miércoles, 28 de mayo de 2014

EL SECRETO MASÓNICO

Lo que se entrega en esta oportunidad es un artículo aparecido en la "Revista Masónica de Chile". Nº 8-9 de Octubre y Noviembre del año 1949.

Si bien es cierto el artículo es anónimo, es bastante claro sobre un aspecto que siempre ha generado especulaciones e incluso controversias entre las personas que no trabajan al interior del Templo Masónico o de otra Escuela de Iniciación. Me refiero al secreto.

Aunque el artículo presentado se refiere específicamente al "Secreto Masónico", en general, practicamente todas las Escuelas de Iniciación, son sometidas al juicio popular por el hecho de guardar secretos y el hecho de que sus miembros quedan sujetos a un "juramento" que les induce a ser discretos. Juramento que es adquirido por voluntad propia.

Muchos piensan que si nada malo hacen, nada tienen que esconder. Este punto de vista sólo nos indica que quien lo sostiene no comprende realmente lo que una Escuela de Iniciación intenta denodadamente en realizar: la evolución del ser humano. Y esta solamente se puede dar en un contexto de compromiso y de descubrimiento constante. Y el descubrimiento de una realidad que no se puede transmtir, lleva a que los "iniciados" en esos caminos, deban guardar silencio; aunque seguramente quisieran gritar las maravillas que han hallado.

Bien no les aburro más y vamos al artículo en cuestión.  

