sábado, 8 de marzo de 2014

¿QUÉ ES LA INICIACIÓN?

En esta oportunidad publico el primer capítulo de un libro llamado "Iniciación a la Iniciación" de los autores Germán Ancoechea y María Toscano. Cabe destacar que este escrito es una vasta y variada revisión de una amplia y variada gama de autores. Por ello no deben extrañarse la cantidad de referencias que encontrarán en este artículo. Mi opinión personal que una gran cantidad de referencias bibliográficas no necesiaramente debe ser proporcional a la calidad del escrito; mas, cada uno tendrá que recapacitar respecto a esto,  pero se ha de reconocer que indudablemente nos arroja bastantes luces para seguir investigando sobre el tema.

A propósito del tema tratado, si bien es cierto ya he publicado en mi blog otros cuantos escritos respecto a la Iniciación, considero que ésta es la piedra angular de toda la enseñanza de la Tradición tanto occidental como oriental, por lo tanto nunca puede ser suficiente leer más ideas al respecto.

Como información adicional les entrego la tabla de contenidos completos de la obra citada en esta ocasión.
1.- ¿Qué es la iniciación? - 2. Potencialidad: el sujeto de la iniciación. - 3. Virtualidad I: la Tradición iniciática en occidente. - 4. Virtualidad II: el proceso de la iniciación. - 5.Actualidad: el trabajo "pre" y "post" iniciático. - Bibliografía.

Que disfruten.

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La palabra Iniciación tiene, en este momento, una pluralidad de contenidos que van desde los más fenomenológicos de los antropólogos e historiadores de las religiones, a los más metafísicos de los autores tradicionales, pasando por las versiones psicologistas, religiosas u ocultistas de otros.
La pretensión de establecer «a priori» una única definición corre el riesgo cierto de empobrecer el concepto, ofreciendo una visión forzosamente unilateral del mismo. Nos ha parecido más enriquecedor empezar ofreciendo una pluralidad de aproximaciones, para intentar, después, resaltar los aspectos que consideramos más relevantes a nuestro propósito.
Todas las definiciones que se recogen a continuación, nos muestran aspectos de una realidad que, en su totalidad, es inabarcable por el hombre profano.[i]
Es posible que todas ellas sean parciales, pero en conjunto nos ofrecen un material para la reflexión, la meditación, la contemplación, que puede hacer saltar la chispa intuitiva que nos permita una realización del concepto.[ii] Y sigue siendo válido el Consejo de San Pablo: «Examinadlo todo y quedaos con lo bueno». (1 Tesalonicenses 5,21).
Poco importa que algunos de los autores citados parezcan hablar de algo de lo que son meros espectadores y que no corresponde a una experiencia personal. Es frecuente, en la transmisión del pensamiento tradicional, cuando se realiza a través del símbolo, del mito y del folclore, que la transmisión sea tanto más fiel cuanto menos entiende el que hace de portador, si éste no tiene una especial cualificación; pues menos riesgo se corre de que tiña la información de sus propios pre-juicios.[iii]
1.1 Definiciones de la Iniciación[iv]
La iniciación constituye uno de los fenómenos espirituales más significativos de la historia de la humanidad. Es un acto que no pone en juego sólo la vida religiosa del individuo:... pone en juego su vida total.[v]
La palabra iniciación deriva de dos palabras latinas: in en, ire ir; por lo tanto, es la iniciación de un comienzo o la entrada en algo. Significa, en su más amplio sentido, la entrada en la vida espiritual o en una nueva etapa de esa vida.[vi]
¿Qué es exactamente la iniciación? La raíz misma de la palabra significa «empezar», «comenzar de nuevo». La iniciación es así el principio de una nueva fase o actitud hacia la vida, la entrada a un tipo de existencia completamente nuevo. Su característica es la de abrir la mente a una experiencia de otros niveles de conciencia, tanto internos como externos. Y, por encima de todo, «iniciación» significa «crecimiento espiritual», un punto clave en el espacio de la vida humana. [vii]
Iniciar quiere decir abrir la puerta del misterio.[viii]
No puede haber religión sin ritos, sin mitos, sin símbolos y, posiblemente y ante todo, sin una iniciación, el rito mediante el cual nace el individuo a los mitos y a los símbolos de la comunidad religiosa.[ix]
La iniciación, como acceso a lo sagrado, aparece sobre todo en los niveles culturales elementales.[x]
El misterio de la iniciación descubre poco a poco al neófito las verdaderas dimensiones de la existencia, introduciéndolo en lo sagrado; la iniciación le obliga a asumir su responsabilidad de hombre.[xi]

