
La Fraternidad no vendrá de un equilibrio obtenido por la violencia. La violencia engendra el odio, y la Igualdad que pretende imponerse de ese modo llevará en sí, fatalmente, el germen de la división que, tarde o temprano, la destruirá. “Quién siembra vientos, cosecha tempestades”. La Fraternidad de nuestra triple y unitaria divisa no es otra cosa que el Amor disfrazado y puesto más cerca de los hombres y que consiste en amar al prójimo como a nosotros mismos, impidiendo al poderoso aniquilar al miserable. Cuando el fuerte ayuda al débil, no hace más que cumplir con su deber. ¿No será esa la verdadera Fraternidad?
Si la Fraternidad tiene por fina la Unidad, es porque ella tiene a la Unidad por Principio, pues el fin de una cosa es al mismo tiempo su principio.
Por medio de principios filosóficos unitarios, nos ha presentado Saint Martin dos fórmulas sociales: “Fraternidad e Igualdad”. A la tercera: Libertad, le asigna el mismo origen y la define diciendo que: “ella consiste para cada ser, en conservarse dentro de la ley”. Y, en efecto, desde que nos apartamos de la Ley perdemos tanta libertad cuanta es la distancia a que de la Ley nos colocamos. El hombre sometido a la ley de gravedad es un ejemplo. En cuanto este se conserva al nivel del suelo, esa fuerza equilibrada le deja toda libertad en su plano, mas no así cuando pretende elevarse a los aires, en cuyo caso la Libertad y la Ley, pueden, de un momento a otro, tornársele fatales. Lo que es un hecho en el mundo físico tiene que serlo igualmente en el mundo moral. Cuando el hombre sale de us ley, es decir cuando ultrapasa los límites de sus derechos, su libertad disminuye en razón de penetrar en la esfera de acción de otro ser que se opondrá, fatalmente, al libre ejercicio de esa libertad.
¿Debe concluirse de esto que el hombre no es libre de extender sus derechos, aumentando sus límites? De ninguna manera, puede extenderlos todo lo que quiera. Siguiendo las enseñanzas de Saint Martin, diríamos a esto, con sus mismos términos y ejemplos, que “la Voluntad representada por el radio, que parte de su centro, puede extenderse hasta el infinito, que ese es un derecho del hombre, pero que, por más extienda este será siempre limitado por la circunferencia que no puede ni debe ultrapasar, por cuanto tiene el deber de conservar el equilibrio entre la circunferencia y el círculo; entre sus derechos y sus deberes.”
Las doctrinas sociales de Louis Claude de Saint Martin expuestas hasta aquí y su célebre tríptico: “Libertad, Igualdad, Fraternidad” tal vez podríamos resumirlo así: Que la felicidad de la humanidad sólo llegará a alcanzarnos con la vuelta a la Unidad integral reconquistada con la práctica de la Fraternidad humana. Que la Fraternidad creadora de la Igualdad consiste en el equilibrio constante de del derecho y del deber, y que en la conservación del hombre dentro de la ley tendremos la salvaguardia de la Libertad.

