domingo, 4 de marzo de 2012

LA ALQUIMIA Y LA MASONERÍA

 




A continuación un pequeño artículo que lleva por título "La Alquimia y la Masonería" publicado en la Revista Pitágoras, órgano oficial del Soberano Santuario de Memphis-Mizraim para Chile y América Latina. Santo Imperio de los Ritos Egipcios. Año1, Nº 1 de Enero de 1984.


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¿Qué es la alquimia? ¿Es una ciencia? Efectivamente, es la ciencia del pretendido arte de fabricar oro. Esta es una respuesta muy primitiva, pero tiene la ventaja de no contener ninguna exactitud. De ella Se desprende la pregunta: ¿Qué es el oro? El oro Sigue Siendo actualmente el valor—patrón de nuestro dinero, polo de la economía de una Sociedad consumista. ¿Qué es entonces este oro, que se esconde detrás de los valores creados por una civilización capitalista? ¿Se trata de algo más que una autosugestión que esclaviza al hombre?
Cuando el oro fue extraído de la tierra por primera vez, hace más de cinco mil años, era algo sagrado. Era el sol dela tierra, y el sol era Dios. El sol y la luna eran los ojos del Dios egipcio Horus, quien era hijo de Ra, Dios del sol. Pero también los reyes de Egipto eran hijos de Ra, y así, Horus era hermano del Rey, e incluso en ocasiones, éste se identificaba con aquel. Por ello no resulta sorprendente que el rey pusiera la mano sobre el sol salido de la tierra negra, y que la fórmula para la elaboración del oro fuera un secreto de los sacerdotes. Hasta la Edad Media, la relación del valor de los dos metales nobles, estaba fijada de acuerdo con los ciclos de los dos cuerpos celestes. Incluso, la forma redonda de las monedas de oro y plata hacen referencia a sus modelos celestes. Las más antiguas monedas muestran signos que guardan relación con el sol o con su ciclo anual.
La noble naturaleza del oro, la terrena y la celeste, era algo irrefutable para los alquimistas. Siguiendo las tradiciones egipcias comenzaron a desarrollar su ciencia en los primeros siglos después de Cristo. De acuerdo con los conceptos de la época, lo que hacían los alquimistas, era una ciencia exacta. Basaban sus principios en la doctrina aristotélica, según la cual, todos los cuerpos no eran sino formas fenoménicas de una misma materia. Por ello, era absolutamente posible transformar una materia en otra. Este principio parecía estar al alcance de la mano.
Del mismo modo ocurría en los primeros decenios de nuestro siglo con la posibilidad de la separación del átomo. La doctrina de la teoría de la relatividad. Los principios de la ciencia natural aristotélica fueron vigentes hasta bien entrado el siglo XV. Este es el motivo fundamental de que la alquimia se mantuviera tanto tiempo actual. La alquimia entonces, se basa en un cúmulo de experiencias heredadas de la antigüedad y se referían al laboreo de los metales y las aleaciones. También se practicaba la producción de piedras preciosas artificiales.
Durante toda la Edad Media, los trabajos experimentales siguieron adelante, dando origen a la química moderna.
Paracelso fue el primero en definir la vida del hombre cómo un proceso químico. Así, afirmó la necesidad de superar por procedimientos químicos las fallas del proceso en la que veía las causas de las enfermedades. Todo aquel, que hoy día acepta tomar una pastilla o deja colocarse una inyección, está aceptando de hecho la teoría del alquimista Paracelso. Y Robert Boyle, propulsor de una institución secreta para el desarrollo de la ciencia, descubrió la composición del aire.
La Masonería busca el oro interior y lo encuentra en la perfección humana. Esta es la comparativa y complementación entre los valores espirituales y materiales contenidos en una concepción científica filosófica única: el convencimiento del alquimista de que Dios sólo confiaría este secreto a quien hubiera alcanzado el más alto grado de perfección humana. Otra razón coincidente de estas dos escuelas actuando en diferentes épocas de una misma civilización les ha permitido a través de los tiempos, preservar una misma inquietud: La búsqueda de la Luz, de la Verdad y de la Vida, para que individualmente se revele el conocimiento eterno y se manifieste a través de nosotros, convertido en impulso y factor de todo progreso. El Origen de la Masonería también se hunde en tiempos en que los datos históricos se aúnan y confunden con la tradición y la leyenda alquímica. Es preciso remontarse a épocas tan lejanas como las de Egipto antiguo y primitivo para encontrar vestigios de los primeros pasos de una y otra, y que al correr de los siglos habían de transformarse en una heredad propia, por lo menos si atendemos a la significación de sus innumerables ritos y símbolos, doctrinas espirituales y morales, todo lo cual ha ido perfeccionándose a través de las centurias.
