Deja bien planteada la premisa que existe un conocimiento oculto, que se expresa en el "Canon" de todas las artes antiguas, amparado principalmente por el conocimiento hacia el interior de los Templos, en las distintas formas y expresiones religiosas. Pero que en la actualidad se ha perdido este conocimiento en los actuales detentores de las formas religiosas masivas. Pero he de agregar, que según creo yo, no sucede igual en las Escuelas o Colegios Iniciáticos Reales, quienes aún se mantienen como fieles depositarios de este profundo saber milenario.
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El fracaso de
todos los esfuerzos consagrados en tiempos modernos a descubrir lo que
constituía el antiguo canon de las artes, ha convertido este asunto en uno de
los enigmas más indescifrables que nos ha dejado la antigüedad. Es tan
desalentador, que no se ha tratado el tema en absoluto. La ausencia de
cualquier información explícita de los antiguos sumada a la completa ignorancia
de las autoridades modernas, es suficiente para que uno se plantee presentar al
lector alguna propuesta, que sea verosímil, sobre este obscuro tema. Espero, sin
embargo, que la investigación de lo que parece ser una pista sobre el método
utilizado por los antiguos arquitectos al construir templos, pueda resultar de
alguna ayuda para esclarecer los principios que fueron la base común de las obras
sobre las artes y ciencias de la antigüedad; pues parecería que había una ley
canónica subyacente a la práctica de la construcción y de las demás artes.
Generalmente,
esto ha sido experimentado por todos los estudiantes aplicados de la
antigüedad, y se ha reparado ya en muchos signos de esta uniformidad. Pero como
la base de todo en el mundo antiguo se centraba primordialmente en la religión,
es en la teología antigua donde hay que buscar los fundamentos y la base del
antiguo canon.
Los sacerdotes
eran prácticamente los amos del mundo antiguo. Todo y todos estaban
subordinados a la jurisdicción eclesiástica, y no se podía emprender ninguna
obra sin su autoridad. Nadie negará que los sacerdotes estaban legítimamente
autorizados a controlar la construcción de templos. Y que ejercieron este
control está fuera de dudas. Por esto vemos que siempre han existido
francmasones O alguna orden correspondiente a los francmasones medievales, con
privilegios exclusivos y secretos necesarios para construir templos bajo la
autoridad eclesiástica. Y el conocimiento que poseemos sobre los francmasones
medievales es suficiente para demostrarnos que los secretos que poseían eran
los de la religión, es decir, de la cristiandad medieval.
Son estos
secretos de los antiguos sacerdotes, cuidadosamente protegidos por ellos
mismos, y únicamente comunicados a los constructores de los templos, los que
nos proponemos tratar en las siguientes páginas. Nos esforzaremos en mostrar
que estos secretos, que comprenden la doctrina esotérica de la religión, se han
transmitido ininterrumpidamente, al menos desde la construcción de las grandes
pirámides hasta la actualidad. Evidentemente, el estudio del recorrido
histórico de las pruebas sobre la continuidad de estas ideas, como ya hay
libros que tratan esta investigación, está fuera del objetivo de este libro, ya
que sería tratado superfluamente. Tan sólo tenemos que aceptar el testimonio de
los antiguos historiadores griegos, quienes afirmaron enfáticamente que las doctrinas
esenciales de la religión griega habían sido importadas desde Egipto. Sabemos
que cualquier civilización Europea es de origen griego. Incluso el Evangelio es
indiscutiblemente de origen tanto griego como hebreo; está escrito en griego y
fue creado en los pueblos helénicos, y en los sitios donde fue aceptado en las
sucesivas generaciones formó una imagen sobre Grecia. Como no hay ninguna razón
para poner en duda las afirmaciones de los historiadores griegos por, lo que
refiere a la deuda de su nación con los egipcios por la instrucción en las
artes y las ciencias, ha habido a través de las gentes de Grecia, una
comunicación directa de las ideas de los egipcios hacia las zonas helenizadas
del mundo, a las cuales nosotros pertenecemos.
