domingo, 8 de octubre de 2017

EL MARTINISMO

A continuación publico parte de una charla realizada por Irene Segurèt referida al Martinismo.

Esta charla se dio en el año 1960, momento en el cual la Orden Martinista con sede en Francia, cambiaba su Gran Maestro, debido al paso a dimensiones superiores de el Dr. Philippe Encausse, asumiendo el señor Emilio de Lorenzo.

Pienso que puede servir para aclarar aún más, ¿qué es el Martinismo?...

Que lo disfruten.

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…En su esencia, el Martinismo es Occidental, por lo tanto Cristiano, y su meta es permitirnos, por el canal del Iluminismo místico que el propio Saint-Martin llamaba “la vía interna”, reintegrarnos algún día a nuestra verdadera patria, pues NO SOMOS DE ESTE MUNDO.
Para que se entienda bien lo que es un Martinista, debo poner ante todo en evidencia que Papus decía en 1900 para la introducción para una adición del libro de Saint-Martin, “Cuadro Natural de las relaciones que existen entre Dios, el Hombre y el Universo.”
“Cada uno de los miembros de esta Orden Caballeresca del Ideal que constituye la Orden Martinista, cada uno de los “Soldados de Cristo” que forman nuestros grupos y organizaciones, trabajan en la mejor forma posible en vista a la evolución de sus hermanos y a la evolución de los profanos. El deseo de perfeccionamiento mediante la prueba y el sacrificio; el sacrificio y el celo aportados a estudios frecuentemente áridos; el estudio constante de sí mismo para evitar juzgar a los otros severamente cuando se es tan tolerante para su propias faltas, genera poco a poco en el «Hombre de Deseo» las facultades que harán de él un «Hombre Nuevo».
“El Martinismo se esparce, en general, por la acción individual, por la asistencia moral a un hermano desesperado en esta época de lucha salvaje y despiadada en pos de los goces materiales…
“Soldados del Ideario Cristiano en una época de escepticismo y materialismo, casi todos egresados de centros de instrucción contemporáneos, sin ninguna creencia, nos hemos elevado del positivismo hasta el Iluminismo, dejando a la razón y al libre examen el gran lugar que legítimamente les corresponde.
“Y si nos apartamos de las supersticiones y errores difundidos en los distintos cleros, entendemos que desconfiamos tanto del clericalismo de Loyola como del de Voltaire y no queremos escapar de los límites de una Fe ciega para caer en la esclavitud de na negación y un ateísmo igualmente ciegos.
“Soldados rasos de una gran causa, pobres labriegos del «Gran Granjero», aspiramos a establecer el Reino de Nuestro Señor allí donde reina el «Príncipe de este Mundo», el Dios de plata y egoísmo que guía a la mayoría de los seres terrenales.
“Y, en esta acción, sabemos que no podemos nada por nosotros mismos, abrumados por nuestras faltas e ignorancia, sin la asistencia de arriba.
“Efectivamente, es cuando el hombre se dio cuenta que las llaves de la ciencia actual en las simples «llaves de plata» de que habla Louis Claude de Saint-Martin, y que las «llaves de oro» están en nosotros y no en los libros, es cuando el hombre tiene la entera conciencia de su inferioridad, que se levanta el velo de Isis y que el Iluminismo viene a recompensar al coraje en las pruebas, la humildad real y la confianza insobornable e la asistencia del reparador.
“Entonces, la ciencia terrenal se desvanece bruscamente en la vitalidad de la ciencia integral inmediatamente percibida; entonces se aleja de nosotros este mundo de injurias, de luchas y de calumnias cuando se alcanza el plano donde el perdón y la piedad dar fe de la Paz del Corazón.
“Y allí es donde deba de buscarse la explicación de esta tranquilidad del alma con que Saint-Martin, preso dos veces en los momentos más álgidos de la revolución, se ocupaba únicamente de discutir sobre la importancia de la acción de la Virgen Celestial en la generación del Cristo vivo en nosotros.
“El Filósofo Desconocido se preocupaba tan poco de su vida como de la de una gallina, pues vivía enteramente en la otra vida. Era un partícipe de los dos planos, un «nacido dos veces», un «Dwidja» (DVIJA sansc.: nacido dos veces o regenerado, una vez naturalmente y la otra vez espiritualmente, dedicando la vida a Dios dentro de una Orden religiosa. Dicc. Esot.)”
