sábado, 15 de junio de 2013

EL SOLSTICIO DE INVIERNO

Tradicionalmente en la Masonería, así como en otras Escuelas Iniciáticas de Occidente, se han celebrado los hitos marcados por el ir y venir del Sol frente a ojos expectantes sobre la faz de la tierra, me refiero a los Solsticios y Equinoccios.
Estos cuatro eventos, que definen, entre otras cosas, la sucesión de las estaciones anuales (algo que se evidencia mayormente en los climas subtropicales y mediterráneos), han servido para relacionar y reflexionar sobre una gran cantidad de enseñanza esotérica y exotérica. Es así como estos períodos cíclicos en la Naturaleza, pueden servirnos de espejo para reflejar aquellos ciclos que se producen en la psiquis y el alma del ser humano.
Y ya que nos acercamos a uno de estos eventos, el solsticio de invierno, he querido publicar este artículo sobre este tema que apareció en la "Revista Masónica de Chile", de Agosto de 1965 (Año XLII Nos.5-6); y auqnue nos entrega información principalmente sobre algunas teorías centíficas del origen de la tierra y del sistema solar, al reflexionar sobre estos antecedentes podremos sacar algunas conclusiones que vayan más allá del velo de lo físico y material.

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Hace dos mil años que el poeta Horacio, en sus "Sátiras" (The Satires, Epistles and Ars Poetica of Horace), traducción inglesa de Connington, pág- 29), nos dio la versión clásica de la evolución de la cultura humana y la visión del humilde Comienzo de la humanidad:

"Cuando por vez primera surgieron hombres como gusanos del seno
de la tierra.
Eran mudas criaturas, carentes de lenguaje, de formas vagamente
humanas.
Valiéndose de las uñas y de los puños cerrados luchaban
Por las bellotas y los abrigos donde guarecerse durante la noche;
Utilizaron luego garrotes; por fin emplearon ya armas,
Cuyo uso creciente les enseñó a perfeccionar,
Hasta que aprendieron a formar las palabras y los nombres,
Con los sones que emitían, y pudieron manifestar sus ideas,
Desde entonces dejaron de luchar, y comenzaron
A construir ciudades, defendiéndose el hombre del hombre
Y establecieron leyes, como freno a las disputas,
Que protegían a, las personas, propiedades y esposas,
Si se investiga la historia de la humanidad,
Se hallará que fue el temor a la injusticia lo
que dio origen al derecho, al derecho de todo... pensar".

Agustino afirmó; "El hombre se maravilla del inquieto Océano de las aguas corrientes, de la contemplación del cielo, y se olvida que, de todas las maravillas del Universo, es el propio hombre lo más maravilloso".
Su maravilla no radica en la ligereza de su pie ni en la fuerza de sus brazos, y tampoco en su belleza, ya que muchas otras criaturas le superan en este aspecto. Reside en su habilidad creadora, en la capacidad de concebir y producir nuevos modos de vida.
Bajo el impulso de su fértil mente crea los instrumentos del artesano. Gracias a su prodigiosa imaginación, elabora millares de formas de organización de su propia vida, en multitud de modelos, con objeto de hacer frente a las exigencias de la Naturaleza, las necesidades de su agrupación social, los misterios del Universo, y los esfuerzos de su YO emocional.
El hombre, que es la parte constituyente de la Naturaleza, es elemento activo en el Universo con todos sus fenómenos.
Ya no necesitamos luchar con las espesas nieblas del pasado, ni apoyarnos en el mito y en la fantasía para saber comprender todo lo que ocurre en estos dos mundos del micro-cosmo y macro-cosmo.
La Tierra, miembro del Sistema Solar, que describe una órbita elíptica alrededor del Sol, acompañada por su satélite, la Luna.
Hace más de cuatro mil millones de años no existían todavía la Tierra, ni el Sistema Solar. En vez de éste había una estrella gigante, expresa Simpson en "The Meaning of Evolution”. Al romperse violentamente esta estrella se originaron la Tierra, Mercurio, Venus, Marte, Saturno, Júpiter, Neptuno, Urano  y Plutón. El núcleo residual de la estrella gigante constituyó nuestro Sol.

