año 1971.
Está firmado por J.H.A., y se presenta como una breve reseña biográfica, basada en datos extraidos de la obra "De Adán a la Nueva Jerusalén", del propio Swedenborg.
Es interesante reclacar que esta "biografía", se detiene más en los aspectos doctrinarios que movieron el pensamiento de Swedenborg, que en los eventos que acaecieron en su vida, lo que otorga una visión distinta y más profunda.
Además es destacable que al final se entregan extractos de algunas obras de E. Swedenborg, y de esta forma nos formemos una visión general de su mensaje.
Finalmente, debo hacer notar que la publicación en la cual se edita este artículo, el Anuario Americano Bucheli, es una publñicación propuesta por Elías Bucheli, esoterista chileno, quien produjo este anuario durante más de 30 años, con la intención de entregar elementos prácticos como tablas, datos matemáticos, astrologícos y otras reseñas, para quienes estudiaran este tipo de materias. Y además se publicaban escritos de interes general siempre dentro del ámbito esotérico, junto a la tradición "americanista". Más tarde pasó a llamarse Anuario Americano Kier, ya que esta editorial fue quien compró los derechos y los detenta hasta hoy en día.
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Emanuel
Swedenborg nació en Estocolmo, Suecia, en el año 1688 y toda su vida parece
indicar que desde su primera niñez fue divinamente inspirado, guiado y
preparado para la sublime misión que desempeñó en el mundo. Es más: cierta
particularidad innata de su órgano respiratorio, induce a creer que su
preparación empezó aún antes de su nacimiento. Era que su respiración con
frecuencia cesó casi por completo sin que por ello sintiera molestia alguna,
pues continuaba respirando por una respiración interior, silenciosa y en pleno
uso de sus facultades mentales y físicas. En este estado se verificaban más
tarde las abducciones de su espíritu.
Desde su
cuarto año su gusto predilecto era hablar con sus padres de religión, del cielo
y de la vida eterna, y a veces sus ideas les asombraban tanto que decían que un
ángel hablaba por su boca. Desde su séptimo año Se deleitaba en conversar con
ministros de la iglesia al sujeto de la religión, siempre sosteniendo que el
alma de la fe es la caridad y que nadie tiene fe verdadera, si no tiene, y en
su vida realiza, este amor mediante el cumplimiento del Decálogo, o sea, los
divinos preceptos, dados al hombre en el Verbo para su guía, por el camino dc
la regeneración.
Recibió una
esmerada educación perfeccionándose en todas las ciencias conocidas. Viajaba,
estudiaba, indagaba y escribía voluminosas obras científicas, las cuales
todavía son objeto de marcada estima y admiración en el mundo científico
moderno, y muchos hombres eminentes han declarado y declaran que Swedenborg se
hallaba más de un siglo por delante de sus contemporáneos.
En sus
estudios científicos predominaba sin embargo siempre el anhelo de indagar y
resolver los problemas espirituales; todos sus esfuerzos se encaminaban siempre
hacia un mismo fin grande, sublime: cl de demostrar la existencia de Dios y
descubrir la verdadera relación entre el alma y el cuerpo, entre el espíritu y
la materia, entre el Creador y la creación.
Y así, por el
constante esfuerzo de buscar la verdad para su propio bien y para el de sus
semejantes, desarrollábanse sus facultades intelectuales, y bajo los auspicios
del Señor fue de esta manera sucesivamente preparado para el desempeño de su
misión espiritual.
Sus esfuerzos
para descubrir el alma, el espíritu, o sea la vida, por medio de la ciencia se
estrellaron todos como era natural. Después de penetrar por medio de
indagaciones, deducciones y series de conclusiones, hasta lo más íntimo de la
materia y creyéndose ya a punto de alcanzar el alma, desaparecía esta cada vez
como por encanto. Perseveraba sin embargo en sus esfuerzos y llegó el día en
que se verificó su llamamiento por el Señor, quien, después de revelarse a él y
encargarle de enseñar las verdades de Su Nueva Iglesia por todo el mundo, le
abrió su vista espiritual, introduciéndolo en el mundo espiritual, donde su
espíritu podía circular, ver a ángeles y espíritus, hablar con ellos y ellos
con él, e informarse de todo, mientras que su cuerpo natural permanecía en su
lugar. Lo que antes había buscado en vano por medio de la ciencia, lo veía
ahora en clara luz delante de sus ojos espirituales.
