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martes, 31 de diciembre de 2013

EL AÑO NUEVO


 A continuación una conferencia muy a propósito de la fecha, de Omraam Mikhaël Aïvanhov, Maestro espiritual de origen búlgaro, el que nos dejó hace ya algunas decenas de años; pero es mi opinión que su enseñanza es de una gran profundidad y al mismo tiempo entendible a todas las personas. No me cabe duda que la Luz superior brilló en este espíritu y fue difundida a todos aquellos que quisieron escucharle.
Si quieren saber más acerca de su mensaje, les sugiero que se dirijan a la siguiente dirección: http://www.omraam.es/ y allí encontrarán más información a este respecto.

Que lo disfruten

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Hoy quisiera deciros unas palabras sobre lo que nos enseña la tradición esotérica respecto al primer día de año nuevo. Como sabéis, los únicos conocimientos que me interesan son aquellos que pueden ponerse en práctica; así pues, lo que voy a deciros encontrará aplicaciones inmediatas en vuestra vida cotidiana.
Generalmente el primer día del año encuentra a las personas bailando en las discotecas; están contentas por saludar el año nuevo, por esto lo empiezan divirtiéndose, entre placeres y locuras. Luego, durante todo el año, vivirán en la futilidad y la inconsciencia, y como la inconsciencia acarrea tribulaciones, éstas se presentan inmediatamente. Es estúpido empezar el año con semejantes manifestaciones, porque demuestra que no se tiene noción alguna del aspecto espiritual y mágico de las cosas. Ahora bien, a mí, precisamente, es esto lo que me interesa.
La Cábala nos enseña que cada nuevo día es un ser vivo, sensible, que graba toda nuestra actividad física y psíquica. Así pues, se puede decir que los 365 días del año son como una cinta magnética en la que cada día se graba todo lo que ha habido de bueno y de malo, de feliz y de desgraciado. Cada año de nuestra vida representa así una cinta magnética grabada.
El año nuevo es enteramente nuevo, pero al mismo tiempo es viejo por todo lo que el hombre ha vivido ya. Como el agua pura de las montañas que viene a mezclarse con el agua estancada de la llanura, el año nuevo, que es original, no lo es del todo, porque los hombres arrastran multitud de cosas viejas con ellos. Por esto, aunque sea todo nuevo, no llegan a vivir una vida nueva. El año nuevo está virgen y sin mácula, pero, ¿adónde va? ¿en casa de quién se introduce? El pasado, es decir, los estados y los acontecimientos que el hombre ha vivido, se inscriben y quedan grabados en él. Por esto le es muy difícil borrar esas huellas, esas grabaciones, esos clichés del pasado. Para conseguido le es necesaria una gran ciencia y también mucha paciencia y voluntad.
Pero cuando yo hablo del pasado, no sólo me refiero al pasado de esta encarnación, de los días y de los años que hemos vivido, sino también al de otras encarnaciones, pues el hombre arrastra las marcas de su pasado cercano y lejano. Sólo los Iniciados saben trabajar sobre sí mismos para limpiarse de las manchas del pasado; los demás no sospechan siquiera que hay un trabajo a hacer para que el presente que brota siempre nuevo no sea contaminado por lo viejo, por lo caduco. La cuestión no es tan simple como parece. Desgraciadamente la mayoría de la gente no piensa que tiene que estudiar, profundizar, transformar: esperan el año nuevo en la convicción de que por fin este año les proporcionará lo que desean: el gordo de la lotería nacional, el matrimonio con un príncipe, la fabulosa herencia de una abuela o de un tío de América. Otros buscan noche y día las fórmulas que les permitan descubrir los tesoros enterrados en las cuevas o en el fondo de los mares. Siempre están viviendo de ilusiones, diciéndose: «El año nuevo me traerá esto o aquello», y esperan. Pero el año transcurre como los demás, y a veces peor que los anteriores. No han sembrado nada, ¡y esperan que crezca algo! Pues no, en esas condiciones, nunca ha fructificado nada en ninguna parte. Sólo si hubiereis plantado, tendréis el derecho a esperar frutos, de lo contrario, no hay nada que esperar.
¿Habéis trabajado, habéis labrado la tierra, vuestra propia tierra? ¿habéis sembrado y plantado algo en vosotros mismos? En este caso, podéis esperar que el año nuevo os traiga alegría, felicidad y paz, y aunque no lo esperéis, os lo traerá. Pero si no habéis plantado nada y sin embargo esperáis... ¡qué esperanza tan desesperante, os lo aseguro!, pues no está basada en ninguna ley natural.
El año nuevo no está absolutamente separado del viejo; quizás no directamente, pero indirectamente está siempre en relación con él. Porque este año nuevo parece virgen y fresco como un niño... De un niño que acaba de nacer se dice que es puro, que es inocente. Sí, pero sólo en apariencia, pues este niño que ya está atado a sus padres, abuelos, bisabuelos, a la sociedad, al espíritu del siglo, lleva consigo las marcas de sus vidas pasadas, y un día, de una forma u otra, todo esto se manifiesta. El año nuevo está virgen, es puro, inocente, como hecho de una tela de blancura inmaculada, pero en cuanto entra en contacto con el hombre, ya se colorea: como el agua pura que desciende del cielo y toma el color de las tierras que debe atravesar.
El año llamado nuevo es pues ya viejo desde el comienzo, porque se encuentra con un hombre que ya es viejo en sus pensamientos, sentimientos y costumbres. No se acordó de limpiar los recipientes, las cacerolas o los cántaros con los que debe recogerse el agua pura del año nuevo. Sin embargo, esto es lo primero que se aprende en una cocina: cuando hay que verter agua limpia en un recipiente, éste debe estar limpio, y además es necesario raspar las paredes, de lo contrario el agua se vuelve sucia a causa del recipiente; hasta los niños saben esto. Pero cuando se trata de verter agua pura en su alma, en su cabeza, en su corazón, el hombre no piensa en limpiarse: no ha asimilado la lección que aplica cada día en su cocina, no ha comprendido que también en el espacio interior debe aplicar las mismas reglas: tirar lo que está sucio y guardar sólo lo que es puro. ¡Cuántos detalles en la vida cotidiana pueden hacemos comprender esta verdad! En una casa, por ejemplo, hay cuadros, muebles hermosos o joyas de valor que se conservan durante años, y a veces durante siglos, pero todo lo que, no tiene ningún valor se echa; en cuanto a las flores ocurre lo mismo; se conservan dos o tres días, y después hay que reemplazarlas... ¡Pero el hombre cree poder conservar eternamente en sí mismo todo lo que está viejo, sucio y corrompido!
Para comprender mejor el año nuevo debemos recibido con la profunda convicción de que es un ser vivo y rico que trae estupendos regalos, y que para recibirlos adecuadamente hay que preparar numerosos aspectos de uno mismo, pulir profundamente estos aspectos para eliminar lo caduco acumulado en el corazón y en la cabeza. Antes de que llegue, hay que dejar un hueco para el año nuevo en el propio yo. La Cábala dice que el año nuevo está influenciado por las estrellas. El nacimiento de un año se parece al nacimiento de un niño. Es el nacimiento de una vida que va a durar un año. Cuando nace un niño, se hace su horóscopo según el día y la hora de su nacimiento para determinar el desarrollo de los acontecimientos que ocurrirán en su vida. Lo mismo ocurre para el año, y hay que saber que el primer día va a determinar el primer mes, el segundo día el segundo mes, el tercer día el tercer mes, y así sucesivamente... Por consiguiente hay que vivir, pensar, sentir y comportarse correctamente por lo menos durante los doce primeros días para establecer una base inteligente, luminosa, gracias a la cual los doce meses del año quedarán influenciados, determinados por el bien.
