A continuación una conferencia muy a propósito de la fecha, de Omraam Mikhaël Aïvanhov, Maestro espiritual de origen búlgaro, el que nos dejó hace ya algunas decenas de años; pero es mi opinión que su enseñanza es de una gran profundidad y al mismo tiempo entendible a todas las personas. No me cabe duda que la Luz superior brilló en este espíritu y fue difundida a todos aquellos que quisieron escucharle.
Si quieren saber más acerca de su mensaje, les sugiero que se dirijan a la siguiente dirección: http://www.omraam.es/ y allí encontrarán más información a este respecto.
Que lo disfruten
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Hoy quisiera deciros unas palabras sobre lo que nos enseña la
tradición esotérica respecto al primer día de año nuevo. Como sabéis, los
únicos conocimientos que me interesan son aquellos que pueden ponerse en
práctica; así pues, lo que voy a deciros encontrará aplicaciones inmediatas en
vuestra vida cotidiana.
Generalmente el primer día del año encuentra a las personas bailando
en las discotecas; están contentas por saludar el año nuevo, por esto lo
empiezan divirtiéndose, entre placeres y locuras. Luego, durante todo el año,
vivirán en la futilidad y la inconsciencia, y como la inconsciencia acarrea tribulaciones,
éstas se presentan inmediatamente. Es estúpido empezar el año con semejantes
manifestaciones, porque demuestra que no se tiene noción alguna del aspecto
espiritual y mágico de las cosas. Ahora bien, a mí, precisamente, es esto lo
que me interesa.
La Cábala nos enseña que cada nuevo día es un ser vivo, sensible, que
graba toda nuestra actividad física y psíquica. Así pues, se puede decir que
los 365 días del año son como una cinta magnética en la que cada día se graba
todo lo que ha habido de bueno y de malo, de feliz y de desgraciado. Cada año
de nuestra vida representa así una cinta magnética grabada.
El año nuevo es enteramente nuevo, pero al mismo tiempo es viejo por
todo lo que el hombre ha vivido ya. Como el agua pura de las montañas que viene
a mezclarse con el agua estancada de la llanura, el año nuevo, que es original,
no lo es del todo, porque los hombres arrastran multitud de cosas viejas con
ellos. Por esto, aunque sea todo nuevo, no llegan a vivir una vida nueva. El
año nuevo está virgen y sin mácula, pero, ¿adónde va? ¿en casa de quién se
introduce? El pasado, es decir, los estados y los acontecimientos que el hombre
ha vivido, se inscriben y quedan grabados en él. Por esto le es muy difícil
borrar esas huellas, esas grabaciones, esos clichés del pasado. Para conseguido
le es necesaria una gran ciencia y también mucha paciencia y voluntad.
Pero cuando yo hablo del pasado, no sólo me refiero al pasado de esta
encarnación, de los días y de los años que hemos vivido, sino también al de
otras encarnaciones, pues el hombre arrastra las marcas de su pasado cercano y
lejano. Sólo los Iniciados saben trabajar sobre sí mismos para limpiarse de las
manchas del pasado; los demás no sospechan siquiera que hay un trabajo a hacer
para que el presente que brota siempre nuevo no sea contaminado por lo viejo,
por lo caduco. La cuestión no es tan simple como parece. Desgraciadamente la
mayoría de la gente no piensa que tiene que estudiar, profundizar, transformar:
esperan el año nuevo en la convicción de que por fin este año les proporcionará
lo que desean: el gordo de la lotería nacional, el matrimonio con un príncipe,
la fabulosa herencia de una abuela o de un tío de América. Otros buscan noche y
día las fórmulas que les permitan descubrir los tesoros enterrados en las
cuevas o en el fondo de los mares. Siempre están viviendo de ilusiones, diciéndose:
«El año nuevo me traerá esto o aquello», y esperan. Pero el año transcurre como
los demás, y a veces peor que los anteriores. No han sembrado nada, ¡y esperan
que crezca algo! Pues no, en esas condiciones, nunca ha fructificado nada en
ninguna parte. Sólo si hubiereis plantado, tendréis el derecho a esperar
frutos, de lo contrario, no hay nada que esperar.