Todo hace pensar que Louis Claude de Saint Martin fue un profundo conocedor de la naturaleza humana, porque después de referirse extensamente a la constitución del hombre individual aborda el estudio del hombre social, tema también continuado por sus más aventajados discípulos de la escuela Martinista, como son: Saint Yves d’Alveydre, Fabre d’Olivet, Estanislao de Guaita, Papus y tantos otros.
“La sociedad en que vivimos actualmente no es sino una de las formas de vida propia de la humanidad. Hay en efecto cuatro de ellas a través de la cuales pasa su evolución; ellas son análogas a las fases psíquicas que el hombre atraviesa ordinariamente en su evolución y a medida que se universaliza, se espiritualiza.
“Las relaciones entre los hombres son reguladas sucesivamente:
1.     “Por el egoísmo completo, que tiene como consecuencia el aislamiento de cada personalidad, estado que aún se encuentra en ciertas poblaciones salvajes.
2.     “La reciprocidad, que tiene dos formas: la justicia y el cambio, es decir, la justicia que funda las relaciones sobre el principio del cambio, y en el que cada individuo abandona a la sociedad una parte de su propia personalidad para recibir ventajas equivalentes que la refuerza.
3.     “La mutualidad o solidaridad, bajo cuya influencia los hombres sustituyen los cambios individuales a la coalición de intereses de la misma naturaleza. En esta fase el egoísmo se prolonga en individualidades colectivas, que trabajan en común para la satisfacción del individuo. Es la fase social en la que comenzamos a entrar (Saint Martin escribía esto en el año 1800), causa principal de la crisis que la sociedad atraviesa en nuestra época.
4.     “La dedicación al servicio, que hace que cada hombre se consagre al bien común sin cálculo de retribución, sólo por el bien, sea social o cósmico.
“El período de egoísmo es como el tiempo de incubación de estado social: él se desenvuelve por efectos de la evolución con el triple concurso de la naturaleza, de la iniciativa humana y de la voluntad universal. La naturaleza les enseña los principios superiores que deben realizar, agrupándolos en familias, donde el cariño y la reciprocidad se ejercen en estado de instinto; después en tribus, que reúnen varias ramas de una misma familia en comunidad de creencias, de sentimientos y de necesidades, bajo la dirección de los más venerados; después en federación en tribus con idénticas aspiraciones y amenazados por los mismos peligros. La naturaleza aproximando así a los hombres en un interés común en una especie de sociedad rudimentaria, instintiva, pero ya más unificada; la población, que se la puede definir como una alianza defensiva y ofensiva de un cierto número de tribus; alianza que, por espíritu de solidaridad, hace de un buen número de individuos una gran familia.
Es población, multiplicada, se convierte en el pueblo, o especie de familia natural, pero distinta por la comunidad de caracteres típicos.
Finalmente la raza, constituida por la totalidad de los pueblos e individuos, aproximados por afinidad o por un cierto número de cualidades naturales, aunque más generales que las que son propias al pueblo.
Todas esas agrupaciones humanas tienen una propiedad común tan notable cuanto importante: que son indestructibles. La familia, la tribu, la población, el pueblo, la raza, pueden ser dispersados, sometidos, diezmados en apariencia, pero ellos subsisten a través de los años y de los siglos y sobrevivirán todos los cataclismos. Sus troncos esparcidos nunca pierden el invencible deseo de reconstituir su Unidad. Ellos sólo ceden a la exterminación violenta o al cruzamiento de razas, que es un género de destrucción lenta por transformación.
La razón de ese instinto invencible –dice Saint Martin es debido a la naturaleza, es decir a uno de los poderes divinos que rigen el Cosmos. Ocurriendo lo contrario con las naciones e imperios, que nos resta definir. Estos son perecederos y más o menos efímeros, porque son creaciones del hombre, todavía imperfecto, y que aunque legítimas son forzadas como vamos a verlo más adelante.

domingo, 5 de agosto de 2018

KARMA, DESTINO y SUERTE

Publicamos un breve escrito desarrollado al amparo de las enseñanzas del Grupo Martinista Henri Delaage, en Santiago de Chile.

La autora de este escrito signa como Hermana Iésod, y fue presentado en algunas de las actividades de trabajo del citado grupo.

Espero que lo disfruten...

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Karma es otra manera de denominar a la ley de causa y efecto. Todo efecto tiene su causa y toda causa tiene su efecto. No existe la llamada buena o mala suerte ni la casualidad. Todo obedece a una causalidad. El Universo esté regido por fuerzas poderosas que llamamos leyes universales. Estas leyes emanan de la Sabiduría Cósmica y han sido creadas en una armonía perfecta para un orden perfecto. Lo imperfecto que apreciamos en nuestro mundo es obra del hombre, no de Dios. Lo perfecto no puede crear imperfecciones.