Algunos dirán: «Yo he hecho todo lo posible durante los doce primeros días, pero no ha sido un año maravilloso». Es porque os habéis dejado influir por las viejas cosas del pasado. Hay que limpiarlo, raerlo todo, lavarse y purificarse. Pero no se hace, porque no se piensa en ello. Evidentemente es imposible limpiarlo todo, purificarlo todo en un día: la influencia de siglos pasados está ahí, y el año nuevo estará siempre mezclado con el viejo. Para obtener una mejora del cien por cien, habría que ser una divinidad. Pero mejorar la situación en un veinte, treinta, cincuenta por cien, es suficiente para los discípulos.
Si queréis establecer el horóscopo de lo que el año será para vosotros, no debéis tomar la hora de medianoche, porque a pesar de las diferencias de latitud, de longitud, sería un horóscopo para toda la humanidad y no correspondería a los acontecimientos que pueden ocurrir en la vida de cada uno. Seguro que es posible compensar este horóscopo colectivo con vuestro horóscopo natal para prever o explicar los sucesos. Pero si se quiere establecer el horóscopo del año para alguien en particular, se debe elegir el momento de despertarse, o de empezar a manifestarse. Este es el momento de su «nacimiento», o primer día del año nuevo. Si un hombre se levanta a las once de la mañana, es a las once horas cuando hay que hacerle el horóscopo, porque en ese momento ha empezado a moverse, a chillar, a pedir a su mujer: «¿Dónde están mis calcetines, mi camisa»?.. ¡Y sobre todo los gemelos, que no aparecen! Sí, la vida de cada cual está determinada por lo que empieza a hacer el primer día del año al despertarse.
Para nosotros, que formamos parte de una colectividad, el año empieza ahora, en el momento en que nos reunimos para rezar y cantar. Luego, durante todo el día, debéis vigilar vuestros pensamientos y sobre todo vuestras palabras; si la lengua os escuece, id a esconderos en cualquier parte, pronunciad algunas palabras para tranquilizaros, y volved sonrientes. Al día siguiente también debéis vigilaros para conseguir las condiciones óptimas para el mes siguiente... Aún así, puede que vuestro año no sea absolutamente ideal porque, como ya os he dicho, el presente está atado al pasado, es decir, a los años precedentes y también a las vidas anteriores. Si por ejemplo debéis dinero a alguien, puede que venga a reclamároslo el primer día del año; no dejará que éste transcurra, incluso puede que venga justamente ese día... y si tenéis enemigos en el plano astral, la fecha del 1 de enero no impedirá que os atormenten. ¿Cómo desembarazarse de esos enemigos interiores? He aquí una cuestión muy importante porque debéis saberlo el hombre tiene enemigos internos, y esos son los peores. Pero a pesar de que no obtengáis resultados absolutos, esto que os digo siempre será útil porque os permitirá mejorar la situación, y sobre todo evitar que empeore.
Ahora, podemos levantamos y empezar nuestras plegarias como de costumbre. Así inscribimos el primer día del año 1963 en los registros akásicos viviéndolo sumidos en la plegaria, en la adoración, en el amor y en los cantos. Y que Dios clemente y misericordioso se incline sobre la Fraternidad, que Él le dé posibilidades de expansionarse, de proyectar luz en el mundo entero para que su Reino venga lo más pronto posible sobre la tierra, y que la paz y la armonía se instalen por fin entre los hombres. ¡Si las personas están demasiado interesadas en sus asuntos o demasiado ocupadas en las discotecas y en los cabarets para anhelar, desear y pedir la realización del Reino de Dios sobre la tierra, que haya al menos algunas personas que lo piden!
Ved, pues, cuál es el trabajo a hacer durante este año. Primero fijaros este ideal, este fin sublime: realizar el Reino de Dios y su justicia sobre la tierra. Además, estad siempre despiertos, conscientes, para observaros, ved si os aproximáis a este ideal o si os alejáis de él. Por fin, el tercer punto, se sobreentiende: consagrar todas vuestras fuerzas y vuestras capacidades para la realización de esta tarea. De esta manera, el intelecto, el corazón, y la voluntad van en la misma dirección: el intelecto está siempre atento, vigilante, es claro y perspicaz, lúcido; el corazón alimenta este alto ideal, lo desea, lo ama, está siempre en comunicación con él; y la voluntad se pone a trabajar para servir, a la vez, al corazón que desea lo más elevado, y al intelecto que, como un guía, un consejero, un instructor, vigila, ilumina y orienta. En estas condiciones, cualesquiera que sean los obstáculos y las dificultades, el espíritu del hombre triunfará siempre; tarde o temprano triunfará, porque estos tres factores primordiales disponen de elementos extremadamente poderosos que, por el momento, desconocemos.
Si no obtenéis los resultados que deseáis, se debe a que aún no habéis reunido totalmente estos tres factores, no los habéis conciliado ni entrelazado. Cada uno trabaja, pero por cuenta propia, sin relación con los demás, sin armonía. Si el intelecto ha comprendido que orientarse hacia las alturas es algo magnífico, así como alcanzar las cimas, fundirse con el Creador, a menudo las preferencias del corazón van en otra dirección. Y por este motivo debéis intentar esclarecerle, orientarle, dirigirle. Es realmente posible empujar a vuestro corazón hacia aquello que vuestro intelecto encuentra razonable, sabio y útil, e incitar a vuestra voluntad a ejecutarlo. Pero la mayoría de las personas no se dan cuenta de la existencia en ellos de estas contradicciones, de estos desórdenes, de estas luchas, y aún dándose cuenta, lo aceptan como una fatalidad, porque ignoran la causa. Y es que no han encontrado aún un guía que les aconseje para reunir estos tres poderes, el intelecto, el corazón y la voluntad, a fin de orientados en la misma dirección.
En realidad, el hombre puede remediar todas sus divisiones internas creándose un ideal divino y estando dispuesto a seguido a cualquier precio, nutrirlo, desearlo y alimentarlo hasta que este ideal se posesione en él, se instale y se concrete, encarnándose en él hasta el punto de que finalmente sean una misma cosa. Todos aquellos que viven sin un ideal advierten que sus fuerzas se dispersan con rapidez y arruinan completamente su existencia.
Desgraciadamente, esta asociación formidable es la unión indivisible entre el intelecto, el corazón y la voluntad para la realización de un ideal; ¿sabéis dónde se la encuentra muy a menudo? En los criminales. Inconscientemente han conseguido, como los Iniciados, unir estos tres factores, pero en este caso con la finalidad de robar, matar, destruir. Y, en general, entre esos criminales y los Iniciados se encuentran muchas personas sin verdadera orientación, en las que esos tres factores están desunidos o luchan entre sí.
