Esta charla se dio en el año 1960, momento en el cual la Orden Martinista con sede en Francia, cambiaba su Gran Maestro, debido al paso a dimensiones superiores de el Dr. Philippe Encausse, asumiendo el señor Emilio de Lorenzo.
Pienso que puede servir para aclarar aún más, ¿qué es el Martinismo?...
Que lo disfruten.
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…En su esencia, el Martinismo es Occidental, por lo tanto
Cristiano, y su meta es permitirnos, por el canal del Iluminismo místico que el
propio Saint-Martin llamaba “la vía interna”, reintegrarnos algún día a nuestra
verdadera patria, pues NO SOMOS DE ESTE MUNDO.
Para que se entienda bien lo que es un Martinista, debo poner
ante todo en evidencia que Papus decía en 1900 para la introducción para una
adición del libro de Saint-Martin, “Cuadro Natural de las relaciones que
existen entre Dios, el Hombre y el Universo.”
“Cada uno de los miembros de esta Orden Caballeresca del
Ideal que constituye la Orden Martinista, cada uno de los “Soldados de Cristo”
que forman nuestros grupos y organizaciones, trabajan en la mejor forma posible
en vista a la evolución de sus hermanos y a la evolución de los profanos. El
deseo de perfeccionamiento mediante la prueba y el sacrificio; el sacrificio y
el celo aportados a estudios frecuentemente áridos; el estudio constante de sí
mismo para evitar juzgar a los otros severamente cuando se es tan tolerante
para su propias faltas, genera poco a poco en el «Hombre de Deseo» las
facultades que harán de él un «Hombre Nuevo».
“El Martinismo se esparce, en general, por la acción
individual, por la asistencia moral a un hermano desesperado en esta época de
lucha salvaje y despiadada en pos de los goces materiales…
“Soldados del Ideario Cristiano en una época de escepticismo
y materialismo, casi todos egresados de centros de instrucción contemporáneos,
sin ninguna creencia, nos hemos elevado del positivismo hasta el Iluminismo,
dejando a la razón y al libre examen el gran lugar que legítimamente les
corresponde.
“Y si nos apartamos de las supersticiones y errores
difundidos en los distintos cleros, entendemos que desconfiamos tanto del
clericalismo de Loyola como del de Voltaire y no queremos escapar
de los límites de una Fe ciega para caer en la esclavitud de na negación y un
ateísmo igualmente ciegos.
“Soldados rasos de una gran causa, pobres labriegos del «Gran
Granjero», aspiramos a establecer el Reino de Nuestro Señor allí donde reina el
«Príncipe de este Mundo», el Dios de plata y egoísmo que guía a la mayoría de
los seres terrenales.
“Y, en esta acción, sabemos que no podemos nada por nosotros
mismos, abrumados por nuestras faltas e ignorancia, sin la asistencia de
arriba.
“Efectivamente, es cuando el hombre se dio cuenta que las
llaves de la ciencia actual en las simples «llaves de plata» de que habla Louis
Claude de Saint-Martin, y que las «llaves de oro» están en nosotros y no en los
libros, es cuando el hombre tiene la entera conciencia de su inferioridad, que
se levanta el velo de Isis y que el Iluminismo viene a recompensar al coraje en
las pruebas, la humildad real y la confianza insobornable e la asistencia del
reparador.
“Entonces, la ciencia terrenal se desvanece bruscamente en la
vitalidad de la ciencia integral inmediatamente percibida; entonces se aleja de
nosotros este mundo de injurias, de luchas y de calumnias cuando se alcanza el
plano donde el perdón y la piedad dar fe de la Paz del Corazón.
“Y allí es donde deba de buscarse la explicación de esta
tranquilidad del alma con que Saint-Martin, preso dos veces en los momentos más
álgidos de la revolución, se ocupaba únicamente de discutir sobre la
importancia de la acción de la Virgen Celestial en la generación del Cristo
vivo en nosotros.
“El Filósofo Desconocido se preocupaba tan poco de su vida
como de la de una gallina, pues vivía enteramente en la otra vida. Era un
partícipe de los dos planos, un «nacido dos veces», un «Dwidja» (DVIJA sansc.:
nacido dos veces o regenerado, una vez naturalmente y la otra vez
espiritualmente, dedicando la vida a Dios dentro de una Orden religiosa. Dicc.
Esot.)”
