A continuación el último capítulo de la obra "Los brujos hablan (primera parte)" de John Baines. Este escritor de nombre Darío Salas Sommer, es chileno de nacimiento y fundador de la escuela iniciática llamada "Instituto Filosófico Hermético", de orientación Rosacruz.
Es interesante observar como sus ideas respecto a la iniciación real nos muestran un sistema bastante estricto y pleno de responsabilidades y sacrificios por parte del estudiante.
Podrán estar de acuerdo o no respecto a sus postulados, pero no se puede negar que con su escuela ha desarrollado un interesante movimiento inciático.
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Como
ya hemos dicho en páginas anteriores se denomina iniciado a aquel que estudia y
llega a conocer las leyes ocultas de la vida. La forma en que actúan las
fuerzas de la Naturaleza en el hombre.
En
la antigüedad se otorgaba la iniciación en los templos de Egipto y Grecia bajo
severísimas condiciones, ya que era preciso hacer una rigurosa selección a fin
de que llegaran a la real y verdadera iniciación solamente aquellos de
sobresalientes cualidades morales y espirituales. Los templos eran verdaderas
fortalezas donde el que llegaba a solicitar la iniciación salía vencedor o no
salía jamás, ya que si fracasaba quedaba en calidad de sirviente o esclavo.
Fue
en Egipto donde muchos superhombres de la espiritualidad recibieron directamente
de los sacerdotes la Ciencia que les permitió “volver a crearse a sí mismos” o regenerarse, y entre ellos el mismo
Jesús.
El
candidato a la iniciación llegaba totalmente desprovisto de conocimientos,
llevaba solamente el intenso deseo de conocer la verdad, el conocimiento de los misterios o leyes de la naturaleza,
simbolizados por Isis.
¿Qué
era lo que Se les enseñaba a estos hombres?
¿Qué
era lo que permitía forjar en estos templos hombres de la talla de un
Pitágoras, por ejemplo?
Se
les confería en toda su pureza la ciencia
de las ciencias que es el Ocultismo, conocimiento que había sido
celosamente transmitido y guardado. Por medio de estos conocimientos se lograba
transmutar la naturaleza inferior o pasional del estudiante hasta lograr su
completa identificación con su propio espíritu.
Hasta
que esto llegaba el neófito debía vencer innumerables pruebas que se le ponían
en el camino para que demostrara su verdadero temple espiritual. Muchos eran
los que fracasaban en estas pruebas, y muy pocos los que triunfaban.
Los
que triunfaban salían al mundo a cumplir con la labor que se habían propuesto
en beneficio de la Humanidad, ya que el iniciado se compromete solemnemente a
utilizar todos los conocimientos y fuerzas que ha recibido, en bien de la
Humanidad.
Su
labor oculta es llegar a la paz mundial y para esto trabaja en silencio sin
esperar nunca la aprobación o el aplauso de la masa.
Los
Grandes Iniciados han sido en todas las épocas los verdaderos guías o
conductores de la Humanidad. Sin embargo la mayoría ha vivido en el secreto y
nunca se sabrá qué es lo que han hecho. ¿Cuál es la razón del secreto y sigilo
de los iniciados?
Saben
ellos que toda acción trae su reacción, que la bestia ataca furiosamente a
quien inicia abiertamente una obra de verdadera superación humana.
Recuerdan
el martirio de Jesús, recuerdan el gran maestro Jacobo de Molay, quemado por el
papa Clemente V y Felipe el Hermoso, recuerdan las torturas de la Inquisición,
y saben que es necesario callar y obrar en el silencio.
La
Naturaleza confiere sus bienes a todos los seres sin distinción alguna, y a
causa de esto el conocimiento de sus arcanos se justifica solamente para
emplearlos en beneficio común.
Es
por esto que hoy día la puerta de la iniciación está abierta para todo el
mundo, para todos los hombres sin distinción de casta o raza.
¿Pero,
cuántos serán capaces de encontrar la verdadera puerta?
Miles
de puertas se ofrecen insinuantes y cada una de ellas ostenta la leyenda:
“Entrada al camino de la sabiduría y la verdad”.
Sin
embargo, solamente una de ellas conduce a la real iniciación al verdadero
conocimiento de los misterios de la Naturaleza.
El
que merece pasar por este portal será guiado por su espíritu inmortal. El que
no lo merece puede buscarlo eternamente que no lo encontrará. Jesús dijo:
“muchos serán los llamados y pocos los elegidos”.
Actualmente
el conocimiento iniciático se encuentra sepultado bajo una maraña de falsedades
y mentiras, ya que se ha llegado a calificar el Ocultismo de Magia y Brujería.
Se ha perdido totalmente su verdadero significado que es el de un conocimiento
que permite transformar el animal humano en un verdadero representante de Dios
en la tierra.