Está dicho en el Apocalipsis: «Tú puedes mostrarte frío o cálido, pero si te muestras tibio, yo te vomitaré de mi boca». Estas palabras sobreentienden toda una ciencia. «Tú puedes mostrarte frío o cálido», quiere decir: inclínate por el bien o por el mal, pero no permanezcas vacilante, flotante; que tu intelecto, tu corazón y tu voluntad trabajen conjuntamente, aunque sólo sea en pocas cosas. El Cielo no ama a los criminales, pero al menos son seres fuertes, decididos, capaces, y el Cielo ama estas cualidades. Porque aunque por el momento esos seres hacen el mal, el Cielo se dice: «algún día cambiarán. Una pequeña zancadilla y se les obligará a cambiar de dirección. Desde el momento en que se han ejercitado durante largo tiempo en obrar asociando su corazón, su intelecto y su voluntad, son preciosos para nosotros, podremos utilizados». Pues en tanto que han tenido el coraje, el espíritu de decisión, la voluntad para robar, destruir, exterminar, los tendrán también para hacer el bien. Mientras que los indecisos, los débiles, puede que no hagan mal alguno, pero tampoco son capaces de hacer el bien, y el Cielo se desespera porque no sabe en qué emplearlos. En ellos todo está desordenado, no tienen ninguna convicción, cualquiera puede influirles, y la misma Logia negra puede servirse de ellos. Son, pues, peligrosos y por esta razón se dice que serán «vomitados», es decir, rechazados.
Si algunos no consiguen cierta realización interna, ni tan siquiera externa, es porque los tres poderes del intelecto, corazón y voluntad están desunidos.
Exactamente lo mismo ocurre en una familia: cuando el padre marcha en una dirección, la madre en otra y los niños en una tercera, ¿qué pasa? Esa familia se disgrega. Pues bien, las mismas leyes existen en la familia interior: el padre, el intelecto, tiene su objetivo; la madre, el corazón, tiene también el suyo, totalmente diferente; y la voluntad, es decir, los hijos, sin directriz alguna, no hacen más que tonterías.
Vosotros estáis en una Escuela Iniciática a fin de tomar conciencia de muchas verdades nuevas que os sirvan para enderezar vuestra vida, reorientarla, organizarla y darle una dirección divina. Probadlo, poned orden en vosotros mismos, en vuestro intelecto, en vuestro corazón y en vuestra voluntad, unid estos tres factores y dirigidlos hacia un mismo fin: el cumplimiento de la voluntad de Dios. Veréis como cambia vuestra vida. Lo cual no quiere decir que no volváis a ser sacudidos por nuevos tomados y temblores de tierra; no, mientras se viva sobre la tierra tendréis sacudidas, pero pasarán deprisa y sólo dejarán huellas superficiales. La casa se mantendrá en pie porque está construida con materiales resistentes. Mientras que en el pasado, al menor choque todo se derrumbaba.
Yo no os hago grandes promesas, no os digo que entrando en la Enseñanza obtendréis todo tipo de riquezas, de gloria, y la amistad de los poderosos. La única cosa que puedo deciros es que, si llegáis a dirigir vuestro intelecto, vuestro corazón y vuestra voluntad hacia un mismo fin, se producirá un cambio en vuestra conciencia. Este cambio será minúsculo al principio, pero el Cielo y la tierra están en él. Acordaos de lo que dijo Jesús a propósito del grano de mostaza: « Esta es la más pequeña de todas las simientes, pero cuando ha crecido es la más grande de las plantas del huerto; y se transforma incluso en un árbol, en el que los pájaros del Cielo vienen a posarse». No es pues el grosor o la pequeñez del frasco lo que cuenta, es su vigor. Podemos identificar al grano de mostaza con un pensamiento, un sentimiento, en apariencia imperceptibles pero que, si son intensos y las condiciones adecuadas, tienen el poder de producir realizaciones gigantescas. «Los pájaros del cielo vienen a abrigarse en sus ramas», dice Jesús. Los pájaros son los espíritus del mundo invisible que vienen a visitamos e incluso a encontrar un abrigo en vosotros.
Yo no os hago pues grandes promesas, sólo os digo que si procuráis comprenderme bien, si recogéis con amor la pequeña promesa que os hago hoy, si la cuidáis, si la alimentáis, crecerá un árbol donde los mismos ángeles vendrán a posarse. El grano que hoy os doy, es transmitiros el ideal de asociar estos tres factores: la inteligencia, el corazón y la voluntad, para un mismo fin, pues sólo en estas condiciones son posibles las grandes realizaciones. Como estos factores son de origen divino, cada uno contiene tesoros inauditos, y una vez unidos y reconciliados con el Cielo, están en comunicación constante con él. Cuando el intelecto tiene sus raíces en el Cielo, su luz aumenta y recibe continuamente inspiraciones y revelaciones. Cuando el corazón está ligado al Cielo, en donde tiene su origen, bebe el elixir de la vida inmortal, bebe del amor, está siempre maravillado, siempre embelesado y se vuelve vasto como el universo. En cuanto a la voluntad, si está constantemente ejercitada, se vuelve tan poderosa que derriba todos los obstáculos: unida al Cielo, puede ser tan fuerte como Dios mismo.
Dicen que la unión hace la fuerza, pero hasta el momento esta unión sólo ha sido entendida exteriormente, en el terreno social, político, militar: unión para destruir, o unión para construir, pero siempre se trata de una unión externa. En adelante, hay que comprender la unión interiormente. Debemos estar unificados por nuestro ideal, debemos estar unificados por una idea divina, por nuestro amor fraternal; unificados en los trabajos que realizamos para traer el Reino de Dios. Es entonces cuando la unión se convierte en un poder extraordinario. La unión externa no es mala, pero es incompleta. Las personas se asocian momentáneamente, pero al poco tiempo, esta asociación se deshace y cada uno se va por su lado. Mientras que la unión de la que estamos hablando, la unión que da lugar a la verdadera fuerza, dura eternamente. Cuando os unáis a los Ángeles, al Cielo, a vuestro Yo superior, no será por un día, o dos, ni siquiera por algunos años. No os uniréis para obtener un resultado cualquiera después del cual os hundís de nuevo en la ignorancia y las tinieblas, ¡no! Se trata de una unión para siempre, para toda la eternidad... Esto es lo que debéis entender.
Hoy es el primer día del año y durante doce días como mínimo tenéis que vigilaros, tenéis que estar atentos a vuestras palabras, a vuestros sentimientos, a vuestros gestos, siempre con el pensamiento puesto en el Reino de Dios y en la Fraternidad universal. Evidentemente es muy difícil, pues siempre surgen cosas imprevisibles; pero si vuestra conciencia está ahí para vigilar, para orientar, para remediar, podéis hacer un trabajo glorioso, un trabajo divino. Es posible que durante esos doce primeros días tengáis tentaciones, pruebas, solicitudes de criaturas inferiores... son cosas que hay que prever. Yo no os prometo durante estos doce días tarea fácil ni para vosotros ni para mí; pero al menos, todos juntos, unidos, podremos ayudamos mutuamente. Lo más importante es la unión, pero prioritariamente la unión en nosotros mismos de corazón, intelecto y voluntad.
Algún día, cuando tengáis la posibilidad de recordar todo lo acaecido en los diferentes momentos de vuestra existencia, constataréis sin duda alguna, que los minutos que habéis pasado en la Fraternidad entre meditaciones, cantos y rezos, habrán sido los más importantes y los más preciosos de vuestra vida. Actualmente no lo veis, no lo sabéis, pero algún día, cuando veáis las cosas con más claridad, comprenderéis el tipo de trabajo en que habéis participado, y entonces diréis: «¡Que Dios sea loado, que Dios sea loado por haberme permitido participar en esta grandiosa obra!» Y cuando os sean mostradas las consecuencias de este trabajo, las maravillas realizadas en el mundo entero gracias a este trabajo, quedaréis deslumbrados, pues este trabajo en el que os pido que participéis, ha sido ya emprendido en lo alto por los ángeles y las divinidades, y los que estamos aquí sólo deseamos abrir una pequeña puerta para que esta labor divina obtenga también resultados en nuestro plano físico.
Omraam Mikhaël Aïvanhov, en Sevres, 1 de Enero de 1963

