La autoría de este documento es de Serval, quien lo escribió con el fin de estudiarlo en el "Grupo Martinista" que dirigía en ese entonces.
A pesar que han pasado decenios de años, la vigencia de sus ideas y conceptos no ha perdido fuerza, menos aún en el contexto de la enseñanza esotérica tradicional.
Espero que lo disfruten...
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Definición exotérica.
En la enciclopedia Monitor, encontramos la siguiente
definición: “Del latín “remptio”, que
se interpreta como recompensa, rescate. Desde el punto de vista religioso, la
recompensa constituye la liberación de una cosa, de un hombre o de un grupo
humano de un pecado cometido, y por tanto de una culpa, respecto a la
divinidad. El vocablo redención adquiere con el cristianismo un especial
enriquecimiento al ser propiamente un mensaje de salvación y elevación al orden
sobrenatural, participando de la paz y de la vida divina en y con Cristo. En
cambio, en el protestantismo esto se interpreta de un modo extrínseco: Cristo
sustituye a los hombres que no pueden hacer nada por sí mismos.[1]
La publicación Academo dice respecto a redención:
“Acción de redimir, la que nuestro Señor Jesucristo hizo del género humano;
remedio, recurso, refugio. L. redimo, redemptum, de re y emo, comprar.”
Por su parte el Diccionario Latino,
indica: “Redemptio: Adjudicación, arrendamiento / rescate; compra, soborno //
la redención.” También indica: “Redemptio: empresario (de trabajos públicos),
arrendatario, contratista // redentor que rescata esclavos // el Redentor.”
Significado esotérico.
Suele atribuirse el concepto redención
en particular a la persona de Jesús-Cristo. Sin embargo, su significado es
universal. Es una expresión de una Ley de Evolución Cósmica. Es la separación
de la primera forma de vida o existencia, en múltiples formas que participan de
esta esencia primera. A la forma particular de vida y existencia de nuestra
evolución se le llama Logos.
Para qué exista un universo, es
necesario que la existencia única se límite a sí misma y por tanto pueda
existir la manifestación. Así, cada uno de los seres de la creación participan
de esta primera existencia, llevan un impulso hacia la involución y evolución y
registran un recuerdo de formas más
primigenias. Esta limitación del Logos es el acto supremo de redención. Es el
acto arquetípico de sustitución y entrega hacia otros.
Este acto de entrega, constituye la
primera manifestación de la Ley del Amor, la cual rige todo el universo en
todas sus manifestaciones, es causa de su vida, existencia y su evolución.
Redención de Jesús.
En nuestra civilización occidental, la
expresión de la redención la tenemos magníficamente ejemplificada en la vida y
obra de Jesús de Nazaret. Sus enseñanzas habrán de ser realizadas y
comprendidas plenamente al término de la era actual.
La vida y obra de Jesús tal como se
muestra en los evangelios, es la graficación, la expresión de distintas etapas
de una iniciación por la que toda individualidad debe pasar, en distintos
planos. Sus actos de redención deben ser efectuados en forma análoga por
nosotros, la comprensión de lo divino y universal. Es la expresión en el plano
humano de esta Ley de Amor arquetípica.
El hecho que un gran iniciado allá
ejemplificado consigo mismo esta entrega hacia los demás, nos hace más
accesible la comprensión de algo, que de otra forma, sería muy abstracto y difícil
de entender. Sin embargo, para su buena y cabal comprensión, es necesario tener
un desarrollo espiritual mínimo; es necesario tener abiertos ya los ojos del alma.
“El asirla exige su espíritu se haya
desenvuelto, siquiera sea de un modo parcial, en nuestra vida. Sólo aquellos
que conocen prácticamente algo de lo que la abnegación encierra, son capaces de
atisbar el vislumbre de lo que la enseñanza esotérica de esta doctrina expone
cómo manifestación típica de la Ley del Sacrificio. Y aplicada a Cristo, sólo
podremos entenderla cuando la veamos como una especial manifestación de la ley
universal, cómo una reflexión aquí abajo del original de arriba, mostrándonos
en una vida humana concreta lo que el sacrificio significa.”[2]
La no cabal comprensión que la vida
concreta de Jesús es la expresión de leyes universales qué se nos han querido
mostrar de esta manera por razones didácticas, lleva a particularizar y cambiar
el significado de algunos símbolos fundamentales. Veamos a modo de ejemplo dos
de ellos:
a)
La cruz. Suele representarse y transmitirse la idea de supremo dolor de
Cristo en la cruz. Esto es válido, pero sólo en algunos momentos. El iniciado
presiente su camino y sus pasos futuros. Sabe que será sometido a pruebas y que
al triunfar sobre ellas saldrá fortalecido y más cerca del punto de retorno.
