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El
camino de la masonería, como es sabido, va de la oscuridad a la Luz; su
objetivo es la luz interior o sea la luz de la realidad sobre la condición de
unidad con todo lo que existe. Ese objetivo está representado por el Oriente
Simbólico en toda Logia Masónica. Es, asimismo, el propósito, detrás de todos
sus trabajos y todos sus ritos, símbolos y alegorías. El camino de la masonería
nos muestra, en otras palabras, el camino de salida de toda limitación y de los
múltiples problemas en el mundo material, debidos a la oscuridad y al caos en
que vivimos, representados éstos, por el Occidente Simbólico en toda Logia.
Parece obvio, pues, que, para que la masonería surja de la confusión y el caos
en que se halla sumida, sólo tiene que seguir su propio camino. Pero,
evidentemente, los que la integramos y la dirigimos la estamos llevando por mal
camino. ¿Por qué? Precisamente por esa ignorancia, ese prejuicio, esa estrechez
de miras o miopía que caracteriza a los que viven y se mueven en la oscuridad
interior del Occidente Simbólico.
Hay
ciertos requisitos que debemos reunir para poder percibir la Luz de esa Realidad
que tenemos por estrella. Los principales son: impersonalidad, desapego, desapasionamiento,
amplitud de criterio, comprensión, tolerancia, buena voluntad, cualidades todas
de un buen masón. Para no extender este trabajo más allá de lo indispensable, vamos
a elegir entre ellas para orientarnos, la “amplitud de criterio”, ya que las otras
cualidades mencionadas tienen relación con ella.
La Amplitud
de Criterio
Si
tenemos interés en surgir de las limitaciones que aprisionan nuestra Orden, es
indispensable que, aunque sea provisoriamente, consideremos lo que sigue con
una mente abierta, libre de ideas preconcebidas y de prejuicios religiosos o
raciales o de cualquier suerte; que abramos nuestra mente a la luz, venga de donde
viniere, para reconocer nuestros errores si los hay. Sin tener nada de sordos o
de ciegos, algunos no escuchamos ni vemos lo que nos dicen cuando tratan de comunicarnos
algo.
Es
necesario tener un criterio amplio, como la bóveda celeste que adorna nuestros
Templos, para ver las cosas en toda su dimensión, extensión y realidad, y no en
forma parcial y distorsionada. Nuestro mundo está limitado sólo por nuestra mente.
Por “mirar demasiado a las árboles, no vemos, muchas veces, el bosque”. Tenemos
la tendencia de analizar las cosas y verlas en segmentos. Por consiguiente, el concepto
que nos formamos de ellas, separadas del conjunto, es sólo parcialmente cierta,
es incompleto. Tenemos que tratar de ver el cuadro completo y no parcialmente. ¿Podemos
decir que estamos por encima de toda creencia doctrinaria a partidaria? Si no, ¿cómo
podemos considerarnos realistas?
Las
ideas materialistas limitan enormemente nuestra visión parque descartan lo opuesto.
La masonería, como todas las cosas, tiene un aspecto externo, superficial, y otro
interno. Los que miran sólo su forma externa, ven una sola de sus dos aspectos:
su aspecto inferior. Esto se halla representado en nuestro simbolismo por la escuadra
sobrepuesta en la parte inferior del compás. No seríamos tan parciales si miráramos
las cosas desde arriba en vez de mirarlas desde abajo. Sólo miranda las cosas
en forma objetiva, desde cierta distancia, podemos apreciarlas en su debida proporción.
La
masonería se apoya en aquellos que pueden vivir por encima de credos y clases.
Ella requiere de sus integrantes que no se vean como entidades aisladas sino
como partes de un todo, que estén plenamente convencidos de que la totalidad es
siempre más importante que la parte.
El
verdadero masón no puede ser exclusivo de manera alguna. La inclusividad es la
característica más destacada de la masonería. Ella tiende hacia la Síntesis. El
punto de vista del masón debe ser tan inclusivo como cualquier línea proyectada
desde el centro de un círculo a la periferia. Es el punto de vista del cual
ningún masón debe salirse; trátese de asuntos políticos, sociales, religiosos o
filosóficos. Es por ello que el masón debe distinguirse por su tolerancia.
Antes
de decir que estamos o no de acuerdo con algo sobre la masonería, debemos tener
en cuenta que ella está fundada sobre una realidad superior o imperecedera, y
nadie es dueño de la misma, o puede arbitrar sobre ella. Cualquiera puede,
ciertamente, tomar esta realidad como guía en su actuación para determinar si
la misma está o no de acuerdo con los preceptos masónicos. Pero, para ello, no
puede mirarla en forma parcial, en una determinada luz y color. Solamente si se
ve todo en la luz diáfana de la síntesis se puede captar la masonería.
Como
lo sugiere el símbolo de la escuadra y el compás sobrepuestos, lo inferior debe
levantarse hacia lo superior, y lo superior debe materializarse en la Tierra.
Al fusionarse y amalgamarse lo inferior y lo superior, surge el Templo del
G.A.D.U. Para que se realice esto, es necesario obedecer a ese ser que es más
que nosotros y es, a la vez, parte de nosotros, y pasamos la mayor parte de
nuestra vida tratando de hallar la realidad de su existencia.
Muchos,
sin embargo, vivimos encerrados y sumidos en el sótano de ese edificio que es la
masonería. Tenemos que surgir de él y proyectarnos en todas direcciones, como la
Luz de nuestro Oriente Simbólico, sobre “buenos y malos” o sobre las posiciones
opuestas, sean cuales fueran. La masonería está en el centro de todo.
