Si bien es cierto el artículo es anónimo, es bastante claro sobre un aspecto que siempre ha generado especulaciones e incluso controversias entre las personas que no trabajan al interior del Templo Masónico o de otra Escuela de Iniciación. Me refiero al secreto.
Aunque el artículo presentado se refiere específicamente al "Secreto Masónico", en general, practicamente todas las Escuelas de Iniciación, son sometidas al juicio popular por el hecho de guardar secretos y el hecho de que sus miembros quedan sujetos a un "juramento" que les induce a ser discretos. Juramento que es adquirido por voluntad propia.
Muchos piensan que si nada malo hacen, nada tienen que esconder. Este punto de vista sólo nos indica que quien lo sostiene no comprende realmente lo que una Escuela de Iniciación intenta denodadamente en realizar: la evolución del ser humano. Y esta solamente se puede dar en un contexto de compromiso y de descubrimiento constante. Y el descubrimiento de una realidad que no se puede transmtir, lleva a que los "iniciados" en esos caminos, deban guardar silencio; aunque seguramente quisieran gritar las maravillas que han hallado.
Bien no les aburro más y vamos al artículo en cuestión.
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La Franc Masonería,
mirada desde el punto de vista del profano, aparece como institución secreta,
que trabaja en las sombras, escondida en lugares sólo accesibles a los
iniciados en sus prácticas y doctrinas; hasta cierto punto, tenebrosa. Como una
institución rodeada de misterio, que nadie conoce, sus ritos son ocultos y
absolutamente secretos e incluso, muchas veces, celebran sus reuniones en
lugares que pasan desapercibidos, menos para aquéllos que, teniendo puestos sus
ojos en ella para atacarla, se dan a la obra de atisbar lo que a algunos
hermanos se les escapa o por infidencias dan a conocer.
La Masonería está
rodeada de secreto en sus ritos, en sus prácticas, en el número y nombre de sus
afiliados, etc.
Pero no hace misterio
de su doctrina, que es amplia, sincera y justa. No hace misterio de su doctrina
porque es esencialmente humana, de un contenido tan sublime, como que considera
la CARIDAD masónicamente entendida, vale decir, en la amplitud de la caridad
que no hiere, que no lastima, que no tiene el contenido de limosna que en el mundo
profano le da el que no siente en su interior el fuego de amor vivo para sus
semejantes, como virtud fundamental. No hace secreto ni misterio de su doctrina
sublime, que ha sobrevivido desde los remotos siglos de la antigüedad y que
seguirá siendo el faro luminoso que guía a un grupo de hombres escogidos a
través de las tinieblas de la ignorancia y la maldad y los prejuicios, para
hacer de la Humanidad una cosa digna del ser humano y para que el Universo
entero, gire alrededor de las virtudes que son su fundamento: fraternidad,
tolerancia, caridad, amor. `
Cumplida esta misión,
ardua, difícil, incomprendida, de dura y complicada consecución, la Masonería habrá
llegado a su término y se abrirán de par en par las herméticas puertas de sus
templos para irradiar, no ya los haces luminosos que se escapan por los
intersticios, sino la totalidad de las llamaradas de la gran hoguera de su sabiduría.
Porque no habrá ya necesidad de templos, pues uno e indivisible será. el templo
inmenso en que se adore al G.A;D.U.
Pero mientras llega
ese estado ideal, que los aprendices pensamos es el objetivo y meta de la
Orden, seguirán silenciosamente los trabajos efectivos en los talleres masónicos.
La Franc Masonería no
hace ni puede hacer misterio ni secreto de sus principios, porque ellos son los que informan la acción, el
pensamiento de todo hombre bueno, sano de cuerpo y espíritu, que haya superado
la etapa de los prejuicios y de los dogmas, que haya libertado su espíritu, su
intelecto, de toda traba y escollo que impida el libre desenvolvimiento de la
personalidad.