¿Habéis trabajado, habéis labrado la tierra, vuestra propia tierra?
¿habéis sembrado y plantado algo en vosotros mismos? En este caso, podéis
esperar que el año nuevo os traiga alegría, felicidad y paz, y aunque no lo
esperéis, os lo traerá. Pero si no habéis plantado nada y sin embargo
esperáis... ¡qué esperanza tan desesperante, os lo aseguro!, pues no está
basada en ninguna ley natural.
El año nuevo no está absolutamente separado del viejo; quizás no
directamente, pero indirectamente está siempre en relación con él. Porque este
año nuevo parece virgen y fresco como un niño... De un niño que acaba de nacer
se dice que es puro, que es inocente. Sí, pero sólo en apariencia, pues este niño
que ya está atado a sus padres, abuelos, bisabuelos, a la sociedad, al espíritu
del siglo, lleva consigo las marcas de sus vidas pasadas, y un día, de una
forma u otra, todo esto se manifiesta. El año nuevo está virgen, es puro, inocente,
como hecho de una tela de blancura inmaculada, pero en cuanto entra en contacto
con el hombre, ya se colorea: como el agua pura que desciende del cielo y toma
el color de las tierras que debe atravesar.
El año llamado nuevo es pues ya viejo desde el comienzo, porque se
encuentra con un hombre que ya es viejo en sus pensamientos, sentimientos y
costumbres. No se acordó de limpiar los recipientes, las cacerolas o los
cántaros con los que debe recogerse el agua pura del año nuevo. Sin embargo,
esto es lo primero que se aprende en una cocina: cuando hay que verter agua limpia
en un recipiente, éste debe estar limpio, y además es necesario raspar las
paredes, de lo contrario el agua se vuelve sucia a causa del recipiente; hasta
los niños saben esto. Pero cuando se trata de verter agua pura en su alma, en su
cabeza, en su corazón, el hombre no piensa en limpiarse: no ha asimilado la
lección que aplica cada día en su cocina, no ha comprendido que también en el
espacio interior debe aplicar las mismas reglas: tirar lo que está sucio y
guardar sólo lo que es puro. ¡Cuántos detalles en la vida cotidiana pueden hacemos
comprender esta verdad! En una casa, por ejemplo, hay cuadros, muebles hermosos
o joyas de valor que se conservan durante años, y a veces durante siglos, pero
todo lo que, no tiene ningún valor se echa; en cuanto a las flores ocurre lo
mismo; se conservan dos o tres días, y después hay que reemplazarlas... ¡Pero
el hombre cree poder conservar eternamente en sí mismo todo lo que está viejo,
sucio y corrompido!
Para comprender mejor el año nuevo debemos recibido con la profunda
convicción de que es un ser vivo y rico que trae estupendos regalos, y que para
recibirlos adecuadamente hay que preparar numerosos aspectos de uno mismo,
pulir profundamente estos aspectos para eliminar lo caduco acumulado en el
corazón y en la cabeza. Antes de que llegue, hay que dejar un hueco para el año
nuevo en el propio yo. La Cábala dice que el año nuevo está influenciado por
las estrellas. El nacimiento de un año se parece al nacimiento de un niño. Es
el nacimiento de una vida que va a durar un año. Cuando nace un niño, se hace
su horóscopo según el día y la hora de su nacimiento para determinar el
desarrollo de los acontecimientos que ocurrirán en su vida. Lo mismo ocurre para
el año, y hay que saber que el primer día va a determinar el primer mes, el
segundo día el segundo mes, el tercer día el tercer mes, y así sucesivamente...
Por consiguiente hay que vivir, pensar, sentir y comportarse correctamente por
lo menos durante los doce primeros días para establecer una base inteligente,
luminosa, gracias a la cual los doce meses del año quedarán influenciados, determinados
por el bien.