El hombre sufre porque él mismo ha atraído el sufrimiento con sus acciones egoístas, ha transgredido las leyes divinas, envía pensamientos ruines, sus sentimientos son bajos. Todo esto acumulado en su alma va conformando su destino, su karma.
Cuando se emiten pensamientos de maldad, o negativos, se está, por ley de afinidad, atrayendo pensamientos de la misma naturaleza que agudizan aun más esa pasión que se está experimentando. Si no se está alerta, llevará a cometer errores y actos de maldad que producirán sufrimiento en otros. La ley de causa y efecto nos devolverá, en algún instante de esta vida presente o futura, los mismos sufrimientos que hayamos causado.
Por esta misma ley, todo lo positivo que hagamos, todo acto de servicio desinteresado, todo sentimiento de amor y de ayuda hacia los demás y hacia todo lo creado retornarán a nosotros con el bienestar y ayuda que hayan producido.
El mejor medio de no agravar el karma es aceptar su destino y dejar que se cumpla, sin tratar de escapar de él. De lo contrario se· actúa igual que el criminal que se evade para no cumplir sus años de condena. Si lo atrapan, su pena se vuelve más pesada. El karma aplica las mismas leyes.
Existe un medio para alivianar el karma y también para acelerar el proceso de liberación. Solamente hay que tener la mente muy clara para aceptarlo, actuando como los santos, profetas, místicos que deciden trabajar por el mundo entero, ayudar a los humanos e incluso sacrificarse por ellos. Por el sacrificio, el amor y la abnegación logran escapar de las leyes de un destino ordinario. Sufren, pero gracias a estos sufrimientos llegan más rápidamente a la liberación total. Para escapar al karma, hay solamente un medio: el amor, la bondad, la generosidad, el olvido de sí.
Sin embargo hay que entender que esta actitud es completamente diferente al fatalismo. Los fatalistas aceptan los hechos y se dicen “está escrito, todo está decidido de antemano y nada se puede hacer”. Estas personas no luchan y se dejan llevar por el destino sin tratar de modificarlo por su trabajo o por sus actividades.
Un iniciado no puede ser fatalista. Debe decidirse a tomar las cosas en sus manos y comenzar a pagar. Pero a pagar con algo más grande que no solamente le permita borrar todo sino que al mismo tiempo le lleve a la verdadera liberación. La única manera de escapar a su destino es pagando el karma, pero al mismo tiempo que se paga hay que continuar trabajando, creando, evolucionando. Haber nacido bajo una “mala estrella” no es una razón para quedarse eternamente flojo, sin hacer nada.
Pagar una deuda no es más que un episodio pasajero en nuestra existencia. Si el espíritu humano es inmortal, la deuda representa un segundo en toda la existencia, que es la eternidad. No permitamos entonces, ni por un momento, ensombrecer toda la luz del espíritu.
Todos tenemos deudas que pagar, pero el pago de ellas no debe bloquearnos. Los fatalistas piensan que nunca podrán liberarse, que no podrán ir más allá de sus culpas. Sus ideas los paralizan. El fatalismo es incompatible con el progreso y con la evolución.
Es cierto que todos en algún momento estamos expuestos a pasar por circunstancias muy difíciles. Por lo tanto, trabajemos y juntemos oro, energía. Estas reservas, que son medios físicos y psíquicos nos ayudaran a enfrentar a y sobreponernos de estas situaciones pesadas. Pero si despilfarramos todas nuestras reservas en un vivir desordenado, seremos vencidos por el karma.
Se dice que los designios de Dios son insondables. En efecto, el destino de una persona se presenta a veces bajo un aspecto muy desfavorable y no se sabe hacia dónde la llevarán los acontecimientos. Cuántos de nosotros hemos llegado diciendo que hemos pasado por momentos muy amargos y que, gracias a esas pruebas, hemos encontrado luego esta Escuela. Es así como por vías insondables el mundo invisible nos lleva hacia la luz.
¿Está fijado nuestro destino o somos libres para definirlo?
La Divinidad nunca ha obligado a los humanos a jugar un rol determinado; esto significaría que no nos deja ninguna libertad. Si Dios hubiera determinado nuestro destino, no habría libertad ni tampoco responsabilidad. Si el hombre no fuera responsable ¿por qué condenarlo?
Nuestra libertad va a depender del grado en que nos encontremos en la escala de la evolución. Si estamos muy abajo, no tenemos ninguna libertad. Hay muchos hombres que no son libres: son empujados, presionados, influenciados por otros, no son ellos los que deciden. Para ser libre hay que elevarse al Creador; así seremos libres de la libertad del Creador. No libres con respecto a Él. Una de las libertades que ha sido dada al hombre es la de mejorar o, por el contrario, la de empeorar: acercarse al Cielo...o al Infierno.