Del mismo modo
que Pitágoras, Platón, y otros filósofos griegos, visitaron Egipto para
estudiar la religión y las ciencias de ese país, hombres muy cultos de una edad
posterior estudiaron la religión y la filosofía de Grecia con el mismo
objetivo, es decir, para perfeccionarse en ese conocimiento, que se sabía que
había sido recibido por los griegos. Para nosotros, los egipcios sólo eran un
eslabón más; pero las doctrinas que estamos investigando eran fundamentalmente
las mismas en Grecia y en Egipto. Cuánto se mejoró la religión original y la filosofía
de los egipcios con el filtro de la refinada influencia griega, deberá decidirse
cuando los egiptólogos lleguen a tener un conocimiento más profundo sobre los
temas egipcios de lo que tienen ahora. Pero hay que hacer hincapié en que, sean
cuales sean los cambios que los griegos y los cristianos hayan añadido a la
teología egipcia, los misterios centrales eran aceptados por todos los
sacerdotes y filósofos como la única base posible de la religión. Y más que
esto (como no siempre debemos contentarnos con una razón lógica para cualquier
asunto entre mortales) el conservadurismo absoluto, siempre considerado en
asuntos religiosos, tan sólo podría admitir que cualquier doctrina recibida,
una vez establecida, debería retirarse.
No se puede
olvidar, que sólo las ideas más vagas prevalecen como secretos místicos. Todos
sabemos que los egipcios, los griegos, y otras naciones del este protegieron
las doctrinas vitales de su teología de lo ignorante y vulgar, y que el sentido
de los escritos sagrados y las ceremonias fueron explicados sólo mediante un
proceso gradual de iniciación. Y luego, después de esta preparación, los
iniciados estaban autorizados a tomar parte en los ritos religiosos. Es una
desgracia que todos los ritos de las religiones antiguas fueran destruidos y es
particularmente lamentable que ni un fragmento de los escritos sagrados, ni los
rituales de los templos de la Grecia pagana sobrevivieran hasta nuestros
tiempos. Ni tan solo sabemos si la versión hebraica o cristianizada del rito
masónico, tal como lo conocemos ahora, tiene algo más que una ligera semejanza con
su forma primitiva.
Aparte de los
servicios ordinarios de los templos paganos, es bien sabido que en algunas
épocas había ceremonias especialmente misteriosas de la misma naturaleza que
los espectáculos dramáticos u obras de teatro, en algunos casos aparentemente
intencionados para dar forma al espectáculo final de las iniciaciones. Algunos autores
antiguos han mencionado estos espectáculos, pero cuando se reúne todo lo
contenido en sus obras, resulta ser muy poco. Plutarco, San Clemente de
Alejandría (que fue iniciado en Eleusis antes de convertirse en cristiano),
Luciano, Apuleyo, Macrobio y otros escritores nos proporcionan una poca información,
directa o indirectamente, sobre estas ceremonias místicas. Además, hay un
tratado de Jámblico intentando comentar todo el tema de los misterios, pero
este trabajo ha sido compuesto con una obscuridad tan escrupulosa y cuidada,
que muy poca gente puede haberse sentido más sabia después de haberlo leído.
También existe el Cábala judío, que contiene una explicación sobre los secretos
sacerdotales y misterios hebreos, pero en la actualidad nadie puede entenderlo
completamente. Existen las obras atribuidas a Hermes Trismegisto conservadas
por los neoplatonistas, escritas con la misma jerga filosófica de Jámblico y
los demás; y existen referencias sobre las doctrinas de los cristianos
heréticos, llamados gnósticos, conservadas en las controvertidas obras de
nuestros ancestros. Estas son algunas de las fuentes de información más
directas sobre las doctrinas místicas comunes en las religiones egipcia,
griega, hebrea y cristiana.
Pero además de
estas referencias obscuras y fragmentadas, la ley de las Escrituras Hebreas y
los extensos comentarios del Talmud, el Evangelio con los oficios y rituales de
la iglesia, son cada uno un compendio en su forma más completa de esos
misterios en base a los cuales fueron creados cada uno de ellos; si estas obras
fueran entendidas claramente la dificultad habría desaparecido. El desgraciado
hecho que debemos lamentar ahora, es que los sacerdotes que deberían ser
capaces de explicarnos el significado de las escrituras que se encargan de
comentar, ignoran por completo su significado verdadero. Es posible que no haya
ningún sacerdote cristiano que sepa lo que es el canon de la iglesia, o por qué
algunos oficios o adaptaciones literarias son canónicos o qué los convierte en
ello. Negarán que el Antiguo Testamento y el Evangelio son libros alegóricos
pero no tienen ninguna explicación para los absurdos que tienen lugar en esas
obras si se interpretan literalmente. De hecho, el sacerdote moderno, al cual
nos dirigirnos para que nos enseñe los misterios de la iglesia, es la última persona de la cual
podríamos obtener alguna información. Por lo tanto, dejemos a este hombre que
parece no saber que su oficio fue creado de modo que recibiese la tradición
canónica por boca de un profesor previamente ordenado, y que con su conocimiento
debería, impartir el espíritu de la carta de la ley.
