domingo, 5 de agosto de 2018

KARMA, DESTINO y SUERTE

Publicamos un breve escrito desarrollado al amparo de las enseñanzas del Grupo Martinista Henri Delaage, en Santiago de Chile.

La autora de este escrito signa como Hermana Iésod, y fue presentado en algunas de las actividades de trabajo del citado grupo.

Espero que lo disfruten...

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Karma es otra manera de denominar a la ley de causa y efecto. Todo efecto tiene su causa y toda causa tiene su efecto. No existe la llamada buena o mala suerte ni la casualidad. Todo obedece a una causalidad. El Universo esté regido por fuerzas poderosas que llamamos leyes universales. Estas leyes emanan de la Sabiduría Cósmica y han sido creadas en una armonía perfecta para un orden perfecto. Lo imperfecto que apreciamos en nuestro mundo es obra del hombre, no de Dios. Lo perfecto no puede crear imperfecciones.

El hombre sufre porque él mismo ha atraído el sufrimiento con sus acciones egoístas, ha transgredido las leyes divinas, envía pensamientos ruines, sus sentimientos son bajos. Todo esto acumulado en su alma va conformando su destino, su karma.
Cuando se emiten pensamientos de maldad, o negativos, se está, por ley de afinidad, atrayendo pensamientos de la misma naturaleza que agudizan aun más esa pasión que se está experimentando. Si no se está alerta, llevará a cometer errores y actos de maldad que producirán sufrimiento en otros. La ley de causa y efecto nos devolverá, en algún instante de esta vida presente o futura, los mismos sufrimientos que hayamos causado.
Por esta misma ley, todo lo positivo que hagamos, todo acto de servicio desinteresado, todo sentimiento de amor y de ayuda hacia los demás y hacia todo lo creado retornarán a nosotros con el bienestar y ayuda que hayan producido.
El mejor medio de no agravar el karma es aceptar su destino y dejar que se cumpla, sin tratar de escapar de él. De lo contrario se· actúa igual que el criminal que se evade para no cumplir sus años de condena. Si lo atrapan, su pena se vuelve más pesada. El karma aplica las mismas leyes.
Existe un medio para alivianar el karma y también para acelerar el proceso de liberación. Solamente hay que tener la mente muy clara para aceptarlo, actuando como los santos, profetas, místicos que deciden trabajar por el mundo entero, ayudar a los humanos e incluso sacrificarse por ellos. Por el sacrificio, el amor y la abnegación logran escapar de las leyes de un destino ordinario. Sufren, pero gracias a estos sufrimientos llegan más rápidamente a la liberación total. Para escapar al karma, hay solamente un medio: el amor, la bondad, la generosidad, el olvido de sí.
Sin embargo hay que entender que esta actitud es completamente diferente al fatalismo. Los fatalistas aceptan los hechos y se dicen “está escrito, todo está decidido de antemano y nada se puede hacer”. Estas personas no luchan y se dejan llevar por el destino sin tratar de modificarlo por su trabajo o por sus actividades.
Un iniciado no puede ser fatalista. Debe decidirse a tomar las cosas en sus manos y comenzar a pagar. Pero a pagar con algo más grande que no solamente le permita borrar todo sino que al mismo tiempo le lleve a la verdadera liberación. La única manera de escapar a su destino es pagando el karma, pero al mismo tiempo que se paga hay que continuar trabajando, creando, evolucionando. Haber nacido bajo una “mala estrella” no es una razón para quedarse eternamente flojo, sin hacer nada.
Pagar una deuda no es más que un episodio pasajero en nuestra existencia. Si el espíritu humano es inmortal, la deuda representa un segundo en toda la existencia, que es la eternidad. No permitamos entonces, ni por un momento, ensombrecer toda la luz del espíritu.
Todos tenemos deudas que pagar, pero el pago de ellas no debe bloquearnos. Los fatalistas piensan que nunca podrán liberarse, que no podrán ir más allá de sus culpas. Sus ideas los paralizan. El fatalismo es incompatible con el progreso y con la evolución.
Es cierto que todos en algún momento estamos expuestos a pasar por circunstancias muy difíciles. Por lo tanto, trabajemos y juntemos oro, energía. Estas reservas, que son medios físicos y psíquicos nos ayudaran a enfrentar a y sobreponernos de estas situaciones pesadas. Pero si despilfarramos todas nuestras reservas en un vivir desordenado, seremos vencidos por el karma.
Se dice que los designios de Dios son insondables. En efecto, el destino de una persona se presenta a veces bajo un aspecto muy desfavorable y no se sabe hacia dónde la llevarán los acontecimientos. Cuántos de nosotros hemos llegado diciendo que hemos pasado por momentos muy amargos y que, gracias a esas pruebas, hemos encontrado luego esta Escuela. Es así como por vías insondables el mundo invisible nos lleva hacia la luz.
¿Está fijado nuestro destino o somos libres para definirlo?
La Divinidad nunca ha obligado a los humanos a jugar un rol determinado; esto significaría que no nos deja ninguna libertad. Si Dios hubiera determinado nuestro destino, no habría libertad ni tampoco responsabilidad. Si el hombre no fuera responsable ¿por qué condenarlo?
Nuestra libertad va a depender del grado en que nos encontremos en la escala de la evolución. Si estamos muy abajo, no tenemos ninguna libertad. Hay muchos hombres que no son libres: son empujados, presionados, influenciados por otros, no son ellos los que deciden. Para ser libre hay que elevarse al Creador; así seremos libres de la libertad del Creador. No libres con respecto a Él. Una de las libertades que ha sido dada al hombre es la de mejorar o, por el contrario, la de empeorar: acercarse al Cielo...o al Infierno.