A pesar de su grandiosidad actual, el Sol es sólo un resto de lo que fue primitivamente.
Explica Chamberlin-Moulton en "The Origin of the Earth", la fragmentación de la gran estrella primitivamente se efectuó probablemente cuando la trayectoria de su órbita la condujo a la proximidad de otra estrella mayor aún.
No fue necesaria una colisión efectiva para destrozar la menor de ambas estrellas. Bastó con que el Sol llegase lo suficientemente cerca de la enorme masa de la otra estrella para que quedase sometida a su enorme fuerza gravitatoria. A consecuencia de esta fuerza originóse una especie de fuerte marea, cada vez mas intensa, a medida que ambos cuerpos iban aproximándose, hasta que, al pasar velozmente uno frente al otro, la atracción de la estrella mayor excedió al de la muestra hasta tal grado, que arrancó de ella grandes masas de materia solar. Estas masas fueron los "planetesimales".
Junto con el Sol como núcleo, formaron probablemente un complejo estelar semejante al de las nebulosas espirales que pueden observarse actualmente mediante un telescopio (“The Evolution of Earth and Man", by L. L.Woodruff).
Ahora, cada uno de los incontables millares de planetesimales giraron siguiendo su propia órbita elíptica alrededor de lo que quedaba del sol.
Unos pocos de ellos eran mucho mayores que los otros y, por consiguiente, ejercieron una atracción gravitatoria sobre los más pequeños que se pusieron a su alcance. A manera de gigantescos aspiradores, los cuerpos mayores barrían sus órbitas, recogiendo los planetesimales de menor tamaño, aumentando así su masa como si fuesen bolas de nieve, cada vez mayores.
Los ocasionales meteoritos que atraviesan incandescentes nuestra atmósfera, son simplemente los últimos llegados a nuestro planeta, que es el actual resultado del crecimiento evolutivo de uno de los mayores núcleos planetesimales originarios. Recordemos el gran meteorito caído en Siberia y del cual se han realizado innumerables estudios, como del encontrado en el Cañón del Colorado de USA- ("Hipótesis planetesimal acerca del origen del sistema solar", de Chamberlin-Moulton).
La Tierra tuvo, probablemente al inicio, una tenue atmósfera que, progresivamente, fue aumentando la masa terrestre y su fuerza gravitatoria por incorporación de un número cada vez mayor de planetesimales.
El vapor de agua se condensó, originando la lluvia, que se precipitó sobre las superficies más elevadas de los elementos desigualmente apelotonados, constituyéndose, de este modo, los lagos y océanos.
El aumento de presión sobre el interior de la masa terrestre, junto con el calor liberado por la descomposición de las sustancias radioactivas, elevó suficientemente las temperaturas internas para que se verificase la fusión de aquellas partes de la masa heterogénea de punto de fusión más bajo... y así, lentamente, la tierra, al igual que un maravilloso laboratorio de cambios y transformaciones, la Naturaleza da aun estructura de este punto que viaja en el Universo, la Tierra, con sus continuos ajustes nos demuestra al ser humano que su vida sigue en el tiempo cósmico, como le denominan los geólogos y astrónomos. que son sus vigías de todo cuanto ocurre en él ("The Earth", G. Sarton),
Para los astrónomos de las antiguas civilizaciones orientales, los puntos luminosos que veían en la tachonada bóveda celeste, eran tan sólo eso: puntos, estrellas, sin distinción, situadas en tal esfera o en tal torbellino, que, todo lo mas, podían ser la celestial morada de algún dios.
Aquellos puntos recorrían caminos según leyes que, por experiencias, habían llegado a conocer bien los sacerdotes-astrónomos, quienes incluso podían predecir sus posiciones sucesivas. Pero sus conocimientos terminaban allí.
Para la humanidad, durante milenios, los planetas no existían; era, si acaso, unas curiosas y peculiares estrellas, de luz más fija que las demás y cuyas posiciones y caminos resultaban, de manera periódica, extrañamente alterados.
La civilización griega, con su sentido crítico, aportó amplios progresos acerca de esto.
Muchos filósofos empezaron a especular acerca del Sol y de la Luna, por ser considerados esencialmente distintos a los demás cuerpos celestes.