Existen
innumerables escuelas en el mundo que enseñan o pretenden enseñar Ocultismo,
pero estas escuelas son solamente grupos de estudio que no confieren al
individuo una real iniciación, que es la única que puede despertar en él la
llama espiritual. Quien no lleva prendida esta llama es solamente un aparato
parlante que repite aquello que ha leído o que le han enseñado. Es menester
buscar cuidadosamente, pedir a nuestro propio espíritu que nos lleve y guíe
hasta la verdad. Antes de esto es necesario hacerse un profundo examen de
conciencia para saber si efectivamente queremos conocer la verdad, ya que la
verdad es solamente para los hombres fuertes y no para los niños. Debemos
pensar si somos capaces de abandonar nuestra personalidad para sacrificarnos
por el bien común. El mundo atraviesa por un período crucial en que necesita
desesperadamente hombres justos, fuertes, enteros y derechos, imbuidos de
ideales de paz, amor, abundancia y bien común para todo el mundo.
¿Dónde
están esos hombres? ¿Dónde están ahora el Pitágoras, el Sócrates, el Platón que
alumbren al mundo con su ejemplo? ¿Dónde el Leonardo de Vinci, el Rafael o el
Miguel Ángel que derramen su genio Creador sobre todos?
Parece
que la luz que alumbrara al mundo en otras épocas se hubiera apagado. No basta
con los adelantos científicos, ya que el espíritu también necesita su alimento.
Estamos pasando por un período en que la Bestia se pasea por el mundo
impunemente, en que los valores morales y espirituales están caídos. Sin embargo,
la luz iniciática brilla en estos momentos en varias partes del mundo, y es
allí donde debemos buscar la superación, es ahí donde aprenderemos a vencer
nuestras pasiones humanas y reemplazarlas por virtudes.
El amor debe llegar a reinar en la
tierra, y para que esto suceda cada ser humano tiene el deber ineludible de
superarse moral y espiritualmente, para contribuir así a la paz mundial.
En
el alma del planeta Tierra nada se pierde. Una mala palabra, una maldición, un
estado de odio o rabia son verdaderas cadenas que se van agregando a la
humanidad doliente.
Tú
que lees esto, ¿cuál camino quieres seguir? ¿El del egoísta que emplea el alma
de la tierra como recipiente de escoria arrojando allí lo peor, o el de aquél
que saca de sí mismo lo mejor, su amor, su tolerancia, sus buenos deseos, su
alegría de vivir?
Hay
que ayudar efectivamente a cultivar el jardín
invisible del planeta, o sea,
aquel mundo donde van a dar todos nuestros desplazamientos energéticos, ya que
como volvemos a repetir nada se pierde.
El alma del planeta Tierra es similar a la tierra fértil que concibe todas las
simientes que allí se arrojan; igualmente el alma del planeta concibe todos los
estados de ánimo del ser humano, que posteriormente influyen poderosamente en
el destino mundial. El que tenga anhelos de paz
y amor mundial debe contribuir con su propio amor a la Humanidad.
Para
quien desee llegar más allá de esto y penetrar por la puerta de la iniciación
haremos algunas consideraciones de orden general sobre esta senda.
En
primer lugar es menester aclarar que existen muchos caminos para adquirir
conocimientos y superarse en mayor o menor grado, e igualmente, para cultivarse
espiritualmente.
Sin
embargo, para llegar a la verdadera iniciación
o mejor dicho a prender la llama del espíritu existe un solo camino y este es
entrar en contacto con un auténtico Guía espiritual que será el que lleve al
aspirante de la mano por esta ardua y empinada senda. Este Guía es el punto de
apoyo del discípulo, y sin este punto de apoyo no podrá jamás sortear con éxito
las pruebas que se pondrán en su camino, pruebas que le serán impuestas por su
propia naturaleza inferior o bestia, que resiste desesperadamente todo intento
de domarla y educarla para que llegue a obedecer a la conciencia.
Por
otro lado el discípulo encontrará la oposición decidida de todos aquellos que en
una forma u otra sirven a la bestia. Pueden ser amigos, familiares, esposos,
hermanos o padres los que tratarán por todos los medios posibles de disuadirlo
de su resolución.
Innumerables
veces será probada su fe en su propio Yo,
en su propio espíritu.
Recordemos
lo que hemos dicho en páginas anteriores sobre la conciencia y sobre el hombre que está dormido, y nos daremos cuenta
que es necesario que el estudiante vaya pasando por una serie de choques
psicológicos que lo vayan gradualmente despertando de su estado de sueño. Estos
choques obran como timbres de alarma y son cuidadosamente preparados y
estudiados por el maestro guía. A Causa de esto, el discípulo debe llegar a
adquirir una confianza y una fe absoluta y completa en el maestro, sin dejarse
arrastrar en ningún momento por las apariencias, ya que todo lo que se hace en
un grupo iniciático va destinado al beneficio de todos los que a él pertenecen.