La
Unidad
La
unidad es la realidad subyacente en el universo. Podemos decir, sin temor a
equivocarnos, que todo es uno. ¿No es el todo el que la da valor a las partes?
El
descubrimiento científico de que la energía es todo lo que es, y que toda
manifestación es una manifestación de energías, confirma esta aseveración. Más
allá de la diversidad está la unidad, el principio de todo. Todo lo que no está
basado en la unidad pasa y desaparece, representada esta última como la cadena
simbólica que rodea nuestros Templos como si rodeara el universo.
Se
está llevando a cabo, continuamente, y en forma encadenada, un proceso de
contacto y de expansión en conciencia, del átomo a la célula, de la célula al
órgano, del órgano al organismo o a la persona, de la persona a un grupo
especial, y, sucesivamente, a grupos mayores y más inclusivos, hasta incluir al
mundo, al universo, al Todo. Todos nuestros símbolos tienden a indicarnos la
relación con nuestros semejantes, con el universo y con el Gran Arquitecto del
mismo.
La
más grande da las ilusiones es la de la separatividad. El aislamiento es una
forma de existencia que sólo puede tener cabida en nuestra mente. Apenas nos
detenemos a pensar un poco vemos lo imposible que es tal existencia. Todo lo
que nos rodea es el fruto de incontables personas y la consecuencia de
innumerables factores. Existir es estar relacionado con todo. Gracias a esa
relación es que puede uno llegar, a través del conocimiento de sí mismo, al
conocimiento del universo, y aún de su Creador. La masonería induce a asumir en
nuestra consciencia la realidad de esa interdependencia a través de la forma interrelacionada
y coordinada en que se llevan a cabo los trabajos en el Taller.
Somos
meros puntos dentro de un mar de energías. ¿Cómo podemos hablar de separación
entre unos y otros? La amarga experiencia está llevando a los hombres en todas
partes, a la convicción de que su suerte está estrechamente ligada.
Gústenos
o no estamos inseparablemente unidos. Estamos parcialmente separados sólo
exteriormente, no interiormente. En nuestros deseos de vivir en paz y armonía,
en nuestros anhelos de superación y bienestar, en nuestros esfuerzos por un
mejor de libertad y justicia para todos, somos inseparables.
Nuestros
problemas surgen de no reconocer esta realidad. La libertad sin el concepto de
unidad se vuelve libertinaje, irresponsabilidad, abuso de libertad, libertad
sin freno. Si analizamos nuestros
problemas, vemos cuánto dependen sus soluciones de nuestra unidad y no de
nuestras divisiones. ¿No surge a las claras que tenemos que encontrar respuestas
comunes a todos los problemas si queremos resolverlos en forma integral?
La
unidad es el principio y el fin de todo. Todo progreso tiende hacia la unidad. Cualquier
persona o institución que trabaja para ese fin, lo hace en favor de la
corriente evolutiva. Los que trabajan, en vez, para antagonizar y separar a los
hombres se oponen a dicha corriente. Se desprende de esto que si queremos
trabajar en favor de la evolución humana, debemos comenzar, en forma
individual, en poner énfasis en todo lo que nos une y no en lo que nos separa y
desenvolvernos siempre en la luz de los principios de la unidad.
Téngase
en cuenta, para ello, que la unidad no está reñida con la diversidad, por ende,
con la individualidad. La experiencia nos ha probado que no es necesario
eliminar diferencias para lograr la unidad, que no es necesario derrumbarse
para integrarse.
Una
sinfonía está compuesta de notas diversas, no de una sola nota. El quid está en
la capacidad para armonizar esas diferencias. Es fácil desarmar las cosas, esto
no requiere mucha capacidad. Lo que si requiere de capacidad es tomar lo que
está desintegrado, o en un caos, y, como la sinfonía , darle unidad y armonía.
La
masonería como reproducción del universo, no podía sino propiciar esa unidad y
esa armonía que lo caracteriza, y fundar sus enseñanzas en esa Realidad
incuestionable. En efecto, la masonería es un organismo creado para dar sentido
y realidad a la unidad entre los hombres. Basada en la creencia sobre la unidad
con todo lo que existe, estimula en el hombre un espíritu de universalidad y desarrolla en él la habilidad de integrarse
y de llevar a una relación sintética y armónica, todas las tendencias opuestas.
Es, asimismo, un modo de vidacuya característica principal es la unidad. Todos
sus ritos y símbolos indican el camino hacia esa realidad: la cadena de unión,
el compás y la escuadra sobrepuestos, el Oriente y el Occidente, los opuestos
inseparables, etc. Sus obras de caridad, ayuda mutua, auxilio y servicio, son
reflejos de ese concepto de unidad. Sus ritos y ceremonias entrenan a los que
participan de ellos a actuar, trabajar, hablar y pensar simultáneamente y en
forma rítmica como un organismo coherente y funcionante. Ella enseña, en fin,
lo glorioso de ser parte de esa armonía que hay en el universo.
Trata
asimismo, de convencernos de que solamente unidos podemos salvarnos y hallar la
solución de todos los problemas que nos afligen. Son muchas las soluciones de
los mismos que podemos encontrar cuando caminamos hombro a hombro.
Solamente
en espíritu de unidad y relacionándose con la totalidad puede la masonería
cumplir su misión en el mundo. Los astrólogos nos dicen que estamos entrando
bajo la influencia del signo de la universalidad. Si hemos de creerles, es
probable que a la masonería le ha llegado su día, si podemos ver y comprender
su misión y la sabemos cumplir.
(Extraído
del libro “La regularidad masónica en una nueva luz” de W. Cox. Learche)
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