miércoles, 4 de diciembre de 2013

LAS MONTAÑAS SAGRADAS

Este artículo se publicó en la Revista  "El Rosacruz", órgano oficial de A.M.O.R.C., en septiembre de
1982. Y su autoría pertenece a Michel Coquet.

Si bien es cierto este blog está enfocado a una revisión muy somera sobre las enseñanzas de la Tradición esotérica Occidental, encontraremos aquí muchos elementos de la parte Oriental, y esto es totalmente entendible, desde el momento que la "Montaña Sagrada" es un símbolo iniciático-esotérico universal, y aún más, se encuentra más vivo en filosofías y formas de vida trascendentes (religiones si se quiere) orientales, léase budismo zen, budismo tibetano, hinduismo, etc. 
No obstante, dada su universalidad, este artículo aparece en una publicación de enseñanzas "Rosacruces", y por ello me atreví a publicarlo en este blog y espero que les sirva para su desarrollo.

El contenido completo del ejemplar de la Revista mencionada es:  

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Como reza un aforismo chino: “El símbolo de la montaña sagrada sumerge sus raíces tanto en la tierra como en el cielo”. Este símbolo universal representa desde siempre el elevarse espiritual y físicamente hacia el silencio y la pureza. Por este hecho, el hombre aprendió a meditar y a conocer la inefable armonía con la naturaleza y el Dios de su Corazón. Observando la blanca nieve de las cimas, percibió cómo ella podía resplandecer y convertirse en luminosa como el sol; su color fue pues para él un emblema solar de pureza y de síntesis. Comprendió así, que todos los senderos, por muy diferentes que fueran, llevaban a una misma cima; todos conducían al peregrino con coraje, hacia su meta.
Llegando a lo más alto de la montaña, comprendió más profundamente la grandeza de las leyes cósmicas con toda la belleza que ellas difundían; así, ciertamente, sintió dolor y tristeza, viendo en el valle de lágrimas la fragilidad de sus hermanos, los hombres. Esta excepcional experiencia le volvió consciente de la necesidad de entrar en el silencio interior de su ser, de desarrollar en él las cualidades de su yo superior, a fin de que un día pudiera descender a las llanuras del sufrimiento y ser un hermano de mente esclarecida, al servicio de los demás. Tales debieron ser los primeros resultados de las ascensiones de las montañas por nuestros lejanos ancestros. Por otra parte, las grandes cimas proveen fortalezas y procuran así un cierto estado de seguridad. Los ascetas y los yoguis que practican ejercicios espirituales, han apreciado siempre el aislamiento de los montes y las montañas, que les permiten retiros favorables. Por la belleza, la pureza, el silencio y la seguridad que proporcionan, algunos místicos llegaron a grandes discernimientos profundos. Fueron, a veces, iluminados e inspirados, y cuando descendieron para revelar y enseñar lo que habían percibido, los hombres ignorantes de las leyes cósmicas, pensaron que habían recibido conocimiento, por contactos con los dioses o los ángeles. Esto fue lo que ocurrió a Moisés, y es por ello, que la Biblia utiliza estas frases: “Ocurrirá, en el futuro, que el Monte del Templo de Dios, se establecerá en la cima de las montañas. . .”
Existe otra razón que hace que los místicos escojan   la montaña: en efecto, en ellas el aire es excepcional  mente puro y así los adeptos pueden vivir mejor, sin tener que soportar los problemas de la polución ambiental.
Los Maestros de la Sabiduría (a menudo llamados semi-dioses) han instalado, desde la más lejana antigüedad, sus “Ashrams” y sus monasterios en los lugares montañosos y magnéticos del planeta, lo que ha facilitado a los Maestros más avanzados, el alcanzar el plano de la Consciencia Cósmica. A ello se refería el inspirador del Agni-Yoga: “Así las puertas del mundo espiritual, se abrirán en la morada de la montaña. La altitud manifestada de Guarisankar, ayuda a la corriente magnética. La escala de Jacob es el símbolo de nuestra estancia. . . “[1]
Muy particularmente en Oriente, la montaña es el emblema de la trascendencia, por el hecho de que en la mañana, las brumas la hacen invisible desde abajo, mientras las cimas se pierden entre las nubes. Esta visión, un tanto misteriosa, ha servido de símbolo a los monjes taoístas, que señalan los terribles peligros de una ascensión no preparada por ejercicios espirituales. Se trata, entendamos, de la ascensión de esa triple fuerza eléctrica y femenina, que los yoguis hindúes llaman Kundalini, y que el asceta debe elevar a partir de las vértebras en las cuales ésta energía se halla adormecida, hacia la cúspide del cráneo, donde se encuentra la potencia del Padre: el lugar de la iluminación. Esta última sobreviene una vez que ambas fuerzas se unen, realizando así el sublime matrimonio en los cielos.