Todos los hombres que hayan
llegado a esta etapa de perfeccionamiento, de superación, tendrán que convenir,
tendrán que estar de acuerdo con los principios fundamentales, con los pilares
en que descansa la Orden, en cuanto significan plenitud humana, justicia social,
fraternidad y convivencia pacífica de los hombres. Esto no es secreto; no es
misterio, desde cualquier ángulo que, se le mire, y sólo los que estén cegados
por las pasiones, aherrojados por los dogmas y los fanatismos podrán desconocer
lo maravilloso de los postulados masónicos y atacarlos llenos de odio, de
virulencia y encono. Para ellos, para los que están fuera de los talleres, ni
quieren, ni desean frecuentarlos, la Orden tiene la palabra discreta de los
hermanos con experiencia, de los hermanos de calidad que actúan en el mundo
profano para que, con el cuidado y tino necesarios, desbrocen sus mentes de las
malezas que nacen y lujuriosamente crecen en sus espíritus no cultivados, o mal
y parcialmente cultivados. La Orden, en consecuencia, lanza su ejército de
jardineros expertos para que organice los prados, del mundo profano, siembre la
buena semilla y lleve la buena nueva. Para que cultive rosas donde antes crecieron
espinas; para que desbroce, desenmarañe y pode el intrincado bosque intransitable
del mundo profano, con la discreción indispensable para que la obra sea
realidad y no se malogren sus objetivos. Con el secreto en que se preparan y emprenden
grandes obras. No por el afán de que sea secreto, y discreto por el mero arbitrio
de serlo, sino para obtener positivos beneficios. Por tanto, la discreción no
viene a ser un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar los objetivos propuestos
de antemano.
Séanos permitido
creer, que el SECRETO MASÓNICO puede enfocarse desde dos ángulos esencialmente
diversos: desde el punto de vista del profano y desde el punto de vista del masón.
Este, a su vez, subdividido en dos
aspectos; el secreto de las enseñanzas que no se revela en Logia, sino que toca
a todo masón descubrirlo por la reflexión sobre los emblemas y sobre todo lo
que se dice y hace en los trabajos; y el secreto de los ritos que se practican
en el seno de los templos masónicos y de todo aquello que puede perjudicar a la
Orden.
Es en el secreto y
silencio, donde se generan y plasman las grandes obras. Que solamente en la
tranquilidad se encuentra el reposo. Lejos del tumulto, de la alegría ruidosa y
estruendosa que apaga y confunde el pensamiento hondo, el hombre se recoge en
sí mismo y reflexiona y elabora. No es en la superficie del mar siempre agitado
por las tempestuosas ondas y los vientos huracanados donde se produce la
maravilla del mundo acuático, sino en las profundidades insondables de los
abismos. No es en las cumbres de las montañas azotadas por las heladas y las
ventiscas, donde crecen las plantas maravillosas, sino al reparo de los bosques,
en sus profundidades recónditas y en los remansos calmos y serenos de los ríos.
“Lo que pide la Masonería es libertad para trabajar; que el mundo profano no se
entrometa a entorpecer su obra dentro de los talleres; pide el respeto que
inspira a la sociedad cualquiera institución seria y honrada; no quiere privilegios
ni leyes extraordinarias. Pero así como el sabio necesita tranquilidad para
descubrir el virus de una enfermedad y dar después salud al cuerpo, así también
la Masonería solicita respeto y tranquilidad para trabajar libremente en busca
de la verdad y de la luz que darán salud al alma y que producirán la salud
humana.”
Para aquellos que
dudan de la nobleza de la Orden y que virulentamente atacan, a la Franc
Masonería, la respuesta está en las obras que desarrolla. “Por sus frutos conoceréis
el árbol”, dicen los evangelios. Y aplicando esta expresión a la Franc
Masonería; podríamos decir que por la bondad de sus obras traducidas en
escuelas, instituciones de beneficencia, bibliotecas, bomberos, scouts, etc.,
se conocerán los fundamentos en que se basa su acción. Perfección colectiva,
educación moral, individual, respeto y amor a sus semejantes, culto a la verdad
ya la justicia, a la caballerosidad y al honor, éstos son sus frutos y por ellos
se puede juzgar el árbol.
El SECRETO desde el
punto de vista del masón, es el que no se revela en Logia. Entendemos que cae dentro
de esta categoría, si así pudiéramos llamarla, el hecho de que al Aprendiz no
se le enseña, no se le indica, no se le revela el significado de los símbolos;
por ejemplo: no se le da una interpretación ad hoc, sino que es el propio
Aprendiz quien tiene que descubrir y desentrañar su significado.
