jueves, 22 de diciembre de 2016

ESQUEMA DE LA ENERGÍA CREADORA

Lo que a continuación se publica corresponde a la enseñanza de la doctrina masónica, un artículo anónimo publicado en la "Revista Masónica de Chile", año XLII, marzo-abril de 1965.

Esta publicación es el órgano oficial de la Gran Logia de Chile (R.E.A.A.) de Santiago.

A mi parecer, si bien es cierto es un enfoque plenamente masónico, es interesante observar como se puede aceptar para los tiempos actuales, a pesar de que ya ha pasodo medio siglo.

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La Ciencia actual establece que en el Universo existen "constantes y permanentes creaciones"; mundos que nacen en el momento que otros mueren en interminables ciclos cósmicos. Las estrellas Novas, las gigantes azules, las enanas blancas y todo ese maravilloso cortejo estelar que tachonan los espacios siderales nos demuestran, palmariamente, que la organización de los sistemas galácticos y solares responde a funciones propias de una estructura viva. Y, así, como en nuestro cuerpo nacen y mueren millares de células para permitirnos la vida que disfrutamos y podemos llegar a tener plena conciencia de lo que acontece en toda la longitud y profundidad en que pueden aplicarse nuestros actuales sentidos, se realiza lo propio en los espacios infinitos.
En esta renovación constante y sistematizada de los organismos cósmicos se observa que éstos son procesos determinados por ciertas leyes inmutables, que imprimen los impulsos a los movimientos de ordenación, que le da la periodicidad a los elementos constitutivos de la materia y un ritmo propio que individualiza las especies, todo lo cual permite una perfecta armonía en la mecánica celeste, como en los más insignificantes microcuerpos.
 La creación permanente en todos los estadios de los procesos cósmicos es la razón excluyente de toda idea creacionista que tienda a identificar a la manifestación objetiva como un acto providencial que se ejecute por una sola vez en un determinado tiempo cronológico.
Esta última y falsa premisa sustentada por la Iglesia y sus panegiristas, dejan de manifiesto que, en un momento señalado, todo el Universo volverá al caos primordial, lo cual constituye una flagrante negación a la realidad objetiva y de todos los fenómenos que se pueden comprobar por medio de los instrumentos que dispone en la actualidad, la ciencia contemporánea.
Por otra parte, los racionalistas “químicamente puros” afirman que lo único permanente en el drama humano que vivimos, son los valores del espíritu, los cuales pueden estimarse como simples productos sublimales de la materia.
Sobre este particular, tenemos que observar que toda permanencia, donde jueguen los factores de tiempo y espacio, no puede construirse con materiales fungibles, sino con aquellos que presenten, como propia, la cualidad de temporalidad y espacialidad incorporadas a su propia esencia; es decir: lo perecedero genera únicamente lo perecedero como es, en su integridad, nuestra estructura psicosomática; y lo que es permanente, da origen a lo permanente, como son los valores espirituales que surgen de nuestra existencia finita, en la cual se manifiestan dichos valores en un proceso de desarrollo cósmico.
Por lo general, los valores del espíritu más que manifestaciones cualitativas de bondad o virtud, las cuales también se presentan con ciertas limitaciones en les animales superiores, que se adscriben al campo psíquico-mental de las especies animadas, se objetivan en su plenitud, en el sentido creador del sujeto. De esta manera, florecen los supremos valores del espíritu, exclusivamente en los ejemplares más evolucionados de la especie humana.
Inteligencia, memoria, sacrificio, lealtad, fidelidad, mansedumbre, abnegación y otras cualidades abstractas no son patrimonio propio del Hombre, pues muchos animales presentan estas características y algunos de ellos, son los símbolos representativos vivientes de ellas. (Debemos reconocer que, en algunas circunstancias, estas cualidades son más acendradas y pueden llegar a los estados más heroicos en los animales domésticos).
No obstante, estas “virtudes y bondades”, · en ningún ser viviente, excepto el Hombre, se manifiestan las funciones creadoras, pues los animales, carentes de lenguaje apropiado, quedan encuadrados en un patrón rígido, cuyos márgenes no pueden traspasar, en ningún momento o circunstancia, y si algo extraordinario podemos observar en algunos ejemplares aislados, es a instancias de las enseñanzas que recibe del amo. Llegará, en muchos casos, a imitarlo; pero en ninguno logrará superarlo, salvo estados psicopáticos.
Por otra parte, el sentido creador del Hombre, no es un fenómeno esporádico ni se concentra en un solo individuo, pues, la acción o el hecho de crear algo más allá del contorno doméstico, responde a un complejo proceso de plasmación de una necesidad cósmica de la especie, como cuerpo orgánico. En otras palabras, la Humanidad imprime cierto impulso creador a sus “neuronas” cerebrales incorporadas a la especie, requiriendo de ellas la plasmación de algún medio, artefacto, dispositivo, máquina, sistema, método o planificación a desarrollar, que le permita aligerar el esfuerzo físico y le otorgue mayores comodidades, confort y bienestar en el terreno material y una gradación más en la escala de la expansión espiritual.
Si consideramos a la especie humana como “un cuerpo cósmico estructurado”, vale decir, un cuerpo orgánico como el nuestro, que tiene apetitos, pasiones, sentimientos y necesidades, llegaremos a la conclusión de que descubrimientos, invenciones, creaciones, sistemas, métodos y planificaciones son frutos o productos de un requerimiento tácito de la estructura orgánica de la Humanidad y que se manifiesta en forma amplia y concreta en sus células capaces de realizar estos cometidos.