El carácter universal del conocimiento humano atinente a una sola disciplina histórica se deduce lógicamente al establecer que nada puede ser verdadero sino contiene un principio universal. Al decirlo con palabras del más grande de los filósofos griegos "si no hay ciencia más que en lo universal", la universalidad masónica como  ciencia del espíritu, como índice orientador en la esfera moral, como diáfana expresión del bien que debemos a todos nuestros semejantes, conforma categóricamente un cuerpo doctrinario de normas de conducta individual y de acción social que convierta a todos los hombres en múltiples sistemas y procesos de trasmutación alquímica por elevados caminos, que les permita lograr la total identificación con el Ser Supremo o el Todo en un maravilloso estado de interrelación y armonía propios de todo ser viviente en analogía con la constitución del universo.
Existe a través de la historia de las civilizaciones y su tiempo, un parangón indiscutible entre la enseñanza masónica y el conocimiento del esoterismo universal a través de todas sus épocas. Así, la ciencia cabalística, la teoría de Hermes, la masonería oculta, la masonería jesuítica, el carbonarismo y sus demás instituciones análogas, la Biblia y sus relaciones con la tradición y los mitos de la masonería, la iconografía, la mitología y su historia son algunos de los tantos estudios de la masonería universal, en un compendio que abarca desde la organización primitiva de la Orden hasta nuestros días. Coincidente en todos sus simbolismos la masonería y la alqumia nos muestra todo un mundo de simbolismos creados: la serpiente que se muerde la cola, el león rojo y verde, el monocerote, el hermafrodita alquimista como criatura perfecta por llevar en sí caracteres masculinos y femeninos, el ave fénix que resurge de sus cenizas, el dragón que ha de ser sacrificado para convertirse en un ser superior, son parte del contexto de infinitas obras, fórmulas y recetas alquímicas, que fueron expresadas siguiendo una tradición de los sacerdotes egipcios.
Muchas de estas obras que componían el Serapeion, una parte de la biblioteca alejandrina fueron hechas quemar en el año 389 por el Patriarca Teófilo, para eliminar de una vez para siempre la competencia de los sabios.
En la Edad Media, los sabios ya no constituían oposición alguna para los teólogos como San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. Tampoco lo eran otros médicos cuya ciencia no rezaba como tal para los teólogos. El Papa Clemente V que residía en Aviñón, no tuvo inconveniente en hacer venir al alquimista y médico Arnaldo de Vilanova, que en numerosas ocasiones debió huir de las autoridades religiosas, acusado de herejía.
EL CONOCIMIENTO GNOSTICO.
La alquimia en su actitud intelectual es de origen gnóstico. Característica de la gnosis es la contemplación estática del cielo, de la Luz y del Ser Supremo. En ella aparece una completa jerarquía de Eones, Demiurgos, Demonios y Ángeles, juntos a la Divinidad que desciende hasta la materia caótica e inánime para animarla, con lo que poco a poco van perdiendo su divinidad hasta quedar aprisionados en la materia. En la concepción alquimista del mundo, volveremos a encontrar esta herencia babilónica de la gnosis, así como la polarización masculino-femenina de cada fenómeno. El empeño gnóstico para liberar a los elementos espirituales de su ligazón material se convierte en receta alquimista, al igual que la fusión de los elementos masculinos y femeninos del cosmos. Por ello, un lema alquimista reza: "Solve et coagula" (Disuelve y Coagula).
La fe en la magia procede de la sensación de independencia, fuerzas cuya acción y poder resulta incomprensible y, por ello, se consideran ilimitados. Lo que se busca es una fórmula que actuando sobre los sentidos, defina categóricamente el secreto.
Los alquimistas presentan esta fórmula en la Tábula Smaragdina de Hermes Trismegisto, nombre griego que significa "El tres veces Supremo Hermes". Este profeta fue considerado personaje histórico por los alquimistas. Según la leyenda, fue Alejandro Magno quien, después de conquistar Egipto arrancó de las manos del cadáver de Hermes Trismegisto, enterrado en la Cámara Sepulcral de la Gran Pirámide de Gizeh, la Tábula Smaragdina, tabla de esmeraldas provista de un epígrafe.