Antes de ingresar a uno de estos grupos es imprescindible dejar fuera el
orgullo, la vanidad, los prejuicios, el egoísmo y la personalidad o personalismo.
Una conquista tan grande como es la de lograr ponerse en contacto con su propio
espíritu no es algo que se vaya a realizar fácilmente. El común error en que
caen los estudiantes después de algún tiempo es el de olvidar que han llegado a
este grupo a aprender, ya que empiezan a analizar todo desde su propio punto de
vista hasta que llegan a la deformación de la verdad.
La
disciplina que se sigue en estos grupos no es mística ni dogmática. El guía se
limita a enseñar lo que él muy bien sabe, para que los discípulos vayan
poniendo en práctica aquello que aprenden y por propia experiencia comprueban
su efectividad.
Quiero
dejar establecido que el camino iniciático es algo sumamente serio que no puede
ser tomado a la ligera, ya que puede llegar a ser peligroso para el estudiante
que no se atenga estrictamente a las indicaciones del maestro.
Para
dar una idea de este peligro diré solamente esto: para ponerse en contacto con
su propio espíritu se debe morir primero para luego volver a nacer. Esta muerte
simbólica indica la destrucción del personalismo, o sea todo lo artificial del
individuo. Llamémoslos automatismos mentales. Estos automatismos son la muralla
que existe entre el hombre y su espíritu. Esta parte artificial adquirida por
influencias exteriores es la que hay que destruir para crear después de acuerdo
con la esencia, o sea el espíritu. Si inmediatamente después de destruidos sus
automatismos mentales, un discípulo se retira del grupo por algún motivo, se
encontrará vacío internamente, sin ningún punto de apoyo, sin nada de qué
aferrarse, lo cual desde luego puede derivar en muchas consecuencias negativas.
Es a causa de esto que el Guía deja de ser responsable del Discípulo en el
momento justo en que éste deja de obedecerle.
Ya
que la primera labor es de destrucción de lo negativo, es necesario extirpar en
forma completa todos los complejos y vicios de una u otra naturaleza que pueda
tener el estudiante, hasta llegar a limpiar su alma totalmente. Nada debe
quedar en su subconsciente, el maestro debe desempeñar el papel de un verdadero
psiquiatra, pero de un psiquiatra que sabe exactamente cómo destruir la raíz de
aquella maleza destructiva que se manifestó como un complejo. El discípulo debe
confiar a él hasta lo más oculto de su alma y ser totalmente sincero en sus
confidencias, no debe contar verdades a medias, ya que si engaña al Guía es él
mismo quien se está engañando, puesto que la labor del maestro es conducir al discípulo
a la realización de todo lo que éste anhela en lo más profundo de su alma. Si
el discípulo, por orgullo, incredulidad o desconfianza se resiste a seguir los
consejos del maestro se está anulando a sí mismo con su actitud, ya que está siguiendo
los dictados de su animal interno.
Nunca
debe olvidar el Discípulo que tiene dos inteligencias dentro de él que
representan el bien y el mal, la luz y las tinieblas, evolución e involución.
Estas dos inteligencias son: el maestro interno o fuerza divina y el animal o
fuerza involutiva que tratará por todos los medios posibles de cerrarle el
camino a la evolución. Toda iniciación es un largo camino que conduce gradualmente
al aspirante a la comunicación con su maestro interno. Mientras ese momento
llega, él debe obedecer ciegamente al maestro físico que es la representación
visible y tangible de su maestro interno.
Mientras
se atenga estrictamente a cumplir lo que el maestro le vaya indicando el discípulo
está a salvo del animal. El hombre no puede vencer solo a su animal, porque su
animal es él mismo y por lo tanto debe entregar su voluntad al maestro para que
éste lo venza. Toda la iniciación es una lucha entre el bien y el mal, entre la
fuerza ciega, animal y destructiva del discípulo y la conciencia inteligente
del Guía. Son dos caminos que se presentan ante él en forma simultánea: por un
lado el maestro dice sí y por otro el animal dice no. Es por esto que debe
obedecer la voluntad del maestro ya que es lo único que puede salvarlo de realizar
los dictados del animal. Cuando se ha conseguido encadenar en forma completa al
animal, puede entonces el discípulo recuperar su voluntad y el maestro se
convierte entonces en su consejero e instructor. Ya no es aquel que lo obliga a
realizar tal o cual cosa. Esta obediencia exigida por el maestro es la primera
barrera con que topa el aspirante a la verdad, pues es terriblemente difícil
renunciar a sí mismo, sacrificar la propia voluntad para obedecer una voluntad
ajena. Contra esta barrera son muchos los que se estrellan y renuncian a seguir
adelante. Si examinamos el asunto objetivamente veremos que en realidad el
aspirante no sacrifica ni renuncia a su voluntad por la sencilla razón de que
nunca la tuvo, según lo que dejamos establecido al comienzo de este libro al
hablar sobre el hombre. Al ir obedeciendo al guía se va produciendo en el
estudiante una sintonía mental con su propio maestro interno, ya que, como
dijimos, el guía va repitiéndole al discípulo lo que su propio maestro interno
desea de él.