Respecto a
este llamamiento dice Swedenborg como sigue: “Puesto que el Señor no puede
manifestarse en Persona, según se acaba de explicar y habiendo sin embargo anunciado
que vendrá y establecerá una nueva Iglesia, que es la Nueva Jerusalem, sigue
que lo hará por medio de un hombre, que puede, no sólo recibir la doctrina de
esta Iglesia con su entendimiento, sino también publicarla por medio de la
prensa. Que el Señor se ha manifestado a mí, su siervo, enviándome con esta
misión, y que luego abrió la vista de mi espíritu, introduciéndome en el mundo
espiritual y permitiéndome ver los cielos y los infiernos y conversar con
ángeles y espíritus, continuamente durante muchos años testifico en verdad, así
como que desde el primer día de mí llamamiento no he recibido cosa alguna,
perteneciente a la doctrina de esta Iglesia de ángel alguno, sino del Señor
solo, mientras leía cl Verbo”. (V. R. C. n. 779 Abrev. esp. N 523.)
En su diario
espiritual refiere minuciosamente cómo se verificó este llamamiento, el cual
tuvo lugar el segundo día de Pascua de 1744.
Su
introducción en el mundo espiritual era necesaria para desempeñar la tarea que
el Señor puso en sus manos. Lo que era preciso hacer pudo hacerse sólo de ese
modo y no hubo en ello nada milagroso: El Señor le abrió la vista de su
espíritu —abrió su mente a la verdad— y la verdad que vio, la dijo al mundo.
En el mundo
espiritual fue instruido por el Señor mediante ángeles y espíritus en todo cuanto
era necesario saber para establecer las verdades perdidas de la iglesia. Especialmente
pudo observar allí la relación universal que por creación existe entre lo
espiritual y lo natural, a cuya relación llamó la ley de las correspondencias,
cuya base es que, en la existencia de la creación hay dos dominios, el de lo
espiritual y el de lo físico. Lo espiritual es lo real, lo físico es su símbolo
y reflejo. Entre uno y otro hay en todas partes perfecta correspondencia, y el sentido real y verdadero de la Naturaleza
y la vida natural no se pueden concebir hasta que se reconozca esta ley y se
familiarice con su uso.
Su vista
espiritual abierta, permitía a Swedenborg percibir con gran claridad esta relación
uniforme y universal, entre lo espiritual y lo natural, y su profundo
conocimiento del mundo físico, especialmente del cuerpo humano, le permitía
aplicar la ley de la correspondencia con toda seguridad y plenitud.
Esto fue lo
más esencial de la nueva revelación; porque aplicando esta ley a la interpretación
de las Sagradas Escrituras, las cuales se hallan escritas mediante puras
correspondencias, y que por ignorarse éstas habían llegado a ser un libro
sellado o peor aún, mal interpretado y falseado, halló que con ella se revelaba
el verdadero sentido de lo escrito, su sentido espiritual, en el cual está su
verdadero alcance, su virtud y su santidad, y en el cual el Señor verifica Su
segunda Venida al mundo.
Esta Venida
tiene ahora lugar en toda mente humana, que abraza las verdades de la nueva
revelación, expuesta por Swedenborg en sus obras teológicas y que vive en conformidad
con estas verdades, que son idénticas con las divinas verdades del Verbo.
En estas
mentes establece el Señor su NUEVA IGLESIA.
Lo que
Swedenborg adivinaba, lo que vanamente buscaba por medio de la ciencia y de su
inteligencia, se volvió para él en un solo día positiva realidad. Lo que no
pudo, ni nunca podrá la ciencia humana, lo pudo en un momento la omnipotente
Voluntad del Señor, quien reveló al hombre mortal Sus arcanos de ultratumba. La
existencia del mundo espiritual, su proximidad y continua comunicación con el mundo
natural y su perpetua influencia en éste eran desde ahora un hecho palpable.
Se había descubierto
un nuevo mundo, en un todo parecido a nuestro mundo natural, y en el cual
existen cuantas cosas existen en éste y aún otras muchas, las cuales nunca existieron,
ni podrán jamás existir en la naturaleza; todo más hermoso y perfecto que lo
que hay en ésta, y de origen espiritual y no natural, sustancial y no material.
Este era el mundo, en el cual Swedenborg fue introducido por el Señor, en
cuanto a su espíritu, viéndose allí en forma humana. Como en su cuerpo material
en el mundo natural, andaba allí en un cuerpo espiritual, miraba, palpaba,
examinaba y conversaba con sus habitantes como hombre con hombre, instruyéndose
en todo cuanto necesitaba saber para el desempeño de su divina misión en el
mundo.