Agregaba Papus: “Se comprende que estas discusiones en
semejantes momentos asombren a los críticos, como tales facultades los
desorientan y desconciertan”
Pero el motivo de tal serenidad de espíritu puede ser
interesante de conocer: proceda del carácter propio de la Iniciación
Martinista.
Y así la concebía Saint-Martin:
“La única iniciación que predico y que busco con todo el
ardor de mi alma es aquella que nos permite entrar en el Corazón de Dios y
hacer entrar en nosotros el Corazón de Dios para enlazarlos indisolublemente.
No hay otro misterio para alcanzar esta santa iniciación que hundirnos más y
más en las profundidades de nuestro ser y no abandonarnos hasta tanto hayamos
logrado extraer de él su raíz viva y vivificante, porque entonces todos los
frutos que según nuestra especie, debemos llevar, se producirán naturalmente en
nosotros y fuera de nosotros, como vemos que sucede en nuestros árboles
terrenales porque ellos adhieren a su raíz particular y chupan incesantemente
su savia.”
Agregaré después de esta definición de iniciación, que si
bien el Martinismo es cristiano, no es clerical, y el propio Saint-Martin no
era clemente para el clero de su tiempo. Lucha contra el materialismo porque
considera a sus desesperantes doctrinas como la manifestación visible del mal.
No tiene por objeto crear Maestros penetrados por sus conocimientos u
orgullosos de su saber sino que estudiantes humildes que siembren y se acojan
luego al silencio después de haber cumplido con su tarea. Su acción es doble:
actúa simultáneamente sobre sí mismo y sobre el próximo.
El Martinismo no se detiene ante historias de sectas o de
política… Esto es asunto particular de cada cual, que no lo atañe. Sin embargo,
reivindica para sí y para aquellos que son sus miembros, el sacrificio, el
trabajo y la prueba que son de todos los partidos y de todas las iglesias.
El Martinismo confiere a aquellos que vienen a él una
Iniciación Crística en su forma, que permite al que la recibe convenientemente
y, entiendo con esta palabra en buenas condiciones de receptividad espiritual,
hallar en él la vía interior que lo conducirá a los lugares de donde
inicialmente proviene.
El Martinismo repudia la operación de Magia. Louis Claude de
Saint-Martin estimaba que pueden ser peligrosas para el equilibrio mental y
conducir a rutinas lamentables en materia religiosa.
En efecto, es necesario ser mentalmente recio para participar
en operaciones de magia que comuniquen con fuerzas ocultas que se conocen mal,
aun cuando se cree conocerlas bien y poder dominarlas. Se corren riesgos
perfectamente inútiles al entregarse a ellas. Se corren peligros seguros que
más vale evitar puesto que no conduce al objetivo, pues como decía
Saint-Martin: “Todo sucede en una región en que le bien y el mal están íntimamente
ligados”.
Si la vía interior preconizada por Saint-Martin lleva a aquel
que la sigue a “penetrar en el corazón de Dios y hacer que el Corazón de Dios
penetre en él”, por tomar una fórmula del Filósofo Desconocido ya citada, es
preciso admitir que ello se lograría sólo por el AMOR y en el AMOR y que el
acto ideal para caminar por esta vía es la ORACIÓN. Por eso en todos los grupos
Martinistas se hace “Oración” al principio y al final de cada reunión.
Su resultado es altamente beneficioso, pues la oración no es
la repetición monótona de una fórmula sino la creación de un estado ánimo que s
una suerte de puente entre Dios y nosotros.
Por lo demás, por la oración se toma de verdad el sentido de
lo Divino. Orar es para el alma lo que el alimento para el cuerpo y así como se
atrofia el cuerpo al no alimentarlo, se debilita el alma al no orar.
Pero conviene orar bien.
Y éste es un consejo del Maestro Philippe, de Lyon, al
respecto… “Basta solicitar desde el fondo del corazón, sin fórmulas sabias,
pues aunque se buscase en todas las partes de los millones de mundos y soles
sembrados por la mano de Dios, nunca se hallará algo mejor que la Oración
Dominical y si no os atrevéis a dirigiros a este Padre tan bueno, rogad a la
Virgen y ella presentará vuestra solicitud a su Hijo, quien la aceptará.
“Sin embargo, para que vuestra voz suba hacia el cielo, es
preciso ser pequeñito; el cielo sólo escucha a los débiles.”
Hecha así, la oración da a la persona humana su completo
desarrollo, en sentido Divino penetra en nosotros y asegura a todas nuestras
actividades un desarrollo completo.
