La autoría del artículo es de Sor Pilar Berenguer, Jefa de la Cruzada Humanitaria P.G.A.
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Podríamos
definir La Iniciación como el proceso por el cual el individuo puede pasar de un
estado inferior del ser a un estado superior. Este proceso lo transforma de un
profano a un iniciado y lo realiza a través de actos simbólicos que tratan de
dar al individuo la sensación de que “muere” para “renacer” en una vida nueva,
convertirse en un ser nuevo. Es empezar a transitar un camino que invita a la
reflexión, al análisis y la investigación interior, a desarrollar una nueva
conciencia, es en realidad lo que podemos llamar el “segundo nacimiento”, es entrar
a un estado superior, más perfecto que el estado profano. R. Guenon dice: “que no se trata de comunicarse con otros
seres, sino de alcanzar uno mismo tal estado de supra-individual”. Es pues
una realización puramente interior del ser humano que hasta ese momento la
llevaba en sí, pero en forma virtual.
La
muerte iniciática nos permite comenzar a transitar por el camino de la vida
espiritual. Es el nacimiento a un modo de ser más elevado.
El
significado propio de la palabra es: iniciar, entrar, comenzar. Un iniciado es
alguien que entra a transitar en un nuevo sendero.
¿Cuál
es la meta que lo lleva a entrar en ese nuevo sendero? La meta es encontrar a
Dios dentro nuestro, sumergirnos profundamente dentro de nosotros mismos y poder
así lograr la unidad del Ser. Por el poder de la iniciación podemos llegar a obtener
desde adentro toda la inspiración y todas las bendiciones de nuestra vida y tornarnos
más aptos para servir a la humanidad. Por lo tanto nuestra meta no debe ser
conseguir bondad, salud, poder. Eso es algo que podemos llegar a desarrollar naturalmente,
aunque puede ocurrir que en algún momento sintamos la necesidad de pedir ayuda
externa que nos facilite el trabajo pero, lo cierto, que es que cada uno debe
realizarlo por sí mismo. Acá no se trata de aprender sino de experimentar.
Por
la iniciación el ser se realiza, hace que sus posibilidades latentes de la potencia
pasen al acto. Es permanente, es un estado adquirido una vez para siempre y que
nada podrá borrar. Cuando nos “iniciamos” como miembros de nuestra sagrada Orden,
no importa lo apartado que pudiéramos llegar a encontrarnos, en algún momento
de nuestra vida, de ella, es también un estado adquirido para siempre y que
nada podrá borrar.
Existe
una diferencia entre “iniciado” y “místico”. Este último puede alcanzar en forma
rápida la intuición, en cambio el iniciado la puede llegar a adquirir en forma
progresiva. La vida iniciática es activa, larga y laboriosa para quien se ha
iniciado.
No
es un proceso pasivo, sino todo lo contrario es activo, que puede convertirse
en algo virtual si no cooperamos con todo nuestro ser. Es el camino del servicio,
del testimonio, de la comprensión humana, no del estudio o la educación, sino
la vivencia del servicio.
Debemos
tener en cuenta que para considerar como verdadera iniciación se deben lograr
dos objetivos:
1.
Despertar en nosotros la aspiración de auto-superación, de auto-transmutación,
de cambiar los modelos de vida que hayamos desarrollado, sean éstos conscientes
o subconscientes, tanto físicos, como mentales y emocionales.
2.
Hacernos introspectivos, es decir que nuestra conciencia se vuelva hacia el interior
para mirarnos a nosotros mismos y vivir en una constante comunicación con nuestro
Maestro interior. La iniciación completa sería a la vez, según G. Persiguot:
Purificación del ser, que muere a sus deseos profanos, es la gran obra espiritual
de los alquimistas. Iluminación que da el medio de llegar al Conocimiento”.
El
auténtico progreso en el camino espiritual tiene que ver con el desarrollo de la
paciencia y el deseo de aprender a través de las diversas pruebas que la vida va
sembrando en nuestro camino. Para ello es necesario desarrollar la sinceridad,
la veracidad, la resistencia y la humildad.
Todo
iniciado no debe vivir como si fuera un ángel, lo importante es ser sinceramente
humano, o sea equilibrar el mundo material y espiritual. No aislarse de las relaciones ni de las
obligaciones. Es un ser reconciliado consigo mismo y, esta reconciliación tiene
lugar cuando toma conciencia de la chispa divina que brilla dentro de cada uno
de nosotros.
Para
ciertas personas la vida ordinaria puede ser considerada como una iniciación. Son
aquellas que pasan en su vida con verdaderas “Pruebas de Fuego” por grandes
experiencias de tal índole que su confianza en sí mismas, su valor y su firmeza
se vigorizan de manera positiva, ya que llegan a soportar el dolor, las decepciones
y los fracasos con calma y fuerza inquebrantable. Quien ha pasado por estas
experiencias es muchas veces un iniciado sin darse cuenta y no le faltaría
mucho para llegar a descubrir que existe también la vida espiritual y que existen
mundos superiores que pueden otorgarle una mayor y más firme confianza en sí
mismo, una grandeza de alma que no se pueden adquirir en el mundo inferior.
Los
seres humanos nacemos pero somos incompletos, pero por el segundo nacimiento, que
es el espiritual, nos convertimos en iniciados y es así que llegamos a lograr
entrar en contacto con nuestro espíritu inmortal.
Algo
que podríamos decir que tiene como significado la iniciación, sería lo que una vez
dijo Jesucristo: “Si no volvieras a nacer
de nuevo no entrareis en el Reino de los Cielos”. Este Reino podía ser la Iniciación.
Es a través de la
Iniciación que podemos acceder a comprender el significado de la famosa frase “Conócete a ti mismo”, ya que es a través
de ella que podemos lograr un auto-conocimiento que nos permita lograr nuestra
propia evolución y crecimiento espiritual y poder así cumplir con uno de los
Objetivos de nuestra Orden; “Colaborar con el Crecimiento Espiritual de la
Humanidad”.