Bajo la guía
y protección del Señor exploraba aquel mundo, como un Colón espiritual,
mientras su cuerpo natural permanecía quieto en su lugar, respirando sólo por
una respiración interior, silenciosa.
Es de notar
que Swedenborg no buscaba o provocaba las abducciones de su espíritu, las cuales
se verificaban Siempre cuando el Señor quería y por el Señor solo. El Señor
mismo lo protegía en aquel mundo contra los engaños y nefandos artificios de
los espíritus malignos, cuyo gusto y placer es perder al hombre, cuerpo y alma,
lo cual también hacen con los que por propia iniciativa y empeño comunican y
tratan con espíritus; porque así penetran éstos ilícitamente en el mundo
espiritual; o mejor dicho, dan acceso a los espíritus hasta su mente natural, su
memoria y su habla, privándose así de la guía y protección divina.
Los espíritus
malignos, cuya malicia y astucia exceden a toda imaginación, se presentan
entonces como ángeles de luz, insinuándose en las inclinaciones del hombre, que
con ellos comunica, hasta que le tengan en su poder completamente, y entonces
es casi imposible para el hombre librarse de sus influencias y predominio, aun
cuando llegue a conocer su verdadera calidad.
Todo cuanto
Swedenborg vio y oyó en el mundo espiritual, anotó en un libro, al que llamó su
diario espiritual. Este libro destinaba evidentemente sólo para su uso
particular; pero fue publicado cerca de un siglo más tarde (en 1858-1859) por Dr.
Tafel de la Nueva Iglesia en ocho tomos en octavo, bastante voluminosos. Es una
relación minuciosa y fidelísima de todas sus experiencias en el mundo espiritual.
En 1749
publicó el primer tomo de Arcana
Coelestia, su primera obra teológica, cuyo último tomo fue publicado en
1756. Consta de nueve grandes tomos en cuatro y el contenido se halla arreglado
en 10.839 párrafos numerados. En ella explica punto por punto una gran parte de
las Sagradas Escrituras, y en demostración de su explicación cita otros
pasajes, relacionados con los explicados, con tanta abundancia, que se puede
decir que la obra es una explicación completa del sentido espiritual de todo el
Verbo inspirado.
A esta obra
siguió una serie de tratados en dilucidación de su materia: (1) Las tierras en nuestro sistema solar,
llamadas planetas, y las tierras en el espacio sideral, sus habitantes y sus
ángeles y espíritus, de cosas oídas y vistas. (2) La Nueva Jerusalem y su
celestial doctrina, de cosas oídas del cielo. (3) El caballo blanco, del que se
trata en el Apocalipsis, Cap. XIX y el Verbo en su sentido interior, espiritual.
(4) El Último Juicio y Babilonia destruida; de cómo todo lo profetizado en el
Apocalipsis ha sido hasta hoy cumplido; de cosas oídas y vistas. (5) El Cielo y
sus Maravillas y el Infierno; de cosas oídas y vistas; todos los cuales
fueron publicados en Londres en 1758.
Hasta su
muerte continuó Swedenborg escribiendo obras teológicas, de las cuales Las Cuatro Doctrinas (1761-1762), El Divino
Amor y la Divina Sabiduría (1763); La Divina Providencia (1764); El Apocalipsis
Revelado (1766); El Amor conyugal (1768) y La Verdadera Religión Cristiana
(1771) son las más importantes. Esta última la escribió a la edad de 82
años. Al año siguiente murió en Londres (1772), donde pasaba en invierno escribiendo
sobre unos temas, que dejó en manuscrito. Dejó también muchas otras obras inéditas,
la más extensa de las cuales es Apocalipsis
Explicata, que ha sido publicada después, la edición inglesa consta de seis
tomos grandes en cuarto.
No sólo como
teólogo y Científico se distinguió Swedenborg más que sus contemporáneos. Su
vida fue comúnmente activa y útil también en el orden político y social. El Rey
Carlos XII, que era un notable matemático y mecánico, pudo apreciar las
extraordinarias aptitudes científicas de Swedenborg y se hizo su protector. En
1716, teniendo Swedenborg 28 años, le nombró asesor extraordinario de la Junta de
Minas, puesto importantísimo, siendo la industria minera una de las más
importantes de Suecia; Swedenborg realizó varias notables hazañas de ingeniería
de resultados altamente benéficos.