Si bien el Martinista ora, es también un modesto estudiante
que hace que sus hermanos aprovechen los conocimientos que ha adquirido, pues
la vía escogida no es una vía pasiva o contemplativa es, por el contrario,
activa y operativa en el sentido etimológico y verdadero de la palabra.
Y éste es, a título de ejemplo, el plan de trabajo de uno de
los grupos Martinistas del Colegio de París, para el año en curso. Se propone
tratar sucesivamente los siguientes temas:
1)
La
vía cardíaca, comparación con las diferentes vías de acceso al conocimiento.
2)
El
mundo de los Espíritus.
3)
La
Oración.
4)
Las
pruebas y las tentaciones.
5)
La
Vida – la Muerte.
Este mismo grupo prevé una ayuda material y
espiritual a personas enfermas o afligidas. Y a ello hay que agregar la
práctica activa del amor al prójimo que es un deber para el Martinista, pues
sabe que si lo amase como a sí mismo nada le sería ocultado.
Si cumple bien su programa, cada uno de los miembros de este grupo
habrá hecho obra útil para sí y para los otros hombres, sus hermanos.
En efecto, cada uno de los temas que he citado habrá sido
objeto de una discusión colectiva en la cual todos los miembros podrán
participar. Saldrá de allí una mayor cohesión intelectual del grupo, una
amistad fraterna mayor aún entre todos sus miembros, y también una eficiencia
acrecentada en el trabajo colectivo e individual.
La meta perseguida por el Martinismo es la Iluminación. ¿De
qué se trata?
“Un Iluminado – dice Papus- no es un médium; conserva el
control íntegro y cociente de todas sus facultades cerebrales y puede seguir o
no los consejos de lo invisible. Es libre y permanece enteramente libre.”
Conducen a la Iluminación dos vías, magistralmente descritas
por PAPUS.
La primera, y también la más escasa, es aquella en que el
Invisible actúa directamente sobre el Ser elegido. Previo coque que establece
una relación entre los dos planos, la comunicación se hace sencillamente. Es el
caso de Juana de Arco, de Swedenborg, de Jacob Boehme; continúa siempre bajo la
dirección de lo Invisible, sin que el sujeto pierda el control de sus
facultades.
La segunda, más común y de acceso más fácil, puede seguirse
metódicamente, ya sea solo o ya sea bajo la dirección de Maestros Espirituales.
Dije fácil de acceso, pues está colmada de pruebas,
humillaciones y sacrificios que desazonan a menudo a los más entusiastas.
Conocemos la historia de Gitchel y sus compañeros. Eran veinte a la partida,
muy decididos a llegar a la meta. Vinieron las pruebas: pruebas de dinero, de
salud, de esperanza. Diecinueve abandonaron, Gitchel quedó solo, se empecinó y
al fin llegó a la meta. Las escuelas iniciáticas conducen en esta vía a veces
con un régimen alimenticio conveniente y un entrenamiento mental. El peligro
está en el egoísmo y el orgullo; podemos creernos más puros que los demás y no
querer entonces mancillar nuestra pureza; abandonamos el plano de la caridad y
del amor y… hemos perdido la batalla.
Si ganamos este primer combate será siempre con el auxilio de
su Potencia Invisible del Plano Divino, de un enviado cuyo nombre poco importa,
pues resulta evidente que solos no logramos nada…
Entonces la humildad que tenemos en nosotros se afirma y
conduce por medio de la oración ardiente a los brazos de Aquel que lo es todo,
cuando nosotros nada somos. Ya no juzgamos a nuestro próximo; ya no decimos
nada de él; sólo pensamos bien de él y finalmente lo amamos como a nosotros
mismos. Correlativamente, se desarrollan la audición (por el corazón), la
visión directa (por la glándula pineal), el tacto a distancia (por el plexo
solar).
Aquel que alcanza este nivel no teme perder su pureza entre
los impuros; al contrario, al compartir lo que recibe con aquellos que nada
tienen, se afirman en sus aspiraciones y facultades.
Ya nada tiene que temer, salvo el Cristo cuyo soldado es.
Podemos recorres toda la ruta por una hora, como Swedenborg,
o esperar por diecinueve años como Willermoz y tantos otros. Podemos esperar
más tiempo aún. Todo depende de lo que nos acompañan en lo Invisible y que nos
abran, ellos, la puerta cuando sea preciso y también de la tensión de nuestro
cuerpo Espiritual.