Agregaba Papus: “Se comprende que estas discusiones en semejantes momentos asombren a los críticos, como tales facultades los desorientan y desconciertan”
Pero el motivo de tal serenidad de espíritu puede ser interesante de conocer: proceda del carácter propio de la Iniciación Martinista.
Y así la concebía Saint-Martin:
“La única iniciación que predico y que busco con todo el ardor de mi alma es aquella que nos permite entrar en el Corazón de Dios y hacer entrar en nosotros el Corazón de Dios para enlazarlos indisolublemente. No hay otro misterio para alcanzar esta santa iniciación que hundirnos más y más en las profundidades de nuestro ser y no abandonarnos hasta tanto hayamos logrado extraer de él su raíz viva y vivificante, porque entonces todos los frutos que según nuestra especie, debemos llevar, se producirán naturalmente en nosotros y fuera de nosotros, como vemos que sucede en nuestros árboles terrenales porque ellos adhieren a su raíz particular y chupan incesantemente su savia.”  
Agregaré después de esta definición de iniciación, que si bien el Martinismo es cristiano, no es clerical, y el propio Saint-Martin no era clemente para el clero de su tiempo. Lucha contra el materialismo porque considera a sus desesperantes doctrinas como la manifestación visible del mal. No tiene por objeto crear Maestros penetrados por sus conocimientos u orgullosos de su saber sino que estudiantes humildes que siembren y se acojan luego al silencio después de haber cumplido con su tarea. Su acción es doble: actúa simultáneamente sobre sí mismo y sobre el próximo.
El Martinismo no se detiene ante historias de sectas o de política… Esto es asunto particular de cada cual, que no lo atañe. Sin embargo, reivindica para sí y para aquellos que son sus miembros, el sacrificio, el trabajo y la prueba que son de todos los partidos y de todas las iglesias.
El Martinismo confiere a aquellos que vienen a él una Iniciación Crística en su forma, que permite al que la recibe convenientemente y, entiendo con esta palabra en buenas condiciones de receptividad espiritual, hallar en él la vía interior que lo conducirá a los lugares de donde inicialmente proviene.
El Martinismo repudia la operación de Magia. Louis Claude de Saint-Martin estimaba que pueden ser peligrosas para el equilibrio mental y conducir a rutinas lamentables en materia religiosa.
En efecto, es necesario ser mentalmente recio para participar en operaciones de magia que comuniquen con fuerzas ocultas que se conocen mal, aun cuando se cree conocerlas bien y poder dominarlas. Se corren riesgos perfectamente inútiles al entregarse a ellas. Se corren peligros seguros que más vale evitar puesto que no conduce al objetivo, pues como decía Saint-Martin: “Todo sucede en una región en que le bien y el mal están íntimamente ligados”.
Si la vía interior preconizada por Saint-Martin lleva a aquel que la sigue a “penetrar en el corazón de Dios y hacer que el Corazón de Dios penetre en él”, por tomar una fórmula del Filósofo Desconocido ya citada, es preciso admitir que ello se lograría sólo por el AMOR y en el AMOR y que el acto ideal para caminar por esta vía es la ORACIÓN. Por eso en todos los grupos Martinistas se hace “Oración” al principio y al final de cada reunión.
Su resultado es altamente beneficioso, pues la oración no es la repetición monótona de una fórmula sino la creación de un estado ánimo que s una suerte de puente entre Dios y nosotros.
Por lo demás, por la oración se toma de verdad el sentido de lo Divino. Orar es para el alma lo que el alimento para el cuerpo y así como se atrofia el cuerpo al no alimentarlo, se debilita el alma al no orar.
Pero conviene orar bien.
Y éste es un consejo del Maestro Philippe, de Lyon, al respecto… “Basta solicitar desde el fondo del corazón, sin fórmulas sabias, pues aunque se buscase en todas las partes de los millones de mundos y soles sembrados por la mano de Dios, nunca se hallará algo mejor que la Oración Dominical y si no os atrevéis a dirigiros a este Padre tan bueno, rogad a la Virgen y ella presentará vuestra solicitud a su Hijo, quien la aceptará.
“Sin embargo, para que vuestra voz suba hacia el cielo, es preciso ser pequeñito; el cielo sólo escucha a los débiles.”