Sin embargo el camino por el cual la humanidad y el cosmos deben pasar ya está fijado: hay un plan, un proyecto determinado. Esto es como un viaje en barco: tiene su itinerario y sus estadías. No podemos bajarnos al agua. Pero en este barco tenemos la oportunidad de entretenernos, de conocer gente, de mirar el mar, etc. El itinerario del Plan Divino esta trazado y nadie tiene la posibilidad de modificarlo, pero podemos hacer lo que queramos con nosotros mismos: destruirnos o mejorarnos. Somos libres de elegir si queremos ser salvados o condenados.
Siendo Dios Amor Supremo, que por expansión de Su Amor dio vida a cuanto existe, sin pedir ni esperar de sus criaturas sino que sean felices eternamente, y para cuyo objetivo ha creado Leyes Divinas, podemos deducir que el dolor no es enviado por Él. Son consecuencia de nuestros errores del pasado, sembrados conscientemente. Son las transgresiones a la Ley Universal del Amor las que atraen al alma consecuencias dolorosas. Del mismo modo que las obras de amor, pequeñas o grandes, son las que atraen mayor felicidad y progreso.
Todo bien y esfuerzo que hagamos desinteresadamente con amor en beneficio de alguien, no se pierde. No importa que hayamos recibido ingratitudes y hasta traiciones: la Ley todo lo recoge y nos lo devuelve tarde o temprano. El tiempo, tal como lo entendemos en la vida humana, no existe en la vida eterna del Espíritu.
No nos preocupemos tanto por el futuro: el futuro se construye en el presente. Es el ahora lo que cuenta. El futuro es una prolongación del presente y el presente, un reflejo del pasado. Todo es uno: pasado—presente—futuro no estén separados. El futuro se edifica con los fundamentos del ahora. Si son malos, no esperemos un futuro excepcional. Si son buenos, es inútil inquietarse.
Apreciemos lo que Dios nos ha dado, las menores posibilidades de que disponemos en todos los planos: físico, moral, social,   intelectual, y gracias a estas posibilidades tratemos de hacer un gran trabajo. Ignorar todo lo que tenemos y gritar, llorar, lamentarnos es tonto. Es necesario trabajar con algo positivo y   real, y lo que es real, es lo que poseemos ahora. El futuro no nos pertenece. Trabajemos entonces con lo que tenemos en el presente.
H, Iésod

sábado, 2 de junio de 2018

LA PALABRA PERDIDA

Este que publico corresponde íntegro al capitulo XXXI del libro "El simbolismo francmasónico" de
Albert G. Mackey (1807-1881), quien fuera estadounidense, doctor en medicina, y especialmente un respetado y reconocido autor de libros y artículos sobre la Masonería. 