“Al rastrear en la prehistoria
más remota el simbolismo de la cruz latina, o
más bien del crucifijo, pensaban los
investigadores que habían de tropezar con que la figura desaparecería, quedando
solo atrás lo que imaginaban ser el primitivo emblema: la cruz. Pero cuál no
sería su sorpresa al ver exactamente lo contrario. La cruz se había desvanecido
del todo quedando la figura solamente con los brazos levantados. No hay ya en
esta figura apariencia alguna de dolor o sufrimiento, aunque todavía expresa
sacrificio; es ya más bien el símbolo de la alegría más pura que el mundo pueda
ofrecer: la alegría de entregarse por propia voluntad; pues representa al
hombre divino ocupando el espacio brazos alzados en actitud de echar
bendiciones, derramar sobre la humanidad entera sus inestimables presentes, de
prodigarse voluntariamente a sí mismo en todas direcciones, descendiendo al espeso mar de la materia, para
encerrarse e reducirse en ella, a fin de qué, mediante su descenso, pudiésemos
nosotros tener existencia.”[3]
b) Muerte y
resurrección. Cada una de las formas de existencia son expresiones de la vida
universal. Llega el momento en que cada expresión de la vida debe pasar a otro
vehículo para expresarse. La casa que
actualmente ocupa le queda chica y debe dejarla por otra. De este modo podrá
seguir aprendiendo y no se estancará en su camino. Cada forma llega en algún
momento a su límite, no puede crecer más y por tanto, el Yo Superior, la
individualidad, le quita su energía y construye un vehículo nuevo más apropiado
para la nueva etapa. Si miramos con los ojos de la individualidad y no con los
de la materia, comprenderemos la realidad de la eternidad y triunfaremos sobre
el errado concepto habitual de la muerte.
Antes que el
iniciado comprenda esto, ha de pasar por la prueba del dolor y de la angustia.
El evangelio muestra algunos de estos momentos en la vida de Jesús. Se siente
solo y abandonado. Hay algo que le falta por comprender. La conciencia de la Vida
Una, busca a su Padre en lo alto, fuera de él. Al pasar de una forma de vida a
otra, comprende que el verdadero centro de la vida está dentro de sí mismo, no
fuera. Las formas han sido creadas por participación de la divinidad, y por
tanto la llevamos en nosotros a imagen y semejanza. En nosotros, en nuestra
individualidad, está resumida la historia de la evolución. ¡Gloria a todo aquel
que ha aprendido a leer sus páginas!
La historia de la
muerte y resurrección evidencia a los hombres que saben ver que siempre lo espiritual
vence a lo material.
Los redentores.
La historia de la humanidad registra
la vida y obra de muchos grandes y pequeños redentores, gracias a quienes la
evolución humana es posible. Sus vidas sirven de aliciente y de ejemplo para el
progreso humano. Ellos nos muestran que es posible hacerlo y que es posible
alcanzar una vida plena, armónica, feliz y con conciencia de lo eterno.
Incluso los momentos angustiosos,
cuándo se ven con los ojos del alma, se transmutan en momentos de alegría. Hay
momentos en que el alma vislumbra su aspecto crístico y se siente desamparada y
aislada, pues está tomando conciencia de algo totalmente diferente a su
personalidad. Siente una separación entre su individualidad y su personalidad,
las siente como entidades apartes. Clama pidiendo ayuda. En algún momento, su
propio Cristo interior, manifestación de su Dios interno, responde. Toma
conciencia que las formas externas son pasajeras y han sido tomadas prestadas
de la naturaleza para adquirir experiencias. Percibe que la individualidad es
aparte de ellas, pero percibe también que esta individualidad es una con todas
las otras. Cuando se había fijado en las personalidades, parecían entidades
apartes, pero ahora qué observa las individualidades aprecia que son una sola
con la suya.
Todas las personas que se dediquen a
los demás, que se dediquen a obrar bien, que sacrifiquen la vida separada para
servir de canal a la vida una, a la Ley Superior, son redentores. Pero la fuerza que ellos derraman,
no será percibida por aquellos que no estén receptivos a este impulso. Hay una
voluntad superior que entrega, pero debe haber también una abertura donde penetre
este líquido de agua viva. Esto es lo
que la iglesia llama la gracia divina
que se derrama sobre los hombres de buena voluntad. Quienes participan de esta
gracia, tienen por objetivo primordial el ayudar a los demás.
Los problemas que tienen los seres
humanos entre sí y con el medio ambiente, son derivados de la ilusión de la
separatividad. Creer que se tiene una vida independiente de las demás formas de
existencia. La vida es una sola. Todo lo que existe no es más que un aspecto de
ella. Formamos parte de un todo, como las células forman parte del organismo.
Si hacemos abstracción de las
diferencias propias de la personalidad, descubriremos que esencialmente las
personas somos una misma cosa. El Yo Superior es el mismo en todos los seres
humanos. De tal modo que conociendo al otro, me conozco a mí mismo. Aprendiendo
de su modo de reaccionar, aprendo de mi propia naturaleza. Identificándose con
el otro, sr expande la propia conciencia de la vida. “Es ley del crecimiento de
la vida desarrollarse por la difusión, no por la adquisición”.[4] Un acto de redención es, entonces, una
amplitud de conciencia y una participación más plena de la vida.
Dar algo puede traernos problemas si
fijamos la atención en las formas temporales. Pero estas formas sólo son
prestadas, usufructuamos de ellas y deben ser usadas solamente para el
enriquecimiento del alma. Luego se dejan tranquilamente. Vivir no es adquisición,
sino transición, entrega, circulación.