Considerando estas expectativas para la especie humana, nos es dable testificar que los mayores descubrimientos, inventos y sistemas de convivencia social que han señalado rutas a la Humanidad, —el transporte a ruedas, la navegación a vapor, el telégrafo, el teléfono, la radiotelefonía, la televisión, la navegación interplanetaria y otros que se orientan a acortar las distancias y establecer la integración de la Humanidad—, no son el producto de la inventiva o investigación de un hombre o de determinados grupos de hombres, sino es un fenómeno natural que se manifiesta en diversas partes del planeta con características similares, aun con diferentes modalidades de vida, idiomas, culturas, etc. Lo mismo podemos considerar la confección de armas de exterminio, lo cual hace imposible su aplicación en nuestros días, pues ninguna potencia puede detentar el absoluto predominio de los frutos y creaciones que fluyen del cerebro humano, ya que responden todos a una misma estructura orgánica.
En estas condiciones, ¿podemos considerar que un sabio ha imitado groseramente a otro? ¿Es posible motejar de plagiario, o falta de originalidad, a algún científico, artista o artesano que realice, en diferentes latitudes, labores paralelas, con algún otro, aunque sus resultados finales sean semejantes?
Debemos responder categóricamente que no, pues individuos y grupos científicos, culturales y artísticos reciben, por decirlo así, un mismo “llamado” superior, que los insta a desarrollar “independientemente” ciertas ponencias de un determinado Plan, tendiente a brindarles nuevas conquistas a nuestra especie en su ritmo incesante de evolución creadora.
Es curioso e interesante hacer notar que los inventos, particularmente los destinados a estrechar las distancias del planeta y del espacio, tiendan a unificar solidariamente a la Humanidad y surjan, simultáneamente, en los vórtices científicos más apartados unos de otros, y aun completamente divergentes en sus estructuras socio-económicas.
Ningún invento o descubrimiento puede considerarse, en forma alguna, como esporádico o circunstancial, pues todos “obedecen” inconscientemente a una necesidad de nuestra especie en la suprema lucha por su integración.
A la idea o el pensamiento, que, en esencia no son otra cosa que energía vibratoria, orientada, con un determinado fin, les es posible penetrar imperceptiblemente por todos los ámbitos del planeta de acuerdo con la "intensión" impulsora. Tampoco se le puede considerar como una fuerza desvaneciente que se pierde en los espacios. Muy por el contrario, es “algo” que tiene vida y potencia, y que adquiere mayor intensidad en relación a los aportes individuales que, a su vez, reciba; que capitaliza, permitiendo, en el proceso de madurez estructural, las más grandiosas concepciones, especialmente en los centros donde pueden ser captadas estas ondas emitidas de las “Broadcastings” vivientes de la especie humana. Esta energía vibratoria, concreta los sentidos, anhelos y necesidades de la especie y tiene la facultad de despertar a muchas individualidades del letargo en que se encontraban postradas.
El pensamiento que fluye espontáneo del Hombre que se identifica, como parte integrante de la estructura orgánica de su especie o, en otras palabras, “aquel” que ha recibido la Iniciación, instado por su Amor al Prójimo como a sí mismo, aun cuando su acción sea débil o pasiva en el campo de las concreciones, surca todos los espacios, penetra en las fortalezas más sólidas y derrumba las Bastillas más herméticas. El factor tiempo, Gran Maestro del Devenir histórico, es su mejor aliado... Y no es aventurado pensar que los impulsos vibratorios de la Energía Creadora que no han hecho impacto en una época determinada, lo harán en la siguiente o en las venideras; pero siempre como un decisivo factor de progreso en la estructura material de la especie humana y en la liberación espiritual de sus exponentes más evolucionados.
Este portentoso fenómeno que sólo podemos apreciarlo fragmentariamente, la ciencia actual recién lo empieza a vislumbrar, —y al que, por carecer de un vocablo adecuado, llamaremos telepsiquia—, va adquiriendo mayor potencia al irse integrando en cada uno de los miembros que forman la familia humana.
Un hecho notable que confirma lo precedente, es aquel que ocurrió hace escasos decenios, cuando un hombre débil y esmirriado, predicó la resistencia pasiva para liberar a una sexta parte de la Humanidad... Y su idea magnifica, potenciada por la Energía Creadora, venció pacíficamente al poderío bélico del que fuera el más grande imperio contemporáneo.
En consecuencia lo que se ha expuesto trae, como corolario, el que la idea o pensamiento (logos, verbo, o razón discursiva) orientado en una finalidad trascendente de bien a la Humanidad, es más poderoso que todas las fuerzas artificiales mancomunadas para acallarlo o desvirtuarlo.
No obstante, muchos procesos cósmicos (de ordenamiento) pueden diferirse o demorarse, principalmente por falta de madurez ambiental; pero, finalmente, se realizan pasivamente cuando no se le ponen obstáculos y, “violentamente”, en el momento que tienen que vencer diques, barreras y obstáculos psicológicos interesados que traten de detener su marcha evolutiva.
La Idea o Pensamiento surgido del cerebro humano, como la suprema manifestación objetiva de la ENERGIA CREADORA es, en esencia y potencia, la HERRAMIENTA CÓSMICA, por excelencia, con la cual ha sido posible estructurar los universos, arquitecturar las especies y realizar, posteriormente, los descubrimientos e invenciones que sean requeridos por la Especie Humana, en su incansable labor de unificación.