La Montaña de Los Rosacruces
Los Rosacruces y los adeptos de Occidente, poseen también en sus símbolos aquel de la montaña, siendo dado que “muchos de ellos ya la han alcanzado”. Los estudiantes Rosacruces ven en esta montaña el florecimiento de la consciencia interior elevándose hacia el Sanctum Celestial. Según una antigua tradición, la Logia Suprema de los Rosacruces tendría su centro al norte del monte Meru, en un lugar que antaño llevaba el nombre de Hamsa, donde existe desde hace mucho tiempo una Escuela de los Misterios. En los escritos sagrados, Hamsa o Hansa (el cisne) es el símbolo del logos; la matriz primordial expresándose en medio de siete rayos procreadores (las siete lámparas ante el Trono de Dios) en el Apocalipsis.
Esto nos explica la elección de los Rosacruces de la Edad Media de un símbolo acuático: el del pelícano (reemplazando al cisne) alimentando con su propia carne (sacrificio del ser) a sus siete hijos, éste último símbolo oculta simplemente el misterio de los siete Logoi o arcángeles. Recordemos igualmente el alto lugar, donde residen ciertos Rosacruces, situado en la montaña de Herodom entre el oeste y el norte de Escocia, no lejos de Edimburgo.
La Montaña del Santo Grial
Encontramos una montaña alegórica o real en casi todas las tradiciones. Así, según la leyenda del Santo Grial, los objetos sagrados que pertenecieron a Jesús-Cristo (cáliz, callado, vestidos, etc.) fueron confiados a José de Arimatea, que los conservó hasta su transición, y que le ayudaron en el transcurso de sus tribulaciones. Al final de su vida, las reliquias fueron transportadas al cielo y confiadas a la custodia de los ángeles. Una noche, un mensajero celeste apareció a San Titurel[2] y le pidió que construyera un castillo[3] tan alto como los aires sobre la cima de una montaña, y de reunir un cónclave de caballeros castos y puros. Incluso aquí observamos una vez más la impetuosa necesidad de elevación espiritual hacia el Santo de los Santos, que siempre se encuentra en el corazón de una fortaleza, a conquistar tras diferentes pruebas. Este símbolo es universal y representa la adquisición de la perfección por medio de una vía auténtica y tradicional.
Montañas Sagradas de Oriente: en India, Tíbet y el Desierto de Gobi
El Kanchenjunga en el Tíbet es considerado como una montaña sagrada y esto en razón de la presencia en ella de un centro iniciático luminoso, y de ciertas de las más altas personalidades del mundo cósmico.
Nicolás Roerich, que era un antiguo miembro de la Organización Rosacruz, pintor y arqueólogo célebre, dio testimonio con estas palabras: “En los contrafuertes del Himalaya, existen muchas grutas y se dice que de ellas parten subterráneos que van lejos, bajo el Kanchenjunga. Algunos, incluso han visto la puerta de piedra que jamás ha sido abierta ya que todavía no ha llegado el momento. Estos profundos pasadizos conducen al espléndido valle. . . “
Según él, y podemos otorgarle nuestra confianza pues fue uno de los pocos iniciados autorizados a circular libremente por el territorio prohibido, existirían en Asia central subterráneos que comunicaban con el Agartha del desierto de Gobi. Durante la expedición de Roerich en 1.926, mientras el grupo avanzaba al lado de las montañas de Karakoram, los miembros vieron en el claro cielo de la montaña, un disco que chispeaba sobre ellos. Cuando los lamas lo vieron exclamaron: “He aquí el signo de Shambhalla”. A propósito de ello resaltemos la tradición esotérica tibetana que considera a Shambhalla como un reino espiritual etéreo y físico. Sobre este último plano, Shambhalla (el alma de la tierra) estaría localizada en el desierto de Gobi, en la región de Toyambhudi. Este santo lugar estaría rodeado de agua y protegido por elevadas montañas, sirviendo de refugio a seres “semi-humanos y semi-celestiales”.
