jueves, 8 de marzo de 2018

LA REDENCIÓN

Esto que publico a continuación es un breve documento de estudio de un Grupo de la Orden Martinista en Chile. Por esa razón al final del texto se propone un cuestionario para ahondar en el estudio de este maravilloso tema.

La autoría de este documento es de Serval, quien lo escribió con el fin de estudiarlo en el "Grupo Martinista" que dirigía en ese entonces.

A pesar que han pasado decenios de años, la vigencia de sus ideas y conceptos no ha perdido fuerza, menos aún en el contexto de la enseñanza esotérica tradicional.

Espero que lo disfruten...



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Definición exotérica.
En la enciclopedia Monitor, encontramos la siguiente definición: “Del latín “remptio”, que se interpreta como recompensa, rescate. Desde el punto de vista religioso, la recompensa constituye la liberación de una cosa, de un hombre o de un grupo humano de un pecado cometido, y por tanto de una culpa, respecto a la divinidad. El vocablo redención adquiere con el cristianismo un especial enriquecimiento al ser propiamente un mensaje de salvación y elevación al orden sobrenatural, participando de la paz y de la vida divina en y con Cristo. En cambio, en el protestantismo esto se interpreta de un modo extrínseco: Cristo sustituye a los hombres que no pueden hacer nada por sí mismos.[1]
La publicación Academo dice respecto a redención: “Acción de redimir, la que nuestro Señor Jesucristo hizo del género humano; remedio, recurso, refugio. L. redimo, redemptum, de re y emo, comprar.”
Por su parte el Diccionario Latino, indica: “Redemptio: Adjudicación, arrendamiento / rescate; compra, soborno // la redención.” También indica: “Redemptio: empresario (de trabajos públicos), arrendatario, contratista // redentor que rescata esclavos // el Redentor.”
Significado esotérico.
Suele atribuirse el concepto redención en particular a la persona de Jesús-Cristo. Sin embargo, su significado es universal. Es una expresión de una Ley de Evolución Cósmica. Es la separación de la primera forma de vida o existencia, en múltiples formas que participan de esta esencia primera. A la forma particular de vida y existencia de nuestra evolución se le llama Logos.
Para qué exista un universo, es necesario que la existencia única se límite a sí misma y por tanto pueda existir la manifestación. Así, cada uno de los seres de la creación participan de esta primera existencia, llevan un impulso hacia la involución y evolución y registran un recuerdo de formas más primigenias. Esta limitación del Logos es el acto supremo de redención. Es el acto arquetípico de sustitución y entrega hacia otros.
Este acto de entrega, constituye la primera manifestación de la Ley del Amor, la cual rige todo el universo en todas sus manifestaciones, es causa de su vida, existencia y su evolución.
Redención de Jesús.
En nuestra civilización occidental, la expresión de la redención la tenemos magníficamente ejemplificada en la vida y obra de Jesús de Nazaret. Sus enseñanzas habrán de ser realizadas y comprendidas plenamente al término de la era actual.
La vida y obra de Jesús tal como se muestra en los evangelios, es la graficación, la expresión de distintas etapas de una iniciación por la que toda individualidad debe pasar, en distintos planos. Sus actos de redención deben ser efectuados en forma análoga por nosotros, la comprensión de lo divino y universal. Es la expresión en el plano humano de esta Ley de Amor arquetípica.
El hecho que un gran iniciado allá ejemplificado consigo mismo esta entrega hacia los demás, nos hace más accesible la comprensión de algo, que de otra forma, sería muy abstracto y difícil de entender. Sin embargo, para su buena y cabal comprensión, es necesario tener un desarrollo espiritual mínimo; es necesario tener abiertos ya los ojos del alma.
“El asirla exige su espíritu se haya desenvuelto, siquiera sea de un modo parcial, en nuestra vida. Sólo aquellos que conocen prácticamente algo de lo que la abnegación encierra, son capaces de atisbar el vislumbre de lo que la enseñanza esotérica de esta doctrina expone cómo manifestación típica de la Ley del Sacrificio. Y aplicada a Cristo, sólo podremos entenderla cuando la veamos como una especial manifestación de la ley universal, cómo una reflexión aquí abajo del original de arriba, mostrándonos en una vida humana concreta lo que el sacrificio significa.”[2]
La no cabal comprensión que la vida concreta de Jesús es la expresión de leyes universales qué se nos han querido mostrar de esta manera por razones didácticas, lleva a particularizar y cambiar el significado de algunos símbolos fundamentales. Veamos a modo de ejemplo dos de ellos:
a)     La cruz. Suele representarse y transmitirse la idea de supremo dolor de Cristo en la cruz. Esto es válido, pero sólo en algunos momentos. El iniciado presiente su camino y sus pasos futuros. Sabe que será sometido a pruebas y que al triunfar sobre ellas saldrá fortalecido y más cerca del punto de retorno.
“Al rastrear en la prehistoria más remota el simbolismo de la cruz latina, o