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La Franc Masonería, mirada desde el punto de vista del profano, aparece como institución secreta, que trabaja en las sombras, escondida en lugares sólo accesibles a los iniciados en sus prácticas y doctrinas; hasta cierto punto, tenebrosa. Como una institución rodeada de misterio, que nadie conoce, sus ritos son ocultos y absolutamente secretos e incluso, muchas veces, celebran sus reuniones en lugares que pasan desapercibidos, menos para aquéllos que, teniendo puestos sus ojos en ella para atacarla, se dan a la obra de atisbar lo que a algunos hermanos se les escapa o por infidencias dan a conocer.
La Masonería está rodeada de secreto en sus ritos, en sus prácticas, en el número y nombre de sus afiliados, etc.
Pero no hace misterio de su doctrina, que es amplia, sincera y justa. No hace misterio de su doctrina porque es esencialmente humana, de un contenido tan sublime, como que considera la CARIDAD masónicamente entendida, vale decir, en la amplitud de la caridad que no hiere, que no lastima, que no tiene el contenido de limosna que en el mundo profano le da el que no siente en su interior el fuego de amor vivo para sus semejantes, como virtud fundamental. No hace secreto ni misterio de su doctrina sublime, que ha sobrevivido desde los remotos siglos de la antigüedad y que seguirá siendo el faro luminoso que guía a un grupo de hombres escogidos a través de las tinieblas de la ignorancia y la maldad y los prejuicios, para hacer de la Humanidad una cosa digna del ser humano y para que el Universo entero, gire alrededor de las virtudes que son su fundamento: fraternidad, tolerancia, caridad, amor. `
Cumplida esta misión, ardua, difícil, incomprendida, de dura y complicada consecución, la Masonería habrá llegado a su término y se abrirán de par en par las herméticas puertas de sus templos para irradiar, no ya los haces luminosos que se escapan por los intersticios, sino la totalidad de las llamaradas de la gran hoguera de su sabiduría. Porque no habrá ya necesidad de templos, pues uno e indivisible será. el templo inmenso en que  se adore al G.A;D.U. 
 Pero mientras llega ese estado ideal, que los aprendices pensamos es el objetivo y meta de la Orden, seguirán silenciosamente los trabajos efectivos en los talleres masónicos.
La Franc Masonería no hace ni puede hacer misterio ni secreto de sus principios,  porque ellos son los que informan la acción, el pensamiento de todo hombre bueno, sano de cuerpo y espíritu, que haya superado la etapa de los prejuicios y de los dogmas, que haya libertado su espíritu, su intelecto, de toda traba y escollo que impida el libre desenvolvimiento de la personalidad.
Todos los hombres que hayan llegado a esta etapa de perfeccionamiento, de superación, tendrán que convenir, tendrán que estar de acuerdo con los principios fundamentales, con los pilares en que descansa la Orden, en cuanto significan plenitud humana, justicia social, fraternidad y convivencia pacífica de los hombres. Esto no es secreto; no es misterio, desde cualquier ángulo que, se le mire, y sólo los que estén cegados por las pasiones, aherrojados por los dogmas y los fanatismos podrán desconocer lo maravilloso de los postulados masónicos y atacarlos llenos de odio, de virulencia y encono. Para ellos, para los que están fuera de los talleres, ni quieren, ni desean frecuentarlos, la Orden tiene la palabra discreta de los hermanos con experiencia, de los hermanos de calidad que actúan en el mundo profano para que, con el cuidado y tino necesarios, desbrocen sus mentes de las malezas que nacen y lujuriosamente crecen en sus espíritus no cultivados, o mal y parcialmente cultivados. La Orden, en consecuencia, lanza su ejército de jardineros expertos para que organice los prados, del mundo profano, siembre la buena semilla y lleve la buena nueva. Para que cultive rosas donde antes crecieron espinas; para que desbroce, desenmarañe y pode el intrincado bosque intransitable del mundo profano, con la discreción indispensable para que la obra sea realidad y no se malogren sus objetivos. Con el secreto en que se preparan y emprenden grandes obras. No por el afán de que sea secreto, y discreto por el mero arbitrio de serlo, sino para obtener positivos beneficios. Por tanto, la discreción no viene a ser un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar los objetivos propuestos de antemano.
Séanos permitido creer, que el SECRETO MASÓNICO puede enfocarse desde dos ángulos esencialmente diversos: desde el punto de vista del profano y desde el punto de vista del masón. Este, a su vez, subdividido   en dos aspectos; el secreto de las enseñanzas que no se revela en Logia, sino que toca a todo masón descubrirlo por la reflexión sobre los emblemas y sobre todo lo que se dice y hace en los trabajos; y el secreto de los ritos que se practican en el seno de los templos masónicos y de todo aquello que puede perjudicar a la Orden.