sábado, 2 de marzo de 2013

LA OBRA DEL CABALISTA (INTRODUCCIÓN)

A continuación la Intoducción del libro llamado "La Obra del Cabalista" de Z'ev ben Shimon Halevi, extraida de una edición de Editorial Ibis  S.A., primera edición año 1990. Barcelona.

Aunque bastante resumida, esta introducción propone una visión clara de la transmisión de la tradición de la Cábala y como se enfrenta a nuevos problemas y decisiones en el mundo actual

Este es un libro esencialmente práctico: la razón de los rituales entre el Árbol de la Vida y la psicología profunda, junto aun gran número de ejercicios psicofisiológicos.


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El método del cabalista consiste en el arte práctico de entrar en los mundos superiores y participar de ellos. Sea por la acción, la devoción o la contemplación, su meta es siempre servir a Dios y ayudar en la gran Obra de la Unificación. Esta obra es la perfección de la Humanidad, de modo que Adán, la imagen de lo Divino, puede darse cuenta de que los universos exterior e interior son el reflejo de Dios que contempla a Dios.

Antes de este penúltimo estado de Ser, antes de la unión total con el Absoluto, el universo y la Humanidad tienen que pasar por muchas etapas. Según cierta concepción la raza humana en su conjunto no ha alcanzado todavía ni la mitad de su desarrollo. A decir verdad, la historia y los acontecimientos del presente siglo indican que la vasta mayoría de las almas humanas sobre la faz de la Tierra se encuentran a mitad de camino entre la infancia y la juventud. Al cabo de dos guerras totales, la posibilidad de una tercera sigue siendo algo del todo real mientras las naciones llamadas desarrolladas reaccionan todavía como pandillas de adolescentes que se disputan un territorio, mientras que el resto se pelea por las canicas del poder y la riqueza. Afortunadamente, siempre ha habido una proporción de la raza humana dotada de mayor madurez, aun cuando haya una minoría de almas infantiles en cada sociedad cuya visión de las cosas es primitiva. Esta avanzada punta de lanza de la Humanidad se da en todas partes del mundo y en todos los momentos de la Historia. Se la puede ver encarnada en las figuras mesiánicas, los grandes profetas y maestros, o en tradiciones de alto desarrollo espiritual. Puede atestiguarse su influencia indirecta en las religiones vivientes de la Humanidad, y en períodos de cultura avanzada cuando el impulso creativo de influjo cósmico se marida con un momento de florecimiento de una sociedad para producir una cultura como el Islam temprano o la antigua China. Estas grandes épocas, como el período de los constructores de catedrales de la Edad Media, no podían haber surgido sin la presencia de gente que conociera los mundos superiores, y tuviera la capacidad de coger su sustancia y poder y centrarla en las actividades de la Tierra. Como otras tradiciones espirituales, ésta es la obra de la Cábala. No obstante, antes de que un individuo, un grupo o una escuela puedan emprender esta tarea, hay todo un proceso de entrenamiento y comprensión de lo implicado en ella. Esto por fuerza debe ser así, de lo contrario la operación de la unificación no será más que un ejercicio mágico centrado en la inflación personal y los intereses privados, que por cierto son lo contrario de la meta de la Obra de Unificación, como se llama a veces la Cábala.