más bien del crucifijo, pensaban los investigadores que habían de tropezar con que la figura desaparecería, quedando solo atrás lo que imaginaban ser el primitivo emblema: la cruz. Pero cuál no sería su sorpresa al ver exactamente lo contrario. La cruz se había desvanecido del todo quedando la figura solamente con los brazos levantados. No hay ya en esta figura apariencia alguna de dolor o sufrimiento, aunque todavía expresa sacrificio; es ya más bien el símbolo de la alegría más pura que el mundo pueda ofrecer: la alegría de entregarse por propia voluntad; pues representa al hombre divino ocupando el espacio brazos alzados en actitud de echar bendiciones, derramar sobre la humanidad entera sus inestimables presentes, de prodigarse voluntariamente a sí mismo en todas direcciones, descendiendo al espeso mar de la materia, para encerrarse e reducirse en ella, a fin de qué, mediante su descenso, pudiésemos nosotros tener existencia.”[3]
b) Muerte y resurrección. Cada una de las formas de existencia son expresiones de la vida universal. Llega el momento en que cada expresión de la vida debe pasar a otro vehículo para expresarse. La casa que actualmente ocupa le queda chica y debe dejarla por otra. De este modo podrá seguir aprendiendo y no se estancará en su camino. Cada forma llega en algún momento a su límite, no puede crecer más y por tanto, el Yo Superior, la individualidad, le quita su energía y construye un vehículo nuevo más apropiado para la nueva etapa. Si miramos con los ojos de la individualidad y no con los de la materia, comprenderemos la realidad de la eternidad y triunfaremos sobre el errado concepto habitual de la muerte.
Antes que el iniciado comprenda esto, ha de pasar por la prueba del dolor y de la angustia. El evangelio muestra algunos de estos momentos en la vida de Jesús. Se siente solo y abandonado. Hay algo que le falta por comprender. La conciencia de la Vida Una, busca a su Padre en lo alto, fuera de él. Al pasar de una forma de vida a otra, comprende que el verdadero centro de la vida está dentro de sí mismo, no fuera. Las formas han sido creadas por participación de la divinidad, y por tanto la llevamos en nosotros a imagen y semejanza. En nosotros, en nuestra individualidad, está resumida la historia de la evolución. ¡Gloria a todo aquel que ha aprendido a leer sus páginas!
La historia de la muerte y resurrección evidencia a los hombres que saben ver que siempre lo espiritual vence a lo material.
Los redentores.
La historia de la humanidad registra la vida y obra de muchos grandes y pequeños redentores, gracias a quienes la evolución humana es posible. Sus vidas sirven de aliciente y de ejemplo para el progreso humano. Ellos nos muestran que es posible hacerlo y que es posible alcanzar una vida plena, armónica, feliz y con conciencia de lo eterno.
Incluso los momentos angustiosos, cuándo se ven con los ojos del alma, se transmutan en momentos de alegría. Hay momentos en que el alma vislumbra su aspecto crístico y se siente desamparada y aislada, pues está tomando conciencia de algo totalmente diferente a su personalidad. Siente una separación entre su individualidad y su personalidad, las siente como entidades apartes. Clama pidiendo ayuda. En algún momento, su propio Cristo interior, manifestación de su Dios interno, responde. Toma conciencia que las formas externas son pasajeras y han sido tomadas prestadas de la naturaleza para adquirir experiencias. Percibe que la individualidad es aparte de ellas, pero percibe también que esta individualidad es una con todas las otras. Cuando se había fijado en las personalidades, parecían entidades apartes, pero ahora qué observa las individualidades aprecia que son una sola con la suya.
Todas las personas que se dediquen a los demás, que se dediquen a obrar bien, que sacrifiquen la vida separada para servir de canal a la vida una, a la Ley Superior, son  redentores. Pero la fuerza que ellos derraman, no será percibida por aquellos que no estén receptivos a este impulso. Hay una voluntad superior que entrega, pero debe haber también una abertura donde penetre este líquido de agua viva. Esto es lo que la iglesia llama la gracia divina que se derrama sobre los hombres de buena voluntad. Quienes participan de esta gracia, tienen por objetivo primordial el ayudar a los demás.
Los problemas que tienen los seres humanos entre sí y con el medio ambiente, son derivados de la ilusión de la separatividad. Creer que se tiene una vida independiente de las demás formas de existencia. La vida es una sola. Todo lo que existe no es más que un aspecto de ella. Formamos parte de un todo, como las células forman parte del organismo.
Si hacemos abstracción de las diferencias propias de la personalidad, descubriremos que esencialmente las personas somos una misma cosa. El Yo Superior es el mismo en todos los seres humanos. De tal modo que conociendo al otro, me conozco a mí mismo. Aprendiendo de su modo de reaccionar, aprendo de mi propia naturaleza. Identificándose con el otro, sr expande la propia conciencia de la vida. “Es ley del crecimiento de la vida desarrollarse por la difusión, no por la adquisición”.[4]  Un acto de redención es, entonces, una amplitud de conciencia y una participación más plena de la vida.