A
través de esta luz comprenderemos lo ilusoria que es la iniciación basada
únicamente en saturar al estudiante de conocimientos teóricos o hacerlo pasar
por ceremonias destinadas a exaltar su conciencia, ya que mientras no haya
vencido a la bestia no puede haber para él evolución ni camino posible.
Aquello
sí que es verdadera magia negra, es decir dar conocimientos para utilizar las
fuerzas mentales a individuos que están bajo el dominio de la bestia, ya que
estos conocimientos serán utilizados por ella para satisfacer sus propios
instintos y arrastrar a otros al abismo.
A
causa de esto un maestro se cuida muy bien de dar conocimientos que puedan ser
peligrosos a aquellos que no han logrado liberarse de su propia animalidad.
Durante su trabajo con un discípulo el maestro lo somete a repetidas pruebas
para comprobar su avance. Estas pruebas tienen la característica de que el
discípulo no advierte que lo están sometiendo a prueba alguna, y es menester
que así sea, ya que se trata de conseguir reacciones totalmente auténticas para
ver si realmente el individuo ha alcanzado cierto grado de dominio sobre sí
mismo.
Desde
este punto de vista el maestro desempeña el doble papel de "ángel del
bien" y “ángel tentador", ya que por un lado ilumina a su discípulo
con su sabiduría y lo apoya en todo momento, y por otro lado lo somete a duras
pruebas y tentaciones para hacerlo más fuerte y poder calibrar su verdadero
temple espiritual.
Al
hombre podemos llamarlo un animal inteligente y su parte animal es de una
inteligencia extraordinaria, inteligencia que aplica únicamente al logro de sus
propios fines de involución o animalización de la parte divina o conciencia; o
sea, que como animal desea arrastrar al espíritu a su propio nivel hasta llegar
a absorberlo completamente dentro de sí. Como conoce las debilidades del
individuo lo ataca justamente en sus aspectos más frágiles para desviarlo de la
iniciación. Le insinúa, por ejemplo, que él con su inteligencia y voluntad no
debe entregarse a otro individuo, que es un hombre igual a él, porque eso sería
esclavitud. Le sugiere la duda, el temor y la desconfianza hacia las enseñanzas
del maestro. Le pone en su camino aquellos obstáculos que serán insalvables
para todo aquel que no posea una determinación a toda prueba de llegar hasta el
final cueste lo que cueste. Es a causa de esto que son tan pocos los capaces de
llegar a conseguir algo concreto y tangible en su camino iniciático, ya que la
bestia se niega tenazmente a ser dominada por la voluntad del discípulo. Cuando
éste ha avanzado en tal forma que la bestia ve peligrar su dominio, le concede
cosas materiales que él ha anhelado toda su vida.
¿Seguirá
firme su determinación de desarrollo espiritual si se enamora, por ejemplo, de
una mujer que le pone como condición de su amor el abandono de la senda oculta?
¿O si es favorecido por la fortuna y alcanza una gran situación económica?
En
forma muy sutil se le van presentando obstáculos que insensiblemente lo van
desviando de su camino y es allí donde se prueba la autenticidad de su
determinación y deseo de evolución espiritual, ya que este deseo puede haber
sido motivado por causas puramente materiales o afectivas. Un hombre puede
querer renunciara todo y seguir este camino porque siente que no puede esperar
nada de la vida, porque ésta le ha negado los dones que le ha concedido a
otros. Si emprende el camino iniciático y alcanza después aquellos dones de los
cuales había sido privado, terminará bruscamente todo interés de superarse
espiritualmente, anhelo que era solamente un pretexto para conseguir sus
propios y personales deseos. Ya hemos dicho que la iniciación es un camino de
renunciación y sacrificio, y que no se justifica alcanzar el poder que brinda
el dominio de las fuerzas de la naturaleza a menos que este poder se utilice
exclusivamente en beneficio de la Humanidad.
Otro
de los errores que comete frecuentemente el estudiante es el de pretender
juzgar los actos de su maestro a la luz de su propia mentalidad; algo verdaderamente
imposible, ya que maestro se encuentra
en un nivel de conciencia muy por encima del discípulo y no podrá éste elevarse
hasta llegar a ver aquello que aquél está observando.