La Cábala constituye una de las muchas tradiciones que intervienen en esas actividades. Si consideramos su antiguo linaje, se verá que la Cábala, aunque no siempre se la conoció con ese nombre, se practicaba en muchos de los grandes centros culturales del Medio Oriente y el Occidente. Se la encontraba en el Israel anterior al exilio, en Babilonia, en el Egipto helenista y en la Judea ocupada por los romanos. Estaba presente en la Mesopotamia islámica antes de pasar a Provenza y España en la Edad Media, y se practicó en Flandes y Bohemia como también en Polonia, Italia y la Inglaterra isabelina, donde Shakespeare sin duda conocía a judíos que por entonces vivían secretamente en Londres. La Cábala se estudió en la Holanda del siglo XVII y la Alemania del siglo XVIII, como también en la Inglaterra victoriana, aunque el sistema practicado por este tiempo se emparentaba ya lejanamente con la línea judía, que se había continuado en la Europa oriental y el Asia occidental.

Como puede advertirse, el mero contacto con la teoría de una tradición espiritual no basta para transformar a un individuo, para no hablar ya de una sociedad. Es preciso actuar de acuerdo con la secuencia de los cuatro niveles de existencia. Querer, concebir, planear y llevar a cabo un proyecto espiritual o transmitir una influencia cósmica no sólo requiere comprensión de principios esotéricos, sino capacidad para aplicarlos. Este libro intenta exponer el proceso de la adquisición de ese conocimiento y las técnicas de su utilización para diferentes propósitos y en varios niveles. Recurrirá a un material tradicional con el fin de satisfacer condiciones contemporáneas, pues la Cábala siempre se adapta al presente. Si esto no hubiera sido así, hace ya mucho que la línea habría muerto en el antiguo Israel en lugar de estar viva todavía y ser practicada en todo el mundo en formas que se adecuan a cada uno de los períodos y lugares. Y empezamos así con lo Eterno y lo traducimos a nuestro propio tiempo.


martes, 18 de septiembre de 2012

EL CANON - CAPÍTULO 1: INTRODUCCIÓN

A continuación el primer capìtulo, denominado: Introducción, de la obra de William Stirling: "El Canon" (La Cábala como clave de todas las cosas).
Deja bien planteada la premisa que existe un conocimiento oculto, que se expresa en el "Canon" de todas las artes antiguas, amparado principalmente por el conocimiento hacia el interior de los Templos, en las distintas formas y expresiones religiosas. Pero que en la actualidad se ha perdido este conocimiento en los actuales detentores de las formas religiosas masivas. Pero he de agregar, que según creo yo, no sucede igual en las Escuelas o Colegios Iniciáticos Reales, quienes aún se mantienen como fieles depositarios de este profundo saber milenario.