Deberíamos
asumir que en la construcción de la Gran Pirámide, los principios originales de
todas las teologías posteriores ya habían sido establecidos y fijados. Y a
pesar de que las creencias modernas indiquen lo contrario, parece que en esa
temprana época los egipcios poseían algunos conocimientos sobre astronomía y
cosmografía, que conocían las medidas de la tierra y la distancia de los
planetas, y habían observado los ciclos recurrentes del sol y la luna en sus
respectivas órbitas, y muchos otros fenómenos astronómicos simples, que habían obtenido
un esquema que personificaba con dioses hipotéticos una imagen simbólica del universo
creado y de los poderes invisibles que lo regulan. En este esquema, la deidad
era concebida exactamente según las formas exactas manifestadas en los
fenómenos de la naturaleza. Todo el universo físico y material era simbolizado
con siete planetas giratorios y la esfera de estrellas fijas, mientras que el
agente o móvil que inspiraba todos los cuerpos con vida, era personificado con
la figura de un hombre. Así los filósofos construyeron un sistema, que atribuía
a un dios un cuerpo compuesto de todas las materias del mundo, y con un alma
que se difundía a través de todas sus partes. Sin embargo, el credo de los
filósofos, nunca fue declarado abiertamente en la religión popular, pero estaba
oculto en las parábolas que componían la antigua teología. Los sacerdotes
antiguos nunca dudaron en creer esta historia v filosofía "sólo suficiente
para los pocos escogidos", mientras que la plebe era instigada cuidadosamente
a practicar la moralidad siendo instruidos en ese tipo de ficción que, en
Inglaterra, emanaba de Exeter Hall. Estrabón expresa admirablemente la actitud
de un hombre educado en la religión de su época. Él dice, "No es posible,
en efecto, conducir a una turbamulta formada por mujeres y por toda una masa de
gente vulgar mediante la lógica filosófica, ni tampoco atraerla al respeto, la
religiosidad y la fe sino que es preciso hacerlo por medio del temor a los
dioses; y esto no es posible sin la creación de mitos y sin relatos
extraordinarios. En efecto, el rayo, la égida, el tridente, antorchas,
serpientes v lanzas en forma de tirso, atributos de los dioses, son material
mítico, al igual que la teología arcaica, y esto fue lo que aceptaron los
fundadores de los Estados como espantajos para las gentes de espíritu
simple" (Estrabón. Geografía. L.
I, c. II, 8). Una vez más la diferencia entre Moisés y Lino, Museo, Orfeo, y
Ferícides, está bien definida por Orígenes, quien dice, que los poetas griegos
"manifiestan poca preocupación por los lectores que los examinan con
detenimiento sin ayuda, pues sólo han compuesto su filosofía (como se dice)
para los que no pueden entender su significado alegórico v metafórico".
Mientras que Moisés, como orador eminente, reflexiona sobre algunas figuras
retóricas y que introduce cuidadosamente en cada parte un lenguaje con doble significado, ha hecho esto en sus cinco libros;
ni tan solo proporcionando, en la parte que trata la moral, ningún pretexto a
sus cuestiones judías para considerarlo diabólico; ni proporcionando a los
pocos individuos dotados de gran SABIDURÍA, y que eran capaces de investigar su significado, un tratado
desprovisto de material para la especulación". (Orígenes, Contra Celso, L. I, c. XVIII). En otras
palabras, los hebreos esparcieron sus ficciones disfrazadas de preceptos morales,
mientras que los griegos paganos no eran tan minuciosos.