Por iniciación se entiende un conjunto de ritos y enseñanzas orales que tienen por finalidad la modificación radical de la condición religiosa del sujeto iniciado.[xii]
Filosóficamente hablando, la iniciación equivale a una mutación ontológica del régimen existencial. Al final de las pruebas el neófito goza de una vida totalmente diferente a la que tenía antes de la iniciación: se ha convertido en otro.[xiii]
El iniciado se transforma en otro hombre por haber tenido una revelación religiosa acerca del Mundo y de la existencia.[xiv]
De capital importancia en las sociedades tradicionales, la iniciación es prácticamente inexistente en la sociedad occidental de nuestros días.[xv]
A la ciencia tradicional es a la que van a tener acceso los novicios. Instruidos durante largo tiempo por sus tutores, asisten a ceremonias secretas, soportan una serie de pruebas, siendo éstas, sobre todo, las constitutivas de la experiencia de la iniciación: el encuentro con lo sagrado.[xvi]
La iniciación verdadera es un proceso íntimo, secreto, donde el hombre cambia sus imágenes mentales a través de la reforma total de su psiquis, y por lo tanto incluye una muerte al mundo conceptual profano, lo cual es una reconversión del ser y, por lo tanto, va seguida de un nuevo nacimiento a un estado diferente.[xvii]
La iniciación es, por excelencia, un rito secreto.[xviii]
Las pruebas iniciáticas revelan en forma plástica y dramática, el acto mismo por el que el espíritu transciende un cosmos condicionado, polar y fragmentario, para volver a la unidad fundamental antes de la creación.[xix]
La iniciación es un Arte, el Arte de la vida... la teoría puede ayudarnos a comprender mejor un arte, pero sin la práctica no existe el artista.[xx]
La forma superior de iniciación se realiza cuando un ser plasma en él permanentemente el templo de Dios: está entonces más allá de los rituales, de lo exotérico y de lo esotérico, cumpliendo todos los rituales y asumiéndolos todos.[xxi]
Ser iniciado es alcanzar el Ello, despertar el Corazón, coger la Flor de Oro, volver a encontrar la Palabra Perdida. Todas estas metáforas tienen el mismo sentido: despertar lo divino que hay en nosotros, lo que vuelve al iniciado plenamente consciente.[xxii]
Un iniciado es un hombre reconciliado consigo mismo y esta reconciliación tiene lugar en torno a la chispa divina que brilla en cada uno de nosotros.[xxiii]
El iniciado no es solamente un «recién nacido gnóstico», o mejor, un resucitado o, como dicen los hindúes un «dos veces nacido». Es un hombre que sabe, que conoce los Misterios, pues a este nivel de la percepción espiritual «conocer» es «nacer con», «nacer dentro» o, mejor aún, «reintegrarse a la Gnosis primordial»... La iniciación equivale a la maduración espiritual...: el iniciado, el que ha conocido los misterios, es «aquel que sabe».[xxiv]
La iniciación puede definirse como un proceso destinado a realizar psicológicamente en el individuo el paso de un estado reputado inferior del ser a un estado superior... La iniciación propiamente dicha es la introducción en un mundo «superior», en un estado psíquico «más perfecto» que el estado profano. En el límite la iniciación llegaría a ser una verdadera «deificación».[xxv]

Por la iniciación el ser se realiza de una manera auténtica, hace pasar sus posibilidades latentes de la potencia al acto. Una vez alcanzada la iniciación se hace permanente.[xxvi]
La iniciación es la actualización en el ser humano del principio mismo que en la manifestación universal aparece como el avatar eterno.[xxvii]
La iniciación tiene esencialmente por meta superar las posibilidades de ese estado (el estado individual humano) y hacer efectivamente posible el paso a estados superiores e incluso, en última instancia, llevar al ser más allá de cualquier estado condicionado, Sea el que fuese.[xxviii]
La iniciación efectiva debe conducir por grados, y según la vía personal, a esa realización integral que se cumple, no en el desarrollo aislado de ciertas facultades especiales, sino en el desarrollo completo, armónico y jerárquico de todas las posibilidades implicadas en la esencia del ser.[xxix]
La realización metafísica[xxx] consiste en la realización total e incondicional. Supone para el ser humano la liberación de las determinaciones propias de su particular estado de manifestación. Ahora bien, la realización total se identifica con el conocimiento absoluto... ser y conocimiento son una misma cosa... conocer en sentido total supone la realización correspondiente.[xxxi]
La finalidad de la realización metafísica es la liberación, lo que significa romper los límites de la individualidad.[xxxii]
Para acceder a estadios más elevados en el conocimiento y, finalmente, a la realización metafísica, en todas las antiguas escuelas de misterios... se precisaba recorrer un camino riguroso de formación... Tal itinerario implicaba hitos progresivos, al término de los cuales se recibía de un maestro espiritual un tipo de enseñanza especial que se iba haciendo más profundo según el avance demostrado por el discípulo. Esta forma de transmitir el saber se llamaba iniciación.[xxxiii]
La iniciación presupone en una doctrina dos aspectos diferentes: uno exotérico y otro esotérico... El aspecto exotérico se manifestaba en la enseñanza escrita y era, por esa misma razón, de fácil comprensión y divulgación. El aspecto esotérico, en cambio, era mantenido más bien secreto y sólo se transmitía a los discípulos regulares y preparados especialmente para tal iniciación.[xxxiv]
La vida iniciática gravita en torno a la experiencia del Ser y el esfuerzo para llegar a la unidad con él.[xxxv]
Entrar en la Vía iniciática supone un viraje completo, la gran revolución. Este entrar impone la decisión definitiva de ponerse al servicio de la transcendencia, lo que implica sacrificar todo lo que lo impida y comprometerse con todo lo que pueda favorecerla.[xxxvi]
Por medio de la iniciación... el hombre avanza, siguiendo las etapas prescritas, y fuera de la existencia superficial de su conciencia natural, hacia su conciencia profunda, en la que puede desarrollarse su Ser esencial, es decir, el Ser sobrenatural que vive en él.[xxxvii]
La vida iniciática gravita en torno a dos polos: la experiencia del Ser esencial, redentor y liberador, y la transformación, creadora de una forma individual que tiene su base en el Ser esencial.[xxxviii]
El paso del hombre pre-iniciático a iniciado es el salto que hace subir un nuevo escalón humano... La iniciación caracteriza un nivel de evolución humana. Este grado puede ser innato o adquirido.[xxxix]