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El fracaso de todos los esfuerzos consagrados en tiempos modernos a descubrir lo que constituía el antiguo canon de las artes, ha convertido este asunto en uno de los enigmas más indescifrables que nos ha dejado la antigüedad. Es tan desalentador, que no se ha tratado el tema en absoluto. La ausencia de cualquier información explícita de los antiguos sumada a la completa ignorancia de las autoridades modernas, es suficiente para que uno se plantee presentar al lector alguna propuesta, que sea verosímil, sobre este obscuro tema. Espero, sin embargo, que la investigación de lo que parece ser una pista sobre el método utilizado por los antiguos arquitectos al construir templos, pueda resultar de alguna ayuda para esclarecer los principios que fueron la base común de las obras sobre las artes y ciencias de la antigüedad; pues parecería que había una ley canónica subyacente a la práctica de la construcción y de las demás artes.
Generalmente, esto ha sido experimentado por todos los estudiantes aplicados de la antigüedad, y se ha reparado ya en muchos signos de esta uniformidad. Pero como la base de todo en el mundo antiguo se centraba primordialmente en la religión, es en la teología antigua donde hay que buscar los fundamentos y la base del antiguo canon.
Los sacerdotes eran prácticamente los amos del mundo antiguo. Todo y todos estaban subordinados a la jurisdicción eclesiástica, y no se podía emprender ninguna obra sin su autoridad. Nadie negará que los sacerdotes estaban legítimamente autorizados a controlar la construcción de templos. Y que ejercieron este control está fuera de dudas. Por esto vemos que siempre han existido francmasones O alguna orden correspondiente a los francmasones medievales, con privilegios exclusivos y secretos necesarios para construir templos bajo la autoridad eclesiástica. Y el conocimiento que poseemos sobre los francmasones medievales es suficiente para demostrarnos que los secretos que poseían eran los de la religión, es decir, de la cristiandad medieval.
Son estos secretos de los antiguos sacerdotes, cuidadosamente protegidos por ellos mismos, y únicamente comunicados a los constructores de los templos, los que nos proponemos tratar en las siguientes páginas. Nos esforzaremos en mostrar que estos secretos, que comprenden la doctrina esotérica de la religión, se han transmitido ininterrumpidamente, al menos desde la construcción de las grandes pirámides hasta la actualidad. Evidentemente, el estudio del recorrido histórico de las pruebas sobre la continuidad de estas ideas, como ya hay libros que tratan esta investigación, está fuera del objetivo de este libro, ya que sería tratado superfluamente. Tan sólo tenemos que aceptar el testimonio de los antiguos historiadores griegos, quienes afirmaron enfáticamente que las doctrinas esenciales de la religión griega habían sido importadas desde Egipto. Sabemos que cualquier civilización Europea es de origen griego. Incluso el Evangelio es indiscutiblemente de origen tanto griego como hebreo; está escrito en griego y fue creado en los pueblos helénicos, y en los sitios donde fue aceptado en las sucesivas generaciones formó una imagen sobre Grecia. Como no hay ninguna razón para poner en duda las afirmaciones de los historiadores griegos por, lo que refiere a la deuda de su nación con los egipcios por la instrucción en las artes y las ciencias, ha habido a través de las gentes de Grecia, una comunicación directa de las ideas de los egipcios hacia las zonas helenizadas del mundo, a las cuales nosotros pertenecemos.
Del mismo modo que Pitágoras, Platón, y otros filósofos griegos, visitaron Egipto para estudiar la religión y las ciencias de ese país, hombres muy cultos de una edad posterior estudiaron la religión y la filosofía de Grecia con el mismo objetivo, es decir, para perfeccionarse en ese conocimiento, que se sabía que había sido recibido por los griegos. Para nosotros, los egipcios sólo eran un eslabón más; pero las doctrinas que estamos investigando eran fundamentalmente las mismas en Grecia y en Egipto. Cuánto se mejoró la religión original y la filosofía de los egipcios con el filtro de la refinada influencia griega, deberá decidirse cuando los egiptólogos lleguen a tener un conocimiento más profundo sobre los temas egipcios de lo que tienen ahora. Pero hay que hacer hincapié en que, sean cuales sean los cambios que los griegos y los cristianos hayan añadido a la teología egipcia, los misterios centrales eran aceptados por todos los sacerdotes y filósofos como la única base posible de la religión. Y más que esto (como no siempre debemos contentarnos con una razón lógica para cualquier asunto entre mortales) el conservadurismo absoluto, siempre considerado en asuntos religiosos, tan sólo podría admitir que cualquier doctrina recibida, una vez establecida, debería retirarse.
No se puede olvidar, que sólo las ideas más vagas prevalecen como secretos místicos. Todos sabemos que los egipcios, los griegos, y otras naciones del este protegieron las doctrinas vitales de su teología de lo ignorante y vulgar, y que el sentido de los escritos sagrados y las ceremonias fueron explicados sólo mediante un proceso gradual de iniciación. Y luego, después de esta preparación, los iniciados estaban autorizados a tomar parte en los ritos religiosos. Es una desgracia que todos los ritos de las religiones antiguas fueran destruidos y es particularmente lamentable que ni un fragmento de los escritos sagrados, ni los rituales de los templos de la Grecia pagana sobrevivieran hasta nuestros tiempos. Ni tan solo sabemos si la versión hebraica o cristianizada del rito masónico, tal como lo conocemos ahora, tiene algo más que una ligera semejanza con su forma primitiva.
Aparte de los servicios ordinarios de los templos paganos, es bien sabido que en algunas épocas había ceremonias especialmente misteriosas de la misma naturaleza que los espectáculos dramáticos u obras de teatro, en algunos casos aparentemente intencionados para dar forma al espectáculo final de las iniciaciones. Algunos autores antiguos han mencionado estos espectáculos, pero cuando se reúne todo lo contenido en sus obras, resulta ser muy poco. Plutarco, San Clemente de Alejandría (que fue iniciado en Eleusis antes de convertirse en cristiano), Luciano, Apuleyo, Macrobio y otros escritores nos proporcionan una poca información, directa o indirectamente, sobre estas ceremonias místicas. Además, hay un tratado de Jámblico intentando comentar todo el tema de los misterios, pero este trabajo ha sido compuesto con una obscuridad tan escrupulosa y cuidada, que muy poca gente puede haberse sentido más sabia después de haberlo leído. También existe el Cábala judío, que contiene una explicación sobre los secretos sacerdotales y misterios hebreos, pero en la actualidad nadie puede entenderlo completamente. Existen las obras atribuidas a Hermes Trismegisto conservadas por los neoplatonistas, escritas con la misma jerga filosófica de Jámblico y los demás; y existen referencias sobre las doctrinas de los cristianos heréticos, llamados gnósticos, conservadas en las controvertidas obras de nuestros ancestros. Estas son algunas de las fuentes de información más directas sobre las doctrinas místicas comunes en las religiones egipcia, griega, hebrea y cristiana.
Pero además de estas referencias obscuras y fragmentadas, la ley de las Escrituras Hebreas y los extensos comentarios del Talmud, el Evangelio con los oficios y rituales de la iglesia, son cada uno un compendio en su forma más completa de esos misterios en base a los cuales fueron creados cada uno de ellos; si estas obras fueran entendidas claramente la dificultad habría desaparecido. El desgraciado hecho que debemos lamentar ahora, es que los sacerdotes que deberían ser capaces de explicarnos el significado de las escrituras que se encargan de comentar, ignoran por completo su significado verdadero. Es posible que no haya ningún sacerdote cristiano que sepa lo que es el canon de la iglesia, o por qué algunos oficios o adaptaciones literarias son canónicos o qué los convierte en ello. Negarán que el Antiguo Testamento y el Evangelio son libros alegóricos pero no tienen ninguna explicación para los absurdos que tienen lugar en esas obras si se interpretan literalmente. De hecho, el sacerdote moderno, al cual nos dirigirnos para que nos enseñe los misterios de  la iglesia, es la última persona de la cual podríamos obtener alguna información. Por lo tanto, dejemos a este hombre que parece no saber que su oficio fue creado de modo que recibiese la tradición canónica por boca de un profesor previamente ordenado, y que con su conocimiento debería, impartir el espíritu de la carta de la ley.
Deberíamos asumir que en la construcción de la Gran Pirámide, los principios originales de todas las teologías posteriores ya habían sido establecidos y fijados. Y a pesar de que las creencias modernas indiquen lo contrario, parece que en esa temprana época los egipcios poseían algunos conocimientos sobre astronomía y cosmografía, que conocían las medidas de la tierra y la distancia de los planetas, y habían observado los ciclos recurrentes del sol y la luna en sus respectivas órbitas, y muchos otros fenómenos astronómicos simples, que habían obtenido un esquema que personificaba con dioses hipotéticos una imagen simbólica del universo creado y de los poderes invisibles que lo regulan. En este esquema, la deidad era concebida exactamente según las formas exactas manifestadas en los fenómenos de la naturaleza. Todo el universo físico y material era simbolizado con siete planetas giratorios y la esfera de estrellas fijas, mientras que el agente o móvil que inspiraba todos los cuerpos con vida, era personificado con la figura de un hombre. Así los filósofos construyeron un sistema, que atribuía a un dios un cuerpo compuesto de todas las materias del mundo, y con un alma que se difundía a través de todas sus partes. Sin embargo, el credo de los filósofos, nunca fue declarado abiertamente en la religión popular, pero estaba oculto en las parábolas que componían la antigua teología. Los sacerdotes antiguos nunca dudaron en creer esta historia v filosofía "sólo suficiente para los pocos escogidos", mientras que la plebe era instigada cuidadosamente a practicar la moralidad siendo instruidos en ese tipo de ficción que, en Inglaterra, emanaba de Exeter Hall. Estrabón expresa admirablemente la actitud de un hombre educado en la religión de su época. Él dice, "No es posible, en efecto, conducir a una turbamulta formada por mujeres y por toda una masa de gente vulgar mediante la lógica filosófica, ni tampoco atraerla al respeto, la religiosidad y la fe sino que es preciso hacerlo por medio del temor a los dioses; y esto no es posible sin la creación de mitos y sin relatos extraordinarios. En efecto, el rayo, la égida, el tridente, antorchas, serpientes v lanzas en forma de tirso, atributos de los dioses, son material mítico, al igual que la teología arcaica, y esto fue lo que aceptaron los fundadores de los Estados como espantajos para las gentes de espíritu simple" (Estrabón. Geografía. L. I, c. II, 8). Una vez más la diferencia entre Moisés y Lino, Museo, Orfeo, y Ferícides, está bien definida por Orígenes, quien dice, que los poetas griegos "manifiestan poca preocupación por los lectores que los examinan con detenimiento sin ayuda, pues sólo han compuesto su filosofía (como se dice) para los que no pueden entender su significado alegórico v metafórico". Mientras que Moisés, como orador eminente, reflexiona sobre algunas figuras retóricas y que introduce cuidadosamente en cada parte un lenguaje con doble significado, ha hecho esto en sus cinco libros; ni tan solo proporcionando, en la parte que trata la moral, ningún pretexto a sus cuestiones judías para considerarlo diabólico; ni proporcionando a los pocos individuos dotados de gran SABIDURÍA, y que eran capaces de investigar su significado, un tratado desprovisto de material para la especulación". (Orígenes, Contra Celso, L. I, c. XVIII). En otras palabras, los hebreos esparcieron sus ficciones disfrazadas de preceptos morales, mientras que los griegos paganos no eran tan minuciosos.