Es sabido por
muchos que algunos números tenían un lugar importante en los sistemas filosóficos
y teológicos de los antiguos. Los pitagóricos concebían sus doctrinas en un
sistema numérico y geométrico que era la única forma de su filosofía que ha
llegado al resto del mundo. Los sacerdotes judíos también elaboraban un extenso
sistema de numeración en el Cábala, y los rabinos los usaban frecuentemente en
los comentarios talmúdicos de las Escrituras. Los fundadores de la iglesia han
preservado bastantes exposiciones sobre el sistema en sus libros contradiciendo
las opiniones heréticas de varios sectores de los gnósticos cristianos. Pero el
significado de todas estas teorías numéricas han dejado de entenderse, junto
con la mayor parte de las doctrinas de los antiguos misterios de los cuales la
filosofía numérica formaba parte.
El uso más
antiguo de los números como símbolos de una doctrina esotérica remonta a
Egipto, de donde lo sacaron los griegos y fue transmitido a nuestro mundo.
Aunque desgraciadamente no tengamos ninguna prueba de cómo los misteriosos
egipcios usaban sus números, parecería que su sistema numérico formaba parte
del dogma en esas leyes a las que se refería Platón como las que tenían diez
mil años de antigüedad, y se perpetuó como una de las bases de la religión y el
arte en todos los pueblos venideros. Las palabras de Platón son: "De
antiguo, según parece, fue conocido de ellos este principio que nosotros
enunciamos ahora de que conviene que los jóvenes de las ciudades se ejerciten habitualmente
en buenos ademanes y buenas melodías. Y prescribiendo cuáles y de qué modo
habían de ser éstos, los expusieron en templos, y ni a los pintores, ni a otros
algunos de los que producen figuras y cosas semejantes, les era lícito innovar
en contra de ellos ni discurrir otros modelos que los patrios; ni ahora les es
permitido, ni en estas cosas ni en todo cuanto comprende la música, ni en nada.
Y observando hallarás allí que las pinturas o grabados de hace diez mil años (y
digo diez mil años no por decir, sino como cifra real) no son ni más hermosas
ni más feas que las ejecutadas actualmente, Sino que están trabajadas con el mismo"
(Las Leyes, 656. Traducción José
Manuel Pabon y Manuel Fernández Galiano, Tomo I.) Aun se desconoce lo que era
este canon de arte, pero es posible descubrir indicios sobre él en la religión
y en el arte de los griegos y cristianos.
La teología, en
sus diversas formas, siempre ha sido un epitoma del arte, y ha constituido la
ley que lo guiaba. Desde los tiempos de los antiguos egipcios esta ley ha sido
un arcano sagrado sólo transmitido por símbolos y parábolas cuya construcción,
en la antigüedad, constituía la más importante forma de arte literario; por eso
requería para su exposición una casta sacerdotal instruida en su uso y gremios
de artistas iniciados, que había por todo el mundo hasta tiempos relativamente
recientes. En la actualidad, todo esto ha cambiado. La teología ha perdido sus secretos;
sus símbolos se han convertido en ornamentos sin sentido, y sus parábolas ya no
se entienden. El artista al servicio de la iglesia ya no representa sus
misterios mediante formas metafóricas, y los sacerdotes tienen muy poca
destreza en el antiguo arte de construir mitos, como tienen en interpretar las
escrituras.
Poca gente
aprecia adecuadamente este principio perdido, el arte que es trabajar con
simbología. Para nosotros, que no tenemos ya nada que encubrir, una práctica
como esta ha pasado de moda con cierta naturalidad, y el símbolo como un medio
para encubrir más de lo que se pretende explicar, ha pasado a ser obsoleto.