La vida iniciática no busca la realización definitiva de un ideal, es un movimiento sin fin mediante el cual, poco a poco, se va revelando el Ser esencial... la vía sin fin ocupa el lugar del fin.[xl]
La pauta de toda vida iniciática exige discernir la relación entre el yo existencial, el Ser esencial y el esfuerzo que tiende a integrarlos.[xli]
Resulta evidente que la iniciación consiste en morir y renacer, lo que se consigue mediante una muerte ritual o renaciendo a una nueva condición social. Este proceso de regeneración tiene ordinariamente un carácter sacramental en el sentido de que implica la comunicación de una sacralidad a los neófitos por medio de un banquete sagrado y la investidura con emblemas, vestiduras u objetos sagrados.[xlii]
En las religiones superiores la iniciación se repite muchas veces periódicamente, conforme el neófito avanza a través de una serie de pasos en el culto mistérico; pero el principio es el mismo, ya que los ritos tienen por objeto una renovación de la vitalidad espiritual a través de un drama de muerte y resurrección.[xliii]
Iniciación, esta pretensión grandiosa del hombre antiguo de maximizar su dimensión, de superar las contingencias exteriores e interiores en busca de la unidad primordial del ser.[xliv]
La iniciación es coexistente con toda existencia humana auténtica"… corresponde a la eterna nostalgia del hombre que busca el sentido de la muerte, que acepta la muerte como un rito de paso hacia una forma superior de vida.[xlv]
En sentido estricto, la iniciación es la transmisión de iniciado a iniciado, de los primeros elementos de Tradición fundamentales, es decir, la comunicación por parte de alguien que ha experimentado los métodos básicos de regeneración y superación espirituales.[xlvi]
Se trata de un ensanchamiento de la conciencia y no de un arrebato más o menos místico, una vibración simultánea de todas las facultades del hombre cuya finalidad es tender hacia una constante conciencia cósmica.[xlvii]
Basta contemplar la etimología del concepto de iniciación para recordar su sentido preparatorio. La iniciación es un condicionamiento previo para poder lanzarse al desarrollo de la plenitud de su esencia.[xlviii]
El iniciado no se ha fijado un límite, sino que va hacia el infinito. Tales esfuerzos de transformación, renuncia, meditación contemplativa solitaria no están al alcance de todos. Así como el esoterismo, la religión llama a todos y les promete el paraíso, la iniciación prepara para un retorno a la dimensión primordial perdida. No se trata de un premio, de una situación, sino de un estado intermedio entre la divinidad y el hombre. No se ha caminado entre el premio y el castigo, sino hacia la máxima dimensión posible, la máxima participación posible en la esencia divina.[xlix]
La iniciación o el proceso de experimentar la expansión de conciencia es parte del proceso normal del desarrollo evolutivo, considerado en amplia escala.[l]
La iniciación conduce al monte en que se puede observar la visión... Conduce a esa corriente que, cuando se ha penetrado en ella, arrastra al hombre hasta llevarlo a los pies del Señor del Mundo, a los pies de su Padre en los Cielos, a los pies del Triple Logos... Conduce a la caverna en cuyos muros limitadores se conocen los pares de opuestos... Conduce a la Cruz y al total sacrificio... Revela el misterio oculto... Conduce de un estado de conciencia a otro.[li]
La iniciación implica ceremonia... La ceremonia de la iniciación señala un punto de realización.[lii]
Cada iniciación sucesiva produce la unificación más completa de la personalidad con el ego... La evolución del espíritu humano es una unificación progresiva… unificación que tiene lugar en el momento de la individualización, cuando el hombre se transforma en una entidad consciente y racional.[liii]
Puede llamarse iniciación a ese despertar del alma a tal estado de conciencia superior.[liv]
Se iniciará entonces el discípulo en el augusto misterio relacionado con el nombre de Cristo. Cristo se le revela como el sublime ideal del hombre sobre la Tierra.[lv]
La historia antigua y los rituales de las sociedades primitivas contemporáneos nos proporcionan abundante material acerca de los mitos y los ritos de iniciación, por los cuales a los jóvenes, varones y hembras, se les acostumbra a separarse de sus padres y se les fuerza a convertirse en miembros de su clan o tribu.[lvi]
En el rito de iniciación la identidad se desmembra o disuelve temporalmente en el inconsciente colectivo. Después es rescatado de esa situación mediante el rito del nuevo nacimiento. Este es el primer acto de la verdadera consolidación del ego con el grupo mayor.[lvii]
Los acontecimientos de iniciación no se limitan a la psicología de la juventud. Toda nueva fase en el desarrollo de la vida individual va acompañada del conflicto originario entre las exigencias del «sí mismo» y las del ego.[lviii]
La palabra iniciación se deriva de una raíz que significa «un primer paso o comienzo», y esto, por supuesto, es lo que es la iniciación. Es el primer paso de una nueva vida.[lix]
Hay dos componentes esenciales en un verdadero rito iniciático. En primer lugar, el corte con la vieja vida, dramatizado en ciertas formas simbólicas, y, en segundo lugar, la transmisión de poder al neófito.[lx]
Los ritos iniciáticos unen al neófito con la vida de la mente grupal y, asimismo, implantan dentro de él las semillas de poder que, en un tiempo futuro, se espera le llevarán a la realización consciente de su verdadera naturaleza.[lxi]
El término «iniciación» pertenece al vocabulario de la primitiva tradición cristiana y designa la «introducción» catequética y sacramental a los misterios cristianos como conocimiento y experiencia...La iniciación cristiana es una "mistagogia", introducción y experiencia de los misterios en los cuales se sumerge, por decirlo así, no sólo aceptando mentalmente lo que ellos quieren expresar sino también dejándose impregnar en su sensibilidad, e interiormente en su psicología, hasta quedar incluso impactado en su psique.[lxii]
La iniciación cristiana es una celebración simbólica plenamente objetiva, que implica la conciencia del cristiano más allá incluso de lo que por el momento es capaz de entender, asumir y experimentar.[lxiii]
El mundo no conoce ya iniciaciones de tipo tradicional. Ciertos temas iniciáticos perviven aún en el cristianismo, pero las distintas confesiones cristianas ya no le otorgan valor de «iniciación».[lxiv]
Los temas iniciáticos viven, sobre todo, en el inconsciente del hombre moderno. Esto viene confirmado por el simbolismo iniciático de ciertas creaciones artísticas... pero también por su resonancia en el público.[lxv]
Algunos dicen que la meta de la iniciación es el perfeccionamiento del hombre, otros enseñan que la iniciación es una experiencia astral, mientras que el pensamiento popular cree a menudo que el hombre que busca la iniciación la encontrará en algún remoto distrito detrás de altos muros. Ninguno de estos conceptos contiene la verdad entera, pero hay un elemento de certidumbre en todos ellos... La iniciación es una experiencia espiritual, no astral; el candidato traspasa el foco de su conciencia de la personalidad —la unidad de encarnación- a la individualidad, el ego inmortal —o unidad de evolución— y la conciencia de la individualidad, siendo abstracta, es capaz de aprehender las cosas del espíritu que no tienen manifestación en los planos de la forma.[lxvi]
La primera iniciación consiste en el relámpago de conciencia cósmica en la que el ego ve con los ojos del espíritu en vez de con los ojos de la carne... Pero habiendo sido conocida tal experiencia... es necesario vincular la conciencia con la subconsciencia por medio de una cadena asociativa, a fin de traer este aspecto particular de contenido subconsciente a la percepción consciente. Esto se consigue por medio de la iniciación ritual.[lxvii]
Todas las iniciaciones superiores se muestran unánimes a propósito de la constitución del hombre en tres principios, con desdoblamiento del segundo.[lxviii]
La iniciación, que debe ser secreta y sólo puede ser otorgada a personas cualificadas, comporta esencialmente la transferencia de una influencia espiritual, la cual sólo puede ser transmitida por una organización iniciática.[lxix]
En un sentido restringido y virtual, la iniciación es la transmisión de una fuerza espiritual, por medio de un Rito, que pone al postulante en el «inicio» de un camino. En un sentido más amplio es el recorrido de la vía o iniciación efectiva, una nueva existencia durante la cual serán desarrolladas posibilidades de un orden totalmente distintas de la vida humana común.[lxx]
La nostalgia de una «renovatio» iniciática que esporádicamente surge de lo más recóndito del hombre arreligioso moderno, nos parece profundamente significativa; sería, en definitiva, la expresión moderna de la eterna nostalgia del hombre por encontrarle un sentido positivo a la muerte, por aceptar la muerte como un rito de paso a un modo superior de ser.[lxxi]
Iniciarse es poder comenzar a ser verdaderamente. Se considera que el neófito entra en una vida nueva; pero al mismo tiempo no hace más que «volverse él mismo», como dice Goethe.[lxxii]
La iniciación presenta una doble dimensión cuyos términos parecen contradictorios: se refiere a la vez a lo visible y lo invisible. Se articula en el punto de unión de estas dos dimensiones.[lxxiii]
La iniciación se diferencia de las ceremonias religiosas por numerosos rasgos, el más importante de los cuales es que aquí el misto empieza por ser un espectador del drama que se desarrolla ante sus ojos —drama cuyas figuras son una búsqueda, una muerte y una resurrección-, para volverse luego un actor en el sentido pleno del término.[lxxiv]
La iniciación no es automática. Tiene que ser una aspiración: la aspiración primordial del hombre de llegar a ser aquello que realmente es —o se supone que es lo que está llamado a ser—. Tiene que haber primero un descubrimiento o una revelación, por tenue que sea.[lxxv]
La verdadera iniciación no sólo significa el comienzo de una nueva vida, implica también una ruptura con el estado previo de existencia.[lxxvi]
La iniciación es el nacimiento, tal como lo expresa el tema mítico del Puer æternus, «nacimiento» que marca justamente el advenimiento celestial de la madurez espiritual.[lxxvii]