Espero que lo disfruten





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El  último  símbolo,  cuya  existencia  depende  de  un mito y al cual vamos a dedicar nuestra atención, es el de la Palabra Perdida, y su busca. Este símbolo es el más a propósito para terminar nuestras investigaciones, ya que abarca dentro de su esfera a todos los demás, siendo en sí la esencia misma de la ciencia del simbolismo masónico.
Para apreciar debidamente los demás símbolos es necesario  conocer  el  origen  de  la  Orden,  porque  ellos deben su creación a su relación con instituciones semejantes y anteriores a la Francmasonería; pero el simbolismo de la Palabra Perdida tiene relación exclusiva con el designio y objetos de la institución.
Definamos primeramente el símbolo, que después estudiaremos su interpretación.
La historia mítica de la Francmasonería refiere que hubo un tiempo en que existió una Palabra de valor inestimable que era venerada profundamente. Pocos la conocían y, con el tiempo acabó por perderse, siendo substituida por otra; pero, como la filosofía masónica enseña que no hay muerte sin resurrección, ni decaimiento sin  restablecimiento  posterior,  síguese  de  este  principio que la pérdida de la Palabra implica su recuperación.
En esto consiste el mito de la Palabra Perdida y de su búsqueda.  No  tiene  importancia  el  saber  cuál  era  la Palabra, ni cómo se perdió, ni conocer la que la substituyó, ni cuando se recuperó, porque todos estos hechos tienen un valor secundario que, si bien son necesarios para conocer la historia legendaria, no son imprescindibles para poder comprender su simbolismo. El único detalle del mito en que debemos fijarnos en el curso de su interpretación es la idea abstracta de la existencia de una palabra perdida y su recuperación posterior.
Tal es el objetivo a que hemos de dirigir los pasos durante nuestra investigación.
Pero, refiriéndose en este caso el simbolismo únicamente al gran objeto de la Francmasonería, parece lógico dedicarse primeramente al estudio de la naturaleza de este objeto.
¿Cuál es, pues, el objeto de la Francmasonería? La mayoría de sus discípulos llegan con excesiva precipita- ción a la conclusión de que es la caridad, en su sentido elevado, porque tienen en cuenta tan sólo los resultados prácticos, las nobles caridades que dispensa, las lágrimas de  viudas  que  enjuga,  los  lamentos  de  huérfanos  que acalla, las necesidades múltiples de desamparados que cubre.
Otros, recordando las placenteras reuniones de los banquetes, el trato franco que en ellos se alienta y las solemnes obligaciones de confianza mutua que se inculcan de continuo, creen que la Francmasonería tiene por objeto único el fomento de los sentimientos sociales y la fortificación de los lazos de amistad.
Aunque en las conferencias modernas se nos dice que el Amor Fraternal y la Caridad son "las dos principales doctrinas de la profesión francmasónica", también aprendemos   en   ellas   que   la   verdad   no   es   menos importante; la verdad en sentido estrictamente filosófico, en cuanto se opone a los errores y falsedades intelectuales y religiosos.
Pero ya hemos demostrado que la Francmasonería primitiva de los antiguos se fundó con objeto de conservar la  verdad  originalmente  comunicada  a  los  patriarcas  en toda   su   integridad,    hemos   visto   también   que   la
Francmasonería espúrea, o sea, los Misterios, nacieron de la necesidad sentida por los sabios, filósofos y sacerdotes de volver a encontrar la verdad perdida. También hemos expuesto que esta misma verdad continuó siendo el objeto de la Francmasonería del templo, constituida al verificarse la unión del sistema primitivo o puro con el espúreo. Y, por último, hemos tratado de demostrar que esta verdad se relacionaba inextricablemente con la naturaleza de Dios y del alma humana.
Nosotros creemos que el objeto y el designio de la Francmasonería especulativa es la búsqueda de esta ver- dad. Desde que empieza sus estudios masónicos se en- camina al aspirante, por medio de símbolos significativos y enseñanzas expresivas a la adquisición de esta verdad divina; cuya lección se expone ampliamente en las leyendas y mitos del grado de Maestro.
Dios y el alma-la unidad del primero y la inmortalidad de la segunda-son las dos grandes verdades, cuya búsqueda constituye la ocupación constante de todo francmasón, de tal modo que, cuando se encuentran, se convierten en la piedra angular, o piedra fundamental del templo espiritual-"la casa no edificada con las manos”-que él está erigiendo.