Nosotros aun escribimos o pintamos simbólicamente, pero sólo por convertir lo
obscuro, en más claro. Contrariamente, en manos de sacerdotes antiguos o
artistas, el símbolo era un velo para encubrir, bonito o grotesco, según el
caso. Un mito o parábola, en sus manos, transmitía sutilmente una verdad
escondida mediante una ficción más o menos obvia; pero ha sucedido que la mentira
cruda y pueril de su superficie es tomada ignorantemente por la verdad, sin ser
reconocida como una simple pista que conduce a su significado profundo. Toda la
teología ha sido compuesta de este modo, y sus palabras con doble sentido deben
ser leídas con una doble mente. En consecuencia, cuando leemos en las Escrituras
de la Iglesia, o en la Historia Sagrada, una ficción que muestra más que una ordinaria
exuberancia de fantasía, podemos estar seguros, que está llamando nuestra
atención. Cuando los hechos milagrosos se atribuyen los dioses, o cuando son representados
por formas maravillosas, el autor nos está dando a entender que nos transmite
algo insólito. Cuando nos describen bestias singulares y sobrenaturales, como
Behemoth y Leviathan, el unicornio, o el fénix, pretenden que busquemos
profundamente en su significado: por eso existen algunos ardides con los que
los antiguos ocultaban alguna vez y explicaban sus misterios escondidos.
Cuando todo era
místico y metafórico, era natural que los números fueran llevados al servicio
del arte. La geometría también proporcionaba un código de símbolos, que algún
día serán comprendidos. Estos símbolos geométricos permitían a los matemáticos
incorporar los misterios en sus obras, y también proporcionó a los
constructores un medio para aplicar el sistema numérico a la construcción de
templos, que según Platón, mostraban el modelo de las leyes egipcias. Hay bastantes
indicios de que esta geometría simbólica sobrevivió en el arcano de la francmasonería.
La mayoría de los secretos prácticos de los antiguos arquitectos medievales que
construyeron las catedrales según los misterios de la iglesia, se deterioraron
con las antiguas cofradías que precedieron el asentamiento de la logia masónica
actual. Sin embargo es posible descubrir en los primeros libros técnicos y de
arquitectura, algunos indicios sobre la práctica de la construcción antigua.
Todos los escritores sobre arquitectura de la antigüedad, al igual que los
francmasones, insisten en que la geometría es la base de su arte, pero las
indicaciones que dan sobre su aplicación son tan obscuras que nadie en la
actualidad ha podido explicar cómo se usaba.
La filosofía
debe haber dependido igualmente de algún sistema geométrico, por eso escribió
Platón sobre la puerta de su academia "NO DEJÉIS QUE ENTRE NINGÚN
IGNORANTE EN GEOMETRÍA”, y en La
República (L. VII, p. 527) dice "En gran manera también hay que ordenar
a los de tu bella ciudad que no se aparten en absoluto de geometría —una ciencia
con la que, que según él— ocurre todo lo contrario de lo que dicen de ella
cuantos la practican". De esto se puede concluir que Platón pretendía
informarnos de que, nadie podría entender su filosofía sin conocer sus bases
geométricas, ya que la geometría contenía los secretos fundamentales de todas
las ciencias antiguas.
Los francmasones
y los arquitectos sabían que la mística figura llamada Vesica Piscis, tan
popular en la Edad Media, y generalmente colocada como la primera de las
proposiciones de Euclides, era un símbolo aplicado por los masones al
planificar sus templos. Albert Dürer, Serlio, y otros escritores sobre
arquitectura pintan la Vesica en sus obras, pero presumiblemente debido a un
misterio incalificable que se le atribuye, estos autores no dan ninguna
referencia sobre ella. Thomas Kerrich, un francmasón y director de los libreros
de la Universidad de Cambridge, leyó un trabajo sobre esta figura mística ante
la Sociedad de Anticuarios el 20 de enero de 1820. Ilustró sus comentarios con
muchos diagramas que mostraban su uso por parte de los antiguos masones, y
terminó diciendo "Bajo ningún pretexto me permitiré conjeturar sobre las
referencias que puedan tener estas figuras para los misterios sagrados de la religión".
El Dr. Oliver, (Discrep. pag. 109)
hablando de Vesica dice "Esta figura misteriosa Vesica Piscis poseía una
influencia infinita en los detalles de la arquitectura sagrada y constituía el perdurable y gran secreto de
nuestros antepasados. Este uso determinaba los planos de los edificios
antiguos; y las proporciones de longitud y altura dependían únicamente de
esto" Clarkson (Ensayo introductor de Temple
Church de Billims) consideraba que las cartas elementales del lenguaje
primitivo provenían del mismo símbolo místico. Clarkson dice que ya lo conocían
Platón y "sus maestros de las universidades egipcias", y que fue para
los antiguos constructores "un arquetipo de belleza". La Vesica
también es contemplada como un objeto funesto bajo el nombre del "Ojo del
Diablo", y el hechizo empleado generalmente para prevenir de los efectos
de su encanto era el Fallus (J. Millinger Arqueología,
XIX). En heráldica la Vesica se usaba como un escudo femenino. Era
intercambiable con el Fusill, o Mascle (Guillim, "Display of Herarldry” 4ª ed. 1660, N c.XIX, p. 354) y también
fue representado como un losange o rombo. En el este, la Vesica se usaba como símbolo
de la matriz, y junto a la cruz de los egipcios formaba el asa de la Crux
ansata (cruz ansada).