En la comunidad antaño agrupada en torno a los Oracula Chaldaica la iniciación era vivida como un «sacramento de inmortalidad».[lxxviii]
El fruto de la iniciación espiritual es preservar al iniciado de la «segunda muerte».[lxxix]
Todas las tradiciones han creído que tanto los estados en los que nos encontramos como los fines a los que tendemos están ordenados jerárquicamente y que el paso de un grado a otro requiere unos medios adecuados. Esto es la iniciación.[lxxx]
La iniciación es necesaria, porque el salto de un estado a otro, de un grado a otro, de un nivel a otro, no es automático; se necesita una colaboración entre, por un lado, una mano que se tiende y, de otro, unos pies que se alcen, que se esfuercen para llegar a coger esa mano.[lxxxi]
Iniciación procede del latín initium «comienzo», que dio el verbo initio, «iniciar en los misterios». Significa, por lo tanto, «nuevo principio», acceso a un estatuto radicalmente diferente de aquel que se deja. Este paso de lo profano a lo sagrado está considerado como un «segundo nacimiento», como una regeneración del ser, que a través de ella recupera su estado original, hasta entonces ocultado por sus condicionamientos materiales.[lxxxii]
La iniciación es, ante todo, purificación personal y, en segundo lugar, transmisión por el maestro de la energía espiritual de la que es heredero.[lxxxiii]

1.2 El proceso iniciático
Las consideraciones anteriores nos permiten inferir que la iniciación es fundamentalmente  un proceso que hace posible que el hombre vaya tendiendo a su plenitud, muriendo y renaciendo a sucesivos niveles del ser.
Del conjunto de las definiciones pueden extraerse una serie de elementos comunes del proceso iniciático que hacen referencia: al hombre iniciable o iniciado, al rito iniciatorio o iniciación propiamente dicha y al proceso pre y post iniciático. Bien entendido que el pensamiento tradicional asigna, a cada uno de estos elementos, contenidos que van más allá de los conceptos ordinarios, y a veces incluso los contradicen.
En consecuencia —y siguiendo, en esto, a René Guénon, la persona que en el Occidente contemporáneo, y en nuestra opinión, mejor ha analizado la iniciación en sus aspectos metafísicos—, hay que destacar y analizar, tres momentos o aspectos del proceso iniciático: la potencialidad, la virtualidad y la actualidad.
La potencialidad hace referencia a las posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo y que son la materia prima sobre la cual deberá efectuarse el trabajo iniciático.
La virtualidad es la transmisión, por medio de la vinculación, a una organización tradicional, de una influencia espiritual que dará al ser la iluminación que le permitirá ordenar las posibilidades que el hombre lleva en sí.
La actualidad es el trabajo interior por el cual recorrerá gradualmente la jerarquía iniciática hasta la meta final.[lxxxiv]


[i] Recordemos que lo «pro-fano» es lo contrario de lo «fanum», lo sagrado

[ii] Es más, nos atreveríamos a recomendar al lector una lectura sosegada de las citas que siguen antes de seguir adelante, e incluso releerlas haciendo un alto entre capítulos, en ellas puede descubrir por sí mismo la mayor
parte de todo lo posterior, y ese descubrir le resultará más fecundo.