Esta idea de la búsqueda de la verdad es tan importante en la ciencia francmasónica, que no encontramos respuesta mejor a la pregunta: "¿Qué es la Francmasonería?" que decir que es una ciencia que tiene por objeto buscar la verdad divina.
Pero la Francmasonería es, sobre todo, un sistema de simbolismo, y todas sus enseñanzas se expresan por símbolos. Por lo tanto, no podemos creer que careciera de simbolismo una idea tan importante como ésta la cual constituye, como hemos dicho ya, el objeto fundamental  de  la  institución,  de    modo  que  puede  adoptarse  para definir su ciencia.
Por lo tanto, la Palabra es para nosotros el símbolo de la verdad divina; y todas sus modificaciones su pérdida, substitución y recuperación, no son sino partes componentes del símbolo mítico, que representa la búsqueda de la verdad.
¿Cómo, pues, se ha conservado este simbolismo? ¿De qué manera ha de interpretarse la historia de esta Palabra para que todos sus accidentes de tiempo, lugar y circunstancia, tengan relación patente con la idea sustantiva que se ha tratado de simbolizar?
Las respuestas a estas preguntas abarcan quizás la parte más intrincada, ingeniosa e interesante de la ciencia masónica del simbolismo, el cual se puede interpretar en sentido general o particular.
En sentido general abarca toda la historia de la Francmasonería, desde su nacimiento hasta su consumación. La búsqueda de la verdad es el epítome de la evolución intelectual y religiosa de la Orden, que comenzó cuando las multitudes se sumergieron en las profundas tinieblas  morales  donde  parecía  haberse  extinguido  el fuego de la verdad, a consecuencia de la dispersión de Babel.
Entonces, se perdió el nombre de Dios; dejóse de comprender   su   verdadera   naturaleza,   olvidáronse   las divinas lecciones de nuestro padre Noé, corrompiéronse las antiguas tradiciones y se pervirtieron los antiguos símbolos. La carroña del sabeísmo había enterrado a la Verdad, y los cultos idolátricos del sol y de las estrellas habían substituido al antiquísimo del verdadero Dios.
Tinieblas morales esparciéronse sobre el haz de la tierra, cual nube impenetrable y densa, que obstruía los rayos del sol espiritual y cubría al pueblo con el tétrico paño mortuorio de la noche intelectual. Pero esta noche no podía  ser  eterna.  Apuntaba  otra  brillante  aurora,  y,  en medio  de  tanta  obscuridad,  quedaban  aún  unos  pocos sabios cuyo sentimiento religioso les incitaba a buscar la verdad con avidez. Hasta en aquellos tiempos de tinieblas intelectuales y religiosas existieron obreros que buscaban la palabra perdida y que, aunque no pudieron lograr lo que se proponían, se aproximaron tanto a ello, que el resultado de su búsqueda podía simbolizarse de una manera relativamente satisfactoria por la Palabra Substituida.
La multitud idólatra perdió la Palabra, asesinó al Constructor y suspendió las obras del templo espiritual. De modo que, al perder de vista la existencia divina, fue desvaneciéndose cada vez más su conocimiento de Dios y de la religión pura que les enseñara Noé, terminando por caer en un grosero materialismo y en la idolatría.
Así es como se perdió la verdad -la Palabra, -según se dice, o empleando las palabras de Hutchinson modificadas en relación con el tiempo, "podría decirse que, en esta situación,   se perdió la guía del cielo, y fue muerto el Maestro-jefe de las obras de la rectitud. Las naciones se entregaron a la más grosera idolatría; y el servicio al verdadero Dios se borró de la memoria de los que cedieron al dominio del pecado".
El anhelo que sentían los filósofos y sacerdotes de los misterios antiguos o Francmasonería espúrea por descubrir la  verdad,  les  indujo  a  buscar  la  Palabra  Substituida. Fueron sus obreros quienes vieron el golpe fatal, quienes conocieron que la Palabra no se había perdido, quienes se lanzaron en su busca.
Y ellos fueron también los que, al no poder rescatarla de la tumba del olvido en que había caído, con todos los esfuerzos de su sabiduría incompleta, se volvieron hacia las vagas y difusas tradiciones conservadas desde tiempos primitivos, y, con su ayuda, buscaron un substituto a la verdad en sus religiones filosóficas.