Sin embargo el camino por el cual la humanidad y el cosmos deben pasar ya está fijado: hay un plan, un proyecto determinado. Esto es como un viaje en barco: tiene su itinerario y sus estadías. No podemos bajarnos al agua. Pero en este barco tenemos la oportunidad de entretenernos, de conocer gente, de mirar el mar, etc. El itinerario del Plan Divino esta trazado y nadie tiene la posibilidad de modificarlo, pero podemos hacer lo que queramos con nosotros mismos: destruirnos o mejorarnos. Somos libres de elegir si queremos ser salvados o condenados.
Siendo Dios Amor Supremo, que por expansión de Su Amor dio vida a cuanto existe, sin pedir ni esperar de sus criaturas sino que sean felices eternamente, y para cuyo objetivo ha creado Leyes Divinas, podemos deducir que el dolor no es enviado por Él. Son consecuencia de nuestros errores del pasado, sembrados conscientemente. Son las transgresiones a la Ley Universal del Amor las que atraen al alma consecuencias dolorosas. Del mismo modo que las obras de amor, pequeñas o grandes, son las que atraen mayor felicidad y progreso.
Todo bien y esfuerzo que hagamos desinteresadamente con amor en beneficio de alguien, no se pierde. No importa que hayamos recibido ingratitudes y hasta traiciones: la Ley todo lo recoge y nos lo devuelve tarde o temprano. El tiempo, tal como lo entendemos en la vida humana, no existe en la vida eterna del Espíritu.
No nos preocupemos tanto por el futuro: el futuro se construye en el presente. Es el ahora lo que cuenta. El futuro es una prolongación del presente y el presente, un reflejo del pasado. Todo es uno: pasado—presente—futuro no estén separados. El futuro se edifica con los fundamentos del ahora. Si son malos, no esperemos un futuro excepcional. Si son buenos, es inútil inquietarse.
Apreciemos lo que Dios nos ha dado, las menores posibilidades de que disponemos en todos los planos: físico, moral, social,   intelectual, y gracias a estas posibilidades tratemos de hacer un gran trabajo. Ignorar todo lo que tenemos y gritar, llorar, lamentarnos es tonto. Es necesario trabajar con algo positivo y   real, y lo que es real, es lo que poseemos ahora. El futuro no nos pertenece. Trabajemos entonces con lo que tenemos en el presente.
H, Iésod

1 comentario:

Anónimo dijo...

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