Un redentor abarca la vida de los
demás con la suya propia y vierte su fuerza vital en los demás. Esto puede
hacerlo pues está por encima de la ilusión de la separatividad y puede entonces
mirar a los demás seres sumidos en esta ilusión y ayudarles a su reintegración.
La redención en la vida diaria.
Estas reflexiones sobre la redención
pueden y deben llevarse a nuestra diaria experiencia. Toda acción proveniente
de los planos superiores debe concretizarse en los inferiores.
La conciencia mientras se mantiene
con la ilusión de la separatividad está `propensa al sufrimiento. Pero cuando
se comprende que necesitamos de los demás para nosotros mismos, cuando entendemos
que la divinidad está precisamente en nuestro interior, entonces estamos en el
umbral de una nueva dimensión de la conciencia. Las adversidades de la vida
cotidiana son productos del egoísmo, pero son también experiencias que bien
utilizadas nos conducirán a este umbral. No existe sufrimiento mientras esa
conciencia sea continua, pues la luz de arriba hace imposible la obscuridad de
abajo.
En un trabajo grupal y en cualquier
plano en que se trabaje, el todo es mucho mayor que la suma de sus partes. En
una estructura los elementos que la integran se interrelacionan y sus efectos
se multiplican mutuamente. Para que esto sea realidad en nuestras relaciones
humanas, tenemos que dar un poco de lo nuestro y también ser receptivos a lo
que los demás nos pueden ofrecer. Nada podemos hacer si existe una voluntad
humana que se cierra hacia los demás y se aísla en si misma, porque es Ley de evolución
que el alma se asocie espontáneamente a la acción divina y a la voluntad de su
hermano. “Si la voluntad abre la puerta, la vida inundará el alma. Mas, si
aquella permanece cerrada, sólo podrá hacer que pasen ligeros soplos de
Fragancia, para que venzan con su dulzura allí donde no puede llegar la fuerza.”[5]
La clave, entonces, para cumplir con
la Ley de evolución, es cambiar de foco. De seres centrípetos evolutivamente,
egoístas y aislados, hemos de transformarnos en centrífugos, altruistas y
hermanos de los demás. Entonces nuestra conciencia será continua con lo
Superior, con los demás, día y noche. Cambiando de motivo en la vida diaria respecto
a los pequeños deberes, a las acciones insignificantes, a los intereses
estrechos, todo se cambia. El desarrollo espiritual marca, no lo que el hombre
hace, sino cómo lo hace.
Si el destino nos ha colocado en
determinado lugar del espacio y el tiempo, es allí donde tenemos que hacer
práctica estas cosas. Es allí, en cada momento, dónde podemos cambiar de
actitud y hacer nuestros actos redentores. Es ilusorio pretender que la
amplitud de conciencia o que una realización plena se pueda encontrar en otra
parte, si no hemos sido capaces de cambiar nuestra actitud y obtenerla dónde
nos encontramos. Porque esa actitud, evolutiva o no evolutiva, la llevaremos
donde quiera que vayamos.
SERVAL
Con la finalidad de aprender más al
respecto, proponemos responder a las preguntas del siguiente cuestionario:
1.
Algunas religiones plantean que el ser humano nace con una culpa, ¿de
qué culpa se trata y qué opina de ello?
2.
¿Qué otras manifestaciones y expresiones de la Ley de evolución podemos
nombrar? ¿Hay ejemplos de alguien que nos haya mostrado estas manifestaciones?
3.
Desde que el Logos se manifiesta en los demás, hasta nuestra dedicación
a otra persona, es una limitación para el ente que se entrega. ¿Es compatible
esta limitación con la amplitud de conciencia?
4.
¿Ha leído sobre la vida y obra de un redentor, por ejemplo Jesús? ¿Qué
reflexiones tiene al respecto?
5.
¿Ha pensado en qué puede ofrecer a cada una de las personas que el
destino ha colocado en su camino?
6.
Jesucristo poco antes de pasar la transición, exclamó: “Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?” ¿Por qué esta angustia ¿Qué le faltaba por comprender
aún a este espíritu encarnado, antes de volver de donde vino?
7.
Reflexione sobre algunos momentos de angustia que haya tenido en su vida
y busque la enseñanza que le han dejado. Saque una consecuencia positiva de
esas experiencias para el futuro.
8.
¿Ha sido realmente receptivo hacia los demás?
9. Habitualmente estamos participando de algún grupo humano ¿Su
participación es activa, hay un fluir de dar y recibir? Si no es así, ¿en qué
está fallando?
10.
¿Cuál es su plan para salir de su egoísmo?
[1] Al hablar de “Cristianismo”, se refiere en
particular al catolicismo. Este, junto al protestantismo, don dos corrientes
del cristianismo.
[2] Annie Besant. “El Cristianismo esotérico”.
[3]
C.W. Leadbeater. “The
Christian Creed”, citado por Annie Besant, Op. cit.
[4] Annie Besant, Op. Cit.
[5] Íd. Íbid.