Schmidt opina que los Misterios del mundo pagano, no son sino restos de la antigua religión pelásgica, y dice que "las asociaciones de personas creadas con objeto de celebrarlas debieron haberse formado cuando la influencia abrumadora de la religión helénica empezó a imponerse en Grecia, y cuando las personas que sentían reverencia por el culto practicado en tiempos anteriores se reunieron con objeto de conservar en lo posible la religión de sus antepasados".
De modo que, si aplicamos nuestra interpretación en sentido general y admitimos que la Palabra es el mbolo de la Verdad divina   la narración de su pérdida y su búsqueda se convierte en símbolo mítico de la decadencia y pérdida de la verdadera religión de las naciones antiguas, y de los esfuerzos hechos por los filósofos y sacerdotes para encontrarla y retenerla en sus Misterios e iniciaciones secretas, a los que hemos designado hasta ahora con el nombre de Francmasonería espúrea de la antigüedad.
Pero hemos dicho, también, que además de la interpretación general, existe la particular, duplicidad simbólica, que no es corriente en Francmasonería.
En páginas anteriores hemos puesto un ejemplo de esta interpretación en el simbolismo del templo de Salomón, donde, en sentido general, el templo simboliza el edificio espiritual formado por la agregación de todos los individuos de la Orden, del cual es cada francmasón a modo de una piedra; y, en sentido individual, se considera que el mismo templo ha de verse como templo espiritual que debe levantar en su corazón todo francmasón.
Ahora bien, la Palabra, en sentido individual, con el mito de su pérdida, substitución y recuperación, viene a ser el símbolo de la evolución personal del candidato, desde la primera iniciación hasta la última, donde llega a conocer todos los secretos de los Misterios.
El aspirante empieza a buscar la verdad como aprendiz, envuelto en tinieblas, que busca la luz, la luz de la sabiduría, la luz de la verdad, la luz simbolizada por la Palabra. Para realizar esta importante tarea, que comienza a tientas, vacilante, dudoso y débil, se prepara purificando el corazón, y recibe la primera palabra substituta de la verdadera, que, como el pilar que los israelitas tenían ante sí en el desierto, ha de guiarle camino adelante en su jornada.
Se le ordena que coja todas las virtudes que ensanchan el corazón y dignifican el alma como báculo y zurrón de viaje, por medio de grandiosos símbolos y tipos, que asocian el primer grado con la juventud, se le inculcan las virtudes de saber guardar el secreto, la obediencia, la humildad, la confianza en Dios, la pureza de conciencia y la economía de tiempo.
En  el  grado  de  Compañero  emprende  otra  ruta, porque ya ha pasado la juventud y ha llegado a la edad madura. Nuevos deberes y obligaciones recaen sobre el individuo. Esta etapa simboliza la parte de trabajo y pensamiento de la vida. En ella ha de cultivarse la ciencia, adquirirse la sabiduría y buscarse la palabra perdida -la Verdad divina,- sin lograr por eso encontrarla todavía.
Luego llega la etapa de Maestro, con todo el simbolismo de la vejez: pruebas, sufrimientos, muerte. Y en ella también avanza el aspirante siempre adelante, clamando "por luz, más luz". La búsqueda está a punto de terminar; pero  ha  de  aprenderse  la  humillante  lección para  la naturaleza humana de que, en esta vida triste y obscura, terrestre y carnal, -no vive la verdad pura; y ha de contentarse el hombre con una substituta, esperando el momento en que pueda entrar en el segundo templo de la vida eterna en donde la Palabra, la Verdad Divina, nos enseñará que siempre hemos de aprender de Dios y del alma humana, emanación suya.
Así es como el Maestro Masón, una vez recibida la palabra que substituye a la perdida, aguarda pacientemente el momento de encontrar ésta y de alcanzar la sabiduría.
Pero por más que nos afanemos, jamás puede encontrarse enteramente la palabra simbólica -el conocimiento de la Verdad divina- en esta vida, o en la Cámara del Maestro Masón, su símbolo. La naturaleza mortal, la oculta de la vista de los ojos mortales anublando el intelecto humano. El hombre es capaz de recibir y apreciar la revelación más allá de la tumba, cuando se liberta de la pesada carga de su vida terrenal.
De ahí que, cuando hablamos de la recuperación de la Palabra, en un grado superior y suplementario a la Antigua Masonería, queramos dar a entender que esta parte sublime del sistema masónico simboliza el estado post mortem. Porque la Verdad divina, a cuya busca dedicamos toda la vida, si no en vano, por lo menos sin éxito, así como su clave mística, únicamente puede encontrarse en el profundo abismo de la tumba, bajo los cimientos del edificio, cuando se derruya y venga abajo este templo de vida.