Consecuentemente
es un error también el analizar "razonablemente” los consejos que se
reciben de éste para decidir posteriormente si se seguirán o no, ya que en esto
no puede haber términos medios: o se obedece completamente en todo o no se obedece
en nada. Antes de llegar a este estado de obediencia, que es el único que capacita
al aspirante para la verdadera y efectiva realización espiritual, existen otros
grados de contacto con el guía, grados en que éste se limita a aconsejar pero a
nada obliga. Estos grados son solamente preparatorios para la verdadera
transmutación alquímica que realiza el maestro sobre el estudiante. El maestro
es sumamente exigente con los aspirantes a discípulos ya que los somete por un
largo tiempo a prueba antes de aceptarlos definitivamente como discípulos. Esta
exigencia se comprenderá al saber que por el hecho de recibir el maestro a un
nuevo discípulo carga automáticamente con todo el karma de éste y pasa a ser
directamente responsable de sus acciones. Si posteriormente el discípulo falla
y defrauda al guía, éste habrá cargado innecesariamente con gran cantidad de
karma del cual tendrá que desprenderse paulatinamente por medio de la
transmutación espiritual en sus vehículos internos.
Algunas
personas emprenden el camino de la iniciación sencillamente porque desean
satisfacer su curiosidad intelectual. Toman esto muy a la ligera pensando que
se reduce a ejecutar ciertos estudios de las leyes naturales y no se dan cuenta
de que han emprendido una lucha hacia la conciencia que seguramente traerá un cambio completo en sus vidas. Al ver las
reacciones que se le van produciendo en su camino por querer ser consciente se
asustan y se retiran a su anterior vida de inconsciente en la cual nada verán
porque caminarán con la vista vendada.
El
que desee llegar a la iniciación debe estar tan sediento de conocer la verdad
como para convertir su camino espiritual en el objetivo número uno de su vida,
lo más importante, lo esencial. Es perder el tiempo tomar esto como algo
secundario, como un asunto al que basta con dedicarle un determinado número de
horas a la semana y el resto del tiempo despreocuparse de él. La disciplina
espiritual es algo de todos los momentos, porque es una transformación que se
realiza en el alma del individuo y por lo tanto se convierte en algo
inseparable de su carácter.
¿Habrá
alguien que llegue a comprender el verdadero alcance de la iniciación?
Es
el premio mayor que puede ganarse el
hombre, ya que es la vuelta al paraíso donde no existen dolor ni fealdad
alguna. Es el camino que conduce al cielo, una verdadera escala al lugar donde
mora Dios, o sea la parte espiritual superconscíente del principio mente.
¿Qué
puede ser más deseable que la iniciación? ¿Honores, riquezas, amor?
Éstos
son solamente estados ilusorios que se desvanecen al pasar el tiempo. Lo único
realmente duradero e inmortal es aquello que se realiza dentro del alma. Lo
demás no lo podemos llevar al plano de la energía cuando termina su existencia
el cuerpo físico. Todo lo material es pasajero y mudable y por lo tanto
ilusorio. Todo lo espiritual es eterno e inmortal.
Admiramos
a los niños porque viven en un mundo completamente aparte al de los adultos, un
mundo de inocencia, pureza, y felicidad; parece que estuvieran constantemente
en contacto con Dios. Pues bien, la
iniciación es el retorno a la pureza original del hombre, es el retorno a la
inocencia, la vuelta a la madre, pero esta vez es la vuelta a la madre
naturaleza.
El
verdadero iniciado es inocente y puro como un niño, pero al mismo tiempo astuto
e inteligente para que no abusen de su inocencia. Debe ser cándido como una
paloma y astuto como el zorro. Recordemos las palabras de Jesús: “dejad que los
niños vengan hacia mí”. Lo que acabamos de exponer es lo que ocultaban sus
palabras que deberíamos traducir o interpretar de esta manera: “dejad que los
iniciados vengan hacia mí”. Él hablaba siempre en parábolas porque sabía que la
verdad puede quemar y destruir a aquel que no está preparado para recibirla.
Sabía también que decir la verdad es peligroso. Al mundo no le gusta la verdad,
prefiere las mentiras agradables a la verdad desnuda. Todo aquel que haya
sentido alguna vez que hay algo que no marcha en la vida, que hay algo
siniestro y fatal en la vida del hombre, una impotencia absoluta por controlar
el destino y por llevar la vida que él desea íntimamente, se dará cuenta de que
el hombre no es un ser perfecto, que está sometido a ciertas influencias
desconocidas desde que nace y hasta que muere. Es como si después de toda una
vida de trabajo y sacrificio viniera una mano gigantesca y le arrebatara de
golpe todo el fruto de su esfuerzo para dejarlo tan desnudo como llegó al
mundo, listo para volver a empezar otra vida de sacrificios y nuevas
experiencias.