Simbólicamente, se le entregan las armas con las que tiene que pulir la piedra
bruta. Pero él debe limar sus propias asperezas; está en la obligación de descubrir
sus imperfecciones y superar las deficiencias con las cualidades que lleva consigo
al incorporarse a las Logias. Cualidades éstas que se las ha agrupado de la manera
siguiente: un mínimo o base de inteligencia; comprensión general que lo capacite
para abordar el estudio de los diferentes, problemas; facultad de asimilación y
de memoria para hacer posible la adquisición y utilización de las materias sobre
las que debe ejercitar su sagacidad y actividad; amor al trabajo; amor o
inclinación a la búsqueda de la verdad; control sobre su propia persona, a fin
de saber reprimir sus malos instintos y para contrarrestar las influencias de
los prejuicios y errores humanos.
Con ellas, el aprendiz
masón se da a la tarea de resolver el SECRETO, que encuentra ante su vista.
Naturalmente queda desorientado al comienzo; se da cuenta de su ignorancia absoluta
en esta nueva vida que inicia. Es como si empezara a vivir de nuevo y tiene que
empezar a aprender en la nueva escuela. Se le dice que el gran fin de la Masonería
tiende a mejorar la condición física y moral del hombre en particular y de la sociedad
en general; que tiene importantes verdades que entregar a la opinión, en lugar
de muchos errores y preocupaciones dañinas y que, entre estas enfermedades sociales,
existen algunas cuya curación requiere energía y al mismo tiempo prudencia y
discreción. “Buscad y encontraréis” y a buscar la verdad, a desentrañar el
secreto de su grado dedica todos sus esfuerzos. A orientarse, a perfeccionarse,
a superarse. El secreto masónico se manifiesta sin que la palabra lo revele, al
que ha comprendido todos los grados a medida que los ha recibido. El aprendiz
masón no sabe leer ni escribir la palabra
sagrada, sólo sabe deletrearla, lo que significa que el método de enseñanza de la
Orden solicita los esfuerzos intelectuales de cada uno, evitando en absoluto
inculcar dogmas. Se pone al iniciado en el camino de la verdad, dándole la
primera letra de la palabra sagrada; debe él, por sí mismo, encontrar la
segunda; después se le da la tercera a fin de que adivine la cuarta. He aquí,
según nuestro modo de pensar el secreto masónico para el masón; no se le da
interpretaciones, sino que él mismo debe buscar, descubrir el secreto encerrado
en los símbolos, teniendo siempre presente los intereses superiores de la Orden.
Y tiene valor este descubrimiento propio; mucho mayor que el revelado, y que ningún
esfuerzo personal importa. Tiene el valor de lo que se adquiere con sacrificio,
con largas veladas de trabajo y con dolores que hacen sangrar el alma. “No vale
tanto el hombre por la verdad que posee o dice poseer ―decía G. E, Lessing—
como por el esfuerzo sincero que le ha costado conseguirla; porque sus poderes
no aumentan al poseerla, sino por el contrario, al investigarla, que es en lo
único en que consiste su perfectibilidad. Las riquezas y las posesiones
adormecen las energías del hombre y le llenan de pereza y vanidad. Si Dios me
ofreciese con su mano derecha la verdad absoluta y con su izquierda únicamente
el intenso impulso interno hacia la verdad, y me dijese: ¡Elige! me asiria
humildemente de su mano izquierda, aún a riesgo de exponer a la Humanidad a
errar continuamente”.
El otro aspecto del
Secreto Masónico que hemos creído encontrar se refiere a la no revelación a
profanos, de nuestros signos de conocimiento, símbolos y ritos practicados en las
Logias. Involucra un aspecto interno (silencio), otro externo (secreto
propiamente tal) y da como resultado la discreción.
Al cerrarse los
trabajos de las Logias, juramos no revelar a nadie lo ocurrido en Logia, con lo
que se persigue, no se divulguen nuestras formas de actuar en los talleres. Evitar
con ello la mala interpretación por parte de los que no pueden comprender los ritos
y símbolos de la Orden, los signos, palabras y tocamiento de la misma. Es el secreto
que se impone a los franc masones, de guardar reserva absoluta frente a los profanos.