En 1718
recibió título nobiliario con asiento en la alta Cámara del Parlamento, lo cual
abrió a su actividad un campo nuevo, en el que desplegó extraordinaria
sabiduría.
Toda su vida
fue enemigo declarado de los gobiernos despóticos. Ya en sus últimos años
declaró en uno de sus informes a la Dieta sobre las prerrogativas de la corona,
como sigue:
“Nadie tiene
el derecho de dejar su propiedad y vida en el poder absoluto de un ser humano,
porque de ellas sólo Dios es dueño, y nosotros no somos más que sus administradores.
No puedo, por lo demás, ver diferencia entre un rey absoluto y un ídolo, porque
a ambos rinden los hombres de igual manera su albedrío, obedeciendo a su voluntad
y adorando a lo que sale de sus 1abios.”
Veinticinco
años antes había expresado su admiración por la forma republicana de gobierno,
la cual halló en práctica en Holanda.
“La República
—dijo— me parece la garantía más segura de la libertad civil y religiosa, y una
forma de gobierno más grata a los ojos de Dios, que la del imperio absoluto. En
una república no se tributa a hombre alguno veneración y homenaje indebidos,
sino que altos y bajos se tienen por iguales de reyes o emperadores. Esta forma
de gobierno pone a los hombres en relaciones justas con Dios, y es digna de
veneración, mientras que los gobiernos absolutos favorecen al engaño y la
hipocresía hasta en la religión misma."
Estos eran
los principios políticos por los cuales Swedenborg abogaba durante su participación
en el Parlamento, la cual duró más de cincuenta años.
Poco tiempo
después de su llamamiento divino renunció a su puesto en la Junta de Minas,
para poder dedicarse más llenamente a su misión, lo cual sin embargo no entibió
su interés por los asuntos públicos, en los cuales tomó parte activamente hasta
su muerte. El rey le concedió retiro de la Junta con pensión de la mitad de su
sueldo.
De sus
propios medios atendió Swedenborg a los gastos de publicación de sus obras, de
las cuales muchos ejemplares fueron distribuidos a título gratuito al clero y a
bibliotecas públicas. A ninguna de sus obras teológicas puso su nombre, con
excepción de El amor conyugal, a cuyo
título añadió: por Emanuel Swedenborg, sueco,
y La Verdadera Religión Cristiana,
bajo cuyo título puso, por Emanuel
Swedenborg, siervo del Señor Jesu-Crísto.
En el mundo
espiritual presenció Swedenborg un acontecimiento de trascendentales consecuencias
para el futuro estado de la Iglesia en el Cielo y en la tierra. Este acontecimiento
era el ÚLTIMO JUICIO, que se verificó en ese mundo en el año 1757 y con él la
Iglesia anterior, degenerada y corrupta, dejó definitivamente de Ser la Iglesia
de Dios en la tierra, Siendo completamente separada del cielo y sustituida por
la Nueva Iglesia, o sea la “Nueva Jerusalem”, que es la iglesia cristiana definitiva.
En el mundo
cristiano se tiene por regla general una idea muy equivocada de lo que es el
Ultimo Juicio, o sea el “Juicio Final”, del que hablan las Sagradas Escrituras,
por lo cual creemos oportuno dar aquí una breve explicación de lo que realmente
encierra este término.
El período de
evolución de la Iglesia, desde su nacimiento hasta su extinción, es decir la
evolución de su estado respecto al amor y a la fe, se llama en el Verbo un
“siglo” y su último tiempo “fin de siglo” (en versiones castellanas de la
Biblia se dice “fin del mundo”, en lugar de “fin del siglo”, que es la traducción
exacta). A cada “fin de siglo” ha sustituido Dios la Iglesia destruida por una
nueva, desechando a la anterior y adoptando la nueva; la anterior, dejada de la
mano de Dios, ha ido a extinguirse en su noche, y la nueva, recibiendo de Dios
alma y vida, ha entrado en su mañana y ha prosperado; porque la Iglesia es Iglesia
sola y únicamente por hallarse en ella Dios, es decir, el bien y la verdad, que
de Dios influye en ella.