Algunos dirán: «Yo he hecho todo lo posible durante los doce primeros
días, pero no ha sido un año maravilloso». Es porque os habéis dejado influir
por las viejas cosas del pasado. Hay que limpiarlo, raerlo todo, lavarse y
purificarse. Pero no se hace, porque no se piensa en ello. Evidentemente es imposible
limpiarlo todo, purificarlo todo en un día: la influencia de siglos pasados
está ahí, y el año nuevo estará siempre mezclado con el viejo. Para obtener una
mejora del cien por cien, habría que ser una divinidad. Pero mejorar la situación
en un veinte, treinta, cincuenta por cien, es suficiente para los discípulos.
Si queréis establecer el horóscopo de lo que el año será para vosotros,
no debéis tomar la hora de medianoche, porque a pesar de las diferencias de
latitud, de longitud, sería un horóscopo para toda la humanidad y no
correspondería a los acontecimientos que pueden ocurrir en la vida de cada uno.
Seguro que es posible compensar este horóscopo colectivo con vuestro horóscopo
natal para prever o explicar los sucesos. Pero si se quiere establecer el
horóscopo del año para alguien en particular, se debe elegir el momento de
despertarse, o de empezar a manifestarse. Este es el momento de su «nacimiento»,
o primer día del año nuevo. Si un hombre se levanta a las once de la mañana, es
a las once horas cuando hay que hacerle el horóscopo, porque en ese momento ha empezado
a moverse, a chillar, a pedir a su mujer: «¿Dónde están mis calcetines, mi
camisa»?.. ¡Y sobre todo los gemelos, que no aparecen! Sí, la vida de cada cual
está determinada por lo que empieza a hacer el primer día del año al
despertarse.
Para nosotros, que formamos parte de una colectividad, el año empieza
ahora, en el momento en que nos reunimos para rezar y cantar. Luego, durante
todo el día, debéis vigilar vuestros pensamientos y sobre todo vuestras
palabras; si la lengua os escuece, id a esconderos en cualquier parte, pronunciad
algunas palabras para tranquilizaros, y volved sonrientes. Al día siguiente
también debéis vigilaros para conseguir las condiciones óptimas para el mes
siguiente... Aún así, puede que vuestro año no sea absolutamente ideal porque, como
ya os he dicho, el presente está atado al pasado, es decir, a los años
precedentes y también a las vidas anteriores. Si por ejemplo debéis dinero a
alguien, puede que venga a reclamároslo el primer día del año; no dejará que
éste transcurra, incluso puede que venga justamente ese día... y si tenéis
enemigos en el plano astral, la fecha del 1 de enero no impedirá que os
atormenten. ¿Cómo desembarazarse de esos enemigos interiores? He aquí una
cuestión muy importante porque debéis saberlo el hombre tiene enemigos
internos, y esos son los peores. Pero a pesar de que no obtengáis resultados
absolutos, esto que os digo siempre será útil porque os permitirá mejorar la
situación, y sobre todo evitar que empeore.
Ahora, podemos levantamos y empezar nuestras plegarias como de
costumbre. Así inscribimos el primer día del año 1963 en los registros akásicos
viviéndolo sumidos en la plegaria, en la adoración, en el amor y en los cantos.
Y que Dios clemente y misericordioso se incline sobre la Fraternidad, que Él le
dé posibilidades de expansionarse, de proyectar luz en el mundo entero para que
su Reino venga lo más pronto posible sobre la tierra, y que la paz y la armonía
se instalen por fin entre los hombres. ¡Si las personas están demasiado
interesadas en sus asuntos o demasiado ocupadas en las discotecas y en los cabarets
para anhelar, desear y pedir la realización del Reino de Dios sobre la tierra,
que haya al menos algunas personas que lo piden!