Concluiremos como PAPUS: “Nada más fácil y nada más difícil
que recorrer esta vía”.
Está abierta a toda buena voluntad y ningún ser humano es
digno de ella. La puerta es tan baja que sólo los niños muy pequeños pueden
entrar. Y generalmente; los que se presentan con hombres grandes y orgullosos,
que estiman indigno achicarse. Por lo tanto la entrada les queda largo tiempo
invisible. Agregaré: la Orden Martinista nos prepara justamente para verla y
esta es su utilidad.
El Martinismo no es sólo una doctrina, es también un modo de
vivir. Parte de la comprobación hecha por el propio Saint-Martin de que es “un
muy aflictivo espectáculo ver al hombre atormentado a la vez por el deseo de
conocer, no discerniendo las razones de nada y sin embrago con la audacia de
querer dárselas a todo.”
El problema esencial es el propi hombre, y del estudio de
este hecho debe surgir una solución válida sobre su origen y su destino porque
preciso es explicarse las cosas por el hombre y no el hombre por las cosas.
Saint-Martin añadía: “Aquel que posee la ciencia de sí mismo
sabrá llegar a la ciencia del mundo de los otros seres, pero el conocimiento de
sí conviene buscarlo sólo en sí mismo. Sólo del conocimiento de lo que es,
puede el hombre servirse con fruto para el conocimiento de las leyes de la
Naturaleza y de los otros seres.”
Saint-Martin recomienda, de partida, la experiencia más
segura: la de sí mismo y la de la conciencia de su estado. Su filosofía explica
los hechos por sus principios: “Mi obra – escribía – tiene su base y su curso
en lo Divino; espero que no dejará de tener un fin en este mismo Divino.”
E, invitado al hombre a proceder a su propio examen, le
recuerda el adagio de Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a
los Dioses”. Del cual, por lo demás, se pide un comentario a toda persona que
desee ser Martinista, antes de ser recibida en la Orden.
Mediante el trabajo personal que nos pide Saint-Martin, el
hombre descubre primeramente un Principio Superior y luego encuentra sus
orígenes. Descubre sus debilidades, sus faltas y su caída. Luego, midiendo la
distancia que separa estas dos condiciones, parte de su condición actual para
encontrar la felicidad original y obtener su reintegración.
Este es el viaje magnífico al cual nos invita Saint-Martin.
Está al alcance de todas las buenas voluntades.
Para Louis Claude de Saint-Martin el camino que lleva a la
reintegración es el del Iluminismo por la vía cardíaca o mística.
PAPUS, cuyos conocimientos en el campo de lo oculto son
prodigiosos, cuya erudición sólo se igualaba con la abnegación y el amor que
profesaba a los otros hombres, sus hermanos, y que fue, bueno es repetirlo,
durante treinta años el Gran Maestro jamás olvidado de una Orden Martinista en
pleno desarrollo, nunca oculto en sus palabras y en sus escritos la preferencia
que da a esta vía para liberar al hombre de su actual servidumbre y devolverle
su dignidad primitiva.
Es también la vía que, fiel a sus enseñanzas, siguen en
nuestros días los Martinistas y a la que invitan todos los “Hombres de Deseo” a
seguir con ellos.
El Martinismo tiene su expresión en la Revista
“L’Initiation”, fundada por PAPUS en 1888; recomendamos su lectura en razón de
su gran interés y de la calidad de los temas que en ella se tratan.
Agregaré para terminar, que gracias al hijo de PAPUS, nuestro
muy querido hermano el Dr. Philippe ENCAUSSE, Gran Maestro de la Orden
Martinista, que ha encendido nuevamente la tea, el Martinismo está llamado a
obtener nuevos y muy positivos éxitos, no sólo porque se apoya en la tradición,
sino también, y ante todo, porque lucha por el Amor, el Bien y la Verdad y que
nada, finalmente, puede prevalecer contra ellos ya que son los únicos y
auténticos jalones de la vía de la reintegración…
Creedme, queridos amigos, todos juntos tenemos una ruta
magnífica ante nosotros y, en esta vía o en otra, caminaremos juntos. Dos
versos de Marie de France, escritos en el francés cantante del siglo XIII y con
otros fines, lo dicen admirablemente:
“Y así es de nosotros,
Ni vos sin
mí, ni yo sin vos…”
I S.
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