[iii] Así, por ejemplo. los exegetas del Nuevo Testamento consideran con más probabilidad de ser textuales y auténticos aquellos dichos de Jesús que el evangelista parece no haber entendido y los sitúa fuera de contexto o en contradicción aparente con el mismo.

[iv] Se ha evitado ordenar de acuerdo con cualquier criterio preconcebido, de autores o de temas, el material que viene a continuación. Un Cierto «azar» puede ser útil en un momento inicial, después vendrán los intentos de sistematización

[v] Eliade M. “Iniciaciones místicas.”

[vi] Bailey A. “Iniciación humana y solar.”

[vii] Rcgardie I.. “Golden Dawn.”

[viii] Dürkckheim K.G. “El Maestro interior.”

[ix] En Eliade M. “La prueba del laberinto.”

[x] En Eliade M. Ibíd.

[xi] Mariel P. “Rituales e iniciaciones en las sociedades secretas.”

[xii] Eliade M. “Iniciaciones místicas.”

[xiii] Eliade M. Ibíd.

[xiv] Eliade M. Ibíd.

[xv] Eliade M. Ibíd.

[xvi] Eliade M. Ibíd.

[xvii] Programa Agharta.

[xviii] Eliade M. Ibíd.

[xix] Eliade M. ”Tratado de historia de las religiones.”

[xx]  Wirth O. “El ideal iniciático.”

[xxi] Frere J.C. “Rituales e iniciaciones en las sociedades secretas.”

[xxii] Mariel P. “Rituales e iniciaciones de las Sociedades secretas.”

[xxiii] Mariel P. Ibíd.

[xxiv] Mariel P. Ibíd.

[xxv] Huttin S. “Las sociedades secretas.”

[xxvi] Huttin S. Ibíd.

[xxvii] Guénon, R. “Aperçus sur l’initiation. ”

[xxviii] Guénon, R. Ibíd.

[xxix] Guénon, R. Op. Cít.

[xxx] Meta de la iniciación, para el autor.

[xxxi] Biolcati, V.A. “La Edad Crepuscular.”

[xxxii] Biolcati, V.A. Ibíd.

[xxxiii] Biolcati, V.A. Ibíd.

[xxxiv] Biolcati, V.A. Ibíd.

[xxxv] Dürckheim, K.G. “El maestro interior.”

[xxxvi] Ibíd.

[xxxvii] Ibíd.

[xxxviii] Dürckheim, K.G. “Meditar, por qué y cómo.”

[xxxix] Ibíd.

[xl] Ibíd.

[xli] Ibíd.

[xlii] James, E.O. “Introducción a la historia comparada de las religiones.”

[xliii] Ibíd.

[xliv] Cobreros, J. “El Camino iniciático de Santiago.”

[xlv] Eliade, M. “Herreros y alquimistas.”

[xlvi] Cobreros, J. “El Camino iniciático de Santiago.”

[xlvii] Ibíd.

[xlviii] Ibíd.

[xlix] Ibíd.

[l] Bailey, A. “Iniciación humana y solar.”

[li] Ibíd.

[lii] Ibíd.

[liii] Ibíd.

[liv] Steiner R. “La ciencia oculta.”

[lv] Ibíd.

[lvi] Jung, K.G. “El hombre y sus símbolos.”

[lvii] Ibíd.
 
[lviii] Ibíd. 

[lix] Butler, W.E. “Magia: su ritual, su poder y su propósito.”

[lx] Ibíd.

[lxi] Ibíd.

[lxii] “Diccionario de espiritualidad”: «Iniciación Cristiana».

[lxiii] Ibíd.

[lxiv] Eliade, M. “Iniciaciones místicas.”

[lxv] Ibíd.

[lxvi] Fortune, D. “Las órdenes esotéricas y su trabajo.”

[lxvii] Ibíd.

[lxviii] Papus. “Tratado elemental de ciencias ocultas.”

[lxix] René Guénon citado por Georgel, G. en “Iniciación y Cristianismo.”

[lxx] Rene Guénon citado por García Bazán, F. en “René Guénon o la Tradición viviente.”

[lxxi]  Eliade, M. Op. cit.

[lxxii] Nataf, A. “Los maestros del ocultismo.”

[lxxiii] Ibíd.

[lxxiv] Ibíd.

[lxxv] Panikkar, R. “Elogio de la sencillez.”

[lxxvi] Ibíd.

[lxxvii] Corbin, H. “Iniciación y caballería espiritual.”

[lxxviii] Ibíd.

[lxxix] Ibíd.

[lxxx] Panikkar, R. “La experiencia de Dios.”

[lxxxi] Ibíd.

[lxxxii] Brosse, J. “Los maestros espirituales.”

[lxxxiii] Ibíd.

[lxxxiv] García Bazán, F. “René Guénon o la tradición viviente.”

martes, 4 de marzo de 2014

DEL SABER AL COMPRENDER: NAVEGACIONES Y REGRESOS

A continuación un artículo de Manfred Max-Neef publicado en la revista "Axis Mundi" número 11. Si quieres descargar esta revista, así como otros números de la misma, he aqui el link: www.revistaaxismundi.com

Manfred Max Neef es un economista, ambientalista y político chileno, autor de varios libros, ganador del Right Livelihood Award en 1983 y candidato a la presidencia de Chile en 1993. 