Esta
separación del cielo de la Iglesia degenerada y la instauración de la nueva, a
cada “fin de siglo”, es el Último Juicio, y se ha verificado cada vez
principalmente en el mundo espiritual, sin embargo con sus efectos
consiguientes en el mundo natural. Ha sido efectuado por el Señor por conducto
de los cielos, por un influjo más directo, y por eso más fuerte, de Sí mismo en
las regiones inferiores, o sea en el mundo de los espíritus, separando allí los
malos de los buenos, elevando éstos al Cielo, echándose aquellos al infierno y restableciéndose
así el orden en el Cielo y también en el mundo y en la Iglesia; porque la continua
influencia del mundo espiritual en el mundo natural hace que todo cuanto hay en
este último tienda a asimilarse y a corresponder a aquél, y la disimilitud,
producida por un Último Juicio verificado en el mundo espiritual, desaparece
sucesivamente después del mismo, conforme van adoptándose las cosas naturales a
sus prototipos espirituales. El “Último Juicio” es también idéntico con la
“Venida del Señor”; porque ésta es la redención de la Iglesia y el restablecimiento
del orden en todas las cosas, efectuados mediante el Último Juicio, al cual
sigue implantación de verdades y bienes en las mentes humanas. De esta manera
se ha verificado un “Último Juicio” y “La Venida del Señor” ya tres veces en el
mundo espiritual entre espíritus de esta tierra. La primera cuando la
destrucción de la Iglesia Antigua Primitiva,
que era celestial, y la instauración de la sucesora, que era espiritual. La segunda
cuando el Señor vino en la carne, y la tercera, cuando con la Nueva Iglesia
volvió en espíritu.
El Último Juicio se verifica pues, en el
mundo espiritual, donde todo hombre entra inmediatamente después de la muerte.
Allí se verifica también el juicio de cada hombre que muere, porque allí cada
uno es preparado para ocupar su lugar definitivo, bien sea en el cielo, bien en
el infierno. La preparación consiste en que su exterior, con el cual en el mundo
aprendió a aparentar mucho o poco —una calidad y un carácter que en realidad no
existían en su íntima alma—, se amolda a su interior, y esto se verifica allí
mediante una vida en completa libertad, a impulso de su íntimo amor, sin que
haya vínculo exterior alguno que se oponga a tal vida, hasta que las cosas
exteriores de espíritu quedan hechas forma y expresión exactas de su amor predominante.
La
preparación se verifica con más o menos lentitud según el grado de disimulo adquirido
en el mundo, y terminada la preparación, los buenos se hallan en forma hermosa
angelical, correspondiente al amor bueno y puro de su voluntad, siendo elevados
al “cielo” y hechos ángeles; los malos por otra parte, aparecen disformes,
según el carácter y grado de su mal, en su mayoría monstruosos y negros, y de
su libre albedrío se juntan con sus similares en el “infierno”. Este proceso,
por el cual pasa todo hombre después de la muerte, es el “Juicio”, en sentido
general, en el cual es juzgado cada uno en su “último día”, es decir a su muerte.
Pero el Último Juicio o “Juicio Final” es un
juicio especial, verificado por el Señor al final del “siglo” de la Iglesia y
se efectúa simultáneamente sobre todos los espíritus, que entonces se hallan en
el mundo de los espíritus, cuantos hayan de ser juzgados con el fin de separar los
malos de los buenos y poner todo en orden en el mundo espiritual y en la Iglesia.
Desde el Último Juicio, presenciado por
Swedenborg en 1757, el período de preparación en el mundo de los espíritus no
excede en caso alguno el tiempo de treinta años, según nuestra manera de
contar; pero antes del mismo se acumulaba allí una inmensa multitud desde
cuando el Señor estaba en el mundo; y cuando la Iglesia en el mundo es invadida
por males y falsedades, predominan los espíritus disimuladores, malos y falsos
en el mundo de los espíritus, infestando a los buenos y al cielo mismo, y
acabarían por destruir todo, si el Señor no los separara en el “Juicio Final”
del “siglo”. Al tiempo del Último Juicio
en 1757, el predominio de los espíritus disimuladores era tal, que prevalecían
contra el cielo e infestaban a los ángeles mismos. Una inmensa multitud de los
que por la fe falsa de la Iglesia pervertida y corrompida, se consideraban
acreedores a la bienaventuranza del cielo, careciendo sin embargo de amor
celestial en su voluntad por ser interiormente malos, se imponía, penetraba y
subía más alto de lo que correspondía a su vida, asediando y afligiendo a los
realmente buenos, e interceptando el paso de la luz celestial a la Iglesia en
el mundo, cual densos, negros nubarrones que oscurecen y ocultan al sol. Estos espíritus
interiormente malos y falsos, aunque aparentemente virtuosos y santos, fueron
entonces despojados de su apariencia, mediante un influjo de la Divina Verdad,
más directo y fuerte, sobre las regiones inferiores, es decir, sobre el mundo de los espíritus, cuyo influjo les
presentó en la Luz del Cielo cuales eran en su interior; y entonces se separaron
espontáneamente de los buenos y buscaron sus parecidos en el infierno, con los
cuales se juntaron, mientras que los buenos fueron purificados y elevados al
cielo. Esto era, brevemente el Último Juicio
predicho por el Señor a Juan en el Apocalipsis, y se efectuó en 1757,
presenciado por Swedenborg.