Hecha así, la oración da a la persona humana su completo desarrollo, en sentido Divino penetra en nosotros y asegura a todas nuestras actividades un desarrollo completo.
Si bien el Martinista ora, es también un modesto estudiante que hace que sus hermanos aprovechen los conocimientos que ha adquirido, pues la vía escogida no es una vía pasiva o contemplativa es, por el contrario, activa y operativa en el sentido etimológico y verdadero de la palabra.
Y éste es, a título de ejemplo, el plan de trabajo de uno de los grupos Martinistas del Colegio de París, para el año en curso. Se propone tratar sucesivamente los siguientes temas:
1)               La vía cardíaca, comparación con las diferentes vías de acceso al conocimiento.
2)               El mundo de los Espíritus.
3)               La Oración.
4)               Las pruebas y las tentaciones.
5)               La Vida – la Muerte.
   Este mismo grupo prevé una ayuda material y espiritual a personas enfermas o afligidas. Y a ello hay que agregar la práctica activa del amor al prójimo que es un deber para el Martinista, pues sabe que si lo amase como a sí mismo nada le sería ocultado.
Si cumple bien su programa, cada uno de los miembros de este grupo habrá hecho obra útil para sí y para los otros hombres, sus hermanos.
En efecto, cada uno de los temas que he citado habrá sido objeto de una discusión colectiva en la cual todos los miembros podrán participar. Saldrá de allí una mayor cohesión intelectual del grupo, una amistad fraterna mayor aún entre todos sus miembros, y también una eficiencia acrecentada en el trabajo colectivo e individual.
La meta perseguida por el Martinismo es la Iluminación. ¿De qué se trata?
“Un Iluminado – dice Papus- no es un médium; conserva el control íntegro y cociente de todas sus facultades cerebrales y puede seguir o no los consejos de lo invisible. Es libre y permanece enteramente libre.”
Conducen a la Iluminación dos vías, magistralmente descritas por PAPUS.
La primera, y también la más escasa, es aquella en que el Invisible actúa directamente sobre el Ser elegido. Previo coque que establece una relación entre los dos planos, la comunicación se hace sencillamente. Es el caso de Juana de Arco, de Swedenborg, de Jacob Boehme; continúa siempre bajo la dirección de lo Invisible, sin que el sujeto pierda el control de sus facultades.
La segunda, más común y de acceso más fácil, puede seguirse metódicamente, ya sea solo o ya sea bajo la dirección de Maestros Espirituales.
Dije fácil de acceso, pues está colmada de pruebas, humillaciones y sacrificios que desazonan a menudo a los más entusiastas. Conocemos la historia de Gitchel y sus compañeros. Eran veinte a la partida, muy decididos a llegar a la meta. Vinieron las pruebas: pruebas de dinero, de salud, de esperanza. Diecinueve abandonaron, Gitchel quedó solo, se empecinó y al fin llegó a la meta. Las escuelas iniciáticas conducen en esta vía a veces con un régimen alimenticio conveniente y un entrenamiento mental. El peligro está en el egoísmo y el orgullo; podemos creernos más puros que los demás y no querer entonces mancillar nuestra pureza; abandonamos el plano de la caridad y del amor y… hemos perdido la batalla.
Si ganamos este primer combate será siempre con el auxilio de su Potencia Invisible del Plano Divino, de un enviado cuyo nombre poco importa, pues resulta evidente que solos no logramos nada…
Entonces la humildad que tenemos en nosotros se afirma y conduce por medio de la oración ardiente a los brazos de Aquel que lo es todo, cuando nosotros nada somos. Ya no juzgamos a nuestro próximo; ya no decimos nada de él; sólo pensamos bien de él y finalmente lo amamos como a nosotros mismos. Correlativamente, se desarrollan la audición (por el corazón), la visión directa (por la glándula pineal), el tacto a distancia (por el plexo solar).
Aquel que alcanza este nivel no teme perder su pureza entre los impuros; al contrario, al compartir lo que recibe con aquellos que nada tienen, se afirman en sus aspiraciones y facultades.
Ya nada tiene que temer, salvo el Cristo cuyo soldado es.
Podemos recorres toda la ruta por una hora, como Swedenborg, o esperar por diecinueve años como Willermoz y tantos otros. Podemos esperar más tiempo aún. Todo depende de lo que nos acompañan en lo Invisible y que nos abran, ellos, la puerta cuando sea preciso y también de la tensión de nuestro cuerpo Espiritual.