Uno se siente reconfortado que personas como estas aparezcan como líderes en  sus distintos países, que aunque si bien el punto de vista materialista, separatista y utilitario, sigue en boga en gran parte del mundo actual, también es cierto que cada vez más surgen estas voces "públicas", y con ello, espero, las personas se comiencen a dar cuenta del valor que se encuentra en la humanidad, aquella que hoy en día está profundamente agazapada en el alma de cada ser humano.

Este tema también guarda mucha relación con la idea contemplada en el título de este blog, si es que conocer lo asociamos a ideas como tomar nota, saber, observar, etc. y saber a la idea que este autor lo identifica con el verbo comprender. Finalmente podríamos decir "conocer nos debe llevar a saber o comprender"

Que disfruten este escrito. 


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¿Por qué estamos donde estamos?
La vida es una interminable secuencia de bifurcaciones. La decisión que tomo, implica todas las decisiones que no tomé. La ruta que escojo, es parte de todas las rutas que no escogí. Nuestra vida es, inevitablemente, una permanente opción entre una infinidad de posibilidades ontológicas. El hecho de que estuve en un lugar determinado, en un momento muy preciso, cuando una determinada situación aconteció o una determinada persona apareció, pudo haber tenido un efecto decisivo para el resto de mi vida. Unos minutos más temprano o más tarde, o algunos metros más allá o más acá en cualquiera dirección, podrían bien haber determinado una bifurcación distinta y, por lo tanto, una vida completamente distinta. Ya lo decía el gran filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”.
Lo que vale para vidas individuales, es válido también para comunidades y sociedades. Nuestra así llamada civilización occidental es el resultado de sus propias bifurcaciones. Somos lo que somos, pero podríamos haber sido distintos. Revisemos, pues, algunas de nuestras determinantes bifurcaciones.
En algún momento del siglo XII, en Italia, un joven llamado Giovanni Bernardone, en verdad muy joven y muy rico, decidió cambiar radicalmente su vida. Como resultado de su transformación lo recordamos hoy con otro nombre: Francisco de Asís. Francisco, cuando se refería al mundo, hablaba del hermano Sol y de la hermana Luna, del hermano lobo y del fuego, del agua y de los pájaros y de los árboles, también como hermanos. El mundo que describía y sentía era un mundo en el que el amor no sólo era posible, sino tenía un sentido universal.
Algún tiempo después, también en Italia, escuchamos la resonadora voz del brillante y astuto Maquiavelo, advirtiéndonos que: “Es mucho más seguro ser temido que amado”. El también describe un mundo; pero no sólo lo describe, sino que lo crea.
El mundo que tenemos hoy no es el de Francisco. Es el mundo de Machiavello. Francisco fue la ruta no navegada. La navegación que escogimos fue la de Machiavello, e inspirados por él hemos construido nuestras concepciones sociales, políticas y económicas.

En 1487, otro joven muy joven, de sólo 23 años de edad, Francesco Pico della Mirandola, se prepara para defender públicamente sus novecientas tesis sobre la concordia entre las diferentes religiones y filosofías. Él se niega a enclaustrarse dentro de las limitaciones de una sola doctrina. Convencido de que las verdades son múltiples, y jamás una sola, aspira a una renovación espiritual que pueda reconciliar a la humanidad.
Algunos años más tarde, creyente fervoroso de la verdad absoluta y de las posibilidades de la certeza, Francis Bacon nos invita a torturar a la Naturaleza, para a través de esa tortura extraerle la verdad.
Dos mundos, una vez más. Uno representando la ruta que navegamos y el otro la ruta no navegada. No aceptamos el camino sugerido por Pico della Mirandola. Optamos por aceptar la invitación de Bacon y, de ese modo, continuamos aplicando su receta con eficiencia y entusiasmo. Continuamos torturando a la Naturaleza, a fin de extraerle lo que consideramos ser la verdad.
En el año 1600, Giordano Bruno arde en la hoguera, víctima de su panteísmo, puesto que pensaba que la tierra es vida y tiene alma. Todo, para él, son manifestaciones de vida. Todo es vida.
Tres décadas más tarde, murmura Descartes en sus Reflexiones Metafísicas: “A través de mi ventana, lo que veo, son sombreros y abrigos que cubren máquinas automáticas”.
No navegamos la ruta de Giordano Bruno. Escogimos la de Descartes y, de esa manera, hemos sido testigos del triunfo del mecanicismo y del reduccionismo. Para Newton y Galileo, el lenguaje de la Naturaleza es la matemática. Nada es importante en la ciencia que no pueda ser medido. Nosotros y la Naturaleza, observador y lo observado, como entidades separadas. La ciencia es la suprema manifestación de la razón, y la razón es el atributo supremo del ser humano.