Desde mucho tiempo, el nombre de Hermes hizo pensar a los historiadores de la alquimia. Hermes, el mensajero griego de los dioses responde en el sincretismo alejandrino al Dios Egipcio Toth, inventor de los números de la escritura. Se podría decir también, de la actividad intelectual y de la ciencia. En los años veinte del siglo noveno, se encontraron dos papiros llamados de Leyden y de Estocolmo que contenían el texto de la Tábula Smaragdina. Estos papiros fueron encontrados en una tumba de Tebas, Egipto. El texto es el mismo que los alquimistas han venido transmitiendo desde el siglo III y que han llegado hasta nosotros en dos versiones: una latina y otra árabe del siglo IX que fue descubierta en 1923, y su texto dice:
"Es cierto sin duda y en verdad que lo de abajo es igual a lo de arriba y que lo de “arriba es igual a lo de abajo, para la real y cabal realización del Milagro de la “Unidad.
"Y del mismo modo que todas las cosas han salido de la palabra del Uno, así “también todas las cosas, gracias al proceso, nacerán de la Unidad.
"Su padre es el Sol, su madre es la Luna. El viento la ha llevado en su vientre; “nodriza suya de la Tierra.
"Ella es la madre de todas las obras maravillosas del Universo.
"Su poder es absoluto.
"Desciende sobre la Tierra; la Tierra será separada del Fuego, lo fino de lo tosco.
"Con agudo sentido se alza mansamente desde la tierra hasta el cielo.
"Luego desciende de nuevo sobre la tierra y reúne en sí la fuerza de lo superior y “de lo inferior.
"Así poseerás tú la famosa Luz del Mundo y toda oscuridad, huirá de ti.
"Esta es la más fuerte de todas las Fuerzas Poderosas, pues ella domina todo lo “fino y escruta todo lo tosco. Así fue creado el mundo.
"Así de este modo se realizan maravillosas combinaciones. Por esto me llamo “Hermes. El tres veces Supremo, pues poseo las tres facetas de la Sabiduría del “Universo. Concluido está lo que yo he anunciado de la Obra del Sol".
Hermes en otro escrito ha dicho que el hombre es un microcosmos, pues contiene todos los elementos del macrocosmos y por lo tanto está sometido a las mismas influencias que éste.
Sí Se toma la Tábula Smaragdina como una receta para fabricar oro y los alquimistas así lo nacen, entonces las sentencias claves del misterioso Hermes no representaban ninguna dificultad. La naturaleza se recrea en la naturaleza, la naturaleza vence a la naturaleza, dice en la obra "Physika Kai Mystika" el llamado "falso Demócrito", quien recibió sus conocimientos del mago meda Ostanes, que no debe confundirse con el filósofo griego Demócrito de Abdera, entre 360 y 460 A.C. Este descubrió el concepto del "átomo", pues pensó que toda la naturaleza estaba compuesta de átomos, o sea de partículas  inmutables e indestructibles. Las formas fenoménicas que aparecen en la naturaleza, incluido el hombre y hasta los dioses, eran debidas según él, a la disposición de los átomos provocada por el movimiento. Y ESTO LO PENSO CASI DOS MIL AÑOS ANTES DE QUE SE DESCUBRIERA LA FUERZA ATÓMICA Y CASI SETECIENTOS AÑOS ANTES DE QUE APARECIERA LA ALQUÍMICA.
La práctica alquimista de los primeros tiempos se desarrolló en forma continuada a partir de Demócrito. En los siglos anteriores al nacimiento de Cristo se siguió cultivando la alquimia, Según lo demuestra un autor llamado Zósimo de Panópolis. Escribió hacía el año 300, una enciclopedia de la alquimia que constaba de veintiocho tomos. A diferencia de sus legendarios precursores, Zósimo era teórico y práctico y poseía muchos conocimientos químicos. Conocía el arsénico que definía como "segundo mercurio". La afirmación de Zósimo de que con ayuda del "segundo mercurio" se puede transformar el cobre en plata. Zósimo atribuye la invención del alambique a la alquimista "María la Judía". María era griega y explica así el sobrenombre de "la Judía": Zósimo bien por su manía de ocultarlo todo o bien por mantener su autoridad rígida, llamó a María "Miriam" la hermana de Moisés. Y sobre su libro sagrado escrito por él había preconizado: "No lo toques sí no eres de la estirpe de Abraham. Sí no eres de nuestro pueblo".
C.G. Jung, en su libro "Psychologíe und Alchemis", dice: "Zósimo cita en su obra "Sobre el arte y la interpretación" a una de las más antiguas autoridades de la al quimia, concretamente a Ostanes, situado cronológicamente en los límites de la historia, conocido de Plinio. La relación de Ostanes con Demócrito pudo haber tenido lugar en el siglo I. A Ostanes se le atribuyen las siguientes palabras:
«Ve a las corrientes del Nilo y allí encontrarás una piedra que tiene alma. Toma esta piedra, pártela, penetra con tu mano en su interior y extrae su corazón pues, precisamente en él, se esconde su alma. Tú encontrarás allí esta piedra que tiene alma», —comentario que hace referencia a la extracción del mercurio”.
