ha dejado una profunda huella en estas enseñanzas. En sus comienzos, fue apadrinado, si se puede llamar así, por el Movimiento Teosófico, muy en boga en la primera cuarta parte del siglo XX. Tanto se le consideró en esta forma de pensamiento, que Annie Besant, dirigiendo la Sociedad Teosófica, llego a decir que él era el Mesías de la Nueva Era.
No obstante, según mi apreciación prsonal, fue tanta la carga que se le hizo recaer sobre sus hombros, que finalmente él optó por separarse de la Sociedad Teosófica, y resuelve seguir un camino propio de desarrollo y evolución de la conciencia, un camino lejos de las doctrinas de las Escuelas y Órdenes formales, creando su propia Fundación.
Lo que a continuación publico es el tercer capítulo de su pequeña obra "A los pies del Maestro",escrita en sus primeros años (1929), en donde promovía sus enseñanzas al amparo de la Sociedad Teosófica. Este librito, de sólo cuatro capítulos, constituye para muchos una obra maestra y un clásico en la enseñanza iniciática, tanto occidental como oriental, traspasando las esferas o paradigmas culturales tradicionales. Y como toda escrito trascendente, puede ser leído en varios niveles de profundidad, dependiendo de la amplitud de conciencia que en su momento tenga el lector.
Y si bien es cierto, pueden encontrarla en muchas partes en la web o en librerias, ya que ha sido ampliamente difundida y traducida a muchos idiomas. Les dejo un link desde donde pueden descargarla en forma íntegra: https://www.mediafire.com/?vs1kssgg33j3h5x
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Las
seis reglas de conducta que particularmente se requieren, las da el Maestro en este
orden:
1ª
Dominio de la mente.
2ª
Dominio de la acción.
3ª
Tolerancia.
4ª
Alegría.
5ª
Aspiración única.
6ª Confianza.
Sé que algunas de estas cualidades se
han denominado diferentemente, pero yo hago uso de los nombres que el Maestro
mismo les daba al explicármelas.
1ª dominio de la mente. — La cualidad "Carencia de
deseos" nos demuestra que debemos dominar el cuerpo astral; esta otra
significa lo mismo con relación al cuerpo mental. Ello implica dominio del
temperamento, de suerte que no podáis sentir cólera o impaciencia; dominio de
la mente, de modo que podáis sosegar y tranquilizar el pensamiento y, por medio
de la mente, dominio del sistema nervioso, a fin de que se excite lo menos posible.
Esto último es difícil, porque cuando
os preparáis para entrar en el Sendero, no podéis evitar que vuestro cuerpo se
haga más sensitivo, y así los nervios son perturbados por cualquier choque o
sonido, y sienten agudamente cualquier presión; mas debéis hacer lo posible por
evitarlo.
Mente tranquila significa también
valor para arrastrar sin temor las pruebas y dificultades del Sendero;
significa además firmeza para considerar serenamente cuanto os acontezca en la
vida cotidiana, y evitar el incesante tedio e inquietud que dimanen de ciertos
pormenores de la vida, en los que muchos malgastan la mayor parte del tiempo.
El Maestro enseña que a un hombre no le debe importar lo más mínimo cuanto provenga
del exterior: tristezas, disgustos, enfermedades, pérdidas; todo esto nada debe
significar para él, ni ha de permitir que perturbe la calma de su mente. Estas cosas
son resultado de pasadas acciones, y cuando sobrevengan, debéis soportarlas con
calma, recordando que todo mal es transitorio, y que vuestro deber es permanecer
siempre contentos y serenos. Aquello pertenece a vuestras vidas anteriores, no
a ésta; no podéis alterarlo, y, así es inútil preocuparos por ello. Pensad,
mejor, lo que hacéis ahora, lo cual determinará los acontecimientos de vuestra
próxima vida, pues esto podéis modificarlo.
No cedáis jamás a la tristeza ni a la
depresión. La depresión es un mal, porque contamina a otros y torna sus vidas
más penosas, a lo cual no tenéis derecho alguno. Por esta razón, si alguna vez
os acometen, desechadlas para siempre.