Concluiremos como PAPUS: “Nada más fácil y nada más difícil que recorrer esta vía”.
Está abierta a toda buena voluntad y ningún ser humano es digno de ella. La puerta es tan baja que sólo los niños muy pequeños pueden entrar. Y generalmente; los que se presentan con hombres grandes y orgullosos, que estiman indigno achicarse. Por lo tanto la entrada les queda largo tiempo invisible. Agregaré: la Orden Martinista nos prepara justamente para verla y esta es su utilidad.
El Martinismo no es sólo una doctrina, es también un modo de vivir. Parte de la comprobación hecha por el propio Saint-Martin de que es “un muy aflictivo espectáculo ver al hombre atormentado a la vez por el deseo de conocer, no discerniendo las razones de nada y sin embrago con la audacia de querer dárselas a todo.”
El problema esencial es el propi hombre, y del estudio de este hecho debe surgir una solución válida sobre su origen y su destino porque preciso es explicarse las cosas por el hombre y no el hombre por las cosas.
Saint-Martin añadía: “Aquel que posee la ciencia de sí mismo sabrá llegar a la ciencia del mundo de los otros seres, pero el conocimiento de sí conviene buscarlo sólo en sí mismo. Sólo del conocimiento de lo que es, puede el hombre servirse con fruto para el conocimiento de las leyes de la Naturaleza y de los otros seres.”
Saint-Martin recomienda, de partida, la experiencia más segura: la de sí mismo y la de la conciencia de su estado. Su filosofía explica los hechos por sus principios: “Mi obra – escribía – tiene su base y su curso en lo Divino; espero que no dejará de tener un fin en este mismo Divino.”
E, invitado al hombre a proceder a su propio examen, le recuerda el adagio de Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses”. Del cual, por lo demás, se pide un comentario a toda persona que desee ser Martinista, antes de ser recibida en la Orden.
Mediante el trabajo personal que nos pide Saint-Martin, el hombre descubre primeramente un Principio Superior y luego encuentra sus orígenes. Descubre sus debilidades, sus faltas y su caída. Luego, midiendo la distancia que separa estas dos condiciones, parte de su condición actual para encontrar la felicidad original y obtener su reintegración.
Este es el viaje magnífico al cual nos invita Saint-Martin. Está al alcance de todas las buenas voluntades.
Para Louis Claude de Saint-Martin el camino que lleva a la reintegración es el del Iluminismo por la vía cardíaca o mística.
PAPUS, cuyos conocimientos en el campo de lo oculto son prodigiosos, cuya erudición sólo se igualaba con la abnegación y el amor que profesaba a los otros hombres, sus hermanos, y que fue, bueno es repetirlo, durante treinta años el Gran Maestro jamás olvidado de una Orden Martinista en pleno desarrollo, nunca oculto en sus palabras y en sus escritos la preferencia que da a esta vía para liberar al hombre de su actual servidumbre y devolverle su dignidad primitiva.
Es también la vía que, fiel a sus enseñanzas, siguen en nuestros días los Martinistas y a la que invitan todos los “Hombres de Deseo” a seguir con ellos.
El Martinismo tiene su expresión en la Revista “L’Initiation”, fundada por PAPUS en 1888; recomendamos su lectura en razón de su gran interés y de la calidad de los temas que en ella se tratan.
Agregaré para terminar, que gracias al hijo de PAPUS, nuestro muy querido hermano el Dr. Philippe ENCAUSSE, Gran Maestro de la Orden Martinista, que ha encendido nuevamente la tea, el Martinismo está llamado a obtener nuevos y muy positivos éxitos, no sólo porque se apoya en la tradición, sino también, y ante todo, porque lucha por el Amor, el Bien y la Verdad y que nada, finalmente, puede prevalecer contra ellos ya que son los únicos y auténticos jalones de la vía de la reintegración…
Creedme, queridos amigos, todos juntos tenemos una ruta magnífica ante nosotros y, en esta vía o en otra, caminaremos juntos. Dos versos de Marie de France, escritos en el francés cantante del siglo XIII y con otros fines, lo dicen admirablemente:
“Y así es de nosotros,
Ni vos sin mí, ni yo sin vos…”
I S.

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