Ved, pues, cuál es el trabajo a hacer durante este año. Primero
fijaros este ideal, este fin sublime: realizar el Reino de Dios y su justicia
sobre la tierra. Además, estad siempre despiertos, conscientes, para
observaros, ved si os aproximáis a este ideal o si os alejáis de él. Por fin,
el tercer punto, se sobreentiende: consagrar todas vuestras fuerzas y vuestras capacidades
para la realización de esta tarea. De esta manera, el intelecto, el corazón, y
la voluntad van en la misma dirección: el intelecto está siempre atento,
vigilante, es claro y perspicaz, lúcido; el corazón alimenta este alto ideal,
lo desea, lo ama, está siempre en comunicación con él; y la voluntad se pone a
trabajar para servir, a la vez, al corazón que desea lo más elevado, y al
intelecto que, como un guía, un consejero, un instructor, vigila, ilumina y
orienta. En estas condiciones, cualesquiera que sean los obstáculos y las
dificultades, el espíritu del hombre triunfará siempre; tarde o temprano triunfará,
porque estos tres factores primordiales disponen de elementos extremadamente
poderosos que, por el momento, desconocemos.
Si no obtenéis los resultados que deseáis, se debe a que aún no habéis
reunido totalmente estos tres factores, no los habéis conciliado ni
entrelazado. Cada uno trabaja, pero por cuenta propia, sin relación con los
demás, sin armonía. Si el intelecto ha comprendido que orientarse hacia las
alturas es algo magnífico, así como alcanzar las cimas, fundirse con el Creador,
a menudo las preferencias del corazón van en otra dirección. Y por este motivo
debéis intentar esclarecerle, orientarle, dirigirle. Es realmente posible
empujar a vuestro corazón hacia aquello que vuestro intelecto encuentra razonable,
sabio y útil, e incitar a vuestra voluntad a ejecutarlo. Pero la mayoría de las
personas no se dan cuenta de la existencia en ellos de estas contradicciones,
de estos desórdenes, de estas luchas, y aún dándose cuenta, lo aceptan como una
fatalidad, porque ignoran la causa. Y es que no han encontrado aún un guía que
les aconseje para reunir estos tres poderes, el intelecto, el corazón y la voluntad,
a fin de orientados en la misma dirección.
En realidad, el hombre puede remediar todas sus divisiones internas
creándose un ideal divino y estando dispuesto a seguido a cualquier precio,
nutrirlo, desearlo y alimentarlo hasta que este ideal se posesione en él, se
instale y se concrete, encarnándose en él hasta el punto de que finalmente sean
una misma cosa. Todos aquellos que viven sin un ideal advierten que sus fuerzas
se dispersan con rapidez y arruinan completamente su existencia.
Desgraciadamente, esta asociación formidable es la unión indivisible
entre el intelecto, el corazón y la voluntad para la realización de un ideal;
¿sabéis dónde se la encuentra muy a menudo? En los criminales.
Inconscientemente han conseguido, como los Iniciados, unir estos tres factores,
pero en este caso con la finalidad de robar, matar, destruir. Y, en general,
entre esos criminales y los Iniciados se encuentran muchas personas sin verdadera
orientación, en las que esos tres factores están desunidos o luchan entre sí.
Está dicho en el Apocalipsis: «Tú puedes mostrarte frío o cálido, pero
si te muestras tibio, yo te vomitaré de mi boca». Estas palabras sobreentienden
toda una ciencia. «Tú puedes mostrarte frío o cálido», quiere decir: inclínate
por el bien o por el mal, pero no permanezcas vacilante, flotante; que tu intelecto,
tu corazón y tu voluntad trabajen conjuntamente, aunque sólo sea en pocas
cosas. El Cielo no ama a los criminales, pero al menos son seres fuertes,
decididos, capaces, y el Cielo ama estas cualidades. Porque aunque por el
momento esos seres hacen el mal, el Cielo se dice: «algún día cambiarán. Una
pequeña zancadilla y se les obligará a cambiar de dirección. Desde el momento
en que se han ejercitado durante largo tiempo en obrar asociando su corazón, su
intelecto y su voluntad, son preciosos para nosotros, podremos utilizados». Pues
en tanto que han tenido el coraje, el espíritu de decisión, la voluntad para
robar, destruir, exterminar, los tendrán también para hacer el bien. Mientras
que los indecisos, los débiles, puede que no hagan mal alguno, pero tampoco son
capaces de hacer el bien, y el Cielo se desespera porque no sabe en qué emplearlos.