Aun en otro sentido debéis dominar
vuestro pensamiento; no le permitáis errar a la ventura. Fijad la atención en
lo que estéis haciendo, sea lo que fuere, para que lo hagáis con toda la
perfección posible; no acostumbréis vuestra mente a la vagancia; antes bien
conservad buenos pensamientos siempre en su fondo, dispuestos a surgir en el
momento en que ella esté libre.
Emplead todos los días el poder de
vuestro pensamiento en buenos propósitos; convertíos en un poder que trabaje de
acuerdo con la evolución. Pensad cada día en alguno de quien sepáis que está
triste, que sufre o que necesita ayuda, y enviadle pensamientos de amor.
Apartad vuestra mente del orgullo,
porque el orgullo es hijo de la ignorancia. El ignorante cree ser grande, cree
que ha hecho esta o aquella gran cosa; el sabio sabe que tan sólo Dios es
grande y que sólo Él es el hacedor de todas las cosas buenas y perfectas.
2a dominio de la acción. — Si vuestra mente es tal como debe
ser, se perturbará muy poco con vuestra acción. Recordad que para ayudar a la Humanidad,
el pensamiento debe convertirse en acción.
En esta labor no caben tibiezas, sino
una constante actividad. Pero debéis cumplir vuestro propio deber, no el de los
demás, a no ser con su permiso y con el fin de ayudarlos. Dejad que cada cual
cumpla su propio deber, a su modo peculiar; estad siempre dispuestos a ofrecer
vuestro apoyo cuando sea necesario, pero nunca os entrometáis. Porque, para algunas
personas, la cosa más difícil del mundo es aprender a cumplir sus propios
deberes, y precisamente esto es lo que vosotros debéis hacer.
Aunque tratéis de realizar una labor
más elevada, no por ello debéis olvidar vuestros deberes ordinarios, pues hasta
que éstos no queden satisfechos, no estaréis en libertad para prestar otros
servicios. No os comprometáis a nuevos deberes mundanos; mas debéis cumplir
perfectamente aquellos de que estéis encargados, esto es, todos aquellos
deberes que reconozcáis como evidentes y razonables, no deberes imaginarios que
otros traten de imponeros. Si queréis servirles a Ellos, debéis cumplir vuestros
deberes ordinarios mejor y no peor que los demás; porque haciendo esto también
Les servís.
3ª tolerancia. — Debéis sentir perfecta tolerancia
hacia todos y un sincero interés por las creencias de los que profesan otras
religiones, tanto como por la que profesáis. Porque la religión de los otros es
un sendero que conduce a lo más elevado, lo mismo que la vuestra. Para ayudar a
todos, debéis comprenderlos.
Mas, para alcanzar esta perfecta tolerancia,
debéis libraros antes del fanatismo y de la superstición. Debéis saber que no
hay ceremonias necesarias; de otro modo es consideraríais algo mejores que los
que no las practican. Sin embargo, no debéis vituperar a los que aun las
necesitan. Dejadles hacer su voluntad; pero ellos no deben meterse con
vosotros, que sabéis la verdad, ni deben tratar de imponeros aquello que habéis
trascendido. Sed indulgentes y bondadosos en todo.
Ahora que vuestros ojos están
abiertos, quizás os parezcan absurdas algunas de vuestras antiguas creencias y
ceremonias; tal vez lo sean en realidad. Pero, aunque ya no toméis parte en
ellas, respetadlas por consideración a aquellas buenas almas para quienes
todavía tienen importancia. Ellas tienen su lugar y su utilidad, como la falsilla
le sirve a un niño para escribir derecho, hasta que aprende a escribir mejor y
con mayor igualdad sin ella. Hubo un tiempo en que las necesitasteis, pero ya
pasó aquel tiempo.
Un gran instructor dijo: "Cuando
yo era niño, hablaba, comprendía y pensaba como niño; pero ya hombre, di de
lado las niñerías."