Goethe, cuyas contribuciones científicas fueron injustamente opacadas por mucho tiempo, quizás por ser demasiado heterodoxas para su época, o porque parecía absurdo e inaceptable que un poeta pudiera incursionar en la ciencia, se sentía incómodo con lo que consideraba como limitaciones de la física newtoniana. Para Goethe: “La ciencia es tanto una ruta interior de desarrollo espiritual, como una disciplina destinada a acumular conocimiento sobre el mundo físico. Implica no sólo la preparación rigurosa de nuestras facultades de observación y reflexión, sino además de otras facultades humanas que puedan sintonizarnos con la dimensión espiritual que subyace e interpenetra lo físico: facultados como sentimiento, imaginación e intuición”[1].  La ciencia, como Goethe la concebía y practicaba, tiene como propósito supremo la excitación de nuestra capacidad de asombro a través de un mirar contemplativo (Anschauung), en que el científico llega a ver a Dios en la Naturaleza, y la Naturaleza en Dios.
Otra vez dos mundos. Otra bifurcación. Fascinados aún por sobrecogedor brillo de Newton y Galileo, hemos escogido no navegar la ruta de la ciencia goetheana. Sentimiento, intuición, conciencia (consciousness, Bewustsein) y espiritualidad siguen exiliados del reino de la ciencia, a pesar del surgimiento de puertas que, para ellas, se abren desde la física cuántica. La enseñanza de la economía convencional que, por increíble que suene, se considera ciencia libre de valores (value free science) es un caso conspicuo. Una disciplina en la que la matemática se ha convertido en un fin en sí misma en vez de herramienta, y que desprecia como carente de valor todo lo que no puede ser medido, ha generado modelos e interpretaciones teóricamente atractivas, pero totalmente desvinculadas de la realidad.
Johannes Brahms compuso dos conciertos para piano y orquesta. Al margen de cuál de los dos pueda gustarle más a uno, la fascinación está en el primero. De hecho, se trata de una espléndida exposición de la ruta que Brahms finalmente decidió no navegar. Nos hemos quedado para siempre con la gran curiosidad de cómo habría sido el otro Brahms.
La cosa es así. Una ruta no navegada, recordada sólo por ratones de biblioteca, y una ruta navegada a la que le atribuimos logros y éxitos espectaculares. La Universidad en particular, ha escogido las rutas de Maquiavelo, Bacon, Descartes, Galileo y Newton. En lo que respecta a Francisco, Pico, Giordano, y Goethe (el científico) han quedado como notas a pie de página de la historia.
Como resultado de la ruta navegada, hemos logrado construir un mundo en el que –como lo sugiere el filósofo catalán Jordi Pigem[2] – las virtudes cristianas tales como: Fe, Esperanza y Caridad, se manifiestan hoy en día metamorfoseadas como: esquizofrenia, depresión y narcisismo. Nuestra navegación, sin duda, ha sido fascinante y espectacular. Hay mucho en ella digno de la mayor admiración. Sin embargo, si la esquizofrenia, la depresión y el narcisismo son ahora el espejo de nuestra realidad existencial, es porque súbitamente nos descubrimos en un mundo de confusión. En un mundo de desencanto, donde el progreso se hace paradójico y absurdo, y la realidad se hace tan incomprensible que buscamos desesperado escape en tecnologías que nos ofrecen acceso a realidades virtuales.
¿Adónde hemos llegado?
Hemos alcanzado un punto en nuestra evolución humana, caracterizado por el hecho de que sabemos mucho, pero comprendemos poco. Nuestra escogida navegación ha sido pilotada por la razón, y nos ha llevado al puerto del saber.
Como tal ha sido una navegación asombrosamente exitosa. Jamás, en toda nuestra existencia, hemos acumulado más conocimiento (saber) que durante los últimos cien años. Estamos celebrando la apoteosis de la razón. Sin embargo, en medio de tan espléndida celebración, súbitamente nos asalta la sensación de que algo falta. Así es; podemos alcanzar conocimiento (saber) sobre casi cualquier asunto que nos interese. Podemos, por ejemplo, guiados por nuestro admirado método científico, estudiar todo lo que existe, desde visiones teológicas, antropológicas, sociológicas, psicológicas e incluso bioquímicas, sobre un fenómeno humano llamado amor. El resultado será que sabremos todo lo que se puede saber sobre el amor. Pero una vez satisfecho nuestro conocimiento, tarde o temprano descubriremos que jamás podremos comprender el amor, a menos que nos enamoremos. Tomaremos conciencia de que el conocimiento no es la ruta que lleva al comprender, puesto que el comprender está en otra ribera, y precisa, por lo tanto, de otra navegación. Descubriremos, entonces, que sólo podemos pretender comprender aquello de lo cual nos hacemos parte. Que el comprender es el resultado de la integración, mientras que el saber ha sido el resultado de la separación. Que el comprender es holístico, mientras que el saber es fragmentado.
Finalmente hemos alcanzado el punto en que estamos tomando conciencia de que el conocimiento (saber) no es suficiente y que, por lo tanto, debemos aprender a comprender, a fin de alcanzar la completitud de nuestro ser. Es probable que estemos comenzando a darnos cuenta de que el saber sin comprender es hueco, y que el comprender sin saber es incompleto. Precisamos, por lo tanto, emprender, por fin, la navegación hasta aquí pospuesta. Pero para poder iniciarla, debemos enfrentar el desafío de un cambio de lenguaje.
Sostenía el ya mencionado José Ortega y Gasset, que “cada generación tiene su tema”. A ello podemos agregar que, además, cada generación o período histórico está dominado, o cae bajo el hechizo de un lenguaje. No hay nada de malo en ello, siempre y cuando el lenguaje dominante de un determinado período resulte coherente con los desafíos de ese período. Lo importante de tenerse en cuenta es que el lenguaje influye nuestras percepciones y, por lo tanto, moldea nuestras acciones. Recorramos algunos ejemplos.
Durante los primeros tres siglos del segundo milenio de la civilización occidental, el lenguaje dominante tenía un contenido teleológico, en el sentido de que las acciones humanas debían justificarse en nombre de un llamado superior que estaba más allá de las necesidades de la cotidianeidad. Ello hizo posible la construcción de las grandes catedrales y de los espléndidos monasterios, donde el tiempo era un factor irrelevante. ¿Que la construcción de esta o aquella catedral iba a demorar quinientos años? ¡Y qué importa! Nadie estaba apurado. Después de todo se trataba de construir para la eternidad, y la eternidad no es tiempo infinito sino atemporalidad. Habría que alegrarse de que en esos tiempos el lenguaje de la eficiencia económica aún no se había inventado. La trascendencia estaba en el acto y no en el tiempo requerido para realizarlo. A diferencia de nuestra época eficientista en que el mérito radica en hacer lo más posible en el menor tiempo posible; el mérito de entonces radicaba en hacer lo mejor posible en el tiempo que fuera necesario. Se trataba, pues, de un lenguaje coherente con los desafíos de sus tiempos. Algo que me permite afirmar, por escandaloso que pudiera sonar hoy en día, que la inmensa mayoría de las obras inmortales creadas por la humanidad han sido producto de la lentitud y de la ineficiencia.
El lenguaje dominante del siglo XIX fue básicamente el relacionado con la consolidación del estado-nación. Los grandes discursos de líderes políticos como Disraeli, Gladstone y Bismarck son ejemplos pertinentes. Sin adentrarnos en detalles, cabe aseverar que el lenguaje dominante de aquella época fue coherente con los desafíos que esa misma época planteaba. De hecho fue el siglo XIX en el que se consolidó el estado-nación.
Es recién en el siglo XX que el lenguaje dominante es el económico; especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Una rápida revisión nos revela aspectos interesantes. A fines de la década de los veinte, y comienzos de los treinta, época de la así llamada gran depresión mundial, emerge la economía keynesiana. El lenguaje keynesiano es, en parte, producto de la crisis, con capacidad de interpretarla y superarla. De hecho fueron los planteamientos de Keynes que el Presidente Roosevelt favoreció para superar la crisis en Estados Unidos. Podemos afirmar que se trataba, una vez más, de un lenguaje coherente con el desafío de su momento histórico.
El siguiente cambio, en este caso de sub-lenguaje, ocurre en los cincuenta y sesenta, con el surgimiento del lenguaje desarrollista. Se trataba de un lenguaje optimista, utópico e incluso alegre. Los economistas que escribían en esos días, sentían que finalmente estaban claros los mecanismos para superar el subdesarrollo y la pobreza. Todos sentíamos, a pesar de los obstáculos provenientes de los poderes fácticos, que estaba claro lo que había que hacer. Y eso provocaba una especie de romántica euforia. No viene al caso aquí enumerar las recetas. Sin embargo, lo que cabe destacar es que aún cuando las metas que creíamos alcanzables no se alcanzaron, se dieron importantes cambios sociales y transformaciones positivas, especialmente en América Latina, durante ese período. Se trata, por lo tanto, de un lenguaje al menos parcialmente coherente con los desafíos de los tiempos.
Y finalmente alcanzamos las últimas tres décadas del siglo XX, con la emergencia del lenguaje neoliberal. Lenguaje y modelo que se han impuesto y conquistado el mundo entero. Lenguaje y modelo de contenido pseudo-religioso por su simplismo y dogmatismo, que asegura el bienestar para todos quienes respeten y se atengan a su catecismo. Lenguaje y modelo que ha dominado, y sigue dominando, un período en el que la pobreza a niveles globales se ha incrementado dramáticamente; la carga de la deuda ha aniquilado a muchas economías nacionales, generando una brutal sobreexplotación tanto de personas como de recursos naturales; la destrucción de ecosistemas y de la biodiversidad han alcanzado niveles desconocidos en la historia de la humanidad; y una acumulación de riqueza financiera en cada vez menos manos, que ha alcanzado obscenas proporciones. Los desastrosos efectos de este lenguaje, por primera vez absolutamente incoherente con los desafíos de su época, son claros y visibles para quien quiera mirar y ver. No obstante, quienes sustentan el poder y manejan las grandes decisiones, prefieren mirar hacia el otro lado y continuar aferrados a esta pseudo-religiosa mezcolanza.