Es sabido por muchos que algunos números tenían un lugar importante en los sistemas filosóficos y teológicos de los antiguos. Los pitagóricos concebían sus doctrinas en un sistema numérico y geométrico que era la única forma de su filosofía que ha llegado al resto del mundo. Los sacerdotes judíos también elaboraban un extenso sistema de numeración en el Cábala, y los rabinos los usaban frecuentemente en los comentarios talmúdicos de las Escrituras. Los fundadores de la iglesia han preservado bastantes exposiciones sobre el sistema en sus libros contradiciendo las opiniones heréticas de varios sectores de los gnósticos cristianos. Pero el significado de todas estas teorías numéricas han dejado de entenderse, junto con la mayor parte de las doctrinas de los antiguos misterios de los cuales la filosofía numérica formaba parte.
El uso más antiguo de los números como símbolos de una doctrina esotérica remonta a Egipto, de donde lo sacaron los griegos y fue transmitido a nuestro mundo. Aunque desgraciadamente no tengamos ninguna prueba de cómo los misteriosos egipcios usaban sus números, parecería que su sistema numérico formaba parte del dogma en esas leyes a las que se refería Platón como las que tenían diez mil años de antigüedad, y se perpetuó como una de las bases de la religión y el arte en todos los pueblos venideros. Las palabras de Platón son: "De antiguo, según parece, fue conocido de ellos este principio que nosotros enunciamos ahora de que conviene que los jóvenes de las ciudades se ejerciten habitualmente en buenos ademanes y buenas melodías. Y prescribiendo cuáles y de qué modo habían de ser éstos, los expusieron en templos, y ni a los pintores, ni a otros algunos de los que producen figuras y cosas semejantes, les era lícito innovar en contra de ellos ni discurrir otros modelos que los patrios; ni ahora les es permitido, ni en estas cosas ni en todo cuanto comprende la música, ni en nada. Y observando hallarás allí que las pinturas o grabados de hace diez mil años (y digo diez mil años no por decir, sino como cifra real) no son ni más hermosas ni más feas que las ejecutadas actualmente, Sino que están trabajadas con el mismo" (Las Leyes, 656. Traducción José Manuel Pabon y Manuel Fernández Galiano, Tomo I.) Aun se desconoce lo que era este canon de arte, pero es posible descubrir indicios sobre él en la religión y en el arte de los griegos y cristianos.
La teología, en sus diversas formas, siempre ha sido un epitoma del arte, y ha constituido la ley que lo guiaba. Desde los tiempos de los antiguos egipcios esta ley ha sido un arcano sagrado sólo transmitido por símbolos y parábolas cuya construcción, en la antigüedad, constituía la más importante forma de arte literario; por eso requería para su exposición una casta sacerdotal instruida en su uso y gremios de artistas iniciados, que había por todo el mundo hasta tiempos relativamente recientes. En la actualidad, todo esto ha cambiado. La teología ha perdido sus secretos; sus símbolos se han convertido en ornamentos sin sentido, y sus parábolas ya no se entienden. El artista al servicio de la iglesia ya no representa sus misterios mediante formas metafóricas, y los sacerdotes tienen muy poca destreza en el antiguo arte de construir mitos, como tienen en interpretar las escrituras.
Poca gente aprecia adecuadamente este principio perdido, el arte que es trabajar con simbología. Para nosotros, que no tenemos ya nada que encubrir, una práctica como esta ha pasado de moda con cierta naturalidad, y el símbolo como un medio para encubrir más de lo que se pretende explicar, ha pasado a ser obsoleto. Nosotros aun escribimos o pintamos simbólicamente, pero sólo por convertir lo obscuro, en más claro. Contrariamente, en manos de sacerdotes antiguos o artistas, el símbolo era un velo para encubrir, bonito o grotesco, según el caso. Un mito o parábola, en sus manos, transmitía sutilmente una verdad escondida mediante una ficción más o menos obvia; pero ha sucedido que la mentira cruda y pueril de su superficie es tomada ignorantemente por la verdad, sin ser reconocida como una simple pista que conduce a su significado profundo. Toda la teología ha sido compuesta de este modo, y sus palabras con doble sentido deben ser leídas con una doble mente. En consecuencia, cuando leemos en las Escrituras de la Iglesia, o en la Historia Sagrada, una ficción que muestra más que una ordinaria exuberancia de fantasía, podemos estar seguros, que está llamando nuestra atención. Cuando los hechos milagrosos se atribuyen los dioses, o cuando son representados por formas maravillosas, el autor nos está dando a entender que nos transmite algo insólito. Cuando nos describen bestias singulares y sobrenaturales, como Behemoth y Leviathan, el unicornio, o el fénix, pretenden que busquemos profundamente en su significado: por eso existen algunos ardides con los que los antiguos ocultaban alguna vez y explicaban sus misterios escondidos.
Cuando todo era místico y metafórico, era natural que los números fueran llevados al servicio del arte. La geometría también proporcionaba un código de símbolos, que algún día serán comprendidos. Estos símbolos geométricos permitían a los matemáticos incorporar los misterios en sus obras, y también proporcionó a los constructores un medio para aplicar el sistema numérico a la construcción de templos, que según Platón, mostraban el modelo de las leyes egipcias. Hay bastantes indicios de que esta geometría simbólica sobrevivió en el arcano de la francmasonería. La mayoría de los secretos prácticos de los antiguos arquitectos medievales que construyeron las catedrales según los misterios de la iglesia, se deterioraron con las antiguas cofradías que precedieron el asentamiento de la logia masónica actual. Sin embargo es posible descubrir en los primeros libros técnicos y de arquitectura, algunos indicios sobre la práctica de la construcción antigua. Todos los escritores sobre arquitectura de la antigüedad, al igual que los francmasones, insisten en que la geometría es la base de su arte, pero las indicaciones que dan sobre su aplicación son tan obscuras que nadie en la actualidad ha podido explicar cómo se usaba.
La filosofía debe haber dependido igualmente de algún sistema geométrico, por eso escribió Platón sobre la puerta de su academia "NO DEJÉIS QUE ENTRE NINGÚN IGNORANTE EN GEOMETRÍA”, y en La República (L. VII, p. 527) dice "En gran manera también hay que ordenar a los de tu bella ciudad que no se aparten en absoluto de geometría —una ciencia con la que, que según él— ocurre todo lo contrario de lo que dicen de ella cuantos la practican". De esto se puede concluir que Platón pretendía informarnos de que, nadie podría entender su filosofía sin conocer sus bases geométricas, ya que la geometría contenía los secretos fundamentales de todas las ciencias antiguas.
Los francmasones y los arquitectos sabían que la mística figura llamada Vesica Piscis, tan popular en la Edad Media, y generalmente colocada como la primera de las proposiciones de Euclides, era un símbolo aplicado por los masones al planificar sus templos. Albert Dürer, Serlio, y otros escritores sobre arquitectura pintan la Vesica en sus obras, pero presumiblemente debido a un misterio incalificable que se le atribuye, estos autores no dan ninguna referencia sobre ella. Thomas Kerrich, un francmasón y director de los libreros de la Universidad de Cambridge, leyó un trabajo sobre esta figura mística ante la Sociedad de Anticuarios el 20 de enero de 1820. Ilustró sus comentarios con muchos diagramas que mostraban su uso por parte de los antiguos masones, y terminó diciendo "Bajo ningún pretexto me permitiré conjeturar sobre las referencias que puedan tener estas figuras para los misterios sagrados de la religión". El Dr. Oliver, (Discrep. pag. 109) hablando de Vesica dice "Esta figura misteriosa Vesica Piscis poseía una influencia infinita en los detalles de la arquitectura sagrada y constituía el perdurable y gran secreto de nuestros antepasados. Este uso determinaba los planos de los edificios antiguos; y las proporciones de longitud y altura dependían únicamente de esto" Clarkson (Ensayo introductor de Temple Church de Billims) consideraba que las cartas elementales del lenguaje primitivo provenían del mismo símbolo místico. Clarkson dice que ya lo conocían Platón y "sus maestros de las universidades egipcias", y que fue para los antiguos constructores "un arquetipo de belleza". La Vesica también es contemplada como un objeto funesto bajo el nombre del "Ojo del Diablo", y el hechizo empleado generalmente para prevenir de los efectos de su encanto era el Fallus (J. Millinger Arqueología, XIX). En heráldica la Vesica se usaba como un escudo femenino. Era intercambiable con el Fusill, o Mascle (Guillim, "Display of Herarldry” 4ª ed. 1660, N c.XIX, p. 354) y también fue representado como un losange o rombo. En el este, la Vesica se usaba como símbolo de la matriz, y junto a la cruz de los egipcios formaba el asa de la Crux ansata (cruz ansada).
 Geométricamente, la Vesica está formada por dos círculos que se cruzan, de modo que parece tener un doble significado. Edward Clarkson dice que "en la actualidad, astronómicamente significa una conjunción estelar; y con una transposición inteligente a ideas clásicas una boda divina", o el doble sentido de la esencia de la vida que los antiguos creían que era macho y hembra. A cualquier cristiano la Vesica le será familiar por su uso constante en el arte antiguo, porque no sólo era un atributo de la Virgen, y del aspecto femenino del Salvador simbolizando el seno, sino que también rodea la figura de Cristo, como su trono cuando está sentado en la Gloria. Como un jeroglífico la combinación de Cristo con la Vesica es análogo a la Cruz ansata de los egipcios.
Además de la Vesica Piscis, los filósofos antiguos y los francmasones estaban habituados a usar como símbolos todas las figuras geométricas planas. El emblema de los pitagóricos, el Pentalfa, o estrella de Cinco puntas, y el Hexalfa, o Sello de Salomón, han sido usados en la iglesia desde tiempos inmemoriales como símbolos de Cristo y de la Trinidad, y tienen variedad de asociaciones emblemáticas. El Hexágono era el símbolo común del Cubo Masónico o Piedra Cúbica, mientras que el Triángulo y el Cuadrado tenían cada uno su uso como símbolo geométrico. La Cruz también ha sido desde tiempos remotos un potente emblema místico entre los pueblos antiguos. Generalmente, las cruces eran de tres tipos, la Cruz Tao, la Cruz Girada o Cruz de Jerusalén, y el Quincunce o Cruz Diagonal, y cada una de ellas tenía su significado peculiar.
Es sabido de todos que las letras de los griegos y hebreos tenían todas un valor numérico, de modo que cada palabra en esos idiomas se podía resolver en un número, sumando el valor de cada letra que la componía. 