Quien haya olvidado su infancia y
perdido la simpatía por los niños no puede enseñarles ni ayudarles. Así, sed
bondadosos, amables, tolerantes con todos los hombres sin distinción, sean budistas
o indos, jainas o judíos, cristianos o musulmanes.
4ª alegría. — Debéis sobrellevar alegremente
vuestro karma, cualquiera que sea, aceptando como un honor que el sufrimiento
caiga sobre vosotros, porque esto demuestra que los Señores del Karma os
consideran dignos de ayuda. Por muy penoso que resulte, agradeced que no sea
peor. Recordad que podréis servir muy poco para la labor del Maestro, mientras
vuestro mal karma no se extinga y quedéis libres. Al ofreceros a Él, habéis
pedido que se acelerase vuestro karma, y así, en una o dos vidas haréis lo que
de otro modo hubierais debido hacer en cientos. Pero a fin de obtener el mejor
resultado, debéis sobrellevarlo alegremente.
Todavía hay otro aspecto. Debéis
desechar toda idea de posesión. El Karma puede arrebataros las cosas que más
queráis y hasta a las personas que más améis. Aun entonces debéis permanecer
alegres, dispuestos a separaros de todo. A menudo el Maestro necesita verter Su
fuerza sobre otros por medio de Su discípulo e incondicional servidor; y si
éste cayese en la depresión no podría Él realizarlo. Así, la alegría debe ser
vuestra norma.
5ª aspiración única. — El objetivo que debéis tener a la
vista es realizar la obra del Maestro. No debéis jamás olvidarla, cualesquiera
que sean las ocupaciones que os salgan al paso, y ninguna otra labor puede
interponerse en vuestro camino, porque toda la que sea fecunda y desinteresada
es labor del Maestro, y debéis ejecutarla por amor a Él. Además, debéis poner
toda vuestra atención en cada parte de la misma, para que la hagáis lo más
perfecta posible. El mismo Instructor dijo también: "Sea lo que fuere que
hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Pensad
cómo ejecutaríais una obra si supieseis que el Maestro ha de venir a verla; así
debéis realizar toda labor." Los más conscientes sabrán mejor lo que este
versículo significa. Y hay otro semejante y mucho más antiguo: "Esfuérzate
tanto como puedas en cumplir cualquier cosa que se te presente."
Aspiración única significa también
que nada deberá jamás desviaros, ni siquiera por un momento, del sendero en que
habéis entrado. Ni tentaciones, ni placeres terrenales, ni mundanos afectos
deberán nunca apartaros de él. Porque vosotros mismos debéis identificaros con
el Sendero, el cual ha de formar parte de vuestra naturaleza, de tal modo que
lo sigáis sin necesidad de pensar en él ni en la posibilidad de abandonarlo. Vosotros,
la Mónada, lo habéis decidido; desprenderos de él equivaldría a desprenderos de
vosotros mismos.
6ª confianza. — Debéis confiar en vuestro
Maestro; debéis confiar en vosotros mismos. Si ya habéis visto al Maestro,
confiaréis del todo en Él a través de vidas y muertes. Si aún no Lo habéis
visto, debéis tratar de imaginároslo y confiar en Él, porque si no lo hiciereis,
no podrá Él ayudaros. Sin completa confianza no puede establecerse la perfecta
corriente de amor y de poder.
Debéis tener confianza en vosotros
mismos. ¿Decís que os conocéis bien a vosotros mismos? Si tal creéis, no os
conocéis; tan sólo conocéis la débil corteza externa que con frecuencia cae en
el cieno. Vosotros, vuestro Yo real, es una chispa del propio Fuego Divino; y
como Dios, que es omnipotente, está en vosotros, nada hay que no podáis hacer
si queréis. Decíos: "Lo que hizo un hombre, otro hombre puede hacerlo. Yo
soy un ser humano, más aún, soy Dios en el hombre: puedo y quiero
hacerlo." Porque vuestra voluntad debe ser cual acero templado, si queréis
hallar el Sendero.
J. Krishnamurti
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