El hombre considerado como simple individualidad, no puede desarrollar la potencia creadora, que está incorporada a él, en toda su amplitud, por las razones expuestas precedentemente.
A estas razones debemos agregar que el drama cósmico que vivimos y presenciamos, es una continua “DACIÓN Y RECEPCIÓN DE FUERZAS”, y es lógico asegurar que un mayor número de individualidades que se sumen a estos cometidos, aumentara la POTENCIALIDAD REALIZADORA y le permitirá adquirir una mayor frecuencia. En consecuencia, fluirá con mayor intensidad la ENERGÍA CREADORA, de modo que si queremos dar mucho, tenemos que congregarnos numerosos individuos cada vez en mayor cantidad. De este modo serán más fuertes y numerosos los frutos que se obtengan. Tal cual ocurre en la Cadena de Unión donde nuestras energías se unifican pasando de Hermano a Hermano, aumentando considerablemente las propias.
La Cadena de Unión dramatiza este proceso de ordenamiento, y si nuestra Augusta Orden ha salido airosa y fortalecida de los enconados ataques que le infieren los que se erigen como sus gratuitos detractores, ha sido particularmente por ese Cuerpo Espiritual estructurado por la Energía Creadora que se forma al finalizar las labores de Logia, que permite potenciar a la Orden y cada uno de sus integrantes de una FUERZA gigantesca, capaz de resistir los mayores embates que les pueda presentar otras organizaciones subalternas, carentes en absoluto, de estas Energías Espirituales, que son las únicas generadoras del pensamiento liberador, de audaces invenciones y constante orientadora de la evolución creatriz.
El Hombre, como DÍNAMO VIVIENTE, agrupado, por afinidad espiritual, en fraternidades solidarias, cuya orientación doctrinaria es la consecución de elevados fines que dignifiquen la personalidad humana, multiplica sus Energías Creadoras que iluminan su entendimiento, entrega y recibe de sus Hermanos importantes aportes energéticos y se convierte en la vida profana en un indiscutible baluarte de la vanguardia del progreso y en la perfección de la Humanidad.
Nuestro Ritual y Ceremonial nos lleva consciente o inconscientemente a estos cometidos, pues la gimnasia masónica, exenta de dogmas, fanatismos y supercherías, nos condiciona, en forma conveniente, para que nuestra eficiencia sea más positiva y eficaz en los campos mentales y espirituales, tendientes a lograr para el Hombre el lugar que le corresponde en este drama en que hemos sido los autores, somos los actores, hacemos de críticos e integramos al público a la vez.
Aunar nuestras Energías Creadoras, estructurar nuestras ideas y pensamientos hacia el supremo objetivo de liberación, polarizar nuestras fuerzas en el sentimiento indiscriminado del progreso y bienestar de la Humanidad, construir arquitectónicamente las bases de un nuevo mundo fundamentado en la justicia y la equidad, cimentar la igualdad de derechos y deberes, sembrar la verdadera y solidaria fraternidad entre los pueblos, es, en resumen, aprovechar integralmente nuestras ENERGÍAS CREADORAS puestas a. nuestro servicio y elevarnos del nivel terráqueo de seres marginados por los espacios y los tiempos, y podamos ostentar con dignidad los supremos atributos que emergen de nuestra personalidad.