De este modo la palabra IESOVS=888, CRISTOS=1.480, LOGOS=373, la palabra hebrea Messiah=358, IHVH(]ehovah)=26, ZEUS=612, MITHRAS=360, y ABRAXAS=365. Evidentemente nadie supone hoy que el valor numérico del nombre CHRISTOS tiene algún significado en particular, o que el número 1.480 sea algo más que un número cualquiera, resultado de sumar las letras que forman la palabra griega que significa "ungido"; Sin embargo, creemos que la palabra CHRISTOS fue cuidadosamente escogida por los griegos, los cuales construyeron la teología Cristiana para ejemplificar el gnosticismo antiguo que forma la base del cristianismo común con cualquier otro sistema religioso. Este número 1.480 como se mostrará más adelante, índica con precisión una medida importante del Cosmos, y fue aparentemente escogido para ser la base del panteísmo científico sobre el cual la teología cristiana se ha construido, y fue una parte de Gnosis derivado antiguamente de esas leyes de los astrónomos-sacerdotes del antiguo Egipto, que inventaron el canon por primera vez, y que se convirtió en un principio fundamental de las leyes griegas, judías y cristianas.
Pero no hay ninguna prueba aparente de que los judíos y los cristianos poseyeran un conocimiento suficientemente exacto sobre el esquema cósmico, para introducir alguna de sus dimensiones como nombre de una deidad. Y parece cierto. Pero ya no se entiende el significado de estas obras que formaron el canon de las Escrituras, y aunque el conocimiento del que hablamos ha sido conservado cuidadosamente en estas Escrituras, es ahora tan inteligible, que nadie en la actualidad parece ser consciente de su existencia.