El Sol, evidentemente, lo era por su luz y calor sensible, pero aparte de ello, tanto éste como la Luna, presentaban una cualidad que las estrellas no tenían: un tamaño aparente. No eran puntos, eran discos luminosos, de los cuales se podía discutir su tamaño y, como consecuencia, su distancia.
Las opiniones sobre ellos fueron numerosas y modificadas a lo largo del tiempo.
Mientras se creyó plana a la Tierra, nadie pensó que la Luna fuese sino un disco; disco de plata, según algunos, en el que, a modo de espejo, se reflejaban los accidentes de la superficie terrestre.
Otros pensadores lanzaron la idea de considerar a la Luna como un mundo, extraño y fantasmal para algunos, como Tales de Mileto, que lo creía la morada de los muertos, o lisa y llanamente "un país con colinas y valles, tan grande, como toda Grecia..,.”, como Anaxágoras, ya en tiempos de Pericles, se había atrevido a sugerir.
Durante siglos, las teorías de que la tierra no era plana se mantuvieron en los legajos de los astrónomos-magos de aquellos tiempos.
Las teorías filosóficas de la Edad Media, con su concepción de una Tierra plana, inmóvil en el Centro del Universo, no tuvieron mucha aceptación en mentes esclarecidas, renovadoras y conocedoras de todos los trabajos realizados por los egipcios-fenicios-indios y griegos.
A partir del siglo XVI, los grandes descubrimientos hicieron variar totalmente el conocimiento de nuestro planeta.
Después de Copérnico, la Tierra ya no era el Centro del Universo, y en Italia. Galileo dirigía al ignoto infinito, su telescopio, viendo por primera vez el enigma de aquellos errantes puntos luminosos, de aquellas extrañas y caprichosas estrellas, dando mayor claridad a la mente humana.
La generalidad de las estrellas presentaban, a través del telescopio de Galileo, la misma apariencia de puntos luminosos con brillo más o menos intenso, pero puntos al fin.
Al enfocar el sabio florentino, casualmente, a uno de aquellos rebeldes vagabundos del espacio, relata Galileo, "mis observaciones iban de asombro en asombro, al comprobar que esos pequeños discos luminosos presentaban fases, mostrando claramente su condición esférica y su carácter de mundos. Nuevos mundos que el reciente invento revelaba, abriéndose con ello nuevos campos a la imaginación.
Después de continuos estudios, se demostró que la Tierra era redonda, teoría ya expresada por Eratóstenes, filósofo de la Escuela de Alejandría, nacido en Cirene el año 276 a. de C., y ya no era el Centro del Universo, existiendo además otros astros semejantes a la Tierra.
Nace con esto la idea de la pluralidad de mundos e, incluso, la imaginación del ser humano piensa aún que pueden estar habitados.
Ya que cuando hablamos de la posibilidad de vida en otros mundos, alguien pregunta por qué esos seres no han tratado de entrar en contacto con nosotros.
No discutamos sobre platillos voladores y si los mismos son visitantes interestelares. Podemos, sin embargo, considerar la posibilidad de que nuestro Universo se haya explorado ya. De hecho, si es cierta la hipótesis de Hoyle y si las galaxias, sus estrellas y planetas se han formado, han vivido y expirado a través del infinito, entonces es lógico que las criaturas inteligentes de multitud de planetas hayan hecho innumerables exploraciones en las partes del Universo que existían en su tiempo.
Sin embargo, no es de sorprender que nunca hayamos visto viajeros interestelares inteligentes en la Tierra. Desde luego, no estamos cerca de ninguna concentración de estrellas. Nuestro Sol es miembro de una galaxia, pero ocupamos un sitio en la lejana orilla de la misma, escasamente poblada y desarrollada inteligentemente.
Además, el Universo es tan grande, que cualquier zona, cualquier galaxia o grupo de galaxias es solamente un punto. Parece que no estamos en la zona adecuada para recibir visitantes de otras estrellas.
Por otra parte, podemos haber recibido muchas de esas visitas, sin saberlo. Pensamos que nuestra existencia en la Tierra es lo único importante en la historia natural de nuestro planeta. En realidad, nuestra duración como raza inteligente sólo ha abarcado una pequeña fracción del período total de la existencia de la Tierra como parte del sistema solar.
Material de este tipo lo obtienen actualmente los científicos que, con modestia, van entregándolo a todos los amantes de los avances de aquello que nos subyuga al levantar nuestra vista en una hermosa noche y que nos invita a la meditación.
La meditación también nos hace pensar seriamente en aquello que tenemos tan cerca, ya que somos producto de ella.
Los hombres se unieron en una espléndida lucha cultural bajo el alero de la UNESCO y con el nombre de Año Geo-Físico, para estudiar y experimentar en todos los lugares de la tierra los secretos que ella posee para demostrar viejas y antiguas teorías, o bien colaborar con el pensamiento de las nuevas generaciones, que necesitaban el apoyo y el estímulo de organizaciones internacionales, a pesar de que la Tierra como elemento Natural es uno solo.
Debo decir que estos estudios continúan y sus conclusiones han servido para seguir con las investigaciones espaciales y así poder encontrar respuestas a las miles de interrogantes que han dejado miles de científicos y muchas de ellas ya han tenido éxito y otras han sido ya dejadas, por carecer de valor científico.
La Masonería, desde sus albores, ha dado gran importancia a nuestra ubicación en el concierto universal y de la estrecha relación que existe entre ellos y la cultura y el progreso de la humanidad.
La Orden, que es una escuela real, donde filosofía y ciencia van en el camino que anhela verdades y trata de arrancar a la naturaleza las mejores lecciones.
De ahí que las fiestas solsticiales encierran un inagotable caudal de sugerencias y es su punto de mira: "una mejor comprensión del mundo que nos rodea".
El Solsticio de Invierno es el período en que el Sol se halla frente a uno de los trópicos, es decir, sus rayos caen perpendicularmente al paralelo más lejano de los viajes que lo distancia de la línea ecuatorial. Desde ese momento, regresan los rayos solares para ir al paralelo opuesto del otro hemisferio. Este viaje demora alrededor de 182 días, ya que nuestro planeta traza una senda eclíptica alrededor del Sol durante un año.
La Tierra tiene una inclinación de polo a polo y provoca, al trasladarse, los solsticios y equinoccios, etapas que se notan bien en los hemisferios que presentan mayor superficie a la luz solar.
El Solsticio de Invierno o Hiemal corresponde al instante en que la Tierra presenta el Trópico de Cáncer a los rayos solares que caen, como decía, perpendicularmente. Por esta razón, en el hemisferio Sur, la luz solar se ve en forma oblicua y de ahí que no es la distancia al Sol lo que produce mayor o menor calor, sino la posición de la Tierra misma.