De mantener para sí y para los hermanos, el secreto de la Orden, no porque
signifique algo oscuro y sospechoso, sino porque los profanos no comprenderían el
formalismo del ritual masónico. No hay que arrojar perlas a los cerdos, se dice.
Y en verdad, un profano por su condición de ignorancia de la Masonería, vería
en el ritual mismo, una cosa carente de significado alguno, y podría prestarse,
de conocerlo, para hacer blanco del ridículo a la Orden. Por otra parte, este secreto
tiende a perfeccionar al hombre y formar su carácter. Aún más, tiende también a
darle mayor solemnidad a los trabajos de los talleres y a mantener un lazo de
simpatía entre los hermanos al darse a conocer, por medio del signo y
tocamiento, frente, a otros hermanos que actúan en el mundo profano y de quien,
muchas veces, no se tiene conocimiento que también pertenezcan a la Franc Masonería.
“Los misterios y ceremonias secretas que deberán servir para ocultar nuestras obras
—se ha dicho— no tienen otra mira que dar cumplimiento a nuestros deberes sin
ostentación y la ejecución de nuestros proyectos sin confusiones”. El SECRETO
MASONICO, no es otro que la reserva con que debemos guardar lo que la Logia nos
confía; el cumplimiento del juramento que hacemos de no revelar nada de lo ocurrido
en el templo. Para sintetizar, la virtud que la Masonería nos exige, es la de ser
hombres de honor, hombres de verdad, cumplidores de la palabra empeñada, guardadores
de la palabra empeñada y de los secretos que se nos confían.
Esta idea del secreto,
participa de algo del silencio, pues quien mantiene un secreto, en el hecho
guarda un silencio, y éste, es fuente fecunda de ideales. En el silencio, el
individuo concentra sus fuerzas interiores; dispone de sus facultades más preciosas;
pone su atención en un solo trabajo y se ahonda en la significación de los misterios
de la vida. “Es preciso acallar la naturaleza inferior para poder ver la verdad
o encararse con la vida con toda equidad y firmeza. Sólo cuando se silencia y aquieta
el tumulto de las pasiones egoístas, de los vehementes deseos, del odio destructor
o de malevolencia, sólo entonces puede dejarse oír la voz del guía interior,
que es el hombre verdadero. Cuando el corazón está en silencio, la inspiración
aparece y la razón se aclara. En el desvelo silencioso de la noche, en la calma
del desierto, en las cumbres solitarias de las montañas, en el sosiego de los
bosques, en el retiro que busca la tranquilidad, vemos que la iluminación emana
de la mente, el corazón se hincha y el espíritu adquiere alas para remontarse
al cielo”. Y agregaríamos que, en el silencio tranquilo de las Logias, al amparo
del secreto de nuestros ritos y ceremonias, el hombre alcanza la plenitud de su
ser y puede aspirar a realizar sus ideales, a buscar la forma de alcanzarlos, a
hacerse HOMBRE.
El masón debe ser un
hombre discreto; sabiendo guardar los secretos de la Orden, siendo prudente en
las relaciones con sus semejantes y alcanzando la equidad necesaria para manifestar
lo que puede y conviene dar a conocer de las consecuencias arrancadas de los
trabajos realizados. Con esto, la Masonería proporciona una excelente disciplina
para aprender a hablar y da una educación que nos es útil muchas veces. Las palabras
pueden traicionarnos y, en consecuencia, está en la reserva que debe guardar
cada masón, la formación del carácter de todo individuo. “La palabra —decía Alfonso
X refiriéndose al uso que un Rey debe hacer de ella— tiene un gran provecho cuando se dice como se
debe, porque por ella se entienden los; hombres los unos a los otros, de manera
que hacen sus hechos en uno más libremente y por lo cual todo hombre y
mayormente el Rey, se deben guardar de sus palabras, de manera que sea escogida
y pensada antes que la diga, porque después que sale de la boca o puede el
hombre hacer que no sea dicha, y por esto, dijo un filósofo que el hombre debe más
callar que hablar”.
Sabias palabras que
bien pueden aplicarse a la discreción que debemos mantener los aprendices en
todo plano en que nos toque actuar.
Terminamos diciendo
que, Secreto, Silencio y Discreción, forman una magnífica trilogía de educación
del carácter que prueba la voluntad y llevan a la formación del verdadero
espíritu masónico.