Desde
muy antiguo el ser humano ha pensado que tiene una influencia divina en su
vida, un nexo que lo une con el Creador.
En
nuestros días, el avance de la ciencia y la tecnología es tan grandioso que las
personas se encuentran tomando decisiones y actuando sobre acontecimientos que,
desde hace miles de años hasta unas décadas atrás, eran considerados milagros o
tareas o tareas que sólo podían cumplir seres divinos o Dios. Ejemplo de esto son las experiencias genéticas
en que, a pesar de los errores que se pueda cometer, ya se pueden producir
transformaciones en los procesos de concepción y fecundación; se puede viajar
por el espacio; se pueden salvar vidas humanas que prácticamente ya se habían
perdido; se pueden crear nuevas variedades de productos, plantas y animales, es
decir, se puede una provocar una intervención en los reinos mineral, vegetal,
animal e incluso humano.
Sin
embargo, el desarrollo espiritual no parece ir con la misma aceleración.
La
base de las Escuelas de Desarrollo, a través de los tiempos, es que esa
potencialidad que tiene que igualarse a su Creador puede ser incentivada con
distintos trabajos y prácticas.
En
la vida cotidiana podemos ver cómo se desarrollan algunas personas de manera
asombrosa; otras, con estímulos similares, permanecen sin reaccionar de manera
positiva. De estos sabios que desarrollan sus potencialidades, surge el motor
de la historia. Los grandes avances científicos, tecnológicos y sociales, se
los debemos a quienes salen del rebaño y se atreven a crecer y desarrollarse,
cualquiera sea la circunstancia que les toque vivir.
En
cambio, diariamente somos “bombardeados” por noticias negativas por los
distintos medios de comunicación. Y lamentablemente, esta realidad también
existe y, peor aún, es la mayor parte de la humanidad la que no figura en la
historia positiva.
El
ser humano, siendo la criatura más avanzada de la creación (al menos en este
planeta), comete aberraciones increíbles contra la naturaleza, el entorno y él
mismo. ¿Por qué esta paradójica situación?
Nos cabe la duda, ¿cómo es que siendo tan
perfectos como especie, teniendo la herencia divina de ser semejantes al
Creador, teniendo la posibilidad de manejar ciertos procesos dignos de los
dioses, podemos actuar de manera tan inconveniente, destruyéndose día a día? Y
más aún que lo considere normal.
¿Cómo
es el ser humano en esencia? Pensamos que no es “intrínsecamente perverso” como
planteaba Nietzsche. Y tal vez tampoco es Dios, aunque tiene el derecho de
reclamar el título de “hijo de Dios”, aunque todavía no lo haya logrado
plenamente.
El
ser humano al poseer un relativo libre albedrío, tiene la posibilidad de elegir
el camino que seguirá. Hay una dualidad en él. Potencialmente lo es todo, pero
ese desarrollo debe lograrlo mediante la acción. Y es de esta acción organizada
que nos hablan los numerosos libros sagrados de todas las épocas y lugares, las
antiguas filosofías, las escuelas iniciáticas, la moderna psicología.
¿De
qué depende que estos títulos se consigan? Del desarrollo interno y de los
caminos que se elijan para desarrollar las actitudes, habilidades y
potencialidades presentes en cada ser.
Este
derecho a ser llamado y reconocido como "hijo de Dios" tiene un
precio, lo mismo que todas las otras cosas en la vida. Los primeros pasos consisten
en saber cuál es el precio de lo que queremos y decidirnos a pagarlo si nos
gusta lo bastante nuestra meta.
El
ser un “hijo de Dios”, como se estudia en teología, es una meta tal vez
demasiado amplia para que la abarque nuestra imaginación. Pero, no necesitamos
saber todo lo que el término comprende en su totalidad. Podemos partir definiendo
qué es lo más elevado que podemos imaginar para nosotros mismos y para quienes
nos rodean. Pues bien, eso tan elevado será para nosotros EL IDEAL. Esto es lo
que debemos buscar y reproducir en nuestras vidas.
Podríamos
llamarlo “conciencia de los planes sutiles” y diríamos que tienen existencia
real. Más es la base de lo que ya existe. Todo ha sido creado primero en los
planos superiores.