La iniciación es la libertad, la
libertad de esta influencia misteriosa que maneja al ser humano como a un pelele.
Sin
embargo hay quienes piensan que la iniciación consiste en sentarse una hora al
día a orar y meditar. Éste es el camino de los flojos, de los que tienen un
pequeño deseo de superación pero son demasiado perezosos para hacer algo
concreto por su propia elevación moral y espiritual.
Iniciación
es actividad, mucha actividad, es lucha tenaz y sangrienta, es sacrificio y más
sacrificio, ya que el conquistarse a sí mismo es algo que no se consigue en un
año ni en dos. Es obligar al cuerpo a entregar hasta su última célula a la
voluntad del espíritu para que éste lo emplee conscientemente. No se piense por
esto que es menester debilitar y someter al cuerpo a terribles privaciones como
lo hacen los hindúes. Todo lo contrario, es necesario tener un cuerpo físico lo
más fuerte y sano posible y esto se realiza al obligarlo a la superactividad ya
que se ponen en movimiento fuerzas que comúnmente no se usan porque
sencillamente el cuerpo no las necesita, ya que está muy acostumbrado a dormir
siete u ocho horas, a recibir alimento en gran cantidad y a hacer lo que se le
da la gana.
Vuelvo
a repetir que la transformación interna se realiza por y a través de acciones
externas o físicas, Cada acción constructiva que se ejecuta físicamente provoca
un cambio en la psiquis del individuo. Cada movimiento físico produce un
movimiento de determinadas fuerzas en el plano de la energía o mundo invisible.
Con esta clave levantamos una punta del velo de los misterios litúrgicos y del
poder de los signos, símbolos y de la palabra humana.
Por
lo tanto el que aspira a la iniciación debe aprender a trabajar con sus manos,
a fin de darles conciencia e inteligencia, para transformarse a sí mismo por
medio de sus obras.
Cada
cosa que se aprenda a realizar conscientemente es un aporte de energía a la
conciencia del individuo, que crece y se vitaliza a través de la actividad. En
esta escala de la conciencia, cada uno asciende hasta el peldaño que es capaz
de subir, de manera que el término conciencia, también es relativo, ya que el
que está en el segundo peldaño no es consciente con respecto al que está en el
tercero, pero sí es consciente con respecto al que está en el primer peldaño.
Entre los iniciados podemos encontrar entonces diversos grados de desarrollo
que están todos relacionados con la conquista de cualidades que el individuo se
imagina tener pero que en realidad no las tiene, como por ejemplo voluntad y
libre albedrío.
Iniciados
hay muchos en el mundo pero Maestros hay muy pocos y Adeptos menos todavía. Se
ha especulado mucho sobre los maestros a quienes se les ha dado un carácter
sobrenatural y misterioso. Se imagina que viven en constante estado de
“desdoblamiento” y que poseen mágicos poderes para dominar a la naturaleza y
realizar lo que ellos quieren. Se cree que viven en retiros inaccesibles de la
India o en las montañas del Tíbet. La realidad siempre es más simple y escueta
que la fantasía. El hecho de que un hombre haya llegado a conquistar el grado de
Maestro no significa que pueda eludir sus obligaciones como ciudadano o como
miembro de la sociedad. Todo lo contrario, si quieren cambiar al hombre para
elevarlo al nivel de lo consciente, deben vivir estrechamente ligados con él
para poder así ejercer su acción en forma oculta. La posición social o
económica nada significa para ellos, ya que está condicionada a la labor que
han de realizar. Un maestro puede vivir como un mendigo, como un médico, o un acaudalado
hombre de negocios. Su aspecto exterior nada importa. Puede ser de un físico
hermoso o de gran fealdad, pero su irradiación interna es la misma en todos
ellos porque es la irradiación del Cristo.
Estando
en su presencia se siente el individuo extrañamente tranquilo y sereno, siente
saciada su sed interna, experimenta el calor de su magnetismo irradiante de
amor y vida y la iluminación que fluye de su aura. Se nota inmediatamente que
no es un hombre más, que es alguien que sale completamente de lo común. Jamás
se llega a advertir que este hombre vive en otro mundo porque su conciencia
mora en el plano de la mente. Puede conversar con nosotros, vérselo serio o
alegre, pero en todo momento vive en otro plano por lo cual se nos aparece un
poco lejano e inaccesible.