Es en el secreto y silencio, donde se generan y plasman las grandes obras. Que solamente en la tranquilidad se encuentra el reposo. Lejos del tumulto, de la alegría ruidosa y estruendosa que apaga y confunde el pensamiento hondo, el hombre se recoge en sí mismo y reflexiona y elabora. No es en la superficie del mar siempre agitado por las tempestuosas ondas y los vientos huracanados donde se produce la maravilla del mundo acuático, sino en las profundidades insondables de los abismos. No es en las cumbres de las montañas azotadas por las heladas y las ventiscas, donde crecen las plantas maravillosas, sino al reparo de los bosques, en sus profundidades recónditas y en los remansos calmos y serenos de los ríos. “Lo que pide la Masonería es libertad para trabajar; que el mundo profano no se entrometa a entorpecer su obra dentro de los talleres; pide el respeto que inspira a la sociedad cualquiera institución seria y honrada; no quiere privilegios ni leyes extraordinarias. Pero así como el sabio necesita tranquilidad para descubrir el virus de una enfermedad y dar después salud al cuerpo, así también la Masonería solicita respeto y tranquilidad para trabajar libremente en busca de la verdad y de la luz que darán salud al alma y que producirán la salud humana.”
Para aquellos que dudan de la nobleza de la Orden y que virulentamente atacan, a la Franc Masonería, la respuesta está en las obras que desarrolla. “Por sus frutos conoceréis el árbol”, dicen los evangelios. Y aplicando esta expresión a la Franc Masonería; podríamos decir que por la bondad de sus obras traducidas en escuelas, instituciones de beneficencia, bibliotecas, bomberos, scouts, etc., se conocerán los fundamentos en que se basa su acción. Perfección colectiva, educación moral, individual, respeto y amor a sus semejantes, culto a la verdad ya la justicia, a la caballerosidad y al honor, éstos son sus frutos y por ellos se puede juzgar el árbol.
El SECRETO desde el punto de vista del masón, es el que no se revela en Logia. Entendemos que cae dentro de esta categoría, si así pudiéramos llamarla, el hecho de que al Aprendiz no se le enseña, no se le indica, no se le revela el significado de los símbolos; por ejemplo: no se le da una interpretación ad hoc, sino que es el propio Aprendiz quien tiene que descubrir y desentrañar su significado. Simbólicamente, se le entregan las armas con las que tiene que pulir la piedra bruta. Pero él debe limar sus propias asperezas; está en la obligación de descubrir sus imperfecciones y superar las deficiencias con las cualidades que lleva consigo al incorporarse a las Logias. Cualidades éstas que se las ha agrupado de la manera siguiente: un mínimo o base de inteligencia; comprensión general que lo capacite para abordar el estudio de los diferentes, problemas; facultad de asimilación y de memoria para hacer posible la adquisición y utilización de las materias sobre las que debe ejercitar su sagacidad y actividad; amor al trabajo; amor o inclinación a la búsqueda de la verdad; control sobre su propia persona, a fin de saber reprimir sus malos instintos y para contrarrestar las influencias de los prejuicios y errores humanos.
Con ellas, el aprendiz masón se da a la tarea de resolver el SECRETO, que encuentra ante su vista. Naturalmente queda desorientado al comienzo; se da cuenta de su ignorancia absoluta en esta nueva vida que inicia. Es como si empezara a vivir de nuevo y tiene que empezar a aprender en la nueva escuela. Se le dice que el gran fin de la Masonería tiende a mejorar la condición física y moral del hombre en particular y de la sociedad en general; que tiene importantes verdades que entregar a la opinión, en lugar de muchos errores y preocupaciones dañinas y que, entre estas enfermedades sociales, existen algunas cuya curación requiere energía y al mismo tiempo prudencia y discreción. “Buscad y encontraréis” y a buscar la verdad, a desentrañar el secreto de su grado dedica todos sus esfuerzos. A orientarse, a perfeccionarse, a superarse. El secreto masónico se manifiesta sin que la palabra lo revele, al que ha comprendido todos los grados a medida que los ha recibido. El aprendiz masón  no sabe leer ni escribir la palabra sagrada, sólo sabe deletrearla, lo que significa que el método de enseñanza de la Orden solicita los esfuerzos intelectuales de cada uno, evitando en absoluto inculcar dogmas. Se pone al iniciado en el camino de la verdad, dándole la primera letra de la palabra sagrada; debe él, por sí mismo, encontrar la segunda; después se le da la tercera a fin de que adivine la cuarta. He aquí, según nuestro modo de pensar el secreto masónico para el masón; no se le da interpretaciones, sino que él mismo debe buscar, descubrir el secreto encerrado en los símbolos, teniendo siempre presente los intereses superiores de la Orden. Y tiene valor este descubrimiento propio; mucho mayor que el revelado, y que ningún esfuerzo personal importa. Tiene el valor de lo que se adquiere con sacrificio, con largas veladas de trabajo y con dolores que hacen sangrar el alma. “No vale tanto el hombre por la verdad que posee o dice poseer ―decía G. E, Lessing— como por el esfuerzo sincero que le ha costado conseguirla; porque sus poderes no aumentan al poseerla, sino por el contrario, al investigarla, que es en lo único en que consiste su perfectibilidad. Las riquezas y las posesiones adormecen las energías del hombre y le llenan de pereza y vanidad. Si Dios me ofreciese con su mano derecha la verdad absoluta y con su izquierda únicamente el intenso impulso interno hacia la verdad, y me dijese: ¡Elige! me asiria humildemente de su mano izquierda, aún a riesgo de exponer a la Humanidad a errar continuamente”.