El “Juicio Final” que se verifica en el mundo
de los espíritus tiene siempre relación con acontecimientos, que
simultáneamente tienen lugar en el mundo natural, físico, civil y social;
porque todo cuanto sucede en este mundo es efecto de una causa espiritual, y
tales acontecimientos suceden a consecuencia de modificaciones o cambios de
estados, verificados en el mundo de los
espíritus, el cual se halla en comunicación con el mundo natural. Con todo
esto, el Último Juicio ha pasado por así
decir, inadvertido para los habitantes del mundo natural, porque por más que el
acontecimiento espiritual es grande, importante, trascendental, sus efectos en
la naturaleza del mundo y la raza humana pueden difícilmente distinguirse, o
mejor dicho, apreciarse como efectos de tales causas, porque sus formas son muy
distintas de éstas, siendo así que son correspondencias o sea formas naturales
de las cosas espirituales, que las causan, y la ciencia de la correspondencia
es aun casi desconocida en el mundo.
Pero por más
que el “Juicio Final” ha pasado por así decir inadvertido para los habitantes
de este mundo no por eso han sido menos trascendentales
sus efectos en la humanidad. A consecuencia del “Juicio Final” ha sido deshecha
en una gran parte la interposición de los espíritus malos y falsos, “El Dragón
fue vencido por Miguel y sus ángeles, y su lugar no fue más hallado en el Cielo”
(Apoc. XII:7-9).
“La Nueva Jerusalem descenderá del Cielo de
Dios, dispuesta como una esposa, ataviada para su marido” (Apoc. XXI:2). En una
palabra: El “Juicio Final” ha determinado y determinará en la humanidad mayor libertad
espiritual o sea, mayor facultad de admitir y entender la verdad y de querer el
bien y mayor capacidad de vivir en conformidad con las verdades del Verbo y por
consiguiente mayor facilidad de ser regenerados y salvados.
La Iglesia es principalmente interior; se
halla esencialmente dentro del hombre, y sólo el Señor ve lo interior y sabe
quiénes en realidad pertenecen a Su Iglesia y quiénes no pertenecen a ella. La
Iglesia del Señor en la tierra es universal
e invisible; sus miembros se hallan diseminados por todo el mundo,
mayormente sin tener relación y trato entre sí; pero si llegan a conocerse y a
tratarse se sienten bien pronto como parientes y hermanos, lo cual en efecto
son con respecto a su espíritu, pues su Padre común es el Señor, cuyo Amor se
halla en todos ellos, uniéndoles entre ellos y con el Señor hasta ser una sola
cosa…
Y vendrá un
día en que la Iglesia destruida dejará de existir también de nombre, y “El Señor será Rey de toda la tierra” (Zacarías
XIV: 7-9). “Todos conocerán al Señor, sin
enseñarse unos a otros” (Jeremías XXXI: 33; 34); porque serán “enseñados por Jehová” (Isaías LIV: 13).
Esta es la
“Nueva Jerusalem” del Apocalipsis, en la cual Juan “no vio templo, y la cual no
tenía necesidad de sol ni luna; porque Dios
Todopoderoso y el Cordero es su templo y la claridad de Dios la ilumina, y el
Cordero es su lumbrera”. (Apoc. XXI: 22; 23.)
J. H. A.
EXTRACTOS DE LAS OBRAS DE EMANUEL
SWEDENBORG
Traducidos al castellano por JOSE
STIGLIANO (Soc. des Amìties Spírítuelles)
UN HOMBRE NUEVO
Cuando el hombre es regenerado
deviene un hombre nuevo, enteramente otro. Mientras que su cara y su lenguaje
son los mismos que antes, él no tiene más el mismo mental; su mental está
entonces abierto hacia el cielo, y el amor por el Señor y la caridad hacia el
prójimo habitan con la fe. Es el mental que hace al hombre otro y nuevo. El cambio
de estado no puede ser distinguido en el cuerpo del hombre, pero lo es en su
espíritu.