En ellos todo está desordenado, no tienen ninguna convicción, cualquiera puede
influirles, y la misma Logia negra puede servirse de ellos. Son, pues, peligrosos
y por esta razón se dice que serán «vomitados», es decir, rechazados.
Si algunos no consiguen cierta realización interna, ni tan siquiera
externa, es porque los tres poderes del intelecto, corazón y voluntad están
desunidos.
Exactamente lo mismo ocurre en una familia: cuando el padre marcha en
una dirección, la madre en otra y los niños en una tercera, ¿qué pasa? Esa
familia se disgrega. Pues bien, las mismas leyes existen en la familia
interior: el padre, el intelecto, tiene su objetivo; la madre, el corazón,
tiene también el suyo, totalmente diferente; y la voluntad, es decir, los hijos,
sin directriz alguna, no hacen más que tonterías.
Vosotros estáis en una Escuela Iniciática a fin de tomar conciencia de
muchas verdades nuevas que os sirvan para enderezar vuestra vida, reorientarla,
organizarla y darle una dirección divina. Probadlo, poned orden en vosotros
mismos, en vuestro intelecto, en vuestro corazón y en vuestra voluntad, unid
estos tres factores y dirigidlos hacia un mismo fin: el cumplimiento de la
voluntad de Dios. Veréis como cambia vuestra vida. Lo cual no quiere decir que
no volváis a ser sacudidos por nuevos tomados y temblores de tierra; no, mientras
se viva sobre la tierra tendréis sacudidas, pero pasarán deprisa y sólo dejarán
huellas superficiales. La casa se mantendrá en pie porque está construida con
materiales resistentes. Mientras que en el pasado, al menor choque todo se
derrumbaba.
Yo no os hago grandes promesas, no os digo que entrando en la
Enseñanza obtendréis todo tipo de riquezas, de gloria, y la amistad de los
poderosos. La única cosa que puedo deciros es que, si llegáis a dirigir vuestro
intelecto, vuestro corazón y vuestra voluntad hacia un mismo fin, se producirá
un cambio en vuestra conciencia. Este cambio será minúsculo al principio, pero
el Cielo y la tierra están en él. Acordaos de lo que dijo Jesús a propósito del
grano de mostaza: « Esta es la más pequeña de todas las simientes, pero cuando
ha crecido es la más grande de las plantas del huerto; y se transforma incluso
en un árbol, en el que los pájaros del Cielo vienen a posarse». No es pues el
grosor o la pequeñez del frasco lo que cuenta, es su vigor. Podemos identificar
al grano de mostaza con un pensamiento, un sentimiento, en apariencia imperceptibles
pero que, si son intensos y las condiciones adecuadas, tienen el poder de
producir realizaciones gigantescas. «Los pájaros del cielo vienen a abrigarse
en sus ramas», dice Jesús. Los pájaros son los espíritus del mundo invisible
que vienen a visitamos e incluso a encontrar un abrigo en vosotros.