Ahora ya sabemos en qué consiste el trabajo masónico, que en sí no es más que otra forma del mismo símbolo.
El trabajo del francmasón consiste únicamente en buscar la Palabra -hallar la Verdad divina, -siendo esta Palabra el premio concedido a sus esfuerzos.
Los monjes de la antigüedad decían que el trabajo es una oración -laborare est orare. Por eso, el culto de nuestras logias estriba en trabajar por la Palabra o por la Verdad, con la vista fija siempre hacia adelante y sin mirar jamás hacia atrás, esperando la consumación y la recompensa de nuestro trabajo en el conocimiento prometido a todo el que no se rezaga.
Goethe, que fue al par que poeta, francmasón, conocía a  fondo  todo  este  simbolismo  de  la  vida  del  Maestro Masón cuando escribió la siguiente hermosa poesía:
“La conducta del masón, modelo es de existencia, cuya porfía dura lo que la vida de los hombres.
El futuro guarda en su preñado seno alegrías y tristezas; pero nosotros avanzamos por él sin que nada nos acobarde.
Ante nuestros ojos se abre el velado y sombrío portal en donde acaban los mortales.      Sobre  nuestras  cabezas duermen estrellas silenciosas; bajo nuestros pies calladas tumbas.
Y, mientras contemplamos ansiosos este presagio de terror, acércanse el fantasma y el error a llenar de turbadoras dudas y temores a los más valientes.
Pero oíd el clamor de la opinión, de los sabios, de los mundos y de los siglos: "Elegid bien, que la elección es breve, pero infinita. ¡Oh, valientes!, en el silencio de la eternidad unos ojos os contemplan. Aquí todo es llenedumbre de recompensas; trabajad con empeño y arrojo y no perdáis  la esperanza."
Al terminar esta obra, tan inadecuada a la importancia de los temas tratados en ella, puede hacerse, por lo menos una deducción de todo cuanto llevamos dicho.
Historiando la evolución de la Francmasonería y detallando su sistema simbólico, adviértese que está tan íntimamente relacionado con la historia de la filosofía, la religión y el arte, en todas las épocas del mundo, que tenemos la convicción de que ningún francmasón puede llegar a comprender su naturaleza o apreciar su carácter científico, a menos que se dedique asidua y esforzadamente al estudio de su sistema.
La habilidad de repetir sin equivocarse las lecturas ordinarias, cumplir con todos los requisitos ceremoniosos del ritual y dar con precisión los signos del retejador, no es más que el rudimento de la ciencia masónica.
Pero la Francmasonería tiene que ver con series de doctrinas mucho más elevadas, cuya exposición hemos tratado de hacer en esta obra, aunque de un modo imperfecto. Ellas son las que constituyen la ciencia y la filosofía de la Francmasonería, ellas las que únicamente premiarán con creces los esfuerzos de quienes se dediquen a estudiarlas.
La Francmasonería ha dejado de ser una institución meramente social, para adoptar su posición original y evidente de ciencia especulativa. Mientras se conserva aún el ritual, como joyel donde se guarda la preciada perla; mientras se ejerce en ella la caridad, como resultado necesario, pero incidental de sus doctrinas morales; mientras se cultivan todavía sus tendencias sociales cual cemento que une la bella simetría y fortaleza de la fábrica toda, el alma masónica anda por todas partes buscando y pidiendo algo que nos alimente como el maná del desierto, con pan intelectual, en nuestro viaje de peregrinación por la tierra.
El mundo masónico clama universalmente por la luz; de ahora en adelante, nuestras logias han de convertirse en escuelas; nuestro trabajo ha de ser el estudio; nuestro salario, la cultura; los tipos, símbolos, mitos y alegorías de


la institución han de empezar a investigarse en relación con su significado último; en nuestra historia han de buscar los celosos investigadores su conexión con la antigüedad. Los francmasones comprenden ahora en toda su amplitud la definición tantas veces citada de que: "La Masonería es una ciencia de moral, velada en alegorías y esclarecida por medio de símbolos. "
Por lo tanto, aprender Francmasonería es conocer nuestro trabajo y realizarlo bien. ¿Cuál será el buen obrero que se atreva a no realizar esta labor?
Albert G. Mackey