Geométricamente,
la Vesica está formada por dos círculos que se cruzan, de modo que parece tener
un doble significado. Edward Clarkson dice que "en la actualidad,
astronómicamente significa una conjunción estelar; y con una transposición
inteligente a ideas clásicas una boda divina", o el doble sentido de la
esencia de la vida que los antiguos creían que era macho y hembra. A cualquier cristiano
la Vesica le será familiar por su uso constante en el arte antiguo, porque no sólo
era un atributo de la Virgen, y del aspecto femenino del Salvador simbolizando
el seno, sino que también rodea la figura de Cristo, como su trono cuando está sentado
en la Gloria. Como un jeroglífico la combinación de Cristo con la Vesica es
análogo a la Cruz ansata de los egipcios.
Además de la
Vesica Piscis, los filósofos antiguos y los francmasones estaban habituados a
usar como símbolos todas las figuras geométricas planas. El emblema de los
pitagóricos, el Pentalfa, o estrella de Cinco puntas, y el Hexalfa, o Sello de
Salomón, han sido usados en la iglesia desde tiempos inmemoriales como símbolos
de Cristo y de la Trinidad, y tienen variedad de asociaciones emblemáticas. El
Hexágono era el símbolo común del Cubo Masónico o Piedra Cúbica, mientras que
el Triángulo y el Cuadrado tenían cada uno su uso como símbolo geométrico. La
Cruz también ha sido desde tiempos remotos un potente emblema místico entre los
pueblos antiguos. Generalmente, las cruces eran de tres tipos, la Cruz Tao, la
Cruz Girada o Cruz de Jerusalén, y el Quincunce o Cruz Diagonal, y cada una de
ellas tenía su significado peculiar.
Es sabido de
todos que las letras de los griegos y hebreos tenían todas un valor numérico,
de modo que cada palabra en esos idiomas se podía resolver en un número,
sumando el valor de cada letra que la componía.
De este modo la
palabra IESOVS=888, CRISTOS=1.480, LOGOS=373, la palabra hebrea Messiah=358,
IHVH(]ehovah)=26, ZEUS=612, MITHRAS=360, y ABRAXAS=365. Evidentemente nadie supone
hoy que el valor numérico del nombre CHRISTOS tiene algún significado en
particular, o que el número 1.480 sea algo más que un número cualquiera,
resultado de sumar las letras que forman la palabra griega que significa
"ungido"; Sin embargo, creemos que la palabra CHRISTOS fue
cuidadosamente escogida por los griegos, los cuales construyeron la teología
Cristiana para ejemplificar el gnosticismo antiguo que forma la base del
cristianismo común con cualquier otro sistema religioso. Este número 1.480 como
se mostrará más adelante, índica con precisión una medida importante del
Cosmos, y fue aparentemente escogido para ser la base del panteísmo científico
sobre el cual la teología cristiana se ha construido, y fue una parte de Gnosis
derivado antiguamente de esas leyes de los astrónomos-sacerdotes del antiguo
Egipto, que inventaron el canon por primera vez, y que se convirtió en un principio
fundamental de las leyes griegas, judías y cristianas.
Pero no hay
ninguna prueba aparente de que los judíos y los cristianos poseyeran un
conocimiento suficientemente exacto sobre el esquema cósmico, para introducir
alguna de sus dimensiones como nombre de una deidad. Y parece cierto. Pero ya
no se entiende el significado de estas obras que formaron el canon de las
Escrituras, y aunque el conocimiento del que hablamos ha sido conservado
cuidadosamente en estas Escrituras, es ahora tan inteligible, que nadie en la
actualidad parece ser consciente de su existencia.