Para
poder instruir a sus discípulos se ve obligado a descender hasta el mismo plano
de ellos, ya que ellos no pueden subir todavía a su nivel espiritual. Si los
discípulos no avanzan en su camino el maestro se ve forzado a vivir constantemente
en un plano inferior a aquél en el que mora su conciencia, lo cual puede llevarlo
a perder parte de sus conquistas espirituales por pretender elevar a otros a su
misma esfera. Por el contrario, si los discípulos triunfan en su empeño, el
maestro puede usar plenamente de sus facultades que no se ven mermadas por su
asociación con otras personas, de vibración inferior. A causa de esto es la ley
ineludible que ningún discípulo tiene derecho a pedir conocimientos a los cuales
no se haya hecho acreedor.
La
mayoría de los discípulos llegan a vislumbrar sólo una pequeña parte de las
enseñanzas del maestro, por muy cerca de él que estén, ya que no son capaces de
“arrancarle” la ciencia de la cual es poseedor.
Dijimos
anteriormente que la conquista de las fuerzas de la Naturaleza se justifica
solamente cuando se ejecuta una obra de beneficio colectivo, y por lo tanto
todo maestro está empeñado en realizar una obra de beneficio universal.
Por
lo tanto él enseñará y dará luz a sus discípulos solamente en la medida en que
éstos cooperen en su obra. El equilibrio existe en todo y los maestros no
pueden regalar sus conocimientos porque no están autorizados para ello. Cada
nuevo conocimiento, cada resplandor de luz debe ganarlo el discípulo a costa de
una tenaz lucha. ¿Acaso no debemos luchar en la vida para poder alimentarnos?
¿Por qué vamos a esperar entonces que un guía nos alimente espiritualmente sin
costo alguno para nuestra tranquilidad y comodidad? Ésta es una de las claves
que permite reconocer a un verdadero maestro. Nunca regala la luz, porque no se
puede sacar nada del depósito universal del todo sin dar algo a cambio, porque
esto sería un robo. El verdadero maestro siempre pide algo a cambio de su
ayuda, siempre pide sacrificios, y mientras más grande los pide más honrado
debería sentirse el discípulo porque quiere decir que más está dispuesto a
darle su maestro. El equilibrio Universal no puede alterarse, y para mantener
equilibrio es necesario dar para recibir. Si se toma algo que hay en el
platillo de una balanza hay que poner un peso equivalente en el otro platillo.
De manera que éste no es un camino para los cómodos y los flojos, o para los
que gustan solamente del trabajo intelectual y temen ensuciarse las manos
realizando alguna labor manual.
Esto
que hemos expuesto es siempre fuente de discordia en los grupos iniciáticos, ya
que algunos se sienten injustamente postergados y abandonados por el maestro, y
no se dan cuenta de que éste da sus conocimientos a quien se hace merecedor de
recibirlos. Basta que el discípulo se haga merecedor de algo por su labor para que
el maestro esté pronto a otorgárselo.
De
allí que causan risa las palabras orgullosas de los seudo-ocultistas cuando
afirman que: “los conocimientos ocultos no se compran”.
Los
desmiento abiertamente y digo: "los conocimientos ocultos se compran y se
pagan bien caros". No con dinero, porque no hay ningún dinero en el mundo
que pueda comprar la luz, sino que se compran con sacrificio, con tesón, con
ayuda a los demás, con ayuda a la labor de un maestro, cualquiera que sea la
clase de apoyo que se le brinde.
Por
todo se paga un precio porque ésta es la ley de la vida, el Supremo arcano del
equilibrio universal. No se puede esperar recibir sin pagar primero. “Dad y recibiréis.”
El
poder de que dispone el maestro o adepto no es de él sino que es de la fuerza
universal del todo, y como tal no puede derrocharlo, no puede darlo, a menos
que reciba algo a cambio de esto.
He
querido dejar esto bien en claro para terminar con aquellos que piensan que
pertenecer a un grupo iniciático dirigido por un maestro es encontrar una
fuente de extracción de conocimientos y ayuda espiritual sin dar nada en
cambio. A todo aquel que ingresa a un grupo iniciático se le pide un riguroso
juramento de secreto, ya que los conocimientos que recibe van destinados
solamente a él. Si alguno se retira posteriormente y viola este juramento se
expone a recibir el castigo de la naturaleza por faltar a un compromiso que
contrajo con su propio espíritu.
Es
tan diferente, tan sublime el estado espiritual que llega a experimentar el
discípulo a medida que avanza en su camino, que una vez que ha pasado más allá
de cierto límite no puede volver a ser el mismo de antes aunque abandone
totalmente el camino. El camino oculto es
el verdadero néctar de los dioses. Quien lo prueba queda eternamente subyugado
y jamás puede volver enteramente al dominio de la bestia.
Mientras
va escalando las alturas a las cuales lo lleva el gradual despertar de su
conciencia va percibiendo verdades que jamás antes había advertido, va captando
las irradiaciones de la Mente Universal,
la música de las esferas, la conciencia que mora aún en la materia inanimada.