Despojado del cuerpo, su espíritu aparece en una forma totalmente
otra, después de haber sido regenerado; él está entonces en una forma de amor y
de caridad, de una inexpresable belleza, en lugar de su forma anterior, que era
la de odio y de crueldad, de una fealdad igualmente inexpresable.
(Arcana Celeste N°
3212)
Hay un Solo Dios y el Señor es este Dios, Su Divino y Su Humano son
una sola Persona.
(Divina Providencia Nº
122)
UN ÓRGANO DE VIDA
El hombre es un órgano de vida, y
Dios sólo es la vida. Dios irradia su vida en este órgano y en todas sus
partes, como el sol irradia su calor en un árbol y todas sus partes.
Además Dios da al hombre, de
sentir en él esta vida como suya. Dios quiere que él la sienta así, a fin de
que el hombre viva como por él mismo, según las leyes del orden, que son
también en gran número, que él tenga preceptos un la Palabra y se disponga a
recibir a veces el Amor Divino.
Dios tiene continuamente Su dedo en el nivel de la balanza y modera, sin
jamás violar por constreñimiento el libre albedrío. El libre albedrío del
hombre procede, de que él siente la vida como suya, y de esto, Dios la deja
sentir así, a fin de que se opere una unión recíproca en EL y el hombre.
(Verdadera Religión
Cristiana N° 504)
POCO A POCO
El hombre que está regenerado, no
deviene nunca rápidamente, sino lentamente, puesto que todas las cosas que el
hombre ha pensado, proyectado en hechos desde su niñez, se han agregado a su
vida y, la constituyen. Ellos han formado también entre ellos, un tal encadenamiento,
que el uno no puede ser alejado sin que todos los otros, lo sean al mismo
tiempo.
La regeneración o la implantación de la vida del cielo en el hombre
comienza después de su infancia, dura hasta el último instante de su vida en el
mundo, y es perfeccionado durante la eternidad.
(Arcana Celeste N°
9334)
LOS SACRAMENTO5
El Bautismo y la Santa Cena son los actos más santos del
culto.
El Bautismo
y la Santa Cena son como dos puertas por las cuales el hombre es introducido
dentro de la vida eterna. Después de la primera puerta, hay como una planicie
que él debe recorrer; y la segunda, donde se encuentra el premio, es el
terminal hacia el cual él ha de dirigir su carrera; pues la palma le es dada únicamente
después de la lucha, la recompensa después del combate.
(Verdadera Religión
Cristiana Nº 667-7211)
EL BAUTISMO
El Bautismo ha sido instituido por signo, que el hombre es de la
Iglesia, y por memorial, que él debe ser regenerado. En efecto, por el baño del
bautismo no se entiende, sino el baño espiritual, que es la regeneración. Toda
regeneración es efectuada por el Señor por medio de verdades de la fe, y de una
vida de acuerdo a esas verdades. El Bautismo atestigua entonces que el hombre
es de la Iglesia y que él puede ser regenerado; pues en la Iglesia, el Señor
que regenera al hombre es reconocido, y en la Iglesia también se encuentra la
Palabra, conteniendo las verdades de la fe, por las cuales él tiene regeneración.
(Doctrina Celeste, Nº
202, 203)
LA SANTA CENA
La Santa Cena ha sido instituida
a fin que, por ella haya conjunción de la Iglesia con el cielo, y así con el
Señor.
Cuando el hombre toma el pan, que es el Cuerpo, él está en unión con
el Señor por el bien del amor hacia ÉL, procedente de ÉL; y cuando él toma el
vino, que es la sangre, él está en unión con el Señor por el bien de la fe para
con ÉL, procedente de ÉL.
(Doctrina Celeste N°
210, 213)
El Señor, tanto cuanto a lo Humano glorificado que cuanto a lo Divino,
está todo presente en la Santa Cena. Y puesto que ÉL está todo presente; su
redención toda entera está también, pues la redención está por todas partes
donde se encuentra el Señor Redentor. Es por esto que todos los que observan
dignamente la Santa Comunión vienen a ser rescatados y reciben los frutos de la
redención que son la liberación del infierno, la unión con el Señor y la
salvación.