Se ha creído a veces que los mitos y las leyendas, ya sean hindúes, tibetanas o chinas, que se refieren a los inmortales, no eran debidas en parte sino a la imaginación de algunos novelistas místicos o a las creencias supersticiosas de gentes ignorantes. La verdad es otra, sobre todo en estos tiempos de excesiva contaminación ambiental, donde las montañas siguen siendo moradas de paz y verdaderos refugios, donde los ascetas pueden, más allá de las esferas objetivas del conocimiento, trabajar por la humanidad. Sin embargo, raras son las montañas que tienen el privilegio de servir de residencia a los grandes Mahatmas.
Algunos de ellos viven más allá del Tsaydam 1 occidental, en medio de solitarios desfiladeros del Kuen-Lum (Monte Karakoram). En medio de los picos y los glaciares del Terich-Mir, un pequeño monasterio sirve de residencia a uno de los grandes Mahatmas, que es conocido en Occidente bajo las iniciales de K. H.
La tradición secreta revela, igualmente, que a lo largo de la cresta del Altym­Tag, existe una modesta aldea, que provee a un pequeño monasterio guardado por un cierto lama que habita a alguna distancia. De este monasterio parten galerías que llevan a templos subterráneos repletos de obras y archivos secretos, en tal cantidad que no podrían encontrar lugar incluso en el Museo Británico. Una cripta idéntica existe cerca de Akheemath en los Himalayas.
Si Shambhalla, de las tradiciones de Asia, parece ser ante todo, una montaña puramente espiritual, por contra, el monte Meru (o Sumeru) que es la montaña más sagrada de oriente, es bien material. Se encuentra en la cadena del Kailasa, y es bien extraño que los textos sagrados no la mencionen con diferentes títulos. En efecto, el monte Meru es simplemente el portal más Importante de conducción al Shambhalla físico, más comúnmente llamado Agartha. El monte Meru es también un punto de intersección entre el mundo físico y el mundo espiritual; está considerado, como otras muchas montañas, el ombligo del mundo[4]. Esto se refiere a un período muy antiguo, en el que el eje de gravitación de la Tierra era otro y el Meru se hallaba localizado en el polo norte. He aquí la definición que da el Bardo-Thodol: “El monte Meru (Tib-Ri­Rab), la montaña central de la cosmología hindú y budista, alrededor de la cual nuestro cosmos está dispuesto en siete círculos de océanos, separados por siete círculos concéntricos de montañas dotadas, es el medio universal, el soporte de todos los mundos. Podemos mirarlo como comparable al sol central de la astronomía occidental, como el centro de gravitación del universo conocido. . .”
 Monte Kailás (Himalayas- Tíbet)
Nicolás Roerich nos habla, en su maravillosa obra “Shambhalla”, de la existencia de otra jerarquía de “seres inmortales” que viven en las entrañas de esta montaña sagrada. Estos seres son conocidos por los monjes iniciados bajo el nombre de Azaras o Kuthumpas, los cuales son servidos por el pueblo de las Nieves. Roerich añade que desde hace poco los Azaras han dejado de ser vistos en los poblados y que han quedado concentrados en las montañas[5] Son muy altos, con largos cabellos y luengas barbas.
La conclusión de este hecho parece ser que las montañas no se convierten en sagradas sino por la presencia en su seno de personalidades místicas avanzadas. Precisemos incluso, para terminar parte de este tema, que según un lama iniciado encontrado en Ladakh, existiría un túnel inmenso que iría desde el monte Meru, hasta un valle situado cerca del lago Titicaca.
Para seguir en la tradición oriental, mencionemos también una montaña relacionada con Shambhalla. Se trata de las “montañas azules” llamadas más comúnmente Nilguiris, situadas en el sur de la India y donde se halla, una cima, el Droog, cuyo nombre se menciona en el Ramayana hindú. Esta cima se ha convertido en un alto lugar espiritual por el hecho de la presencia en su seno de la caverna del Regente de la India: el Rishi Agastya. Las “montañas azules” constituyen la morada de un pueblo de arios puros iniciados: los Todas, cuyas costumbres secretas muestran que veneran divinidades que en otra época residían en diferentes cimas.