Sinesio, contemporáneo de Zósimo, decía, que los alquimistas se expresaban a base de figuras, símbolos y analogías, para que sólo pudieran ser comprendidos por los iniciados, devotos e iluminados.
Demócrito de Abdera fue iniciado en la ciencia secreta en el Templo de Menfis, junto con otros, entre los cuales se hallaba María y un tal Pamenes. Demócrito y María supieron guardar el secreto de su arte en forma inteligente. No así Pamenes, calificado traidor de los secretos alquimistas.
Otros documentos alquimistas de la época mencionan que en Egipto se escribía en griego acerca de este arte para mantener ocultos los procedimientos y conocimientos alquimistas. Un mensaje de Isis a su hijo Horus, contiene en forma detallada el horrible juramento que le obligó a prestar a Isis el ángel Amnael, de que no comunicara a nadie, excepto a su hijo el secreto alquimista que le iba a revelar.
Isis, la diosa egipcia de la fertilidad, aparece aquí como "la hija de los hombre” a que se refería Zósimo. El ángel Amnael la instruye acerca de la naturaleza de los minerales que se forman de sus iguales. En ocasiones, en los documentos alquimistas, el nombre de Isis, es substituido por el símbolo de la Luna.
En cierta ocasión, Isis dice abiertamente que el ángel Amnael le reveló sus secretos en recompensa por su entrega. El juramento que el ángel le hace prestar es como sigue:
"Te hago jurar por el cielo y por la tierra, por la luz de las tinieblas; por el fuego, el agua, el aire y la tierra, por lo alto del cielo, por lo profundo de la tierra y el abismo de Averno; por Toth y "Anubis; por el ladrido del Cerbero tricéfalo, guardián de Averno; por la barca de Caronte y por Caronte barquero, por "las tres diosas de la fatalidad, por el látigo y la espada: no comunicaré a nadie el secreto, sino sólo a mi querido "hijo, para que sea él Tú y Tú seas él".
El Secreto contiene no sólo la receta para la fabricación de oro, sino también el nombre del Dios Ra, su oculto y verdadero nombre, cuyo conocimiento concede un poder espantoso. Un dios Egipcio, un mito adoptado por los egipcios y un método cabalístico y la idea de que el conocimiento del nombre secreto del Señor es la clave que hace saltar todas las cerraduras, es de origen hebreo.
En los siglos II y III hubo también un culto secreto de orientación gnóstica a Hermes. Hermes era venerado como espíritu puro. Como el demiurgo que creó el mundo y lo escruta como Logos. Se le identifica como el Salvador, como el mediador entre Dios y el mundo, al que consigue liberar del maligno influjo de loa planetas. El único planeta bienhechor en este culto, es el Sol, que es precisamente Dios mismo. Sólo se salvarán los elegidos, los perfectos, que beben ambrosía y que fueron hallados dignos de entrar en el reino de los cielos, después de la resurrección.
La iglesia, cada vez más poderosa, se volvía contra estas sectas eclesiásticas, que pese a sus buenos propósitos, no hacían sino malograr la esencia de la doctrina de salvación. La Iglesia reprochaba a la gnosis su apropiación de toda la religión natural babilónica. Esto se advertía en que a cada divinidad y a cada ángel se los emparejaba con una mujer. Esto constituyó una traída de dioses superiores, que para los babilonios se formaba con Anu, Dios del Cielo; Bel, Dios de la Tierra; y Ea, Dios del Averno y de los Mares. Luego existía toda una jerarquía de divinidades menores hasta Belcebú.
La popularidad entre Dios y el Mal, entre la Luz y las Tinieblas, para quienes el mundo no era sino fruto de la rivalidad entre Ormuz, Dios de la Luz, y Ahrimán, Dios de las Tinieblas.
ESQUEMA DE LA ALQUIMIA.
Al intentar trazar un esquema sobre la alquimia, no podemos limitarnos a una sola época como la de Zósimo, o a la de los médicos árabes ó a la del Emperador Rodolfo Il. Eliminaremos lo accidental y lo contradictorio. Nos facilita el trabajo el hecho de que los alquimistas hayan permanecido fieles a sus objetivos, métodos y mentalidad, a lo largo de los siglos.