Este ritmo, esta mecánica celeste, es maravillosa y perfecta
Los Solsticios jamás pasaron inadvertidos en la antigüedad para el hombre de ciencia.
Claro está que todo este ritmo cambiante de la Tierra lo cubrieron con el cariz místico y deformaron en gran parte la realidad física, que aún perdura en las masas populares, que obran bajo el velo del dogmatismo y que enferman el espíritu del pueblo con prejuicios convertidos en verdaderos tabúes y que, indirectamente, dañan en parte el nuevo espíritu del avance científico de las generaciones.
El Solsticio de Invierno, también es llamado San Juan de Invierno y de San Juan Bautista (Diré que en nuestra ciudad se oye hablar de las antiguas influencias de supersticiones populares y que ahora no sería del caso relatar).
Si miramos con un espíritu literario filosófico el Solsticio ·de Invierno, podemos observar que la naturaleza —con el alejamiento de sus rayos solares—, parece muerta.
Árboles secos, Campos yermos, avecillas ausentes de sus trinos, insectos aparentemente en extermino, etc., etc., parece que se alejan del lado de la vida humana.
Todo parece afectar. Incluso la historia nos muestra que el invierno derrota a los más aguerridos soldados.
Diríase que el invierno se torna en un paño negro de dolor y muerte. Pero no es así:
En este período, la naturaleza se atesorara silenciosamente; el grano puesto por la mano del hombre antes de llegar el crudo invierno se une en fraterno gestar con la madre tierra; al árbol desnudo le levanta la savia que va a reventar en brotes y frutos cuando llegue su hora; las lluvias devuelven generosa a la tierra sus tesoros que le había arrebatado; el hombre continúa su progreso, madura sus planes, acumula energías y traza nobles proyectos, la vida late oculta en la entraña misma de la tierra.
El invierno no es muerte ni descanso. Es el bullir sordo de expresivas actividades y de bella preparación.
La Masonería, al celebrar el Solsticio de Invierno, arranca a la naturaleza positivas enseñanzas o, por lo menos, como buena educadora, nos invita a que veamos sus misterios que aún mantiene y que el ser humano lentamente va desentrañando y dentro de la Orden cada uno de nosotros vamos aprendiendo cada Secreto que tiene nuestro Taller, ya que simbólicamente está representado el Universo mismo y, ·de este modo, podamos contribuir al progreso y bienestar de la Orden y de la humanidad.
D. E. A. R.