En japón existen dos importantes sectas de Budismo esotérico: el Shingon-Shu y el Tendai-Shu. Los monasterios de ambas sectas se hayan erigidos sobre las cimas de las montañas niponas y esto en relación con el símbolo sagrado que a las montañas se les otorga en oriente. La secta Tendai, cuya doctrina fue importada de China por el maestro Saicho, debe su nombre a las montañas chinas T’ien Tai, sobre las cuales el monje Chih-Ai (531-597) “elevó” un monasterio que llegó a ser el centro del budismo Mahayana (gran vehículo). La razón del Tendai para vivir en la montaña viene sobre todo de un hecho ignorado por los letrados budistas: Fue bajo la autorización del gran Teshou lama del Tíbet que un centenar de Lohans (Araths o adeptos a perfectos) vinieron a instalarse sobre esta montaña T’ien-Tai, así como en sus alrededores, y que por ello, más tarde, la montaña se convirtió en sagrada. La otra secta es el Shingon, igualmente traída de China por el maestro Kukai. Este último relata en “Fohodan” que: “Cuando Nagarjuna llegó a la India oró ante el Stupa a fin de que la puerta se abriera. . .” El texto prosigue así: “El séptimo día la puerta se abrió y él pudo suplicar para recibir las doctrinas secretas. Su petición fue aceptada y pudo así penetrar en el stupa”. Ciertos maestros japoneses (Heiya-San, por ejemplo) afirman que este stupa (Tib- Chorten), perfecto prototipo del Mandala de tres dimensiones, no es otro que una montaña hueca del Tíbet, donde se encuentran todos los budas del pasado, del presente y del futuro, así como millares de Boddhisattvas.
Otro antiguo texto Shingon, habla de una montaña sagrada en estos términos: “En el norte de la India existe un pequeño país llamado P’o Lou Lo (en japonés Borora) identificado con Bolor, el valle de Gilgit. Al norte de la capital de este país una gran montaña rocosa se eleva por encima de las nubes, con picos de cien mil pies de altura. Sobre su cresta, hay una gruta donde se preserva la ley secreta, y cada año, el séptimo día del séptimo mes, todos los santos se reúnen”.
Nos falta espacio y es imposible poder citar todas las montañas sagradas de oriente; mencionemos solamente las principales, entre las cuales exista un verdadero origen sagrado: En la región Himalaya se encuentra la montaña Sagrada del Dolpo, que incluso en nuestros días, atrae a millares de peregrinos. El Potala: un alto lugar y la antigua residencia del Dalai Lama. El pico Adán, en Ceylán, donde, según la leyenda, llegó Adán tras ser expulsado del paraíso. Desde hace casi 3.000 años se venera en la cima de este pico, una huella del pie de Adán, con una largura de más de un metro. Se dice que el Señor Buda habita en su templo en la cima del Kuen-Lum-Chang, montaña situada al Sudoeste de China. Los peregrinos cuentan con referencia a ello cosas maravillosas. También en China, se halla la montaña P’ou Tcheu. En ]apón: el monte Fujii, pero sobre todo el monte Takao los montes Koya, Nikko y Osore~San.
Las Montañas Atlantes
Hace miles de años, los picos y las cimas eran ya lugares donde se celebraban ceremonias altamente iniciáticas. Tal es el caso del Monte Pico, el Atlas y el Pico de Tenerife. Estas dos últimas eran tres veces más elevadas durante el Período Lemur y dos veces más altas durante el Atlante. Es por ello que los libios llaman al Atlas, “la columna del cielo”. En la mitología de la Grecia antigua, Atlas es el símbolo de antiguas corrientes atlantes; las alegorías griegas atribuyen a Atlas siete hijas (esotéricamente estas siete hijas son las siete islas de la Atlántida, o incluso las siete sub­razas del continente). En la época atlante, en la que Atlas era una gran isla, África estaba todavía bajo las aguas; el Atlas era el refugio de los iniciados atlantes.
El Monte Shasta (en California, E.U.A.)
No podemos guardar en silencio al extraordinario monte Shasta. Esta desértica región es el teatro de extraños fenómenos luminosos. Además, numerosos son los buscadores y los turistas, que con miras a explorar el misterio del monte, han sido parados por fuerzas magnéticas, por muros invisibles o, a veces, por la aparición de hombres de gran talla, con cabellos largos y rizados. Estos últimos fueron ya observados por los indios norteamericanos con los cuales hicieron cambios, así como por la policía californiana. La obra de W. Cervé[6] nos da algunas explicaciones con referencia a ello. Estos hombres serían un resto de la tercera raza lemuriana. Un amigo, de nombre Jai-Ram, que vivía al pie del monte, afirmó que el interior de la montaña era hueco y que en este existieron templos en forma de cúpulas, así como instalaciones muy sofisticadas. · Archivos auténticos revelan que, aunque aún existe una cierta actividad en este alto lugar, el monte fue en gran parte evacuado en 1.939 por razón de los curiosos y reporteros. La Gente Lemuriana como se les llama posiblemente esta en nuestros días, cerca de México, al sur de San Diego, California, E.U.A., en otra montaña.