(Verdadera Religión
Cristiana Nº 716, 717)
LA RESPONSABILIDAD DE
LA VIDA EN EL MUNDO
“Tomad sobre vosotros mi yugo, y
aprended de MI” (Mateo XI, 29). Algunos creen que es difícil de llevar la vida
que conduce al cielo, llamada vida espiritual, porque ellos han oído decir que,
el hombre debe renunciar al mundo y privarse de lo que ellos llaman las concupiscencias
del cuerpo y de la carne, y vivir espiritualmente. Ellos entienden por ello,
que ellos deben rechazar las cosas mundanas, que son principalmente las
riquezas y los honores, caminar continuamente en piadosas meditaciones sobre
Dios, la salvación, la vida eterna y pasar su vida en oraciones y la lectura de
la Palabra y de libros de piedad.
Pero aquellos que renuncian al
mundo y viven en espíritu, de esta manera se hacen una vida triste, que no es
susceptible de real gozo celeste. Para recibir la vida del cielo, es necesario
que el hombre viva en el mundo, sus empleos y sus negocios, y que por una vida
moral y civil, él reciba la vida espiritual.
No es tan difícil como creen, de seguir el camino del cielo; se puede
ver por esto: Cuando se presenta al hombre alguna cosa que él sabe que es
deshonesta e injusta, pero a quien su espíritu es elevado, él sufre de pensar
que ella no debo ser hecha, porque es contraria a los preceptos Divinos. Si el
hombre se acostumbra a pensar, por consiguiente, él contrae el hábito, él llega
gradualmente junto al cielo. Tanto él está unido al cielo, tanto las regiones
las más elevadas de su mental son abiertas, él ve lo que es deshonesto e
injusto, y en la medida que él ve los males, ellos pueden ser alejados, pues
ningún mal puede ser alejado, a menos que éste sea visto.
(Cielo e Infierno, N°
528―5S3)
UNA JOYA SIN PRECIO
La
inclinación conyugal de un marido por su esposa es la joya de la vida humana y
el reservorio de la religión Cristiana.
(Amor Conyugal N° 457)
CASTIDAD PROGRESIVA
DEL MATRIMONIO
El amor conyugal según su origen
y su correspondencia es celeste, espiritual, santo, puro y limpio, más que todo
otro amor que, por el Señor es entre los ángeles del cielo y entre los hombres
de la Iglesia, Es tal, según su origen, que es el matrimonio del bien y de lo
verdadero; tal también, según su correspondencia con el matrimonio del Señor y
de la Iglesia. Si él es recibido de su autor, que es el Señor, deriva del Señor
una santidad que lo limpia y lo purifica continuamente. Si entonces hay en la
voluntad del hombre un deseo y un esfuerzo por alcanzarla, este amor deviene de
día en día más limpio y más puro. Aquellos que están en un amor semejante huyen
de los amores extraconyugales (es decir de las uniones con otras, que su propia
esposa o de su propio marido).
Como ellos huirían de la pérdida de su alma de los estanques del
infierno, tanto los esposos huyen estas uniones, mismo cuanto a los deseos
libidinosos de la voluntad y a las intenciones que derivan, tanto el amor
conyugal se purifica y ellos llegan a ser progresivamente espirituales.
(Amor Conyugal N° 64,
71)
LA IMPORTANCIA DE SU
USO
El amor conyugal es la base de
todos los buenos amores; él está inscripto en los menores detalles de la vida
del hombre. Los placeres de este amor sobrepasan los placeres de todos los
otros amores, y en la medida de su presencia y de su unión con ellos, él nos
llena de delicias.
En él han sido reunidas todas las
delicias desde las primeras hasta las últimas, a causa de la excelencia de su
uso, que es la propagación del género humano y por consecuencia la del cielo
angélico.
Como este uso ha sido el fin supremo de la creación, todas las
beatitudes, las dulzuras, las delicias, todos los encantos y los placeres que
el Señor Creador puede gratificar al hombre, se encuentran reunidos en este
amor.
(Amor Conyugal N° 68)
Los estados del amor conyugal son
la inocencia, la paz, la tranquilidad, la amistad íntima, la plena confianza, y
entre los esposos, el deseo proveniente del espíritu y del corazón, de hacerse
mutuamente toda clase de bien.
La bendición, la satisfacción, el
encanto y el placer derivan de estos estados, la felicidad celeste resulta de
una alegría eterna de todas las cosas.
Estos estados no son posibles más que en el matrimonio de un solo
esposo con una sola esposa.
(Amor Conyugal Nº 180,
181)
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