El otro aspecto del Secreto Masónico que hemos creído encontrar se refiere a la no revelación a profanos, de nuestros signos de conocimiento, símbolos y ritos practicados en las Logias. Involucra un aspecto interno (silencio), otro externo (secreto propiamente tal) y da como resultado la discreción.
Al cerrarse los trabajos de las Logias, juramos no revelar a nadie lo ocurrido en Logia, con lo que se persigue, no se divulguen nuestras formas de actuar en los talleres. Evitar con ello la mala interpretación por parte de los que no pueden comprender los ritos y símbolos de la Orden, los signos, palabras y tocamiento de la misma. Es el secreto que se impone a los franc masones, de guardar reserva absoluta frente a los profanos. De mantener para sí y para los hermanos, el secreto de la Orden, no porque signifique algo oscuro y sospechoso, sino porque los profanos no comprenderían el formalismo del ritual masónico. No hay que arrojar perlas a los cerdos, se dice. Y en verdad, un profano por su condición de ignorancia de la Masonería, vería en el ritual mismo, una cosa carente de significado alguno, y podría prestarse, de conocerlo, para hacer blanco del ridículo a la Orden. Por otra parte, este secreto tiende a perfeccionar al hombre y formar su carácter. Aún más, tiende también a darle mayor solemnidad a los trabajos de los talleres y a mantener un lazo de simpatía entre los hermanos al darse a conocer, por medio del signo y tocamiento, frente, a otros hermanos que actúan en el mundo profano y de quien, muchas veces, no se tiene conocimiento que también pertenezcan a la Franc Masonería. “Los misterios y ceremonias secretas que deberán servir para ocultar nuestras obras —se ha dicho— no tienen otra mira que dar cumplimiento a nuestros deberes sin ostentación y la ejecución de nuestros proyectos sin confusiones”. El SECRETO MASONICO, no es otro que la reserva con que debemos guardar lo que la Logia nos confía; el cumplimiento del juramento que hacemos de no revelar nada de lo ocurrido en el templo. Para sintetizar, la virtud que la Masonería nos exige, es la de ser hombres de honor, hombres de verdad, cumplidores de la palabra empeñada, guardadores de la palabra empeñada y de los secretos que se nos confían.
Esta idea del secreto, participa de algo del silencio, pues quien mantiene un secreto, en el hecho guarda un silencio, y éste, es fuente fecunda de ideales. En el silencio, el individuo concentra sus fuerzas interiores; dispone de sus facultades más preciosas; pone su atención en un solo trabajo y se ahonda en la significación de los misterios de la vida. “Es preciso acallar la naturaleza inferior para poder ver la verdad o encararse con la vida con toda equidad y firmeza. Sólo cuando se silencia y aquieta el tumulto de las pasiones egoístas, de los vehementes deseos, del odio destructor o de malevolencia, sólo entonces puede dejarse oír la voz del guía interior, que es el hombre verdadero. Cuando el corazón está en silencio, la inspiración aparece y la razón se aclara. En el desvelo silencioso de la noche, en la calma del desierto, en las cumbres solitarias de las montañas, en el sosiego de los bosques, en el retiro que busca la tranquilidad, vemos que la iluminación emana de la mente, el corazón se hincha y el espíritu adquiere alas para remontarse al cielo”. Y agregaríamos que, en el silencio tranquilo de las Logias, al amparo del secreto de nuestros ritos y ceremonias, el hombre alcanza la plenitud de su ser y puede aspirar a realizar sus ideales, a buscar la forma de alcanzarlos, a hacerse HOMBRE.
El masón debe ser un hombre discreto; sabiendo guardar los secretos de la Orden, siendo prudente en las relaciones con sus semejantes y alcanzando la equidad necesaria para manifestar lo que puede y conviene dar a conocer de las consecuencias arrancadas de los trabajos realizados. Con esto, la Masonería proporciona una excelente disciplina para aprender a hablar y da una educación que nos es útil muchas veces. Las palabras pueden traicionarnos y, en consecuencia, está en la reserva que debe guardar cada masón, la formación del carácter de todo individuo. “La palabra —decía Alfonso X refiriéndose al uso que un Rey debe hacer de ella—  tiene un gran provecho cuando se dice como se debe, porque por ella se entienden los; hombres los unos a los otros, de manera que hacen sus hechos en uno más libremente y por lo cual todo hombre y mayormente el Rey, se deben guardar de sus palabras, de manera que sea escogida y pensada antes que la diga, porque después que sale de la boca o puede el hombre hacer que no sea dicha, y por esto, dijo un filósofo que el hombre debe más callar que hablar”.
Sabias palabras que bien pueden aplicarse a la discreción que debemos mantener los aprendices en todo plano en que nos toque actuar.
Terminamos diciendo que, Secreto, Silencio y Discreción, forman una magnífica trilogía de educación del carácter que prueba la voluntad y llevan a la formación del verdadero espíritu masónico.

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