La meta del "arte hermético" es el "magisterium" de la Gran Obra. A partir de Hermes Trismegisto quedó apuntado el método para extraer al oro su germen y luego lavarlo. Pero para ellos se requería un   elemento auxiliar, y muy pronto se encontró en "la piedra que no es piedra alguna". Este elemento ha recibido en la literatura hermética muy diversos nombres: "tintura", "elixir", pero el más usado es el de "Lápiz philosophorum" o "piedra filosofal".
Imaginemos que en este proceso un mineral era sometido a la acción de "la piedra". En ningún caso debería ser mineral de oro, pues según la teoría alquimista, este está contenido en los demás metales y todos ellos no son sino formas fenoménicas de la materia prima de Aristóteles. En consecuencia, la materia prima debe contener la "piedra". Entonces sólo hay que abrir la materia prima y extraer de ella "la piedra”. Este elemento llamado "materia prima" y también "tierra virgen" y "leche virgen", corresponde al caos, al desorden. Sólo se sabe de él que está formado por los cuatro elementos aristotélicos que los alquimistas llaman "esencias", y son: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Además estas cuatro esencias deben contener asimismo una quinta, la "quinta essentia", o sea, "la piedra". Según Aristóteles, cada uno de los cuatro elementos puede transformarse en otro. Cada elemento posee dos características básicas: humedad (estado líquido) y sequedad (calor o frío).El fuego es caliente y seco. La tierra, seca y frîa. El agua, fría y liquida. El aire, húmedo y caliente.
Si la tierra pierde sequedad, se convierte en agua. Si el agua pierde el frío se convierte en aire. Si el aire pierde humedad se convierte en fuego. En consecuencia, según Aristóteles, lo UNICO QUE CAMBIA ES LA FORMA, LA MATERIA SIGUE SIENDO LA MISMA.
Los alquimistas se preguntaron entonces, qué fuerzas formaban las materias y los elementos. Y obtuvieron la Siguiente respuesta:
"Hay dos principios que determinan la forma exterior de la materia prima: el principio del mercurio. En su opinión, todos los metales constan de azufre y mercurio. Mientras que el azufre está emparentado con el fuego, el oro y el sol; el mercurio lo está con el agua, la plata y la luna. Penetrando aún más profundamente en el lenguaje simbólico alquimista, tenemos que el sol, donador, es para ellos masculino, y la luna, receptora, femenina. Por ello la secuencia simbólica sol-oro-azufre, aparece siempre como masculina preferentemente (como rey) y la secuencia luna-plata-mercurio, como femenina (como reina).”
¿Por qué precisamente azufre y mercurio? ¿Por qué los primeros alquimistas calentaron estos dos elementos en sus retortas?
El azufre se sublimaba y seguía siendo azufre. El fuego no podía arrebatarle nada. Estaba emparentado con el fuego, y por lo tanto, también con el sol y con el oro.
El mercurio se evapora y, no obstante, se vuelve otra vez líquido. Es un metal y al mismo tiempo un líquido. Está emparentado con el agua y por ello también con la luna que rige el agua del mar y tenía el color de la plata. Del mismo modo el azufre es amarillo como el oro.
La idea inmediata fue unir el azufre con el mercurio. Unirlos en una determinada proporción, emparejarlos como hombre y mujer, sol y luna, oro y plata, fuego y agua. Entonces tenía que surgir la quinta­esencia. Por eso la piedra filosofal aparece frecuentemente como andrógino, como hermafrodita, como persona que es medio rey y medio reina, y que pisa con los pies al dragón de la materia prima, al caos.
En la filosofía alquimista, el espíritu corresponde al principio del azufre, y el alma al principio del mercurio. Pero faltaba aún un cuerpo para tener el trinomio. Los alquimistas lo encontraron en la sal. No en la sal común o alguna otra sal, sino en el principio de la sal, o sea, en lo que da forma, en lo que cristaliza y también en la forma misma.
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LA MASONERÍA, que de "operativa" evolucionó a "especulativa", para el empleo precisamente de su lenguaje simbólico, con el respaldo de una "vigorosa voluntad" para el mejor logro de una superior conducta humana, debe realizar la moderna y permanente tarea de TRANSMUTAR sus vicios, hábitos, instintos, pasiones, defectos, desvíos y humanas limitaciones, en actitudes y normas virtuosas que le permitan una mayor y ejemplar relevancia moral y equilibrada sapiensa, ante el contorno humano que la rodea.

J.R.R.  -  M:. M:.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

MUY BUENO!!!!
EL K BUSCA ENCUENTRA.

Anónimo dijo...

realmente interesante igual debe de haber mas para leer....