ES
tan lejano y diferente el mundo donde mora un verdadero Adepto que no podemos juzgarlo de acuerdo con los cánones humanos.
Él está regido por otras leyes, por otras verdades, por otra escala de valores.
Vive
más allá del bien y del mal, más allá del placer y del dolor, más allá de la
vida y de la muerte, porque él es con Dios.
Para
nosotros es el eterno enigma mientras no podamos llegar a su nivel y tenemos
que limitarnos a tratar de comprenderlo hasta donde nuestra conciencia nos lo
permita.
Esta
diferencia de nivel entre él y nosotros nos impresiona como si fuera un
misterio viviente e inescrutable, cuando tratamos de asirlo se nos escapa, nos
da una sensación de irrealidad como un personaje de cuentos de hadas. Hay
momentos durante sus enseñanzas en que no Sabemos si es real o irreal, si
existe o no existe, ya que carece de aquello que podemos llamar una personalidad
especial porque no tiene estados de ánimo, pues es dueño de sus sentimientos.
Con
respecto a los poderes pretendidamente mágicos de los cuales se dota a los Adeptos es interesante anotar que es
enteramente efectivo que llegan a tener ciertos poderes, pero no son de ninguna
manera mágicos o milagrosos puesto que derivan del profundo conocimiento de las
leyes de la naturaleza.
¿Puede
haber un poder más grande que la práctica de las más elevadas virtudes? ¿Puede
existir poder más excelso que el de un individuo que llega a ser el completo
dueño de sí mismo?
Quien
logra poseerse a sí mismo transforma y sublimiza toda su naturaleza animal para
dar nacimiento al Yo superior. Cuando
realmente se ha conseguido coronar al yo superior como rey del microcosmo que
es el cuerpo, se alcanza indudablemente el poder de realizar ciertas cosas que
no están al alcance del que no se ha encontrado a sí mismo.
Sin
embargo, el poder de los poderes es el poder del amor. Pero, ¿quién sabe, quién
conoce el verdadero y genuino amor?
¿Quién
es capaz de sentir amor por sus enemigos? ¿Amor por las cosas sencillas, por
los animales, las plantas y aun por las cosas inanimadas?
El
Adepto es un maestro en el arte de
transmutar las vibraciones, es un alquimista en el amplio sentido de la
palabra, poder que puede adquirir cualquiera que llegue a controlar hasta la última
onda vibratoria de sí mismo.
Otra
característica que permite reconocer al verdadero, maestro es la doble
corriente de fuerza que existe en torno de él, del carácter atractivo por un
lado y repulsivo por otro.
El
que realmente desea superarse espiritualmente llega al lado del maestro como
atraído por un imán. El que está lleno de dudas y persigue solamente objetivos
materiales o puramente personales se encuentra con una fuerte oposición invisible
que lo aparta del lado del maestro. Siempre existe una protección en torno de
él para que solamente los que lo merecen puedan llegar a su lado.
Con
todo lo que hemos dicho queda establecido que
la iniciación es un nuevo nacimiento del hombre, es la regeneración por medio
de la conciencia. Esta regeneración le permite volver a su estado de pureza
original porque lo coloca en contacto con su espíritu inmortal que es la parte
de Dios que existe en él. Es la libertad del destino, de la causalidad, del
error, la ignorancia, la mentira y el dolor, es contemplar cara a cara la
verdad y llegar a identificarse con la conciencia universal o Dios.
El
que ha llegado a realizar esto, plenamente consciente de sus deberes humanos
emprende una cruzada de ayuda impersonal a la Humanidad, a fin de cooperar a la
paz universal y para dar oportunidad a otros a que tengan acceso a los mismos
conocimientos que él ha recibido, formándose así la gran cadena universal de
los Iniciados, cuyo origen se desvanece en la antigüedad del mundo y cuyo fin
no llegará jamás porque la fuerza divina es infinita y eterna.
Si
alguien, impulsado por un vehemente deseo de llegar a conocer la verdad y de
superarse espiritualmente para ayudar a otros, quiere ingresar al Camino
Iniciático, puedo decirle que la puerta
está abierta para todos sin distinción de raza, credo clase social.
Únicamente
deben analizar en forma desapasionada si están dispuestos a renunciar a su vida
personal por un ideal de paz y amor universal.
Si
no, es preferible que se limiten a estudiar ligeramente el Ocultismo teórico
que tal vez pueda llegar a serles de alguna utilidad.
El
que decide llegar a la Iniciación debe buscar aquella puerta única por donde
comienza esta senda y debe empezar a buscarla dentro de sí mismo, ya que cuando
consiga que su petición de llegar al lado de un maestro sea escuchada por su
espíritu, éste lo conducirá en forma segura al lado de un verdadero y real
maestro.
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