Yo no os hago pues grandes promesas, sólo os digo que si procuráis
comprenderme bien, si recogéis con amor la pequeña promesa que os hago hoy, si
la cuidáis, si la alimentáis, crecerá un árbol donde los mismos ángeles vendrán
a posarse. El grano que hoy os doy, es transmitiros el ideal de asociar estos
tres factores: la inteligencia, el corazón y la voluntad, para un mismo fin,
pues sólo en estas condiciones son posibles las grandes realizaciones. Como
estos factores son de origen divino, cada uno contiene tesoros inauditos, y una
vez unidos y reconciliados con el Cielo, están en comunicación constante con
él. Cuando el intelecto tiene sus raíces en el Cielo, su luz aumenta y recibe
continuamente inspiraciones y revelaciones. Cuando el corazón está ligado al
Cielo, en donde tiene su origen, bebe el elixir de la vida inmortal, bebe del amor,
está siempre maravillado, siempre embelesado y se vuelve vasto como el
universo. En cuanto a la voluntad, si está constantemente ejercitada, se vuelve
tan poderosa que derriba todos los obstáculos: unida al Cielo, puede ser tan
fuerte como Dios mismo.
Dicen que la unión hace la fuerza, pero hasta el momento esta unión
sólo ha sido entendida exteriormente, en el terreno social, político, militar:
unión para destruir, o unión para construir, pero siempre se trata de una unión
externa. En adelante, hay que comprender la unión interiormente. Debemos estar
unificados por nuestro ideal, debemos estar unificados por una idea divina, por
nuestro amor fraternal; unificados en los trabajos que realizamos para traer el
Reino de Dios. Es entonces cuando la unión se convierte en un poder extraordinario.
La unión externa no es mala, pero es incompleta. Las personas se asocian momentáneamente,
pero al poco tiempo, esta asociación se deshace y cada uno se va por su lado.
Mientras que la unión de la que estamos hablando, la unión que da lugar a la
verdadera fuerza, dura eternamente. Cuando os unáis a los Ángeles, al Cielo, a
vuestro Yo superior, no será por un día, o dos, ni siquiera por algunos años.
No os uniréis para obtener un resultado cualquiera después del cual os hundís
de nuevo en la ignorancia y las tinieblas, ¡no! Se trata de una unión para
siempre, para toda la eternidad... Esto es lo que debéis entender.
Hoy es el primer día del año y durante doce días como mínimo tenéis
que vigilaros, tenéis que estar atentos a vuestras palabras, a vuestros
sentimientos, a vuestros gestos, siempre con el pensamiento puesto en el Reino
de Dios y en la Fraternidad universal. Evidentemente es muy difícil, pues siempre
surgen cosas imprevisibles; pero si vuestra conciencia está ahí para vigilar,
para orientar, para remediar, podéis hacer un trabajo glorioso, un trabajo
divino. Es posible que durante esos doce primeros días tengáis tentaciones, pruebas,
solicitudes de criaturas inferiores... son cosas que hay que prever. Yo no os
prometo durante estos doce días tarea fácil ni para vosotros ni para mí; pero
al menos, todos juntos, unidos, podremos ayudamos mutuamente. Lo más importante
es la unión, pero prioritariamente la unión en nosotros mismos de corazón,
intelecto y voluntad.
Algún día, cuando tengáis la posibilidad de recordar todo lo acaecido
en los diferentes momentos de vuestra existencia, constataréis sin duda alguna,
que los minutos que habéis pasado en la Fraternidad entre meditaciones, cantos
y rezos, habrán sido los más importantes y los más preciosos de vuestra vida.
Actualmente no lo veis, no lo sabéis, pero algún día, cuando veáis las cosas
con más claridad, comprenderéis el tipo de trabajo en que habéis participado, y
entonces diréis: «¡Que Dios sea loado, que Dios sea loado por haberme permitido
participar en esta grandiosa obra!» Y cuando os sean mostradas las consecuencias
de este trabajo, las maravillas realizadas en el mundo entero gracias a este
trabajo, quedaréis deslumbrados, pues este trabajo en el que os pido que participéis,
ha sido ya emprendido en lo alto por los ángeles y las divinidades, y los que
estamos aquí sólo deseamos abrir una pequeña puerta para que esta labor divina
obtenga también resultados en nuestro plano físico.
Omraam Mikhaël Aïvanhov, en Sevres, 1 de Enero de 1963