Monte Shasta (California)

El Monte Carmelo
En Oriente Medio, la tradición de la montaña es tan rica como en Oriente. Tenemos, por ejemplo, la famosa montaña del Carmelo (situada entre San Juan de Acre y Aiffa) que se remonta a la más lejana antigüedad. Sobre la lista de los lugares conquistados por el faraón egipcio Totmes III, se hace referencia a este islote de Santidad, que ocupó en el año 1.449 a. ]. C. No obstante, desde hacía mucho tiempo existía en el Carmelo un santuario sagrado. Así fue, que cuando Elías acudió para oponerse a los adoradores de Baal, encontró un templo y un altar. Pitágoras, que habitó en él algunos años, lo presenta como una montaña sagrada.
 Monte Carmelo
El templo del Carmelo era llamado “La Escuela de los Esenios” ya que eran los esenios de Engaddi, al lado del Mar Muerto, quienes emigraron a él para formar su nuevo centro de instrucción. Los esenios representaban la actividad exterior de la Gran Fraternidad Blanca, a la cual pertenecieron la mayor parte de los apóstoles, Elías, Juan el Bautista, como también el Maestro Jesús[7]. Fue hacia el fin del siglo cuarto de la era cristiana que el monte Carmelo fue abandonado en cuanto a centro de instrucción de la doctrina secreta, la cual fue transferida, con miles de archivos a un monasterio secreto del Tíbet.
Otros numerosos ejemplos pueden ser dados. He aquí algunos: el San Sabas habitado por más de veinte mil eremitas que viven en celdas, como también en el monte Athos; la montaña de Persia que tiene por nombre Kuhthelim, que significa “montaña mágica”, también la montaña de los Tcherkesses, en Elbours, en el Caúcaso meridional; el monte Ararat, donde encalló el Arca de Noé, región poblada desde hace mucho tiempo por ascetas y cenobitas, que viven como los esenios del pasado, en grutas transformadas en celdas.
Notaremos con interés las diferentes crisis (o iniciaciones) de la vida de Jesús que demuestran claramente la ascensión de la consciencia humana hacia la consciencia crística. En efecto, la primera iniciación fue el nacimiento de Jesús en Belén: ella acaeció en una gruta —símbolo de la Tierra. Después llegó el bautismo que tuvo lugar en el agua. A partir de ese momento todas las otras iniciaciones transcurrieron en cimas: montañas de la transfiguración, de la crucifixión, de la resurrección y de la elevación, etc. Lo mismo se puede observar en el Antiguo Testamento, en el suceso del célebre monte Horeb, donde Moisés recibió su iluminadora revelación; el monte Hebrón, donde se encuentran las sepulturas de Abrahán, Jacob e Isaac. En Jerusalén, el templo de Salomón se eleva sobre el lugar de un monasterio muy antiguo que fue edificado por el maestro Moria (un alto dignatario de la G. F. B.) y es sobre ese mismo monte Moria, donde se encuentra hoy en día la famosa mezquita de Omar donde, según la tradición, Abrahán se preparó para sacrificar a su hijo Isaac. Podríamos también extendernos sobre Glastonbury en Inglaterra, el monte Águila y el monte “Saint Michel” en Francia.
Si debemos concluir diríamos simplemente que el hombre de buena voluntad no debe dar la vuelta al mundo en busca de una montaña sagrada, ya que posee en sí mismo una montaña de sabiduría, y el único sendero que debe tomar para llegar a la cima es aquél del justo medio: el sendero de la verdad. De esta forma, elevará su consciencia y encontrará un día, no ya a algún gurú inaccesible, sino al único y verdadero instructor: “El Maestro Interno”.
Michel Coquet
 Monte Melimoyu (Patagonia Chilena)


[1] "Las flores del jardín de Moria" de Elena Roerich.
[2] Titurel es el padre de Amfortas, a quien fue confiada la transferencia de la Copa del Grial.
[3] Se trata del Castillo del Monte Salva.
[4] El monte Meru tiene muchas similitudes con el monte Kaf en la cosmología musulmana. La versión esotérica dice que esta montaña reposa sobre un peñón constituido por una esmeralda verde. Esta roca es llamada “la estaca” y sostendría la Tierra.
[5] Ciertamente antes de la 2ª Guerra Mundial.
[6] W. Cervé: “Lernuria, el Continente Perdido de Pacífico”.
[7] Jesús, tras su resurrección, enseñó todavía durante algún tiempo, después partió hacia un monasterio secreto del monte Líbano,  bien conocido por los iniciados druzos.

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