Dar algo puede traernos problemas si fijamos la atención en las formas temporales. Pero estas formas sólo son prestadas, usufructuamos de ellas y deben ser usadas solamente para el enriquecimiento del alma. Luego se dejan tranquilamente. Vivir no es adquisición, sino transición, entrega, circulación.
Un redentor abarca la vida de los demás con la suya propia y vierte su fuerza vital en los demás. Esto puede hacerlo pues está por encima de la ilusión de la separatividad y puede entonces mirar a los demás seres sumidos en esta ilusión y ayudarles a su reintegración.
La redención en la vida diaria.
Estas reflexiones sobre la redención pueden y deben llevarse a nuestra diaria experiencia. Toda acción proveniente de los planos superiores debe concretizarse en los inferiores.
La conciencia mientras se mantiene con la ilusión de la separatividad está `propensa al sufrimiento. Pero cuando se comprende que necesitamos de los demás para nosotros mismos, cuando entendemos que la divinidad está precisamente en nuestro interior, entonces estamos en el umbral de una nueva dimensión de la conciencia. Las adversidades de la vida cotidiana son productos del egoísmo, pero son también experiencias que bien utilizadas nos conducirán a este umbral. No existe sufrimiento mientras esa conciencia sea continua, pues la luz de arriba hace imposible la obscuridad de abajo.
En un trabajo grupal y en cualquier plano en que se trabaje, el todo es mucho mayor que la suma de sus partes. En una estructura los elementos que la integran se interrelacionan y sus efectos se multiplican mutuamente. Para que esto sea realidad en nuestras relaciones humanas, tenemos que dar un poco de lo nuestro y también ser receptivos a lo que los demás nos pueden ofrecer. Nada podemos hacer si existe una voluntad humana que se cierra hacia los demás y se aísla en si misma, porque es Ley de evolución que el alma se asocie espontáneamente a la acción divina y a la voluntad de su hermano. “Si la voluntad abre la puerta, la vida inundará el alma. Mas, si aquella permanece cerrada, sólo podrá hacer que pasen ligeros soplos de Fragancia, para que venzan con su dulzura allí donde no puede llegar la fuerza.”[5]
La clave, entonces, para cumplir con la Ley de evolución, es cambiar de foco. De seres centrípetos evolutivamente, egoístas y aislados, hemos de transformarnos en centrífugos, altruistas y hermanos de los demás. Entonces nuestra conciencia será continua con lo Superior, con los demás, día y noche. Cambiando de motivo en la vida diaria respecto a los pequeños deberes, a las acciones insignificantes, a los intereses estrechos, todo se cambia. El desarrollo espiritual marca, no lo que el hombre hace, sino cómo lo hace.
Si el destino nos ha colocado en determinado lugar del espacio y el tiempo, es allí donde tenemos que hacer práctica estas cosas. Es allí, en cada momento, dónde podemos cambiar de actitud y hacer nuestros actos redentores. Es ilusorio pretender que la amplitud de conciencia o que una realización plena se pueda encontrar en otra parte, si no hemos sido capaces de cambiar nuestra actitud y obtenerla dónde nos encontramos. Porque esa actitud, evolutiva o no evolutiva, la llevaremos donde quiera que vayamos.
SERVAL
Con la finalidad de aprender más al respecto, proponemos responder a las preguntas del siguiente cuestionario:
1.     Algunas religiones plantean que el ser humano nace con una culpa, ¿de qué culpa se trata y qué opina de ello?
2.     ¿Qué otras manifestaciones y expresiones de la Ley de evolución podemos nombrar? ¿Hay ejemplos de alguien que nos haya mostrado estas manifestaciones?
3.     Desde que el Logos se manifiesta en los demás, hasta nuestra dedicación a otra persona, es una limitación para el ente que se entrega. ¿Es compatible esta limitación con la amplitud de conciencia?
4.     ¿Ha leído sobre la vida y obra de un redentor, por ejemplo Jesús? ¿Qué reflexiones tiene al respecto?
5.     ¿Ha pensado en qué puede ofrecer a cada una de las personas que el destino ha colocado en su camino?
6.     Jesucristo poco antes de pasar la transición, exclamó: “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” ¿Por qué esta angustia ¿Qué le faltaba por comprender aún a este espíritu encarnado, antes de volver de donde vino?
7.     Reflexione sobre algunos momentos de angustia que haya tenido en su vida y busque la enseñanza que le han dejado. Saque una consecuencia positiva de esas experiencias para el futuro.
8.     ¿Ha sido realmente receptivo hacia los demás?
9.  Habitualmente estamos participando de algún grupo humano ¿Su participación es activa, hay un fluir de dar y recibir? Si no es así, ¿en qué está fallando?
10.           ¿Cuál es su plan para salir de su egoísmo?



[1] Al hablar de “Cristianismo”, se refiere en particular al catolicismo. Este, junto al protestantismo, don dos corrientes del cristianismo.
[2] Annie Besant. “El Cristianismo esotérico”.
[3] C.W. Leadbeater. “The Christian Creed”, citado por Annie Besant, Op. cit.
[4] Annie Besant, Op. Cit.
[5] Íd. Íbid.