Desde aquí, ¿hacia dónde?
Hemos logrado ser seres exitosos, pero incompletos. Es muy probable que sea precisamente esa incompletitud la responsable de las desazones y ansiedades que alteran nuestra existencia cotidiana en el mundo de hoy. Quizás ha llegado el momento de hacer una pausa y reflexionar.
Tenemos ahora la oportunidad de analizar con acabada honestidad, el mapa de nuestra navegación, con todos sus logros y azares, con todas sus glorias y tragedias. Completado lo cual, podría resultar apropiado desenterrar el mapa alternativo de la ruta que optamos por no navegar, y buscar allí orientaciones pertinentes capaces de rescatarnos de nuestra confusión existencial.
Quizás tendría sentido que comenzáramos a ver hermanos y hermanas a nuestro rededor. Quizás sería positivo intentar creer en las posibilidades de armonía entre distintas verdades. Quizás nos beneficiaría atrevernos a creer que la tierra sí tiene alma y que todo es vida. Quizás sería bueno aceptar que no hay razón alguna para desterrar la intuición, la espiritualidad y la conciencia del reino de la ciencia. O, para decirlo con las palabras de Goethe: “Si buscamos solaz en el todo, debemos aprender a descubrir el todo en la parte más pequeña, porque nada es más consonante con la Naturaleza que el hecho de que pone en operación en el detalle más pequeño aquello que pretende como un todo”.[3]
Nuestra apasionada búsqueda del saber, ha postergado nuestra navegación hacia el comprender. Nada debiera impedir ahora la iniciativa de esa navegación, si no fuera por una economía que, practicada bajo el embrujo del lenguaje neoliberal, contribuye a acrecentar nuestra confusión y a falsificar el propio saber.
Ninguna sustentabilidad (que por cierto requiere del comprender) acabará por lograrse sin un profundo cambio de lenguaje. Un nuevo lenguaje que abra las puertas del comprender; ello es, no un lenguaje de poder y de dominación, sino un lenguaje que emerja desde lo más profundo de nuestro auto-descubrimiento como partes inseparables de un todo que es la cuna del milagro de la vida. De lograr provocar dicho cambio, quizás alcancemos a experimentar la satisfacción de haber generado un siglo en el que valga la pena vivir.

Cabe la esperanza de una navegación hacia aquella ribera que nos convierta en seres completos, capaces de comprender la completitud de la vida.
M. Max-Neef


[1] Jeremy Naydler, “Goethe on Science”, pg.23. Floris Books, Inglaterra, 2000. Traducción del autor.
[2] Jordi Pigem, “La Odisea de Occidente: Modernidad y Ecosofía”, Editorial Kairós, Barcelona, 1993.
[3] Mencionado por Jeremy Naydler, en “Goethe on Science”, pgs. 92-93, Floris Books, Inglaterra, 2000.