Sobre este planteamiento, no cabe ninguna alternativa, o somos sumisos y resignados dependientes de las deidades de confección doméstica al igual que los hombres primitivos, o constituimos, como ESPECIE, los SUPREMOS PRINCIPIOS ORDENADORES DEL COSMOS, y la ENERGÍA CREADORA que se evidencia en nosotros mismos y tiene una permanencia más allá de los espacios y los tiempos. Y si nuestro planeta Tierra, en que circunstancialmente desarrollamos nuestra existencia, se nos hace inconfortable por motivos ajenos al nuestra voluntad o debe de integrarse a la pléyade de los organismos maduros y anquilosados y se convierten en una “enana blanca”, tenemos la suficiente capacidad para crear una perfecta técnica espacial, como ya estamos viendo en sus inicios, para emigrar a otros planetas, o sistemas planetarios, donde podamos desarrollar, en mejores condiciones, nuestra existencia y mantengamos incólume nuestro “cetro”, como los únicos rectores del acontecer universal.
En consecuencia, la ENERGÍA CREADORA DEL COSMOS, que subyace “aletargada” en nuestro Templo interno, nos libera de la triste condición de considerarnos “viles gusanos de la tierra” y obligarnos a depender de entidades imaginarias, que nos trasladarán muellemente a fantásticos paraísos o arrojarán a tenebrosos infiernos, pues, nuestros potenciales energéticos HAN SIDO, SON Y SERÁN los decidores indiscutibles e insustituibles de los destinos del UNIVERSO y, en esta calidad y cualidad, debemos “guiar nuestros pasos con la regularidad del Compás” dejando, en el desván de las cosas olvidadas, cualquier “complejo de inferioridad cósmica” que se mantuviere latente o se hubiera infiltrado en nuestro campo mental y que, como verdaderos Iniciados, tenemos el imperativo de rechazarlo violentamente.
Como Francmasones libres y especulativos, nos concierne emplear nuestra ENERGÍA CREADORA, que surge espontáneamente en el espíritu, que florece en nuestras Logias, en beneficio directo de la PERFECCIÓN DE LA HUMANIDAD y. con la ayuda de esta herramienta magistral, superar todos los obstáculos que se opongan al progreso y al bienestar a que tienen derecho todos los seres humanos, cuyo patrimonio y heredad es el UNIVERSO ENTERO.

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