El
ser humano busca algo más que lo puramente fisco. Especula sobre lo religioso,
sobre el infinito, sobre lo eterno. Esto sólo puede ser posible si tiene algo
de infinito y eterno dentro de sí. Todos nosotros tenemos esta conciencia interna,
este mundo ideal que tal vez por no haber sido visto jamás físicamente,
pensamos que no podría realizarse en nosotros.
El
precio de ser llamados “hijos de Dios”, o superhombres, estará dado por desarrollar
la potencialidad de llevar a la realidad medible aquello que imaginamos en
nuestros ideales. En otras palabras… EL PODER DE REALIZACIÓN.
Desde
la antigüedad que se habla de una “Alianza” de Dios con el hombre. El significado
de esto es un compromiso de servir a · la divinidad para que se manifieste a
través de nosotros. A cabio de esto, tendremos todo lo que pidamos en la vida.
El
poder de realización es la manifestación de una idea altruista, de una idea
superior (espiritual) a través de nosotros.
¿Cómo
lo conseguiremos? El hombre debe realizarse constantemente, manifestándose.
Debe obrar conscientemente de acuerdo a un Propósito. Una técnica que guarda
relación con esto, es aquella que indica: “Actuar como si…”, en otras palabras:
actúa como si hubieras conseguido tu propósito. Nunca podremos ser más de lo
que nuestros pensamientos son. Somos el resultado de lo que pensamos, ni más ni
menos.
En
esencia, somos un ALMA ESPIRITUAL, una fuerza, una energía que se manifiesta a
través de la forma física que poseemos. Pero, no somos conscientes de ello en
forma plena. Mucha gente cree que es la forma física, con todos sus defectos y
cualidades. Y esta forma ha estado determinada por un medio ambiente no
elegido, por programas que impregnan la mente subconsciente que eligieron otras
personas. Y de acuerdo a estos programas mentales se actúa.
Una
persona que suele decir: “yo soy enferma de los nervios”, efectivamente tiene
su sistema nervioso afectado. Lo que incluso puede evidenciarse con
instrumentos de diagnóstico clínico. Su error quizás partió al decir “yo
soy…eso”. Eso es simplemente la causa de una actitud mental errada, y esta
actitud obedece a la forma que otros condicionaron. Hay que entender que la
opción es nuestra. Podemos decidir si observamos esa forma o la cambiamos,
corrigiéndola. Si se corrige la forma de reaccionar, también se corrigen las
manifestaciones, en este caso, la neurosis.
La
técnica “actúe como si…” está basada en todo lo anteriormente expuesto. Si yo
no soy esa forma con la cual hasta ahora he fracasado, puedo elegir otras más
propicias donde manifestarme.
El
actuar positivamente, el hacer las cosas como si ya se hubiera conseguido el
mayor éxito de la vida, creará el canal de expresión de lo positivo dentro de
sí. De lo contrario, aunque se tuviere lo que se anhela, no podría expresarse
en la vida física.
Hay
personas que han recibido grandes oportunidades materiales y espirituales y
como no tenían en canal de expresión formado, perdieron al poco tiempo lo
ganado. Por el contrario, si está la forma, esta actitud positiva hará que se
manifieste en la realidad nuestro objetivo por la ley de coherencia. Todo lo
que es afín, se atrae.
Actuemos
como si ya tuviéramos aquello que deseamos, juguemos a representarlo muchas
veces en la imaginación y luego en lo físico, hasta que nos familiaricemos con
ello y, con el trabajo constante que lo respalde, seremos merecedores de lo que
pedimos.
Para
quien crea en esta “alianza divina”, en esta potencialidad latente en todo ser
humano, tal vez sea un poco difícil representar siempre el papel de perfecto
hijo de Dios. Es un precio alto, pero el premio también es el mayor que se
puede aspirar en esta Tierra.
Posiblemente
fracase muchas veces, pero como el fracaso es parte del aprendizaje, deja una
buena lección que puede ser asimilada con éxito. Así el camino se va haciendo
más fácil.
Y
llegamos a la conclusión final que siempre será más fácil vivir representando
el “mejor papel” que podamos imaginar para nosotros aquí en la Tierra, que el
papel de mediocre. Es más fácil ser altruista que egoísta, positivo que
negativo, tener buenos sentimientos que malos sentimientos. Porque esa es la
ley universal.
ALV